Dossier dedicado a una breve polémica con el periodista Rafael Archondo y sus opiniones pro-imperialistas refutadas por nosotros. Lamentablemente “La Razón” se negó a publicar nuestras respuestas a las insolencias del ignorante periodista protegiéndolo contra el ridículo que iba cometiendo en su pretensión ridícula de justificar la invasión imperialista contra Afganistán.
ANTI-IMPERIALISTAS
Rafael Archondo (1).
La Razón, 18 de Septiembre de 2001.
«A estas alturas ya no sé qué es más desolador. De un lado, esos alevosos dardos suicidas no disparados contra la yugular del capitalismo, que seguirá gozando de buena salud, sino contra cientos de personas que el martes llegaron puntuales a su trabajo en las Torres Gemelas o el Pentágono. Por el otro lado, sus asesinos verbales, esos anti-imperialistas de a peso (no pensé que en Bolivia tuviésemos tantos). Los leo escudados tras una retórica supuestamente equilibrada. Son los que aparecieron por doquier para recordarnos, con alborozado contenido que –al fin- los norteamericanos probaban de su propia medicina. Y mientras los bomberos neoyorquinos escarban entre toneladas de escombros, estos solemnes analistas estiran su lista con aires justicieros; “recuerden Hiroshima, Vietnam, Chile, El Salvador, Panamá, Irak…”
Las imágenes de esa pareja lanzada al vacío no se ha retirado aún de nuestras pupilas, y ahí están de nuevo ellos, importunando el duelo, haciendo notar que quien solloza es un imperio y que quien muestra el rostro desfigurado bien podría ser un agente de la CIA. Todavía imaginamos con incredulidad el frío que habrá recorrido los estómagos de los pasajeros dentro de aquel avión transformado en misil, y de nuevo hay que soportar la cantaleta de que Estados Unidos lo tiene bien merecido por no haber resuelto el conflicto de Medio Oriente. Loables aprendices de historiadores éstos, empeñados a toda costa en convertir la víctima en verdugo. Qué se le va a hacer. Nuestros antiimperialistas locales suelen rendirle culto a la simplicidad. Les sale tan automática la creencia de que Estados Unidos es el origen de todos los males, que entre éstos también incluyen la crueldad homicida con la que unos secuestradores adoptaron por instalarse en la misma alforja moral de los nazis o los senderistas. No, no es que precisamente celebren que el infierno se haya mudado a Manhatan; sencillamente se animan a decir “que el mundo ha contraatacado”.
Por favor, me excuso ahora mismo de participar en ese “mundo contraatacante”, ya bastante odio quedó anidado en los atentados como para que encima nos demos a la tarea de fabricarle legitimidad a la barbarie. Y como si no bastara con tantos apologistas del crimen con ganas de opinar, el júbilo de Felipe Quispe por la masacre de Washington y Nueva York termina de nublar el horizonte. Lástima. El caudillo aymará no está loco, de modo que más vale tomarlo en serio. Tiene hasta una corte de intelectuales que lo colocan en el mismo pedestal que Franz Tamayo. No ha perdido pues cordura alguna. El Mallku es tenebrosamente coherente y profundamente irresponsable. Hasta se me ocurre pensar que es más marxista de lo que sospecha. Supongo que para él, los aviones lanzados contra seres humanos indefensos no pueden ser juzgados moralmente, pues serán meras maquinarias de la guerra de clases, un escenario situado más allá de las voluntades. No, los anti-imperialistas no son dementes: son altamente racionales, tanto que para ellos las demás personas sólo pueden ser dos cosas: herramientas u obstáculos. Si triunfan, me adelantaré a ser lo segundo»
«PEQUEÑA GRAN VICTORIA. La Razón. 27 de septiembre de 2001. Archondo (2)
Cuando se esperaba una guerra prolongada más allá del sagrado Ramadán, caverna tras caverna, un segundo Vietnam para las tropas gringas; el gobierno teocrático de Afganistán se ha desmoronado como un castillo de naipes.
