miércoles, 28 de septiembre de 2011

ROBERTO “COCO” PEREDO LEIGUE GUERRILLERO BOLIVIANO

Cuadernos de “Liberación” No. 26
Fondo Editorial “Liberación”.


ROBERTO  “COCO” PEREDO LEIGUE
GUERRILLERO BOLIVIANO




1.  Coco Peredo, guerrillero boliviano.
    Artículo de “Benigno” de la revista Bohemia.

2.  Coco Peredo, entrañable camarada.
    Jorge Echazu Alvarado.

3. Roberto Peredo Leigue. (Coco) Internet.


1.  COCO PEREDO,
GUERRILLERO BOLIVIANO

MIGUEL, COCO, JULIO, INMORTALES SOLDADOS DE LA LIBERTAD AMERICANA.

Mariano Rodríguez Herrera
(Tomado de Bohemia, revista cubana)

Benigno cuenta de Coco Peredo.

Roberto “Coco” Peredo Leigue, fue siempre fiel a sus principios –muy altos—revolucionarios. Era un intachable comunista. Desde apenas llegado a la guerrilla él y su hermano Inti comienzan a sobresalir por su integridad, su espíritu de sacrificio, su valor personal. Por sus condiciones físicas, pues es uno de los más fuertes dentro del grupo de bolivianos, Coco resulta incansable. Es él quien pide estar a la vanguardia y viene al grupo nuestro, el cual, luego de que Marcos pasa a otras funciones, es mandado por Miguel, el primer capitán Manuel Hernández Osorio, conocido entre los cubanos por el Isleño.

Pero no es el asunto de que esté en la vanguardia: cada vez que se piden voluntarios para una misión difícil, ahí está Coco, entre los primeros, levantando la mano. Y si sabe
que va haber combate, entonces habla con Ramón para ver si “cambia” la tarea que le han encomendado, de modo de hallarse allí donde suenan los tiros. Es de un valor a toda prueba como lo demostró en aquel su último combate del 26 de septiembre de 1967. Según me parece recordar, Coco participa en casi todos los combates de la guerrilla. Y en ellos hace derroche de heroísmo. Por otro lado, tenía eso de que siendo un hombre de acción, también era un hombre de pensamiento, culto, con un nivel político fuera de lo común.

Y en el machete. Allí estábamos Miguel, Urbano, Braulio, yo y otros compañeros que nos habíamos criado con un machete a cuestas. Bueno, pues como se puede ver leyendo el Diario de Che, Coco va a múltiples misiones de exploración junto a nosotros, muchas de ellas en las que hay que abrir el monte a machetazos limpios.

Y no es porque haya caído Coco… es que uno le recuerda siempre haciendo demostraciones de aguante y firmeza. Por ejemplo, en una ocasión llegamos a un lugar e hicimos campamento para pasar la noche allí, descansando, pues estábamos agotados. Y bien, ahí el Che manda a Coco y a Pablito para que acudan hasta un lugar donde debía estar un campesino, Paulino, al cual se le había confiado la misión de ir a Cochabamba para establecer contacto con la ciudad. Y allí partieron él y Pablito, el más joven de todos nosotros, y del cual habrá que hablar en su oportunidad pues también fue modelo de combatiente, a cumplir con aquella misión que exigía voluntad de acero. Todos estábamos extenuados y mientras nosotros nos quedamos descansando, ellos debían seguir rompiendo selva.

Bueno, caminaron toda la noche y regresaron por la madrugada, para informar que habían encontrado en el lugar indicado el fusil de Paulino, pero él no estaba- Luego supimos que lo habían hecho prisionero y llevado a La Paz. Mientras nosotros habíamos dormido, ellos no, y sin embargo echamos a caminar de nuevo rumbo al Piray.

Llegados nuevamente se pide voluntarios para una misión a Florida y ahí parte de nuevo Coco--¡sin descansar!—junto a Camba, Julio y Aniceto: buscar medicinas y víveres. Regresaron a las cuatro de la mañana. ¿Y qué sucede con Coco?, pues que ese día, pese a que estaba de descanso, tampoco lo tomó se fue a hablar con los campesinos de la zona –con los que se entendía muy bien—para recoger información y hacer otras gestiones. ¿No demuestra esto una voluntad extraordinaria?

