martes, 17 de julio de 2018

EL GOLPE MILITAR DE LA COCAINA


EL GOLPE MILITAR DE LA COCAINA
Jueves 17 de julio de 1980.
Ha comenzado la sublevación militar en Trinidad, capital del departamento del Beni, con la proclama del jefe local de la guarnición Francisco Monroy, quién desconoce la autoridad del gobierno constitucional interino de Lidia Gueiler Tejada.
Grupos paramilitares que se desplazan en ambulancias para engañar y paralogizar a la opinión pública, atacan violentamente la sede de la Central Obrera Boliviana y el Palacio de Gobierno donde se lleva a cabo una reunión del gabinete de la Presidenta Gueiler.
EL ASALTO RELÁMPAGO A LA COB tiene resultados sangrientos y a falta de una información oficial, se esparcen toda clase de rumores que tienen como base los testimonios de la gente común que ha podido observar desde las cercanías el despliegue de los paramilitares, su ocupación del edificio y finalmente la captura de un número no determinado de dirigentes políticos y sindicales que celebraban una reunión de emergencia en el local. Se dice que han sido asesinados Juan Lechín, Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros dirigentes cuando trataban de defenderse o simplemente eludir el apresamiento.
LOS PARAMILITARES LLEGAN AL PALACIO QUEMADO
El día jueves 17 de julio las radios propalaron, alrededor de las 9 am., que el ejército se había levantado en la ciudad de Trinidad. Era el detonante del golpe planificado por los servicios de inteligencia argentinos que sugirieron que el movimiento se iniciara en el interior a fin de que en La Paz, se reuniera como en anteriores oportunidades, el Comité de Defensa de la Democracia y la Central Obrera. De esta manera se podía asesinar o detener a varios de los principales dirigentes políticos y sindicales, como en efecto ocurrió.
A las diez y treinta, se hallaban los ministros reunidos en sesión de gabinete en el Palacio Quemado, con la notoria ausencia del “Almirante” Walter Nuñez, Ministro de Defensa, y de Antonio Arnez, militar en retiro, Ministro del Interior. Ambos, naturalmente, ya se habían “dado la Vuelta” en los meses previos con lo que la inermidad del régimen era absoluta.
De pronto, en el hall principal, apareció un grupo de +paramilitares+ armados de modernas metralletas israelitas adquiridas recientemente por el ejército. Al mando, iba Fernando Monrroy, conocido en todo el país como +Mosca+ Monroy, pandillero, jefe de un autodenominado +Escuadrón de la Muerte+ que ha actuado en varias oportunidades en asesinatos o tráfico de drogas. La hazaña no era difícil, pues el coronel Rodolfo Cueto, Jefe de la Casa Militar de la Presidenta Gueiler, les franqueó el paso por una puerta lateral que da a la calle Ayacucho. Los soldados de la guardia tenían la orden de no interferir la acción de los civiles armados. Uno de los ministros que se había asomado al oir voces y gritos volvió a la sala de sesiones:
- Han llegado los paras, anunció demudado.
La Presidenta se hallaba ya en su despacho tratando de hablar con el general Reyes Villa, Comandante en Jefe del Ejército (ignorando que éste también era parte de la conspiración y aparecería pocas horas después como Ministro de Defensa del nuevo régimen). La confusión era mayúscula. Los paramilitares subieron el segundo piso pero en lugar de continuar a la sala de edecanes y a la sala de sesiones del gabinete, se dirigieron derechamente en las oficinas de la Casa Militar, donde convinieron el modus operandi con el coronel Cueto.
En ese momento, abandonaron la sala de sesiones, un grupo de 10 ministros mientras unos pocos quedaban dentro con la Presidenta sin saber, unos ni otros, qué camino tomar.
La indefensión del gobierno es total y hasta los encargados de la custodia personal de la Presidenta, no reciben sino órdenes de los golpistas. Lidia Gueiler tiene la oportunidad de escapar y asilarse en la Nunciatura Apostólica.
Los rumores generales hacen saber que una enorme cantidad de presos están siendo trasladados al gran Cuartel de Miraflores donde oficiales extranjeros toman a su cargo el tratamiento de los prisioneros como en una verdadera guerra internacional. Jefes militares argentinos, sin ocultar su identidad, imparten órdenes que son ejecutadas inmediatamente por los grupos irregulares que han tomado para sí las tareas de fuerzas de choque, en tanto que el ejército no hace otra cosa que respaldar esas acciones.