“Alah es grande”, habría que murmurar sintonizando con el momento. ¿Eran esos invencibles soldados monjes, hoy convertidos en comerciantes de su propia capitulación?, ¿dónde están los bríos de su Guerra Santa?, ¿su anhelo por ver chocar civilizaciones? “Tigres de papel”, hubiese ironizado Mao. “Es que se marchan a las montañas”, le aclararían los cegados por la guerra de guerrillas.
Replegados o derrotados los talibanes, lo cierto es que, por lo menos en las ciudades de Afganistán, dejarán de circular por algún tiempo los nefastos policías religiosos, esos funcionarios armados del Ministerio de Prevención del Vicio y Promoción de la Virtud (vaya nombrecito, cómo huele a fascismo).
Ellos se encargarán de apalear a los peatones juzgados a primera vista como demasiado occidentales: por falta de barba, exhibicionismo corporal (¡ojo con esa rodilla!), mucho espíritu artístico, deportivo o lo que Dios les diera a entender como pecado.
Está cayendo un gobierno que quería hacer virtuosos a sus ciudadanos, convencido de tener poder para decretar la felicidad del pueblo bajo amenazas de fusilamiento, ¿acaso no nos suena conocido esto por acá, amigos partidarios del “Hombre nuevo” o la sociedad comunista?
Y mientras los turbantes negros se refugian en sus polvorientas cuevas, la gente se ha puesto en la fila del cine, sin grandes convocatorias, movida por un instinto saludable. Y las mujeres se han dado prisa por sentir el lápiz labial y ver crecer sus pestañas. O se han encaminado a la escuela, ya sea para enseñar o para aprender. O han entrado sin temor a los hospitales desvencijados, a ser curadas o a practicar operaciones. Y los hombres han acudido a los baños públicos, a refregarse la mugre de los tobillos mientras canjean diversas historias de vida, el torso desnudo, la brisa de la libertad, haciendo más ligero el aire.
Hace dos meses Afganistán era un “pobre país”, ahora quizás quiera limitarse a ser un “país pobre”, como muchos en el planeta, varios de ellos islámicos, pero no por ello, tumba de las libertades elementales.
Hemos presenciado otro otoño para el pueblo, parecido al que disfrutamos 11 años atrás en Europa del Este, sobre los escombros del comunismo. Sin embargo, el terrorismo está muy lejos de su agonía.
Quizás jamás veamos ni el cadáver del millonario Bin Laden ni la llegada de la democracia a Irak ni el cese de balazos en Cisjordania, pero lo que las bombas han conseguido de carambola en Kabul vale más que el encarcelamiento de todos los fundamentalistas juntos.
Son estas pequeñas victorias, cotidianas, grandiosas, íntimas, las que vale la pena preservar. Lo que las hace tan atractivas es que no se andan con vueltas, salen del goce directo de las personas y no se prestan a teorías.
Que nadie le quite a nadie el derecho de ir al cine, pintar un cuadro, escuchar un concierto, delinear sus cejas o jugar fútbol. Y que Estados Unidos aprenda la lección: todos estos horrores, las torres demolidas por aviones y la carnicería afgana, se hubiesen evitado si Ronald Reagan no organizaba Al Qaeda.
Primera respuesta al periodista pro-imperialista.
COLUMNISTA IMPERIALISTA. Jorge Echazú A. (1)
La Razón 29 de septiembre de 2001.
(Rafael) Archondo está desolado, todo su universo se ha venido abajo. El pensaba que su imperio era intocable y "Vietnam, Hiroshima, Chile, El Salvador, Panamá, Irak, etc..." eran apenas detalles insignificantes estirados maliciosamente por los anti-imperialistas e indignos de importunar el duelo del mundo que obligatoriamente debía llorar desconsoladamente frente a la peor tragedia sufrida por el género humano desde la aparición del hombre sobre la tierra.