El soldado Coco.

Está ese día en que tomaron Samaipata. El iba de segundo del capitán José María Martínez Tamayo, Papi. Una misión difícil, pues Samaipata era un pueblo de cierta importancia, en la misma carretera central. No obstante, ellos sobre-cumplieron la misión que se les había confiado. Debían apoderarse de víveres y medicinas, y lo que hicieron fue tomar el pueblo totalmente, pese a que eran sólo seis guerrilleros. Aquello fue un modelo de acción comando, pues asaltaron el cuartel, desarmaron a todos los efectivos y se apoderaron del avituallamiento militar. Parecía increíble que seis hombres pudieran llevar a cabo tal acción. Y bueno. Ahí fue Coco el segundo jefe. Eso muestra su capacidad militar sobresaliente.

Otra demostración de esto la da Coco el día 30 de julio, precisamente el día que cae Papi. Allí Che le confía la misión de ir tomando todos los caminos e intercepciones por donde podíamos retirarnos, pues la situación era muy difícil en esos instantes, luego del combate. Y Coco, al mando de un grupo, fue cubriendo aquellos objetivos sin el más mínimo descuido o error. Todo esto hacía que Ramón se fuera fijando en él para irle confiando, cada vez tareas de responsabilidad e importancia.

El mes de agosto fue terrible para nosotros. La selva aquella, todo un follaje, se volvía insectos. Garrapatas, hubo quién se quitó hasta treinta en un día. También pululaban los carámbanos, los piojos, los mosquitos. En esas condiciones, el asma del Che se puso muy peligrosa y nosotras insistimos en ir donde el campamento de el Oso para traerle medicinas. El no quería, porque decía que si fuera para otro compañero pero que no se podía sacar hombres para traerle medicinas al jefe. Ahí Coco habló con Che y le dijo que el pensaba exactamente lo contrario: que precisamente había la obligación de cuidar del jefe, y que debíamos buscar las medicinas. Al fin salimos un grupo donde yo iba de responsable y Coco segundo mío. Fue una marcha de días. Se fueron enviando hombres por el camino para informar a Ramón y, cuando llevábamos seis días, vimos el ejército. Entonces todo aquello estaba lleno de soldados y era peligroso regresar a informar. No obstante Coco se brindó para hacerlo, bordeando a los efectivos militares. Accedimos a ello y él regresó. Tenía que vadear –lo que en sí era ya una tarea dura—12 veces el Río Grande. Y sin embargo él parió, siempre dispuesto, siempre con aquel valor, el Coco….

Miguel, Coco, Julio.

Y llegó septiembre. Y como siempre, sigue el Coco infatigable, cumpliendo una y otra y otra misión. Parece no cansarse nunca el Coco. Recuerdo en aquellos momentos un gesto que puso en evidencia la amistad que no unía: un campesino le regaló dos cigarrillos y Coco me trajo uno. En aquellos momentos, no teníamos cigarros.

A las nueve de la mañana llegamos a Picacho, a una altura de 2 280 metros. El caserío estaba de fiesta, pues ellos celebraban la llegada de la primavera. Allí nos brindaron chicha, una bebida que hacen los indios, fermentando el maíz. Eramos la vanguardia mandada por Miguel. Como a las diez, llegó Che y el resto de la gente. Ahí le explicamos a Ramón que habíamos tomado chicha porque los campesinos podían disgustarse ni no aceptábamos. Che dijo, esta bien, ¿y no queda más chicha? Y luego también el bebió. Se veía contento a Che. Más tarde seguimos rumbo a la higuera y a las 13 horas, como se consigna en el Diario “salió la vanguardia para tratar de llegar a Jaguey…” O sea seguimos rumbo al alto, sierra arriba. Como de costumbre, iba yo al frente, por ser el “punta de vanguardia”; detrás iba mi segundo en la marcha, Pablito y luego, Miguel; cuarto lugar Coco y quinto Julio, cerrando la subida.

