17-10-15
Nuestro homenaje al
17 de octubre de 2003
Glorioso Octubre Rojo
LA GRAN INSURRECCIÓN
DESARMADA DE EL ALTO
“Una sola chispa puede
incendiar la pradera” (Mao)
Vivíamos los primeros años del siglo XXI y del Tercer
Milenio en el dominio casi absoluto de la Globalización Imperialista, del “fin
de la historia” y la vigencia omnímoda del “pensamiento único” a nivel mundial
y del neoliberalismo a nivel nacional. Parecía que la caída del Muro de Berlín
levantado estúpidamente por el revisionismo contemporáneo de Jruschov y CIA,
ponía punto final a la “utopía” del socialismo. Empero en América Latina y
particularmente en Bolivia, surgían con una fuerza inusitada, poderosos
movimientos sociales y populares, así como un ascenso vertiginoso de las naciones
originarias que revertían de un modo radical la situación política general.
Coincidiendo
con el año inaugural del nuevo siglo y del Tercer Milenio, en nuestro país
aparecían los pobladores cochabambinos y los regantes vallunos con una
insurrección reivindicatoria de los derechos sobre el agua, poniendo los
inicios de la gran marcha de los pueblos de Bolivia por su verdadera
independencia. A fines del mismo año, los valerosos y siempre rebeldes
achacacheños ponían en jaque al gobierno neoliberal con el gigantesco bloqueo
de caminos que alfombraba las carreteras de todo el altiplano, del lago y del
norte paceños en reivindicación del derecho a la tierra y contra la ley INRA
del gobierno oligárquico de Sánchez Lozada.
Desde fines del
año 2002 y durante todo el 2003, hasta el glorioso octubre, la ciudad de El
Alto se convertía en una trinchera inexpugnable de la más grande insurrección
de pobladores, campesinos y originarios de todo el departamento paceño, en
lucha definitiva por poner fin al gobierno genocida y vendepatria del gonismo.
Para nadie ya era un
secreto que el Gobierno genocida de Sánchez Lozada estaba viviendo sus últimos
momentos cuando nacía el mes de octubre 2003. Era prácticamente un Gobierno
moribundo que antes de caer pensaba ocasionar todo el daño posible al
movimiento popular y principalmente al movimiento campesino, comunitario y al
pueblo alteño que había sentido directamente las consecuencias de una política
económica francamente criminal y genocida.
Las últimas semanas de
septiembre y las primeras de octubre, se caracterizaban por enfrentamientos
diarios cada vez más violentos y radicales en la medida que las acciones
antigubiernistas se expandían al tiempo que el régimen no se daba por enterado
de la gravedad de la situación. En efecto, solamente una clase política miope o
ciega podía ignorar y pasar por alto la enorme insatisfacción, el rencor y el
encono que demostraban los sectores oprimidos de la población boliviana, sobre
todo en la zona occidental y particularmente en la ciudad de El Alto.
Por otra parte, y esto
puede ser fundamental, poco a poco se ha ido interiorizando en el pueblo el
criterio de que la causa profunda de la crisis galopante era responsabilidad de
un gobierno satisfecho y de una clase dominante insensible. De este modo se
fueron acumulando las fuerzas sociales de oposición en el sentido de fortalecer
algunas instituciones, incluso tradicionales, pero que podían en aquellas
condiciones, servir para la unidad de todo el movimiento. Es así que la Central
Obrera Boliviana que por muchos años había sido totalmente mediatizada y
relegada al olvido por la corrupción y la vendimia de sus dirigentes a los gobiernos
de turno, consiguió retomar el camino correcto de la defensa de los intereses
supremos del proletariado y las clases oprimidas.
El movimiento campesino,
comunitario, cocalero y nacionalitario, después de los errores del año 2000
cuando perdió una inmejorable situación, se repone y vuelve a jugar papel
protagónico en la coyuntura. A la cabeza del campesinado comunitario de la
Provincia Omasuyus y su capital, los achacacheños se desplazan a la ciudad de
El Alto y en las instalaciones de Radio San Gabriel, inician una huelga de
hambre subversiva que exige cambios drásticos en la política del Gobierno, así
como la negativa a la venta de gas a Chile y otras reivindicaciones nacionales.
El movimiento tiene sus causas inmediatas en la infame y despiadada masacre de
Warisata, donde la población inerme es masacrada por el Ejército provocando
víctimas fatales y heridos en grandes cantidades.
Se cuenta el asesinato de
una menor de 8 años alcanzada en su propio domicilio por el fuego
indiscriminado de la soldadesca asesina. Por ello el movimiento comunario
comienza a crecer y el bloqueo nacional de caminos, inicialmente restringido a
la zona norte del Altiplano, se va extendiendo a otras regiones como Yungas.
