22-07-18
NICARAGUA NICARAGÜITA…
Por Marcelo
Colussi
La situación en
Nicaragua está al rojo vivo. Mucho se ha escrito al respecto, y en la izquierda
las aguas están divididas: ¿apoyar o no
apoyar a Daniel Ortega? (1)
El presente texto
quizá no aporte nada nuevo; en todo caso, presenta más preguntas que
respuestas. Pero preguntas, en definitiva, que podrían funcionar para
profundizar un debate imprescindiblemente urgente en el campo de la maltrecha
izquierda: ¿tanto nos han golpeado, tanto se ha castigado al campo popular que
la disyuntiva termina siendo apoyar o no a un presidente-empresario elegido en
elecciones dentro de la legalidad capitalista? ¿Tanto hemos retrocedido que la
disyuntiva se da entre si es “bueno” o “malo” un funcionario público que “hace
cosas por su pueblo”? ¿Y los ideales socialistas revolucionarios que levantara
la Revolución Sandinista hace 40 años? ¿Dónde queda aquello de poder popular,
de gobierno obrero y campesino? ¿El socialismo se restringe a programas
asistenciales?
Porque no hay que
olvidar que el sandinismo histórico, no hay que olvidar que los valores
revolucionarios que pusieran en marcha jóvenes luchadores en la década del 60
del pasado siglo cuando fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional,
inspirados en muy buena medida en el marxismo (Carlos Fonseca era un consumado
marxista), no se restringen a un presidente atornillado en el poder (y que
coloca a dedo a su esposa como vicepresidenta). No hay que olvidar que el
ideario socialista en nombre del que se llevó a cabo esa gloriosa gesta que fue
la revolución del 19 de julio de 1979 no se reduce a apoyar a alguien “no tan
bueno” pero “mejor que lo que podrá venir”.
Quizá vale
recordar los ideales del Mayo Francés, tan lejanos ahora en el tiempo que
parecen utopías tontas: “¡Seamos realistas: pidamos lo imposible!”, pero
imprescindiblemente necesarios. ¿Abandonamos los principios revolucionarios que
permitieron las primeras revoluciones socialistas de la historia para quedarnos
con la democracia burguesa y programas asistenciales? ¿Tan bajo hemos caído?
Abel Bohoslavsky,
histórico militante socialista argentino, leyendo uno de tantos materiales de
análisis de la situación actual de Nicaragua, se pregunta (pregunta que hago
mía):“Si Somoza era el hijo de puta de Roosevelt, ¿el "desastrado
timonel" Ortega sería "nuestro" hijo de puta? Si ese desastrado
timonel "hipotecó la tradición revolucionaria del sandinismo", tiene
"desprecio por la opinión de la base sandinista" y además hizo un
"pacto con los enemigos... siempre volátil y transitorio" -todo eso
durante 18 años (pacto Ortega-Alemán)- ¿hay que ir a ayudarlo para que
"enderece el rumbo?"”.
Apoyar los
gobiernos progresistas que aparecieron estos últimos años en Latinoamérica abre
preguntas en la izquierda: ninguno de ellos, desde la Revolución Bolivariana
con Chávez al orteguismo (¡no sandinismo!) actual en Nicaragua, pasando por
distintas variantes (el PT en Brasil, matrimonio Kirchner en Argentina, Evo en
Bolivia, Correa en Ecuador, etc.) no cuestionó realmente las bases del capitalismo. (2) Fueron, o son, procesos redistributivos con más
justicia social que los planteos neoliberales de capitalismo feroz. Pero no tocaron los
resortes últimos de la propiedad privada. (3) ¿Es acaso el actual gobierno
de Daniel Ortega y Rosario Murillo un planteo revolucionario? Decir que mejoró
un poco las condiciones generales de la población nicaragüense puede ser loable
(puede ser, tampoco lo afirmaríamos categóricamente, porque ¿a qué costo las
mejoró: llenando de maquilas el país con salarios bajísimos), pero eso no es el ideario de una revolución
socialista. (4) ¿O sí?