“Cuando salí hacia la cima de la loma, 13,30 aproximadamente, los disparos desde todo el firme anunciaron a los nuestros que caímos en una emboscada…” escribirá  Che en su Diario. Los hechos se sucedieron cuando vamos por un camino de herradura haciendo zigzag y nos y nos faltan pocos metros para ganar el firme, donde Miguel a dicho que cogeremos 10 minutos de descanso. Yo tengo como zapatos unas abarcas toscas y siento que una piedra me está molestando para caminar. Me detengo para sacarme la piedra. Miguel trae una carga muy grande, pues encima de la mochila lleva una colcha que le aplasta la nuca. Sí, cuando yo me detengo, èl precisamente por venir tan cargado, viola el orden de marcha y sigue subiendo, pasando por mi lado, Pablito se detiene detrás de mí.

Echó a caminar de nuevo y cuando estoy a la altura de Miguel, faltando apenas 15 metros para coronar el firme, siento, más que veo, un movimiento como de alguien que se esconde allá en frente. Inmediatamente me tiro al suelo y le voy a decir a Miguel que haga lo mismo, cuando este se vuelve y me pregunta: ¿qué pasa?

Ahí suena el primer tiro. Se lo pegan a Miguel, que cae. Me acerco a él para socorrerlo pensando que está herido, pero el tiro que le han dado en el pecho, lo ha matado. Levanto la vista para ver si puedo liquidar al que le ha matado pero no veo al enemigo. No logro ver al enemigo. Ahí se produce algo hermoso, inolvidable, ejemplo grandioso de lo que es el sentimiento que une al soldado revolucionario: pese a ver que estoy a su lado, observo que Julio se dispone a venir en socorro de Miguel. Le hago seña que se quede donde está, al lado de Pablito que dispara ya, pero al parecer Julio no entendió, o su audacia y su estatura humana lo impulsaron, pues corre rumbo a nosotros. Un rafagazo lo abate también.

Y nuevamente el espíritu de sacrificio, aún a costa de su visa, de aquellos compañeros inolvidables: Coco se levanta, disparando, para acudir en ayuda de los caídos…. Y también es abatido a balazos. Yo logro ganar una piedra y desde allí, al fin, sitúo a los soldados y logramos tumbar, con Pablito que se bate como un héroe, a tres enemigos. Entonces trato de llegar hasta Miguel para recuperar sus documentos y objetos comprometedores, pero me pegan un rafagazo entre él y yo cuando me levanto. Por segunda vez lo voy a intentar, y un nuevo rafagazo me hace volver tras el parapeto. Me tienen totalmente ubicado y los mismo sucede con Pablito, sobre el cual los enemigos dejan caer una interminable lluvia de plomo.

Estoy ahí disparando cuando Pablito me dice: “Vení, frente a ti hay un soldadito que te tiene ubicado y quiere blanquearte….” Miro, y veo al tipo tomando puntería. Le hago tres disparos y logro tumbarlo.

Entretando, Coco está tirado ahí, herido. Le digo a Pablito que me proteja y corro donde Coco. Tiene dos balazos en el vierte y otro en el muslo. Cojo su fusil, me viro y comienzo a disparar, mientras le digo a Pablito que se nos una. El corre a nuestro lado.

 Y otra vez aquel valor extraordinario de Coco, aquel sentimiento de amor por sus compañeros. Nos dice: “hermanos, váyanse y déjenme que ya estoy por morir…. Sálvense ustedes….” Ahí boto mi mochila y mientras le digo a Pablito que nos cubra, me echo a Coco al hombro y le digo que se aguante  de mí, que vamos a tratar de salir… Y comienzo a caminar en zig-zag, retirándome con Coco, mientras Pablito –con sus 22 años recién cumplidos—dispara sobre un montón de soldaditos que, envalentonados con las bajas que han logrado hacernos, se muestran bastante agresivos. Ahí nos vamos retirando bajo un aguadero de balas.

Hemos andado unos cien metros cuando un impacto por debajo de la paleta derecha. Inmediatamente, Coco deja caer su cabeza sobre mi hombro derecho y una bocanada de sangre me baña el pecho. Una bala grande, una 7.92, había atravesado la mochila (pues me lo eché al hombro con todo y mochila) matando al Coco y penetrando hasta localizarse cerca de mi cuello- Ahí siento como Coco agoniza a mis espaldas. Lo pongo sobre el suelo y le quito los documentos. Trato de llevarme su mochila, pero ya me duele mucho la herida. Me veo obligado a dejarla.

