ERUPCIÓN DEL VOLCÁN DE FUEGO EN GUATEMALA:
¿DESASTRE NATURAL?
Por Marcelo Colussi
La
reciente erupción del Volcán de Fuego recuerda nuevamente el tema de los
llamados “desastres naturales”, reabriendo la pregunta: ¿qué tan asesina es la
naturaleza?
Un
desastre es un cambio rápido y destructivo que sobrepasa la capacidad de
adaptación del grupo afectado. Eventos naturales catastróficos ha habido
siempre. Eso, de momento, es inmodificable: terremotos, maremotos, huracanes,
erupciones volcánicas, inundaciones, tornados. Pero el grado de impacto que
tienen sobre la población varía grandemente.
Un
terremoto escala 7.4 sacudió California en 1992 y produjo un muerto. En
Nicaragua, en 1972, con un fenómeno similar, fueron 15 000 las víctimas
mortales. El huracán Elena en Estados Unidos dejó 5 muertos. Un ciclón
equivalente en Bangladés, medio millón. En Japón, en 2011, un terremoto de
magnitud 9 provocó 5600 muertos; un año antes, en Haití, un terremoto menos
intenso, dejó 316 000 fallecidos. Más que la naturaleza nos mata la pobreza.
Dicho de otro modo: la forma en que están organizadas las sociedades.
Definitivamente
estos fenómenos escapan a las manos del ser humano, pero no podemos quedarnos
resignadamente con la idea de hechos “naturales”: su ocurrencia y sus
consecuencias deben considerarse en un contexto histórico-social, político: son
circunstancias que influyen distintamente según el lugar y el momento en que se
dan, de las que se sale con suertes muy distintas. Vistos desde una perspectiva
global no son sólo naturales sino que, en todo caso, denuncian
(catastróficamente) la forma en que las comunidades están organizadas y se
relacionan con el medio circundante.
Estos
“desastres de la Naturaleza” vienen a mostrar la “naturaleza del desastre” del
modelo de desarrollo económico-social que presenta el capitalismo, exponiendo a
situaciones de alta vulnerabilidad a grandes mayorías, que son siempre los
pobres y excluidos (la mano de obra barata, dicho de otro modo). ¿Por qué la
gente del club de golf pudo ser evacuada y los campesinos pobres de las aldeas
cercanas al volcán no? Podríamos preguntar igualmente: ¿por qué en Japón las
secuelas no son como en Haití, o por qué en Cuba –país con pocos recursos pero
con un proyecto político humano– nunca hay víctimas con sus huracanes?
Las
regiones más pobres son una elocuente demostración de esta exclusión. Las
poblaciones más afectadas son las que históricamente viven en situación de
mayor exclusión y vulnerabilidad: los sectores pobres de áreas rurales, los asentamientos
precarios de las ciudades. ¿Por qué hay tantas comunidades viviendo en las
faldas de un volcán activo? Porque el sistema necesita campesinos pobres para
los cortes de los cultivos de agro-exportación. No hay otra explicación.
Las
respuestas del Estado (con Jimmy Morales o cualquier administrador de turno) no
pasan de planteamientos asistenciales centrados en la emergencia y el
cortoplacismo, con politización de la ayuda, a veces con ribetes grotescamente
proselitistas, a lo que se suman posibles hechos de corrupción en el manejo de
la asistencia recibida.
La
reconstrucción a mediano y largo plazo no cuenta. Para muestra, la vergonzosa
situación de los damnificados con el desastre del Cambray, que recibieron sus
nuevas casas casi 3 años después de la tragedia.
Pasado
el momento de la emergencia no hay por parte de los gobiernos una clara
propuesta superadora que comience a poner énfasis en la prevención y la futura
mitigación de desastres. Todo indica que luego de la asistencia humanitaria
inmediata, la ocurrencia de un nuevo fenómeno natural de magnitud puede volver
a convertirse en tragedia por la precariedad en que seguirán viviendo las
grandes mayorías, y la falta de voluntad política en modificar esa situación.
Así, estos desastres naturales patentizan los desastres ocultos de las
sociedades.
El
tsunami asiático de 2004 mató a más de 150 000 personas en unos minutos; el
hambre (primera causa de mortandad en el mundo: un ser humano cada 7 segundos)
o la diarrea (segunda causa de mortandad: 11 000 muertos diarios a escala
planetaria por falta de agua potable), no impactan tanto como las tragedias que
los shows mediáticos nos presentan cada vez con mayor pomposidad. Pero producen
más muertos, más dolor, más miseria. ¿Hasta cuándo vamos a permitir todo esto?
(Tomado de Internet)
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