Un planteo
capitalista revestido de un discurso progresista y con pirotecnia verbal anti-imperialista no deja de ser
capitalista, (5)con
explotación de la mano de obra, con clases sociales enfrentadas. Eso no hay que
olvidarlo: ¡los procesos socialistas no pueden entenderse si no es en la lógica de la
lucha de clases!(6). ¿A quién
representa Daniel Ortega: al campesinado pobre, a los trabajadores urbanos, a
los subocupados del comercio informal, o a la nueva clase empresarial ex
sandinista que se enriqueció con la tristemente famosa piñata cuando tuvo que
dejar el poder en 1990? ¿Por qué los revolucionarios sandinistas que adversaron
eso no siguieron en el FSLN?
Sin dudas en la convulsionada sociedad nicaragüense el
imperialismo estadounidense está trabajando. Eso ni se discute. América Latina, lo sabemos, es la reserva estratégica de
Washington, y nada de lo que aquí pase en términos políticos escapa a su
control. Con absoluta seguridad hay agentes del imperio trabajando a toda
máquina en Nicaragua. Pero eso solo no
explica los acontecimientos actuales.
Como dice Abel
Bohoslavsky: “En Nicaragua hay una insubordinación cívica elementalmente
democrática (cese de la represión, cese del autoritarismo gubernamental, cese
del nepotismo). Se trata de una rebelión democrática contra un régimen de origen democrático (aunque probadamente
fraudulento en lo institucional) originado en el Pacto Ortega-Alemán y
Ortega-Iglesia. Tiene un sentido
histórico-político inverso a las guarimbas [dadas en Venezuela], aunque no
sea ni pretenda ser revolucionario. Endilgarle ese calificativo es parte del
fraude propagandístico orteguista”.
Si durante los 11
años de gobierno de Ortega-Murillo todo estuvo “tranquilo”, si el gobierno de Estados Unidos no disparó a matar como sí lo hizo
con todos los experimentos progresistas de Latinoamérica, eso abre
interrogantes. ¿Qué pasó ahora que se rompió el pacto del gobierno con los
sectores empresariales, con la Iglesia católica, con Washington?(7)
No está claro.
Podría pensarse que la construcción del canal interoceánico por parte de
capitales chinos, o la estación de investigación electrónica rusa instalada en
Managua, son un peligro para la geoestrategia de Washington. ¿Todo esto es la
reacción a ese “atrevimiento” de Ortega? En el patio trasero de la gran
potencia nadie puede osar instalar bases militares chinas y/o rusas. ¿Esta sería la
causa?(8)
Quedarse con la
idea que todo lo que se está viviendo en el país es solamente una nueva
“revolución de colores” no alcanza. El orteguismo no es, precisamente, un
gobierno revolucionario: es la expresión de esta nueva burocracia empresarial
surgida de la lejana Revolución Sandinista, donde la figura de Daniel Ortega se
consolidó como líder absoluto sacándose de encima cualquier atisbo de crítica.
Y de principios revolucionarios, de socialismo, de transformación radical de la
sociedad a manos de obreros y campesinos… ¡nada!
¿Hay que defender
o no este proceso entonces? Difícil disyuntiva. Por supuesto que el imperio no
tolera afrentas, e incluso gobiernos redistributivos de “capitalismo con rostro
humano” son su enemigo. En ese sentido, si cae Ortega podrá venir un gobierno
absolutamente neoliberal, suspendiendo la presencia chino-rusa en Nicaragua.
Pero la situación actual en la patria de Sandino, ¿es una revolución? ¿Se trata entonces de defender lo “menos malo”? Un
canal construido por los chinos, ¿es un avance para el campo popular?
La sublevación
actual de la sociedad, quizá mezcla de activistas pagados por la CIA y reacción
espontánea ante el nepotismo autoritario de un ex socialista (acusado de
violador, por cierto), de momento está trayendo solo muertos, siempre pobres,
siempre del campo popular. No hay organización alternativa, no hay proyecto
superador. Los ideales revolucionarios están guardados por ahora, y los líderes
históricos que se salieron (o fueron sacados) de la estructura sandinista, hoy
día son marginales.
