domingo, 1 de noviembre de 2015

POLÍTICA EXTERIOR DE STALIN

31-10-15

POLÍTICA EXTERIOR DE STALIN

Por: Manuel Taibo - Tomado de Aporrea.org

"No comparto la opinión ingenua de que el nazismo y la democracia popular son similares, que Hitler y Stalin tenían el mismo temple. Una ojeada a sus fotografías yuxtapuestas les demostrará la estupidez de esta afirmación. Hitler era un histérico. Stalin un individuo obstinado con el suficiente sentido común para no jugar con las revoluciones, sino seguir el camino previamente trazado, siempre alerta, con una competencia científica, una paciencia infinita y una infinita desconfianza. Stalin no era ni un imbécil ni probablemente un santo. No habiéndole conocido personalmente, prefiero no emitir ningún juicio a su respecto. Pero después de haber comparado los rostros de estos dos hombres, si queremos molestarnos en comparar sus escritos, compráramos rápidamente que Hitler y Stalin eran tan distintos entre sí como es posible serlo…"

"A pesar de sus riquezas naturales, la Rusia zarista era un país pobre y atrasado. La renta nacional por habitante era en la Rusia zarista mucho más baja que en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. La geografía política-económica de la U.R.S.S. describe la transformación consciente y planificada de la naturaleza por la sociedad socialista, sobre la base de una ciencia avanzada y bajo la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética".
La política exterior de la Unión Soviética al principio estuvo determinada por el idealismo de considerar posible una revolución mundial análoga a la suya, lo que determinaría nuevos cauces de esa misma política de relaciones exteriores. Los fracasos de los movimientos comunistas en los demás países, en especial en Alemania y en Hungría, abrieron los ojos a los revolucionarios rusos y les obligaron a reconsiderar su posición. Junto a la política interior ya estudiada de "hacer la revolución propia", se abrió paso la idea de mantener relaciones normales con los demás países, sin renunciar naturalmente a una posible intervención, como ocurrió en la caso de la guerra española. Esta nueva política exterior se inició con el Tratado de Rapallo antes citado y continuó en 1926 con el Tratado de Berlín, consecuencia de los acuerdos de Locarno de 1925 entre Alemania y las potencias occidentales. Este Tratado, en efecto, daba como definitivas las fronteras alemana del Oeste, pero le dejaba las manos libres en el Este, lo que constituía una amenaza potencial que movió a Stalin a buscar una garantía ante la posibilidad de un ataque germano.
La agravación de las relaciones diplomáticas con el Extremo Oriente, que condujeron a la ruptura de las relaciones diplomáticas con la China de Chiang-Kai-shek, y la llegada al Comisariado de Asuntos Exteriores de Máximo Litvinov determinaron un cambio en la orientación diplomática de la Unión Soviética, que se concretó en un mayor contacto con el Oeste europeo, con Turquía y con Estados Unidos.
Abrió camino a este cambio un pacto firmado con Turquía en 1929, que se renovó en 1931 y en 1935, garantizando la seguridad de las fronteras meridionales de Rusia en el occidente de Asia. En 1932 se estimulaban pactos de no agresión con Estonia, Finlandia, Polonia y Letonia, que fueron prorrogados por diez años en 1934. Pactos análogos se sellaron en1932 con Francia y al año siguiente con Italia. En 1933 era reconocida la Unión Soviética por Estados Unidos, por Bélgica y por la España republicana.
Toda esta orientación fue premiada con la entrada de la Unión en la Sociedad de Naciones en 1934, dándole incluso un puesto entre los países permanentes. La entrada se hizo, con la protesta de Suiza, por 39 votos a favor, 3 en contra y 7 abstenciones. La Unión Soviética había abandonado su aislacionismo y venía a significar un contrapeso en el oriente europeo frente al nacionalsocialismo que se alzaba amenazador en Alemania.
Pronto volvieron las cosas a una situación semejante a la existente en vísperas de la I Guerra Mundial. En 1935 se firmaba un pacto de asistencia mutua franco-soviética que recordaba la Entente, y el mismo año se acordaba uno similar con Checoslovaquia.
La Sociedad de Naciones servía a Litvinov de tribuna para hacer propaganda soviética. Y bien claro se vio esta posición en su actitud frente a la agresión italiana en Etiopía, siendo uno de los miembros que exigieron más crudamente las sanciones contra Mussolini; en su política favorable a la formación de "frentes populares" en las democracias occidentales, y en su actuación a raíz de la guerra civil española y que se verá con mayor extensión en otro capítulo siguiente.
El papel internacional de la Unión Soviética aumentó, pues, considerablemente en estos años del gobierno de Stalin. En 1936 conseguía en Montreux, con motivo de la Conferencia celebrada en esta ciudad para tratar del estatuto de los estrechos turcos, unas ventajas que los zares no habían logrado en dos siglos de actuación.
La cada vez más inestable situación internacional en los años 1938 y 1939 dibujaron claramente la política de Stalin. No intervenir en ninguna guerra europea, prepararse reforzando las fuerzas armadas y tratar de beneficiarse de la posible guerra con una entrada a última hora, cuando cansados los beligerantes, se pudieran lograr fácilmente objetivos expansionistas. Coronamiento y cifra de esa política fue el pacto de no agresión germano-soviético en agosto de 1939, derivado de la rendición de los gobiernos de Inglaterra y Francia en Múnich en septiembre de 1938. Stalin había visto que la guerra entre Alemania y las potencias occidentales era inminente, que estas últimas no podrían garantizar la independencia de Polonia y que el pacto le dejaba el campo libre para actuar.