Seguimos Pablito y yo, disparando sobre los soldaditos que cada vez se envalentonan más, tratando de liquidarnos. Yo traigo una ametralladota ZIT. Muy buena, pero pesada. En eso veo al Camba, como a 50 metros, y le grito que Coco está muerto y yo herido…. Y veo al revés de lo que eran combatientes como Coco y Julio y Pablito (Pablito muere como un héroe, posteriormente) pues el Camba, en vez de correr a correr a nuestro encuentro, en ese momento en que éramos acosados por el enemigo, lo que hizo fue soltar su arma y echar a correr. Yo traté de matarlo, pero no pude disparar con la mano derecha.

Entonces Pablito me dice: “hermano, me he fregado un pie…? ,y tu estás herido”. “Si” le digo: Bueno hermano, vamos a matar a todos los que podamos, Beni….”

Apoyando el arma en el suelo comenzamos a dispararles. Les tumbamos dos y se les acabó la guapería: corrieron a guarecerse y tomar posiciones. Aprovechamos eso para seguir retirándonos. De pronto, tras una cerca, vemos a unos compañeros que también le disparan al ejército, cubriendo nuestra retirada. Eran Che, Inti, Pachungo y Pombo. Ahí le informé a Ramón lo que había sucedido. Habían caído tres guerrilleros extraordinarios. Miguel en su historia desde la guerra en Cuba, jefe de la Vanguardia sustituyendo a Marcos, Coco, de quien todo lo que se cuente resulta mínimo y Julio, aquel médico cuyo amor por la humanidad lo llevaban a pelear siempre, a exigir el combate siempre. Quedan sobre ellos las palabras que escribió el Che en su Diario, y que les definen: “La pérdida más sensible es la de Coco, pero Miguel y Julio eran magníficos luchadores y el valor humano de los tres es imponderable….”

Notas nuestras.  Las negrillas son de Che. Las cursivas son de Coco Peredo.














2.  COCO PEREDO,
ENTRAÑABLE CAMARADA.

Jorge Echazú Alvarado.

Conocimos a Roberto “Coco” Peredo Leigue, en las filas de la Juventud Comunista de Bolivia (JCB) en los primeros años de la década de los años 60. Junto a su hermano Guido “Inti” Peredo, Coco era uno de los militantes más disciplinados y voluntariosos camaradas, primero de la Juventud  (JCB) y luego promovido al Partido.

Fue en esa época que estando militando ya en el propio Partido, Coco contrajo matrimonio con mi hermana Mireya Echazú Alvarado, también militante del Partido Comunista. Nuestra amistad y camaradería, así como nuestro parentesco político duró lamentablemente muy poco. Nuestras relaciones se tornaron vidriosas a consecuencia de las divergencias políticas en el seno del Partido y después fuera de él.

En esos precisos años, comenzaron a propagarse ampliamente las discrepancias ideológicas en el seno del Movimiento Comunista Internacional cuando la dirección del PCB (Partido Comunista de Bolivia), tomó una política incondicionalmente adherida a la corriente del PCUS de Nikita Jruschov y censuró violenta y agresivamente al Partido Comunista Chino y al Partido del Trabajo de Albania, iniciándose una gran campaña “oficial” contra todos los militantes que disentían de esa línea y planteaban una discusión más seria de las divergencias. Entre los disidentes nos encontrábamos precisamente nosotros junto a un grupo considerable de camaradas del Partido en La Paz y las minas particularmente.

Como se sabe, o no se sabe, fuimos nosotros, precisamente, quiénes encabezamos la tendencia marxista-leninista que rápidamente fue calificada de “pro-china”. Coco Peredo, cuñado mío, vivía juntamente con Mireya en la casa de nuestros padres en la avenida Busch de Miraflores, pero, como consecuencia del alineamiento franco y decidido de la Dirección del Partido contra los  disidentes, Coco ostensiblemente cayó en una actitud casi de frontal enemistad con todos los llamados “disidentes”, particularmente con nosotros, que criticábamos con fuerza la tendencia revisionista que se había manifestado en la dirección del Partido.