La reunión-huelga de Radio
San Gabriel juega un papel importante porque allí están reunidos todos los
dirigentes campesinos del departamento paceño de extracción aimara. Se levanta
en realidad, una dirección colectiva aimara, lejos ya del caudillismo de
determinados líderes. Ocurre pues un vuelco sensacional en la conducción del
conflicto. El movimiento aimara ha ideado, en base a sus experiencias propias,
resoluciones comunitarios locales, una metodología propia nueva que consiste en
tomar decisiones por amplio consenso, pero también sobre la marcha, pues se
encuentran reunidos y no tiene necesidad de comunicaciones a la distancia que
diluyen cualquier acuerdo.
Se trata pues de un Consejo
Revolucionario Aimará que sesiona permanentemente y toma resoluciones
inmediatas. Hasta ahora el Consejo se ha negado a «dialogar» con el Gobierno
porque sabe que una dispersión del conflicto y una disolución de la reunión
puede conducir a la derrota y teniendo en cuenta que los «acuerdos» con el
Gobierno pueden ser papeles mojados en el futuro o incumplirse inmediatamente.
Los movimientos
más importantes de esa lucha histórica fueron indudablemente aquellas “fuerzas
vivas” alteñas constituidas por la Central
Obrera Regional (COR), la Federación
de Juntas Vecinales (FEJUVE), y la
Federación de Gremiales pero que, lamentablemente, tenían como sus
“dirigentes” a tres elementos descalificados, traidores oportunistas y vendidos de cuerpo y alma al neoliberalismo que, a
espaldas de la población sublevada, mantenían contactos con el Gobierno para
hacer abortar la resistencia. Estos sujetos que
después pretenderían lauros que no les correspondían de ningún modo, fueron notablemente
Mauricio Cori de la FEJUVE, Juán Meléndrez de la COR, Braulio Rocha de los gremiales, Franklin Lavayen de los padres de
familia y un sujeto de nombre Juan
Escóbar que fue el principal satinador y provocador contra la UPEA y su
autonomía.
“Una sola chispa puede incendiar
la pradera”. Mao Tse-tung-
La importante participación
en la lucha de la juventud alteña y su heroica Universidad Pública de El Alto (UPEA), es algo que no debe soslayarse ni mucho menos
ignorarse. Fueron efectivamente los estudiantes, docentes, trabajadores
administrativos y autoridades universitarias que haciendo de sus instalaciones
verdaderas barricadas, comandaron las acciones antigubernamentales con palos,
piedras y petardos con los que arremetían contra el Ejército movilizado y en
son de guerra. Todos estos jóvenes eran partícipes activos en las Juntas
Vecinales y ejercían liderazgo en las mismas por su propia preparación y
disposición al desigual combate.
La UPEA a la cabeza de sus
autoridades que luchaban desde años atrás por su autonomía negada arbitrariamente por los gobiernos neoliberales de Hugo
Bánzer, Jorge Tuto Quiroga, Goni Sánchez
Lozada y sus ministros operadores como
Tito Hoz de Vila, Arellano y Hugo Carvajal Donoso, juega un papel
importante en la resistencia que se convierte en contra-ofensiva. La UPEA y sus valerosos jóvenes constituyeron la vanguardia
de las luchas callejeras contra la arremetida criminal del Gobierno. Sin lugar
a duda alguna las poderosas movilizaciones, huelgas de hambre, crucifixiones,
enterramientos, tapiamientos, marchas de larga distancia y otras acciones
revolucionarias ya convertidas en anti-gubernamentales constituyeron, en
realidad la chispa que incendió la
pradera seca de las reivindicaciones del pueblo boliviano encabezado por el
pueblo alteño.
El año 2003 ya
fue señalado por nuestro partido revolucionario, con toda razón, como el año de
la Madre de las Batallas y así fue efectivamente.
El Consejo alteño se negó
reiteradamente a “dialogar” con el gobierno porque sabía que una “tregua” podía
conducir a la dispersión del movimiento y una disolución de la reunión podía
determinar la derrota y la desmovilización, objetivo que buscaba el gobierno
con mucho afán y teniéndose en cuenta que los “acuerdos” con el Gobierno fueron
siempre papeles mojados utilizados para neutralizar las crisis.
A esta altura de los
acontecimientos, entra en escena masivamente la población alteña, el pueblo
alteño también de origen preponderantemente aimará. La prolongación del
conflicto y la dictación de un Paro Cívico general de la ciudad, constituyen la
mecha que enciende la pradera que se encuentra completamente seca. Ya no
solamente se trata de paralizar la ciudad, se trata de conseguir el
derrocamiento del gobierno, la renuncia de Sánchez Lozada y si posible su
propio ajusticiamiento por los crímenes alevosos cometidos.