Archondo se extraña que existan tantos anti-imperialistas, hubiera preferido que todos hubiesen muerto aplastados por el Muro de Berlín. No puede soportar Archondo la cantaleta de acusar de todo a los magnánimos norteamericanos que tienen la bondad de permitirnos vivir en este planeta que es su propiedad exclusiva. ¡Qué impertinencia más grande la de perturbar el duelo con recuerdos indiscretos!, ¿a quién le importan finalmente los millones de personas desechables del Tercer Mundo frente a una pareja lanzada al vacío o los estómagos fríos de los pasajeros de los aviones?
Archondo tiene mucho que enseñar a los aprendices de historiadores que tienen el tupé de acordarse de Palestina, donde algunos niños y mujeres atacan cobardemente con piedras y con palos a los miles de valientes tanquistas judíos. Sabiamente nos dice que no se puede convertir a la víctima en verdugo, confundiendo como ciego de nacimiento el arrasamiento de naciones íntegras con la explosión de un petardo.
Archondo ha descubierto que todos los males proceden de estos anti-imperialistas trasnochados que rinden culto a la simplicidad. Su culto, como el de Bush, señala que el imperio es el bien y los terroristas el mal. ¡Qué profundidad la de Archondo y tan parecida a la de Bush!
Después Archondo para quedar muy bien con quien sabemos, (becas, viajes, subsidios), tiene la originalidad de atacar al Mallku, que ha tenido la temeridad de opinar. ¡Qué barbaridad!, el Mallku opinando sobre temas internacionales propios de periodistas tan “profundos” como Archondo. Descubre otra vez el inefable Archondo que Quispe es más marxista de lo que él creía. Su concepción del marxismo está retratada en sus artículos de "Marxismo militante" que escribe para la revista del P “C” de Marcos Domic. Es tan patriota norteamericano nuestro mestizo Archondo que seguramente aplaudirá las amenazas de un embajador extranjero contra ciudadanos bolivianos y maltrato a periodistas también bolivianos.
Sin embargo su conclusión brillante es de antología, nos concede a los anti-imperialistas la gracia de no ser dementes y ser altamente racionales y que, como tales, consideramos a las demás personas como herramientas u obstáculos. Si triunfan los anti-imperialistas, algo que hace temblar a Archondo, él se apresura a declararse un obstáculo. Pero, ¿qué puede valer tan diminuto obstáculo si el anti-imperialismo ya ha triunfado?
¡Qué difícil la función del periodista en la hora actual!, pero una cosa es muy clara, si los periodistas quieren tener la aprecio del pueblo boliviano deben verse en el espejo del inefable Archondo.
Archondo replica.
OSAMA MI AMOR. La Razón, 16 de octubre de 2001. Rafael Archondo. (3)
Osama bin Laden es un engendro de la CIA. Lo son también el ex-presidente Noriega o el reo peruano Vladimiro Montesinos. Al amamantarlos, los norteamericanos se pusieron a jugar con fuego y salieron chamuscados. Y es que a veces algunos alumnos suyos les salen respondones, y entonces a Washington no le queda otra que deshacerse de su mal ejemplo y sus anhelos de independencia delictiva.
Pero el hecho de que estos cachorros se hayan volcado contra sus amos no debería autorizar a ningún antiyanqui a ponerse a su lado. Hasta ahí, un criterio de elemental sentido táctico: “No porque Drácula se enfade con Frankenstein, te vuelves el presidente de su club de fans”.
No piensa así, para estupor de pocos, la “izquierda talibán”, cuyo supremo apoderado en Bolivia parece ser Jorge Echazú, un agresivo caballero que hace dos semanas descargó metralla calumniosa contra estas provocaciones quincenales.
La izquierda talibán es como los cíclopes de la mitología clásica: mira con un ojo. Considera a Estados Unidos como el gran Satanás del planeta, le atribuye todas las perversiones conocidas, repudia su frivolidad, sus resortes represivos y su entusiasmo por redimir a otros pueblos. Hasta ahí reciba pues nuestra aprobación cautelosa.
Pero con lo que ya no podemos estar de acuerdo es con el silencio de esta izquierda tuerta a la hora de evaluar la prestancia ética de estos traidores del imperialismo. “Todos valen mientras estén de mi lado”, parecería decir, haciendo abuso de las interpretaciones más mediocres de Maquiavelo.