Nuestras antiguas y recientes excelentes relaciones políticas y “artísticas”, ambos amábamos la música y la guitarra, se malograron muy rápidamente. Coco abandonó la casa común y se retiró junto a su familia a otra residencia. Prácticamente habíamos roto todo vínculo y de nuestra parte lo considerábamos como un muy disciplinado miembro subalterno de la tendencia revisionista y de la dirección derechista del Partido que apoyaría ciegamente a la dirección por su formación política y orgánica más que por convencimiento ideológico.

A decir verdad, nuestras relaciones eran tan confrontadas que ni siquiera nos dirigíamos la palabra cuando coincidimos en las visitas a nuestros padres.

Pero, poco a poco y antes de los comienzos del año de 1967, cuando la dirección de nuestro Partido marxista-leninista, entre los que me encontraba, cayó presa y confinada en la localidad de Puerto Rico en el Departamento de Pando, notábamos una actividad sumamente extraña de Coco Peredo que viajaba continuamente y claramente, a veces fuera del país y por largas temporadas.

La verdad es que, encontrándonos nosotros tan cerca de uno de los principales dirigentes de la guerrilla guevarista, no pudimos captar absolutamente nada de los aprestos guerrilleros.

Incluso Mireya cayó víctima del sectarismo revisionista y llegó a considerar a sus hermanos  (Coco y Alberto) casi como enemigos a los que había que ocultar todos los movimientos de su marido.

Fue precisamente en el confinamiento de Puerto Rico-Pando en marzo 23 de 1967, cuando nos enteramos del primer combate del ELN guevarista en Ñancahuazú siendo el señor Oscar Salas Moya, por entonces dirigente del PCB, (Después un tránsfuga y militante vergonzante del MIR), quién nos informó muy orgullosamente que su Partido, a la cabeza de Mario Monje Molina (el Negro), había comenzado la lucha armada antes que los “pequineses” que hablaban mucho de lucha armada y no hacían nada. Entonces todavía no sabíamos quiénes personalmente dirigían o militaban en la valerosa guerrilla que se desarrollaba ya en el sudeste boliviano.

Después supimos, por nuestra querida madre Alicia Alvarado de Echazú que Coco le había confiado los testimonios de la compra de la hacienda en Ñancahuazú para que los tuviera y los guardara celosamente lo que hizo cabalmente nuestra recordada madre.

Como es lógico, nunca más volvimos a ver a Coco Peredo y comprendimos claramente que él también, muy rápidamente, se había dado cuenta de la actitud traidora y revisionista de la dirección de su Partido y que la entelequia “partido” cuando no responde a los intereses del pueblo no es tal; particularmente despreció a la troika (Monje-Kolle-Otero) a la que había defendido vigorosamente desde 1964 y decidió colocarse a lado de Che Guevara cuando éste decidió lanzarse al proyecto más radical que pudiera concebirse en la época. Es de todos conocido que fue precisamente la Troika la que envió a Coco Peredo y otros cuatro camaradas a Cuba para recibir entrenamiento guerrillero y que fue esta misma camarilla la que después los abandonaría junto al Che.

El “compromiso” de los revisionistas del PCB, era, como se advierte, simplemente demagógico, pues jamás pensaron en realidad llevar adelante ningún tipo de lucha armada en Bolivia, empero precisaban urgentemente la amistad de la prestigiosa Cuba socialista y por ello simularon una adhesión falsa a los puntos de vista guerrilleros de Cuba y particularmente del CHE.

Conocemos ahora con mucho detalle, como lo refiere la nota de Benigno, la valerosa actitud de Coco en la guerrilla de Che que junto a su hermano Guido “Inti”, se constituyeron en los mejores combatientes del Che Guevara.

¡Qué falta nos hacen ahora militantes y dirigentes como Coco e Inti! ¡Qué falta nos hacen ahora, cuando existen todas las posibilidades de llevar adelante el gran proceso que han abierto muestras masas populares, conductores de la integridad, honestidad, valentía y desprendimiento que ellos demostraron!

