28-06-11
Comentario Internacional No. 57
El pueblo chileno pone en jaque desde enero a Sebastián “Piraña” Piñera
Movilizaciones, marchas, tomas de recintos universitarios y colegios, bloqueo de caminos, huelgas y otras manifestaciones de protesta que abarcan amplios y diversos sectores sociales; son la tónica de este 2011 en Chile.
Desde que se hizo del gobierno el pinochetista Sebastián “Piraña” Piñera, los cientos de miles de “indignados” chilenos pusieron en jaque al ultra neoliberalismo chileno. La demanda social afecta no sólo a la derecha política y empresarial que está hoy en el gobierno, también interpela a la coalición opositora, de los Alwin, Insulza, Bachelet, etc., que gobernaron durante 20 años y que pretenden escabullir su responsabilidad en problemas que tienen su origen en la miseria y desigualdad que caracteriza a la sociedad chilena, herencia de la dictadura pinochetista.
En los últimos años ha sido el problema de la nación mapuche la que ha sensibilizado a amplios sectores chilenos, sin embargo, la prensa burguesa a la cabeza del empresario de medios Piñera, quiso ocultar sistemáticamente las demandas de los mapuches. En enero pasado fueron las protestas en Magallanes por el precio del gas. Desde mayo se vienen multiplicando en todo el país las marchas estudiantiles -exigiendo prioridad para la educación pública- y de ecologistas contra el proyecto HidroAysén en la Patagonia.
La institucionalidad construida en lo fundamental a punta de bayonetas por la dictadura, se encuentra atrapada en su propia trampa: un modelo económico, social, político y cultural que no incluye entre sus deberes solucionar los problemas del pueblo ni avanzar en la modernización de la sociedad. Se trata de una situación de desesperación de los pobres, llevada al límite, que puede despertar los instintos del viejo modelo portador de los genes del terrorismo de Estado.
Las protestas de estudiantes y ecologistas, en que predominan las capas medias de la población, base social de apoyo tanto de la derecha como de la Concertación, catalizan un estado de ánimo que prevalece en los sectores que sufren en forma directa los tormentos que causa la economía de mercado.
El endeudamiento desmesurado, los bajos salarios, la inestabilidad laboral, las alzas de precios de los alimentos, la pésima atención de salud, las dramáticas carencias habitacionales, la carestía del transporte y una educación discriminatoria que niega todo futuro a la inmensa mayoría de los jóvenes, son los detonantes del malestar que llevan al rechazo a un modelo de sociedad basado en el lucro y en el individualismo; y cuestionan una institucionalidad sorda que impide la participación ciudadana.
En Chile hay situaciones indignantes que no admiten espera. Miles de damnificados por el terremoto de febrero de 2010 soportan un segundo invierno en casuchas de madera, húmedas e insalubres, en medio del barro y la lluvia. En los consultorios, niños y ancianos sufren un calvario para recibir atención médica, mientras el gobierno inyecta cuantiosos recursos a las clínicas privadas convirtiendo el drama social en un negocio. ¡La pobreza subvencionando a los ricos! Se ha hecho normal que los pobres paguen intereses usurarios por los créditos de consumo. El endeudamiento se ha convertido en una pesada condena que puede durar muchos años.
Pero, en cada etapa de “reformas a la Constitución” concurren diversos actores sociales y políticos, con variadas direcciones y efectos: 1) las disputas en la elite para ajustar sus propias relaciones de poder; 2) la convocatoria al pueblo para dirimir algunos de los conflictos que dividen a la elite; 3) la autonomización de lo popular o la sociedad civil, habida cuenta de su propia historicidad (los movimientos sociales), que pueden desembocar en represión, cooptación, reformismo atenuado o, en plazos largos, crisis de legitimidad; 4) nuevos ciclos de gobernabilidad con baja legitimidad; 5) crisis global del sistema, que impone una nueva coyuntura.
Por las últimas actuaciones del gobierno fascista de Piñeira se prevee un endurecimiento de la gestión estatal (nuevas formas de represión); juegos de cooptación, pero también, con más tiempo de maduración, devenir en “crisis política” que implique reformas mayores a la constitución, recolocando la cuestión de la “soberanía” y el problema con Bolivia como salida a la crisis.
PCmlm-Bolivia
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