Por eso, ahora corre en auxilio de un gobierno oscuro como el de Kabul. Cuando estos mismos afganos empuñaban sus fusiles contra los soviéticos, jamás abrió la boca; hoy ya derrama lágrimas anticipadas por los derrocados. En el mismo sentido, los tenebrosos pilotos del 11 de septiembre serán elogiados como mártires cuando no son tan homicidas como sus colegas anglosajones que ahora descargan fuego vengador sobre civiles hambrientos en Afganistán.
Mientras tanto, bajo el Gobierno talibán, las mujeres están prohibidas de estudiar o trabajar; la policía religiosa azota en las calles al varón que no usa barba de longitud reglamentaria; los músicos y los pintores deben seguir escondiendo sus instrumentos y lienzos, y el único reportero occidental al que autorizan quedarse en la capital, debe cuidar cada palabra que escribe para que no caiga la censura oficial, fusilamiento o lapidación mediante. ¿Es ese gobierno que vale la pena defender? ¿Desde cuándo la Edad Media podría ser la alternativa al capitalismo?
Ya no hay lugar para confusiones. Es tiempo de exigir que Bush saque de su gaveta el proyecto de una Palestina libre y soberana, que surja un gobierno laico, elegido por el pueblo de Afganistán; que fuerzas moderadas del Islam sean promovidas siguiendo el ejemplo iraní y que Osama bin Laden tenga juicio justo como el que hoy enfrenta Milosevic. ¡Ah!, y un pedido ingenuo que jamás complacerán: así como el alcoholismo no se cura con una farra, el terrorismo no se derrota con más terrorismo.
“La Razón” injustificadamente se niega a aceptar mi dúplica frente a los ataques del ignorante periodista.
SOBRE EL TERRORISMO. JEA. (2) Inédito.
Sin embargo Archondo no se calla, sigue pontificando como elefante en vitrina. Obsérvese la falta de lógica, de honestidad y sobre todo de sentido común. Sentenciosamente no encuentra diferencia entre el embrutecido oficial yanqui en Vietnam y los crueles pilotos instruidos en demoliciones aéreas; son condenables por igual. Pero a renglón seguido opta resuelta y decididamente por el terrorismo de Nueva York y contra el de Kabul. ¡Qué demócrata nuestro cerebro en receso!
¡Que los talibanes prohiben los lápices labiales!, pero ¡qué infamia más grande atentar contra la industria de los cosméticos! ¡No tienen derecho!
¡Que deploran las computadoras! Uno de los peores delitos para quienes han cambiado su cerebro por una computadora.
Es tan difícil mantener una línea tan oblicua como la necesidad de defender lo indefendible que lo único que la hace viable es la retribución pecuniaria que nos espera después de cada libelo que tenemos la audacia de publicar.
Finalmente, para salir del apuro, no nos molesta sumirnos definitivamente en el Nirvana.
Pero sigue la letanía, ahora no nos "autoriza" ponernos de lado de Frankenstein contra Drácula, cuando él ya ha tomado el partido del simpático vampiro (Batman?). ¡No nos asusta su calificativo de "izquierda talibán" porque nosotros respetamos a los estudiantes del Corán, ellos por lo menos estudian algo!
No miramos con un ojo, tenemos mil ojos como el pueblo y por ello, denunciamos junto a nuestros camaradas afganos, la criminal agresión soviética revisionista del renegado Brejnev en su tiempo. ¡Falta información, señor periodista!
Que los reporteros occidentales no tienen libertad en Kabul, ¡equilibrio Archondo! ¿Conoces algún reportero talibán en Nueva York?
Exiges democracia en Afganistán; ¿y Arabia Saudita?, ¿y Kuwait?, y ¿Jordania?, y ¿Qatar? y ¿Bahrein?, y los Emiratos Árabes Unidos? ¿No crees que Estados Unidos debiera (no es debería) también bombardearlos por ser tan primitivos al no imitar las elecciones de Bush?