¡Cuánta falta le hace al proceso que vivimos dirigentes revolucionarios como los hermanos Peredo!

Este breve y conciso homenaje de nuestro Partido marxista-leninista-maoísta a la memoria de Roberto “Coco” Peredo, tiene el mismo sentido y carácter de todos nuestros homenajes a Che Guevara que se conoce perfectamente en todos nuestros documentos.



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Una garantía en todo sentido
La idiosincrasia de la zona oriental de Bolivia es muy parecida a la de los cubanos y caribeños. Son alegres y gustan de cantar acompañándose de una guitarra. Así, noble y jaranero, con una voz de barítono siempre presta a entonar melodías, fue siempre Roberto Peredo Leigue, el revolucionario de sueños libertarios que supo trascender los límites estrechos de las "conveniencias" y estar siempre donde exigía la lucha.
Nacido el 23 de mayo de 1938 en Cochabamba, capital del departamento de igual nombre, Coco, como lo llamaban sus amigos y familiares, fue a vivir desde muy pequeño  con sus padres y cuatro hermanos a la ciudad de Trinidad, situada en el departamento del Beni. En esa región selvática, hacia la cual corren indetenibles los caudalosos ríos afluentes del Amazonas y en la que viven criollos y varios pueblos originarios, pasó la niñez el muchacho de inmensos ojos negros, cuya mirada escrutadora fijó para siempre la triste realidad de su pueblo.
Las experiencias contadas por el padre, periodista de amplia cultura, influyen también en las ideas que van cobrando fuerza en Coco e Inti, el hermano que le antecede en edad y a quien le unen lazos de afecto y comunidad ideológica que ni la muerte rompería. Casi un adolescente, el cuarto de los cinco hermanos Peredo se convierte en un activo dirigente estudiantil, quien muy pronto abraza las ideas marxistas y participa en la fundación del Partido Comunista de Bolivia en el Beni.
En el año 1953 la familia decide trasladarse a La Paz, donde Coco e Inti redoblan las tareas dirigidas a crear la organización juvenil marxista. A sólo un año de su llegada a la capital más alta del mundo (3 636 metros sobre el nivel del mar), ambos hermanos, junto a Rodolfo Saldaña, son encarcelados por repartir el periódico del Partido, entonces en la clandestinidad.
Coco tiene apenas 16 años, pero con la entereza de un adulto aguanta los rigores de la prisión y no admite dejar a sus compañeros cuando intentan ponerlo en libertad atendiendo a su corta edad. Igual comportamiento asumirá en 1956, al ser detenido en Cochabamba, acusado de transportar un arma en su maleta de viaje.
El joven de estatura mediana, cuya delgadez y dulzura hacían parecerlo endeble, curte su cuerpo y carácter mientras labora en las minas de oro de Tipuani, transporta ganado por las corrientes fluviales del país y hasta caza caimanes en el río Mamoré. Ha desafiado la selva y compartido la tristeza del indígena relegado a distantes parajes, donde se enseñorean pobreza e ignorancia.
Una nueva etapa se abre para Coco con el triunfo revolucionario en Cuba. Los rebeldes de la pequeña isla del Caribe  probaron que el sueño es realizable, si se empuñan las armas. Trabaja en una librería y más tarde es chofer de alquiler, pero su mayor energía la dedica a la labor partidaria. En su célula milita una maestra, Mireya Echazú, una linda muchacha paceña (sic) que toca el piano, el acordeón y canta. Comparten inquietudes y gustos, forman un dúo al que luego se suman los hermanos de ambos, Inti y Jorge Echazú. Llaman «Estrella Roja» al cuarteto y actúan en una radioemisora perteneciente a un gremio obrero en el barrio de San Pedro,
El 6 de noviembre de 1961 contraen matrimonio. Al recordar el amor fulminante que los unió, Mireya cuenta. "Coco era muy cariñoso con todos. Lo admiraba por su dulzura y nobleza; todos lo querían. Le decíamos Coquito y mi madre lo adoraba. Es que era muy especial, un ser excepcional", explica mientras se esfuerza por disimular la emoción que los años transcurridos no han podido borrar.
