Liberación
No. 35. Marzo 2002.
ARGENTINA:
BANCARROTA DEL NEOLIBERALISMO
(Con motivo de las elecciones del domingo 22
de noviembre-2015, MB, recuerda a los argentinos y latinoamericanos el peligro
de volver a los tiempos nefastos del neoliberalismo corrupto y criminal.)
La crisis
económica, política y social en la Argentina es un ejemplo paradigmático de los
resultados de la aplicación del neoliberalismo y la imposición de la
globalización imperialista.
¿Pero, qué
pasó realmente en la Argentina?
La peor
combinación posible. Un gobierno como el de Menem (asociado tempranamente a la
derecha tradicional y a los capitales concertados de la nueva oligarquía y las
transnacionales, así como la subordinación más lacayuna a la política de los
Estados Unidos) que alegremente postulaba
el próximo ingreso de la Argentina al primer mundo, cuando en realidad
se deslizaba bien profundo al tercero,
la frenética búsqueda de una inflación cero junto a dispendiosos gastos
burocráticos y la fijación de una paridad fija de la moneda argentina con el
dólar y finalmente un endeudamiento externo oneroso y el paso del control
financiero a la banca extranjera, que estimuló la fuga de capital.
¿Cómo
influyó cada uno de estos factores para precipitar la peor crisis de la historia
argentina?
La solución
a la prolongada inflación argentina de la década de los 80^, se dio dentro del
marco de la aplicación del modelo neoliberal. Como en todos los demás países de
la región la receta fondomonetarista fue la de reducir el gasto fiscal,
disminuyendo el gasto social y la inversión pública y aumentando impuestos. A
continuación se implantó la convertibilidad de la moneda argentina con el
dólar, es decir la fijación de un cambio fijo a 1 a 1. La privatización de la
banca entregó el control del crédito a empresas extranjeras. Idéntico fenómeno
ocurrió con los grupos económicos locales como
Pérez Companc, Macri, Soldati, Techint,
Astra y varios más que se asociaron a operadores extranjeros como Telefónica de
España, Electricote de France, British Gas y otros para adquirir empresas
estatales a precio de descuento. La contratación de financiamiento externo
tanto público como privado se realizó principalmente con la banca privada
internacional.
Al inicio de
la década de los 90, se produjo un importante crecimiento, producto de la caída
de la inflación y del ingreso de inversiones extranjeras. Esto dio pábulo a la
alharaca menemista y al despilfarro más desenfrenado.
Este
espejismo modernista no duró mucho. La apertura indiscriminada de la economía
(que permitió el ingreso masivo de inversiones con destino a la compra de las
empresas estatales como teléfonos, energía eléctrica, gas, agua, transporte
aéreo, ferroviario y naval, petróleo, petroquímica, hierro y acero, bancos y
seguros, etc., así como de acabos de empresarios locales, transnacionalizó,
concentró la economía argentina) junto a elevados costos internos producto de
la convertibilidad y un crédito caro t escaso comenzó a erosionar la capacidad
productiva. La contracción del mercado interno y la devaluación del real
brasileño, producto a su vez de la crisis asiática y rusa dio el golpe de
gracia.
La
competitividad argentina se vino abajo, junto a otros problemas fitosanitarios
en su ganadería.
El
endeudamiento público y privado argentino fue en los últimos treinta años
principalmente contratado con bancos extranjeros. El servicio de esta deuda
quizá el más oneroso de América Latina, producto de elevados intereses, cortos
plazos de amortización y un saldo neto que se elevó de 5 500 millones de
dólares en 1976 hasta más de 155 000 millones de dólares en el año 2001 (48%
del PIB). El propio Banco Central reconoció que por lo menos un 60% del aumento
de la deuda proviene de los intereses múltiples que se aplican a la deuda
vencida impaga y a las tasas crecientes de interés que superan en un 4% a las
vigentes en el mercado mundial de por sí usurarias.
La Argentina
ha pagado por concepto del servicio de la deuda externa (amortizaciones e
intereses) en los últimos 25 años más de 212, 280 millones de dólares, es decir
casi 40 veces la deuda de 1976, sin embargo su deuda ha aumentado en 28 veces
la que tenía entonces. A pesar de estas astronómicas cifras, existen versiones
sobre otras todavía mayores.
