N. Int. 168.
28-05-13
Como ya lo hemos
explicitado en nuestro estudio de la obra política de León Trotski y la de sus
seguidores: el trotskismo internacional que constituye en estos momentos y a
nivel internacional, una verdadera manga de canallas dedicados a sabotear y
combatir del modo más escandaloso, a todos los movimientos realmente
revolucionarios e anti-imperialistas del mundo.
El Trotskismo y los
trotskistas son los enemigos más encarnizados de la insurgencia revolucionaria
de los pueblos latinoamericanos, caribeños y antillanos. Estos renegados atacan
virulentamente a la Venezuela chavista, a la Cuba fidelista, al Ecuador de
Correa, a la Nicaragua de Ortega, a la Bolivia de Evo Morales. Todo esto es
archiconocido por el mundo entero,
Empero, por ahí
surgen las voces de algunos trotskistas, descarriados de la línea general,
con posiciones que
se podrían calificar de progresistas; es el caso del conocido trotskista Alan
Woods y otros como Rodrigo Quesada, James Petras, Pepe Escóbar, etc., que
tienen el atrevimiento de otorgarle militancia al trotskismo en los movimientos
anti-imperialistas latinoamericanos del siglo XXI, muchos de ellos solamente
progresistas.
Alan Woods, por ejemplo, demostraba su respaldo claro y contundente a
la Venezuela bolivariana. Woods, concedió una entrevista a TELESUR, proclamando
su adhesión firme al chavismo, mientras los grupos trotskistas califican a Chávez
como “fascista”. Lo propio sucede con los trotskistas de Bolivia, Ecuador,
Nicaragua, etc., cuyo enemigo principal es Evo Morales, Rafael Correa o Daniel
Ortega, respectivamente.
Igualmente Rodrigo Quesada pretende demostrarnos
que el movimiento latinoamericano actual es un producto de las líneas de
Trotski, mientras los partidos y militantes trotskistas oficiales abominan en
todos los términos a esos Estados y países que combaten en la primera línea al
imperialismo y particularmente a sus dirigentes como Chávez, Maduro, Correa,
Ortega, Morales, etc.
La reedición
en el 2012 de Mi Vida, de León Trotsky, por IPS Editores de Argentina, obra
escrita entre 1928 y 1929, es un acierto en toda la línea, pues forma parte de
este esfuerzo notable por contrarrestar la nueva embestida procedente de una
historiografía anglo-sajona que busca impedir, a toda costa, que el pensamiento
revolucionario retome el vuelo, y le haga ver a la gente, la gigantesca pila de
sufrimiento, explotación y humillación que trae consigo el sistema capitalista.
Está visto que, ni aún con todos los
recursos disponibles estas editoriales podrán opacar algo inocultable, es
decir, la evidencia contundente de que el pensamiento y la acción
revolucionaria han retomado un nuevo aire en algunos países de América Latina.
(*)
La explicación de
esta dualidad se encuentra en que el
trotskismo en general tiene su base política fundamental entre la
intelectualidad pequeña-burguesa a la que le encanta posar mediáticamente en
beneficio de su “prestigio” intelectual.
Estas dos líneas políticas trotskistas, sin embargo, no
alteran en forma alguna la posición trotskista mundial e internacional de su alineamiento acorde con las estrategias
imperialistas de agresión a los pueblos sobre todo cuando éstos han encontrado
los caminos de su liberación.
(*) Quesada, Rodrigo. “Trotski, el profeta
recobrado”. Rebelión, org.
PCmlm.
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