"Traía compañeros a comer al apartamento que habitábamos y les daba hasta la poca ropa que tenía. No éramos ricos, vivíamos de mi sueldo de maestra y lo que él ganaba con el automóvil, pero siempre había un lugarcito para atender a los camaradas. No había estudiado música, pero tocaba muy bien la guitarra y el acordeón".
Pronto nacen los hijos, Roberto, Katia y Yuri; su propio hogar sirve de imprenta clandestina para editar la prensa del Partido o como centro de reunión de los revolucionarios latinoamericanos. Por sus méritos es electo miembro del Comité Regional del PCB en La Paz en dos oportunidades.
Con total entrega y desinterés colabora en la creación del Ejército de Liberación Nacional de Perú, dirigido por Héctor Béjar, en Puerto Maldonado, y en la integración del Ejército Guerrillero del Pueblo, en Salta, Argentina, encabezado por Jorge Ricardo Masetti.
Adora a su familia, pero el deber es lo primero para él y en contadas ocasiones puede compartir con los suyos una fiesta de cumpleaños o las celebraciones tradicionales.
El golpe de estado urdido por el general René Barrientos en 1964 y las masacres efectuadas contra el pueblo boliviano durante su primer año de mandato, disminuyen la capacidad de respuesta de las fuerzas revolucionarias. Ante esa situación los hermanos Peredo redoblan su actividad para hacer comprender la necesidad de la lucha armada.
Inti logra que la dirección del Partido  Comunista apruebe la creación de una comisión militar que él encabeza y tendrá en Coco un efectivo colaborador para seleccionar los cuadros que recibirán instrucción militar. Viaja a Cuba y Europa  para contactar con estudiantes a quienes trasmite sus ideas.
Cuando en mayo de 1966 José María Martínez Tamayo, Ricardo,  le pide su colaboración para iniciar los preparativos del foco guerrillero en Bolivia, Coco siente una inmensa alegría. Mireya lo ve feliz en el incansable ir y venir por el país en su misión de proveer los medios necesarios para la lucha y comprar las fincas que en un futuro servirán como campamento.
"No aclaraba nada, hasta que un día dijo que viajaría a Cuba y Checoslovaquia. Entonces sospeché, porque ya había estado en la guerrilla de Masetti junto a Ricardo y otros cubanos, pero creía que nuevamente sería fuera de Bolivia", explica Mireya.
Durante su estancia en Cuba tuve la oportunidad de conocerlo en la casa donde se encontraba Ricardo reponiéndose de un ataque de paludismo.  Recuerdo su gran impresión al contemplar documentales que ofrecían por la televisión, donde se reflejaba el ardor de los jóvenes cubanos mientras marchaban a defender la Patria durante el ataque a Playa Girón. De esas expresiones de júbilo me comentó: "Es increíble, con qué alegría marchan al combate donde pueden encontrar la muerte. Van cantando sin importarles el peligro. Ojalá todo mi pueblo fuera tan alegre como los cubanos".
La última vez que la esposa lo ve, Coco había ido a La Paz con el propósito de hacer contacto con la vacilante dirección del Partido Comunista, encuentro frustrado con dilaciones y falsas promesas, a las cuales el joven de 27 años responde con su actitud decidida de integrar definitivamente las fuerzas insurgentes bajo el mando del comandante Ernesto Guevara.
De inmediato el Che lo asigna al grupo de la Vanguardia. Su carácter afable, valentía, sentido de responsabilidad, disposición para el sacrificio y alto nivel político llaman la atención del jefe guerrillero, quien al resumir el mes de agosto anota en su diario: "Hay que considerar que despuntan cada vez más firmemente como cuadros revolucionarios y militares Inti y Coco"[1].
Establece una hermosa hermandad con los combatientes cubanos, peruanos, argentinos y bolivianos quienes reconocen sus dotes de líder. Junto a Inti, es el encargado de establecer contacto con los pobladores que encuentran a su paso.
Coco fue el segundo jefe en la acción de la toma del poblado de Samaipata, considerada una de las operaciones más audaces de la columna insurgente por el impacto causado en la opinión pública.