Según el
diario “Clarín” de Buenos Aires, la deuda externa argentina pública y privada
con aval público, alcanzó en diciembre de 2001 a 220 000 millones de
dólares. Recordemos que ya en 1983, se estatizó la deuda privada por unos 35
000 millones de dólares. El crédito se dirigió principalmente a las grandes
empresas y dentro de estas a las extranjeras. La mediana y pequeña empresa
quedó sin apoyo financiero o con uno realmente usurario.
Los grandes
emprendimientos de empresarios de un país que “ingresaba al primer mundo”,
fueron a tono con la economía actual, principalmente especulativos. Los
capitalistas en los últimos años, produjeron un VIRTUAL “vaciamiento” por el
cual hipotecaron sus activos para endeudarse y enviar el dinero fuera del país.
¿Cómo? Mediante la cancelación “en negro” de importaciones mientras se mantenía
formalmente la deuda mediante autopréstamos entre empresas de aquí y de afuera,
etc. Los empresarios de la oligarquía local, poco tiempo después de las
privatizaciones se retiraron vendiendo sus participaciones accionarias y realizando
un excelente negocio (comprando barato, igual que sus socios mayoritarios, los
empresarios de las grandes transnacionales, ganaron mucho dinero operando la
empresa y luego vendieron sus acciones a valores mucho más altos).
Esto ha dado
lugar a una masa de fondos depositada en el exterior que según algunas
estimaciones llega actualmente a los 120 000 millones de dólares. Los
acreedores y los deudores se combinaron para registrar contablemente créditos
que nunca entraron o que entraron pero salieron con los “vaciamientos” de
empresas.
Las deudas
al sistema bancario entraron en una mora creciente, igual que el endeudamiento
externo. La fuga de capitales al exterior crece en idéntica o mayor medida que
las deudas internas y externas. Los resultados los conocemos todos.
La economía
argentina sufre una recesión de 40 meses. Un nivel de vida medio que se reduce
cada día. Un mercado interno antes poderoso hoy envilecido con mercaderías de
todas partes menos argentinas. Una tasa de desempleo que rebasa el 18% algunos estudiosos la estiman en un 25%,
millones de argentinos subempleados, un déficit fiscal que llega al 6% del PIB
cercano a los 10 000 millones de dólares para el 2001, una caída de las
recaudaciones tributarias del orden del 35% en diciembre del 2001 y del 20%
para todo el año (se espera una caída del 25% par el 2002),un sistema bancario
quebrado, que no puede devolver los depósitos, la ruina de la agricultura y la
industria de capital nacional, la quiebra del sistema de seguridad social, la
rebaja de salarios y pensiones de los jubilados, un 41% de la población bajo la
línea de la pobreza (más de 14 millones de pobres), en fin, el colapso de una
potencia regional.
Este es el
neoliberalismo, causante de la debacle de una economías otrora poderosa, con
ventajas evidentes en la producción de alimentos y una población relativamente
escasa. En la Argentina los sucesivos gobiernos, pero especialmente el de Menem
hicieron precisamente todo lo contrario de lo que debía hacerse. En realidad
hicieron exactamente lo que beneficiaba a las grandes empresas transnacionales
y todo lo que ha perjudicado al pueblo argentino.
LAS ÚLTIMAS
MEDIDAS.
Las medidas
económicas adoptadas, desde el corralito, pasando por la disminución de
salarios al sector público y rentas a los jubilados, la devaluación, la
pesificación de deudas y otras son una continuación de las políticas del FMI.
Aunque parezca increíble, todo esto no hace sino beneficiar aún más a los
causantes y beneficiarios de la crisis (banqueros, empresarios de las empresas
privatizadas y la oligarquía) y castigar aún más sañudamente a los pequeños
ahorristas, a los asalariados y pequeños empresarios.
Jorge
Beinstein, economista argentino señala lo siguiente: “Los ahorristas tenían en el sistema bancario unos 40 000 millones de
dólares aproximadamente. Se los pesifican a 1.40, con lo cual pasan a tener
unos 57 000 millones de pesos. Esos dólares en el mercado libre están valiendo
80 000 millones de pesos. Quiere decir que se ha producido una pérdida para los
ahorristas del orden de los 23, 000 millones de dólares”.