No es agresiva la sonrisa, es la ignorancia la que agrede a toda la humanidad.
Finalmente y en serio, para cerrar este capítulo, si se pretende acabar con la violencia en el mundo, el imperialismo debe cambiar de naturaleza y comprender el sentimiento de su propio pueblo: "¿Por qué nos odian tanto?".
Sobre seguro y sabiendo que “La Razón” no dará cabida a nuestras dúplicas, Archondo sigue atacando a los anti-imperialistas.
BANALES Y SUICIDAS. La Razón, 2 de octubre de 2001. Archondo (4).
Como sabemos, el egipcio Mohammed Atta y sus camaradas prepararon su muerte con calculado entusiasmo. Los 19 hombres compraron su pase al paraíso empotrando aviones en edificios llenos de gente, como Ud y como yo, que literalmente se desayunó con la masacre.
Hipnotizados por su vocación suicida, se llevaron consigo 6 000 víctimas humanas, que en su lógica, no valen nada comparadas con la supuesta grandeza de sus objetivos. Nunca la preguntaron a nadie, ni siquiera a sus 200 hermanos pakistaníes estrujados bajo los escombros, si querían transformarse en mártires de su guerra santa.
Hoy ya no cabe duda de que se suicidaron en todo el sentido del verbo. Tan vanas han sido sus muertes y las miles impuestas, que realmente nada han logrado a favor de la causa religiosa. Todo lo contrario. Gracias a su sed homicida, estos militantes islámicos no sólo se han apartado de la Humanidad. Sino que ya aterrorizaron en la misma escala moral de sus pretendidos enemigos. ¿Qué gran diferencia podemos hallar ahora entre aquel embrutecido oficial norteamericano que pulverizaba aldeas en Vietnam y estos crueles pilotos instruidos en demoliciones aéreas? Ninguna.
Si comparamos el denostado imperialismo yanqui con el aparato clandestino del millonario Osama bin Laden sólo veremos diferencias de tamaño. Los dos razonan con pasmosa simpleza y por eso, lejos de estar locos, padecen de una espeluznante cordura maniquea. Son condenable entonces por igual, ante los ojos de cualquier alma sensible y piadosa.
Dicho esto y comprendiendo bien que ahora vuelven a estrellarse dos fuerzas igualmente fundamentalistas, vanas y suicidas, me rehúso a caer en engañosa neutralidad. Si de choque de civilizaciones hablamos, opto, sin dudarlo, por Nueva York y nunca por Kabul. Mal haríamos, al influjo de esta polarización esterilizante, en no mirar que, con todas sus deformaciones, la libertad está más cerca de realizarse de este lado del mundo que del otro.
Aquellos tiranos barbados del turbante, los que fusilan gigantescas estatuas de Buda, prohíben lápices labiales, le temen a las mujeres trabajando, deploran las computadoras y se niegan a entender la complejidad del mundo, son nomás una peor amenaza que el mediocre tejano que hoy gobierna la Casa Blanca.
De este último podemos burlarnos, sin que nuestra vida corra peligro, y porque en unos años más, un político más sensato como Clinton podría retornar a su lugar. En cambio con los talibanes, evaluados equívocamente como movimiento de liberación planetario, sólo tendríamos chance de rezar, frente al suelo; cerebros en receso.
Y bueno dado que, de todos modos resulta tan engorroso explicar lo necesario que es defender ahora a Estados Unidos, aún sin compartir sus recaídas imperiales, quizás lo más aconsejable, en tiempos de bombardeo, sea convertirse al budismo, la única religión de rango mundial que, hasta donde estoy enterado, no ha cometido ni justificado ningún crimen en nombre de Dios.
Finalmente no nos queda otra alternativa que publicar nuestras notas en el sitio WEB de Liberación. (Liberación.web.bo)
CONCLUSIONES. (JEA)
Este breve debate que pretendíamos desarrollar con el periodista Rafael Archondo en las páginas de “La Razón”, se vio bruscamente roto por la negativa del periódico de publicar nuestras respuestas al columnista de marras con el pretexto de que nosotros utilizábamos adjetivos e “insultos”, lo cual es muy permitido cuando se trata de escribas de la derecha.