Por lo que respeto al Extremo Oriente, la política internacional de la Unión Soviética en estos años estalinianos se caracterizó por una mayor prudencia con el Japón que la observada por el régimen zarista. Este país había reconocido a la Unión ya en 1929, y en 1933 hubo de admitir Stalin la creación del artificioso Manchukuo independiente, en realidad bajo el protectorado del Japón, al que vendió el ferrocarril chino. Pero compensó esta derrota diplomática con la creación de una Mongolia Exterior, bajo su control, con la firma de pactos adecuados en 1934 y 1936.
El poderoso impulso de la Unión Soviética en Asia: El adelanto más aparatoso de la Unión Soviética se produjo en el Asia rusa, que abarca una extensión equivalente a la tercera parte de aquel continente. Siberia, que apenas tenía una población de 11 millones de habitantes durante la guerra civil, había triplicado el número de sus habitantes en vísperas de la II Guerra Mundial. Y si antes los rusos que allí vivían eran militares, funcionarios y deportados, después del triunfo del comunismo se vio poblada por campesinos desplazados de la Rusia europea, atraídos por las ventajas de una nueva vida urbana que se iba abriendo paso.
En efecto, colosales ciudades fueron surgiendo en este período: en la misma raya de los Urales, Magnitogorsk, que tenía unos centenares de habitantes en 1918, pasó a 150.000 en 1939 y contaba en aquellos tiempos con 400.000, convertida en uno de los principales centros industriales del acero de todo el mundo. Y se transformaron también en grandes urbes Irkutsk y Omsk, Tomsk y Krasnoiarsk, Khabarobsk y Novosibirsk, Stalinsk y Komsomolsk, entre de otras.
El estudio científico del subsuelo siberiano mostró una potencia minera extraordinaria en carbón, petróleo y hierro que empezaron a ser explotados en grandes proporciones. Para servir esta explotación y las industrias subsiguientes, así como la puesta en valor de tierras antes consideradas como la yermas y ahora cultivadas, se construyeron en plazos brevísimos una doble vía del Transiberiano que entró en explotación en 1939; un nuevo ferrocarril, llamado Turksib (Turkestán-Siberia), realizado en cuatro años (1926-1930), de 1400 km de longitud, que enlazaba estas dos regiones asiáticas de la Unión. Gracias a él, el trigo de Siberia llegaba fácilmente al Turkestán, en tanto que el algodón del Ferghana (en esta última región) se hacía accesible a la fría Siberia. Un último ferrocarril fue terminado en 1929 uniendo Siberia con el Sin-Kiang (Turkestán chino), de manera que la capital de esta región, Urumchi, adquirió la importancia de gran mercado, que ha aumentado todavía al continuar los chinos la construcción del ferrocarril que hoy la enlaza con Pekín, Shanghái y Cantón.
El Extremo Oriente se extiende a lo largo de todo el litoral de la U.R.S.S. en el Pacífico, desde el golfo de Posiet, en el sur, por donde pasa la frontera soviética con Corea, hasta el estrecho de Behring, en el noreste, que separa la U.R.S.S. de Alaska, territorio de los EE.UU. La diferencia de latitud entre el punto más meridional y el más septentrional es de veintiocho grados, y la distancia que media en línea recta de suroeste a noreste, de Corea al estrecho de Behring, es de unos 4.500 kilómetros.
El Extremo Oriente es rico sobre todo en minerales. Hay allí hulla y lignito (en la cuenca del Bureya, en Suchán, en Artiom –cerca de Vladivostok--, Sajalín), petróleo (en la parte noreste de Sajalín) y mineral de hierro (en MaliJingán, en el Bajo Amur –cerca de Nikoláievsk--, y en la bahía de Olga). Abundan los placeres auríferos (en el sur, en Primorie, en Priamurie, etc.), los criaderos de metales raros y no ferrosos (cerca de la bahía de Tetiuje) y los yacimientos de estaño, cuyas reservas son las mayores de la U.R.S.S. Los yacimientos de hierro y de carbón están, a veces, muy cerca unos de otros (la zona de Jingán y de Bureya, la bahía de Olga y Suchán) o se comunican por agua. En el Extremo Oriente falta sólo un mineral tan difundido como la sal común, por lo que se trae de lejos para salar el pescado.
Al mismo tiempo, la Unión Soviética creaba y desarrollaba líneas de aviación que enlazaban todas las grandes ciudades surgidas en la enorme Siberia, para facilitar el traslado de viajeros y de materiales preciosos. El descubrimiento y la exploración de las riquezas minerales de la península de Kola se deben a expediciones de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S. encabezadas por el académico A. Fersman. Los bolcheviques leningradenses, bajo la dirección de Serguéi Kírov, realizaron grandes esfuerzos para poner estas riquezas al servicio de la industria.
Refiriéndose a las grandes obras que se desplegaban en las difíciles condiciones de la península de Kola, Kírov dijo en un discurso: "Nosotros… demostraremos que no hay en toda la tierra un lugar que no pueda ponerse al servicio del socialismo".
Algo parecido hizo el nuevo Estado soviético en los países árticos. Desde la formación de equipos de científicos para estudiar aquellos remotos parajes, hasta la construcción de rompehielos para la mejor explotación de los mismos y la instalación de centros de investigación y de aeropuertos, la obra ha sido completada con objeto de explotar sus recursos naturales y facilitar bases estratégicas para la política exterior de la Unión.
--La obra inconmensurable de Lenin y Stalin registrase con toda su grandeza y transcendencia histórica en el período de 1900 a 1950 y con la máxima exaltación histórica a partir de la victoria de la gloriosa Revolución de Octubre de 1917.
¡Gringos Go Home!
 ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!

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