El 12 de octubre, los
combates callejeros se han convertido en una verdadera guerra popular. Las
wiphalas (banderas del amanecer) con un crespón negro en homenaje a los caídos del
12 y del 13, inundan la ciudad. Las víctimas ya no pueden ser ocultadas ni las
causas escamoteadas: en una palabra, el Ejército está utilizando armas de
guerra y los heridos y muertos suman decenas. Una nueva masacre esta vez
resistida heroicamente por los pobladores alteños se realiza ante las pantallas
de la televisión.
La dirección política del
movimiento ha desaparecido y todo se mueve espontáneamente, no parece que pueda
existir un cambio en ese sentido. Los pedidos de diálogo no tienen respaldo
porque nadie puede garantizar un acatamiento al alto al fuego por parte de la
población sublevada.
El bloqueo de las cisternas
de gasolina que pretendían atender las necesidades de la ciudad de La Paz, ha
ocasionado la furia de las autoridades del gobierno que han ordenado al Ejército
que abra camino desde el Alto aún a costa de disparar directamente contra los
bloqueadores. Las ametralladoras de los tanques y tanquetas disparaban a
mansalva contra los manifestantes que se protegen en los muros y las piedras de
la Ceja alteña.
Para la mañana del 13 de
octubre, se espera o la reanudación de los combates o una tregua que permita un
cierto tipo de diálogo.
De todas maneras, así
Sánchez hubiera podido imponer a sangre y fuego sus condiciones para permanecer
en el poder, sus planes gasíferos estaban ya completamente destruidos, así como
todas sus medidas inmediatas que no podrán ser ya implementadas de ninguna
manera. El movimiento aún con grandes pérdidas humanas, ya había
conseguido triunfos morales muy grandes:
el gobierno no comprendió que no era un chiste aquello de que, para imponer
medidas impopulares, tendría que pasar «sobre ríos de sangre......»
El valeroso levantamiento de octubre tuvo su
culminación el día 17, cuando una gigantesca manifestación militante y
aguerrida de más de 300 000 pobladores alteños, campesinos aimaras,
universitarios de la UPEA, obreros, estudiantes, clase media y profesionales, se
descuelga desde las alturas de aquella ciudad y las laderas paceñas que se
pliegan decididamente a la marcha incontenible, hasta la “hoyada”, armados
únicamente con palos y piedras en una de las visiones más estremecedoras que
registra nuestra historia por la decisión de lograr la derrota del gobierno
genocida.
La inmensa movilización se desarrolla ya no solamente
como una marcha, sino como una ofensiva militar. Aterrado el genocida, no
obstante afirmar que no renunciaría, tiene que tomar apresuradamente un
helicóptero que lo recoge del Colegio Militar de Irpavi, para llevarlo a la
base militar del El Alto, abandonando el
país vergonzosamente en medio de la furia y la indignación de una enorme
multitud congregada en el centro de la ciudad.
La singular batalla sin
embargo dejó casi un centenar de muertos y más de 500 heridos como consecuencia
de las agresiones militares a los ciudadanos desarmados que exigían la renuncia
de Sánchez, en primer lugar y además una Ley de Hidrocarburos que recupere la
soberanía del Estado, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y
un Juicio de responsabilidades contra el delincuente mayor porque el genocida
ordenó al Ejército y la Policía a usar armas de guerra, fusiles automáticos, ametralladoras,
tanques de guerra y helicópteros fletados a los Estados Unidos.
¡La batalla de octubre-2003 fue ganada por el pueblo! El 17 de
octubre de 2003, es ya una fecha histórica, tal vez más importante que aquel
abril de Bolivia. El heroísmo de una ciudad, El Alto y de una nación como la
aimará quedará gravado en la memoria de los pueblos de Bolivia indeleblemente.
Para los revolucionarios, octubre-2003 es un OCTUBRE-ROJO,
por el heroísmo y la sangre del pueblo derramada, pero es un OCTUBRE-NEGRO para
la reacción que comenzó a perder el poder político en Bolivia.
Octubre-2003 constituye además y, efectivamente, el punto de arranque y
la fuente principal del proceso de cambio
que vivimos y cuya paternidad no puede ser atribuida a ningún partido político
en particular y menos aún al Movimiento Al Socialismo (MAS) que resultó ser el
principal usufructuario de las legendarias luchas y que en este momento está
poniendo en peligro la marcha del proceso con sus debilidades y defectos.
PCmlm.
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