Haciendo gala de la más cínica agresión al derecho a la réplica, “La Razón” se negó terminantemente a hacer públicas nuestras respuestas a tanta sandez sostenida por el periodista que tomó partido claro a favor del imperialismo yanqui que aplastaba a todo un pueblo como el afgano y también después al iraquí con el pretexto de los “talibanes”.
Lo que de veras tenemos que reconocer es que Archondo con toda sinceridad se ha puesto a lado de todas y cada una de las agresiones que por centenares y talvez miles ha cometido, comete y seguirá cometiendo el Imperialismo Yanqui contra los pueblos del mundo.
Ya no cabe duda, el señor Archondo prefiere el capitalismo salvaje a apoyar la lucha liberadora de los pueblos que no puede confundirse con actos aislados que pueden cometer organismos clandestinos que según el propio Archondo son articulados por el propio Imperialismo Yanqui. No sabemos cómo este sujeto tan despreciable puede conciliar sus críticas de mala gana al Imperio con su defensa obsecuente y “engorrosa” de “occidente” que en realidad es una defensa lacayuna del Imperialismo genocida.
Como podrá observar al lector, cada uno de los “argumentos” del pro-imperialista Archondo es una falacia, una ridiculez o un contrasentido. Por ejemplo su entusiasmo por la “pequeña gran victoria” de los yanquis en Afganistán es tan estúpido que el tiempo ha tenido la virtud de esclarecerla. Hoy los yanquis están empantanados tanto en Afganistán cuanto en Irak, donde los patriotas resistentes han desatado la guerra de guerrillas de talibanes y también de todo el pueblo afgano que está poniendo en ridículo a las fuerzas invasoras. Lo mismo o más ocurre en Irak donde las tropas de los cruzados modernos están mordiendo el polvo de la derrota y no saben cómo van a salir de Irak. Al respecto el mestizo Archondo no ha abierto nuevamente su triste boca para alabar, como correspondería, la agresión yanqui contra la milenaria Babilonia.
¡Mutis por el forro el cretino Archondo!
Jorge Echazú Alvarado
GUEVARISMO Y MARQUISMO.
En uno de los números de PULSO (16-22 de marzo, 2001), aparece un artículo titulado "Marcos o la segunda muerte de Che", sin firma responsable y presumíblemente de la pluma de Rafael Archondo.
Pasamos a analizar la nota por los conceptos altamente cuestionables que sostiene, algunos de ellos, como verdaderos atentados al sentido común y a la lógica elemental, tanto de parte del autor, cuanto - y más aún -, del llamado "Ejército Zapatista".
Primera impostura. Es necesario expresar de la manera más clara y definitiva que el movimiento del Sub-comandante Marcos no es ni un ejército, pues ha repudiado las armas, menos un movimiento zapatista. El bravo héroe latinoamericano y mexicano Emiliano Zapata, luchó a muerte y hasta la muerte con las armas en la mano para derrocar por medio de la violencia revolucionaria a los latifundistas y su régimen político primero representado por Porfirio Díaz y después por Venustiano Carranza. La figura revolucionaria y legendaria de Zapata, no corresponde con el movimiento gandhiano de Marcos.
Segunda impostura. El artículo comentado sugiere que Marcos es la antítesis y la superación del Che. Se dice textualmente: "el subcomandante mexicano ha terminado de enterrar a aquel que murió en La Higuera".
Dejando de lado el indisimulado entusiasmo con el que se pretende "enterrar" al Che, el párrafo es un desatino. Marcos no tiene nada que ver con el Che y como bien se dice es la antítesis del Che. Es claro que para el buen entendedor la antítesis de Guevara es el imperialismo, entonces, ¿Dónde queda el sub-comandante?