Sigue Beinstein: “los deudores, básicamente
las grandes empresas nacionales y privatizadas, tenían deudas con los bancos
del orden de 47 000 millones de dólares. Gracias a la decisión del gobierno de
licuarles las deudas pasándolas a pesos pasan a deber automáticamente casi la
mitad de los dólares. Así obtienen una ganancia neta del orden de los 19 000
millones de dólares. Entonces los ahorristas perdieron unos 23 000 millones de dólares
y los deudores, o sea las grandes empresas, ganan unos 19 000 millones de
dólares. A eso se agrega que para compensar a los bancos por la diferencia
entre 1.4 que le paga a los ahorristas y el 1 que le cobra, el Estado va a
librar un bono respaldado por el Tesoro del orden de los 14 000 millones de
dólares. O sea que la resolución del gobierno fue una gran transferencia desde
los ahorristas y desde el Estado hacia las grandes empresas y hacia los bancos.
Con esto consiguen complementar la primera medida que tomaron desde un mes, que
fue la devaluación. Todo el programa de Duhalde , que es exactamente el
programa del FMI, consiste en dos cosas: devaluación con lo cual producen una
brutal caída de los salarios reales, y licuación de pasivos de los grandes
grupos económicos”.
Los
siguientes ejemplos nos ratifican estos enormes beneficios. Un estudio del
economista Eduardo Basualdo demostró que el 64% de la deuda estatizada (en
1983), pertenecía a solo 130 grupos económicos de capitales locales y
extranjeros.
De acuerdo a Víctor Ego Ducrot: “Justamente
es Repsol-YPF el segundo deudor del sistema
bancario argentino supuestamente quebrado aunque deliberadamente vaciado.
Su deuda asciende a los 310.3 millones de dólares Como consecuencia de la
devaluación y la pesificación general de los activos locales, esa deuda, como
la de los otros grandes deudores, se
reducirá a la mitad. La otra mitad agraciada será absorbida para la masa de
pequeños ahorristas, a quienes se les retuvo sus fondos en el sistema bancario
y a los que se les devueltos sus depósitos en dólares, en cuotas, y en pesos
devaluados en por lo menos un 50%. El Diario argentino página 12 , publicó el 5
de febrero pasado una lista de los principales deudores del sistema bancario,
entre los que figuran, en el primer lugar, seguido por Repsol-YPF, el mayor
grupo local PECOM Energía, del empresario Gregorio Pérez Companc, para muchos
un verdadero testaferro de la Iglesia Católico Argentina. Esa empresa
debía 349.4 millones de dólares. La lista
es larga y en ella se encuentran las dos grandes telefónicas (telefónica
Argentina Y Telecom Argentina) y correo argentino (cerca de 250 millones de
dólares), de Francisco Macri, otro empresario
local también especializado en deudas con el Estado. Estos empresarios han sido
varias veces beneficiados con perdones impositivos y deudas por miles de
millones de dólares, dinero que se encuentra en el exterior, como fuga de
capital , muchos de ellos ennegrecidos en los paraísos fiscales”.
Muchos
suponen que esto no sucede en Bolivia. Están muy equivocados. Aunque en una
escala menor, de acuerdo a la relación
entre las dos economías, también aquí se producen estas enormes transferencias
a favor de los ricos y corruptos empresarios, banqueros y políticos
neoliberales. El propio ex superintendente de bancos Jacques Trigo, actualmente
Ministro de Hacienda estimó en unos 1 000 millones de dólares la transferencia
de recursos del Estado a favor de banqueros fraudulentamente quebrados. Entre
ellos están los Roberto Landivar de BIDESA, los Siles del BBA, los Gutiérrez
del Banco de Cochabamba, los del Banco Sur, del Banco de Crédito Oruro y otros
tantos mafiosos, delincuentes neoliberales de cuello blanco. También se han producido en Bolivia los perdones a
millonarios como Doria Medina y otros en la famosa y tristemente célebre
desdolarización. Lo que falta en Bolivia es que termine la pasividad y el
conformismo, la apatía y la resignación y se dé comienzo a los cacerolazos
multitudinarios que den término a este sistema irracional y corrupto.
PCmlm.
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