Es cierto que la
propaganda de la derecha ya puso a Ortega como “villano de la película”, igual
que en su momento Chávez, o Gadafi, o Sadam Husein. El guión ya está escrito. Sumarse a las voces de la derecha, a la prensa comercial, a
los lacayos de Washington que vociferan contra la “barbarie” en marcha, es un
error.(10). Defender un gobierno empresarial que pactó con el
enemigo de clase, también.
¿Quién saldrá
beneficiado de todo esto? El “pobrerío” seguramente no. No hay condiciones para una real y profunda sublevación popular como la
de 1979. Entonces… ¿otra vez gana el imperio?
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A continuación, nuestra
crítica al artículo anterior del señor Colussi.
1.
¿Apoyar
o no al señor Ortega? Colussi no sabe qué hacer, se
queda en el limbo.
2.
No
cuestionó las bases del capitalismo. Esta
afirmación tiene todo el tinte trotskista. Si Ortega no proclama e implanta la
dictadura del proletariado, la lucha de clases y la Guerra al imperialismo
yanqui, es un traidor.
3.
Pero
no tocaron los resortes últimos de la propiedad privada. ¿Qué
significa tocar la propiedad privada en un proceso popular y democrático?,
simplemente proclamar el comunismo y por consiguiente una inmediata invasion
yanqui que ha invadido Nicaragua muchas veces con mínimos pretextos. Puro
trotskismo. Si una rebelion popular no “toca los últimos resortes del
capitalismo” e implanta el comunismo, es un traidor.
4.
Pero
eso (las mejoras sociales) no son el ideario socialista.
La situación de un gobierno progresista que comete errores y que tiene a un
monstruo imperialista en sus narices, que implementa mejoras sociales, para
Colussi no es socialista, tampoco comunista, por lo tanto es un traidor.
5.
La
pirotecnia verbal anti-imperialista, no deja de ser capitalista. Señor
Colussi, todos los países y Estados latinoamericanos, caribeños, africanos, y
asiáticos, con excepción de la RPD de Korea, son capitalistas y luchan con el
anti-imperialismo como bandera, para poner recién las bases del socialismo y es
por esa razón que reciben la agresión brutal del imperialismo. Pedir otra cosa
es puro y duro trotskismo pro-imperialista.
6.
La
lucha de Clases, eso es socialismo. La lucha de clase es
precisamente lo que ocurre en Nicaragua. Y en su forma más violenta y radical,
es decir entre un programa anti-imperialista (con todos sus errores) y la
derecha fascista apoyada, con todos los medios, por el imperialismo que, por
algo, quiere la cabeza de Ortega.
7.
El
pacto con los sectores empresariales, la Iglesia y el Imperialismo.
Si es cierto que existía un pacto con esos sectores y ahora los rompió Ortega,
entonces significa que cambió positivamente el rumbo de su política, ¿no es
así? En un proceso popular, democrático y anti-imperialista es siempre
necesario neutralizar a los enemigos que se pueda neutralizar, empero la
posición anti-imperialista es irrenunciable y la Nicaragua de Ortega está
probando, en los hechos, que sufre la agresión violenta y salvaje del
imperialismo con las guarimbas del tipo venezolano.
8.
El
canal bioceánico chino y las plantas rusas nucleares rusas, podrían ser la causa
de la agresión. Por fin Colussi nos muestra un argumento
pertinente. Efectivamente para el imperialismo semejantes “desafíos” son
intolerables y por ello tratará de derrocar y asesinar a Ortega, entonces
“todos” quedaremos satisfechos.
9. Sumarse a las voces de la derecha, a la
prensa comercial, a los lacayos de Washington que vociferan contra la
“barbarie” en marcha, es un error. Por
fin, señor Colussi, llegó usted a la verdad..
PCmlm.
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