Ante la urgente necesidad de buscar alimentos y medicinas el Che organizó esa acción. Al poblado entraron cinco guerrilleros bajo el mando de Ricardo y Coco, quienes estuvieron apoyados por Pachungo, Aniceto, Julio y Chino. En el operativo capturaron 5 mausers y 1 Z-B30 y, como señalara el Che en su diario, la acción se realizó ante todo el pueblo y una multitud de viajeros, por la que se regó como pólvora.
Adys Cupull y Froilán González, casi veinte años después de los sucesos, lograron contactar con testigos presenciales de los hechos. Magdalena Ortiz, contó que entraron a su comercio y le pidieron algunos refrescos. "Preguntaron si había farmacia y si había medicinas". Uno de los guerrilleros le explicó que no le haría daño a nadie y si estaban allí era por el  bien de ellos. También reafirmó que pagaron todo lo que se llevaron.
El dueño de la farmacia de Samaipata relató que cinco guerrilleros le tocaron la puerta y ante sus requerimientos tuvo que abrirles. "El Chino se puso a buscar las medicinas que hacían falta y las echaba en un bolsón en la camioneta, donde también tenían a los soldados presos. Me pidieron el precio de la mercancía y yo no podía calcular y dije: ¡mil ochocientos pesos!, entonces me pagaron", recuerda el farmacéutico.
"Al despedirse, uno que parecía el jefe me dice: Señor, discúlpenos por haberlo molestado, pero esto que estamos haciendo es por un futuro mejor, porque este pueblo está muy atrasado, muy sufrido y le dice al teniente Vacaflor: Mira, no estamos robando, sino que pagamos su valor, y así se despidieron".
El 21 de septiembre la columna guerrillera logra desprenderse de la persecución de la tropa del teniente Eduardo Galindo, marcha por un terreno raso, cruza alturas de 2040 metros y llega a una zona más habitada. En alto Seco, un pobladito de unas 50 casas. Coco e Inti hablan con los campesinos que muestran una mezcla de miedo y curiosidad. Aquí comen, abastecen sus mochilas y reponen fuerzas.
Al amanecer del 26 de septiembre arriban al Abra del Picacho, donde los vecinos celebran una fiesta. Siguen sin demasiados temores, pero al llegar a La Higuera tienen evidencia de que se conoce la ruta que llevan y deciden tomar el camino a Pucará.
Cuenta el hoy general en retiro Harry Villegas que el Che le da instrucciones a Miguel de avanzar con mucho cuidado. "Se debía mantener no menos de 10 metros entre cada elemento de la columna y mediarían 30 minutos entre pelotones, con lo que se garantizaba que al comenzar el centro la marcha, la vanguardia ya hubiera ocupado el firme de la loma"[2].
A media hora de partir la Vanguardia se escuchan disparos concentrados. Coco, Miguel y Julio, que ya coronaban el firme de la quebrada del Batán, caen de lleno en la emboscada. Miguel muere al instante, Coco y Julio, aunque heridos, pueden moverse. Julio trata de llega hasta una cerca de piedras, pero nuevos disparos acaban su vida.
Coco cae rematado por dos proyectiles que frustran el auxilio dado por sus compañeros, mientras el Che, Pacho y Urbano contienen el avance del ejército para que el resto de la tropa organice la defensa.
El 27 de septiembre, el jefe guerrillero escribe la última evaluación de Coco: "Muere en la sorpresa de La Higuera. Junto con Inti los mejores proyectos bolivianos. Era una garantía en todo sentido, arrojado en el combate y de una alta moral. La pérdida más grave luego de la de Rolando"[3]
Los restos de Coco fueron rescatados de la fosa común donde pretendieron esconderlo durante más de treinta años. Hoy los guerrilleros huesos descansan en Cuba, en el sagrado recinto donde se hallan los nichos con los rostros de los 36 héroes muertos en la gesta boliviana.

[1] Diario del Che en Bolivia. Resumen del mes de agosto.
[2]  Harry Villegas: Pombo. Un hombre de la guerrilla del Che, p. 177.
[3]  En El Che en Bolivia. T. 2 , p. 212.
 
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Nota importante:

No hemos obtenido el nombre del autor de este artículo tan importante sobre Coco Peredo. Artículo tomado de www.web.mii.es


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