Tercera impostura. Marcos se define como un rebelde social y no como un revolucionario. Es ésta una definición correcta, pero donde se encuentra la impostura es cuando se afirma muy sentenciosamente que los revolucionarios pretenden transformar la sociedad desde arriba, mientras que los "rebeldes" lo hacen desde abajo. Falso de toda falsedad. Los verdaderos revolucionarios son aquellos que fundiéndose con las masas, "nadando como los peces en el agua de las amplias masas populares", organizan al pueblo, lo preparan para la lucha, no le hacen tragar ilusiones de cambiar la sociedad distribuyendo claveles, es decir trabajan fundamentalmente desde abajo para conquistar el poder y "con los de abajo", construir una nueva sociedad. El simplismo de Marcos y sus admiradores es tan flagrante que atenta contra todas las experiencias concretas de la revolución socialista del siglo XX.
Cuarta impostura. Marcos es citado cuando dice: "Nosotros decimos que los movimientos armados, por muy revolucionarios que sean, son fundamentalmente movimientos arbitrarios. En todo caso, lo que tiene que hacer un movimiento armado es plantear el problema y hacerse a un lado".
Muy claro, pero la pregunta fluye, ¿se precisa organizar movimientos "armados" para plantear problemas? El planteamiento de los problemas lo puede hacer cualquier hijo de vecino y si el poder político le escucha tiene mucha suerte, pero generalmente será una voz en el desierto y aunque el poder lo escuche, ¿qué se gana con que el poder "escuche" un planteamiento? ¿No resulta completamente claro que aquello del movimiento "armado" resulta siendo una gran impostura? Empero lo que resulta ya risible es aquello de "hacerse a un lado" cuando las papas queman.
Quinta impostura. Marcos citado dice, "Definitivamente, un militar, me incluyo entre ellos, es un hombre absurdo e irracional, porque tiene la capacidad de recurrir a la violencia para convencer... Porque quien ha tenido que recurrir a las armas para hacer valer sus ideas, es muy pobre en ideas".
No lo decimos nosotros, lo dice Marcos y se define como un hombre irracional, absurdo y pobre de ideas. En esta autodefinición de Marcos estamos plenamente de acuerdo. La irracionalidad y absurdidad de sus planteamientos están a la vista. Finalmente su conclusión es de antología: "Toda violencia es inútil".
La violencia imperialista, la violencia brutal de las clases dominantes de México que tienen explotada y sometida a todas las naciones oprimidas y clases dominadas mexicanas no es inútil, es muy útil para ellas mismas y profundamente perjudicial para el pueblo mexicano. La utilidad positiva en el un caso y negativa en el segundo, refutan completamente la quinta impostura marquista.
El artículo finaliza diciendo que: "si el poder preserva su ceguera y se niega a otorgar autonomía a los pueblos indios de México, habrá sentado las bases para el retorno del guevarismo con toda su carga anacrónica y destructiva".
¿Y qué ganan las naciones oprimidas de México con una "autonomía" si se da por sentado que el sistema social, político y económico es preservado intacto?
No podía tener mejor epitafio el cúmulo de imposturas que hemos señalado. El problema central y la preocupación de Marcos y sus admiradores es impedir, a toda costa y a cualquier precio, el retorno del guevarismo revolucionario. Entonces, ¿dónde queda la segunda muerte del Che?
Entre el comandante de América Ernesto Che Guevara y el Sub-comandante Marcos, efectivamente, media un abismo, el abismo que separa la verdad de la revolución de la impostura reaccionaria.
Marzo de 2001.
Jorge Echazú Alvarado.
Especial (si tiene el valor de publicarlo) para PULSO.
La Paz, marzo 20 de 2001.
Señores PULSO.
Presente.
En homenaje a la libertad de expresión que proclama el digno Semanario que ustedes dirigen, tengo a bien enviarles un breve comentario sobre una nota publicada en su último número, cuyo titulo es: "Guevarismo y Marquismo".
Espero que sea publicado en su integridad.
Sin otro particular, saludo a Uds., con toda atención.
Dr. Jorge Echazú Alvarado.
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