El ambiente general es de confusión, desesperación e incertidumbre porque las radioemisoras, en su totalidad, han sido ocupadas o destruidas. Radio "Fides", por ejemplo, ha sido asaltada de la manera más brutal. Sus empleados han sido sacados a golpes de sus instalaciones y llevados con rumbo desconocido. Reina un completo silencio en la mayor parte de la ciudad de La Paz y nadie se anima a salir a las calles que son patrulladas por fuerzas militares mientras los grupos paramilitares siembran el terror invadiendo edificios o simples viviendas particulares.
Las banderas de "salvación nacional" que levantan los sargentos no alcanzan a movilizar sino a una pequeña lumpenburguesía que siempre ha estado en las puertas de los cuarteles esperando cualquier golpe para salir a la luz, pues vive en sombra eterna. El gabinete del nuevo mandón está encabezado por un tenebroso matón que ya conocimos en el capítulo del progresismo militar: el Cnl. Luis Arce Gómez. El resto de los ministros es un anonimato que hiere la conciencia de la Patria. ¡Nadie los conoce!
Sin embargo, aguzando un poco el oído, sintonizando un poco los aparatos de radio, la población paceña tiene la posibilidad de escuchar voces diferentes. Son las radioemisoras mineras que, haciendo grandes esfuerzos, alcanzan las ciudades con la verdad límpida de los trabajadores. El valor, la nobleza y el sacrificio del pueblo contrasta tanto con la deformidad del militarismo que sólo la comparación es ya un insulto. Las radios de Huanuni, Colquiri, Catavi y otros distritos informan que los mineros están prestos a defender sus centros contra la ofensiva militar que ya se ha lanzado para aplastarlos. Se describen dramáticamente hechos que después serían conocidos con detalle, ahora las transmisiones son de combate, de desafío, de desprecio y odio profundo al opresor y su vileza. Los comunicados de los mineros anuncian que la huelga es general y que no volverán al trabajo mientras García Meza no deje el poder. Se denuncia al fascismo, al militarismo, a la reacción y al mismo tiempo se dan instrucciones a los mineros y a la población para defender los accesos a los centros mineros atacados por las tropas regulares del ejército.
El 21 de julio se anuncia la vigencia del Toque de Queda. Ninguna persona puede salir de sus domicilios a las calles a partir de las 21 horas. Todas las noches, en medio del brutal toque de queda, se escuchan tiroteos sobre todo en las zonas marginales y los barrios populares de La Paz. No puede establecerse con seguridad si se trata de enfrentamientos con grupos de resistentes o simples asesinatos a mansalva de desprevenidos transeúntes.
Se sabe, por los rumores que corren, que miles de prisioneros se encuentran recluidos en el Estadio Olímpico. Se trata de los contraventores al toque de queda. Todos los cuarteles, la Universidad, la sede de la COB y otros edificios públicos son empleados también como cárceles en vista de la enorme cantidad de detenidos. Se dice que el castigo consiste en hacerles pasar la noche en las peores condiciones, someterlos a un interrogatorio, propinarles una fuerte golpiza y después ponerlos en libertad. Es tan grande el odio indiscriminado al pueblo que ni siquiera se establece con exactitud la identidad de los detenidos, ni su filiación política si la tienen, en muchos casos, algunos partidarios acérrimos de la dictadura han sufrido la violencia represiva del régimen que se manifiesta completamente ciega.
Miércoles 23. La resistencia popular parece quebrada y la actividad cotidiana tiende a normalizarse ante el temor y el desconcierto del pueblo. La falta de dirección de la Central Obrera Boliviana, se deja sentir muy grandemente y la desorientación adquiere caracteres de catástrofe. Parece que la única resistencia efectiva se ha concentrado en las minas. Los bloqueos de caminos no han podido ser implementados por la falta de coordinación entre los sindicatos agrarios. El corte de toda comunicación ha rendido sus frutos. El repliegue es total, la derrota parece ser muy profunda.
El jueves 24, aparece en la prensa una entrevista concedida a una publicación chilena por el Gral. García Meza. El dictador asegura que su "democracia inédita" durará 20 años, añadiendo que todos los militares son amigos porque tienen la misma formación y en ese sentido lo siente como un amigo al Presidente chileno Augusto Pinochet con el cual le gustaría charlar alguna vez. Se insiste en los medios clandestinos que la Junta Militar Argentina ha jugado un papel preponderante en la consumación del golpe No. 190 en Bolivia. Algunos presos que han sido puestos en libertad, manifiestan que en los lugares de reclusión están actuando oficiales argentinos que ni siquiera se preocupan de ocultar su acento en momentos de impartir órdenes a los soldados bolivianos. La sospecha tiende a tomar cuerpo cuando se tiene en cuenta que pocas veces el militarismo boliviano ha sido tan efectivo en el aplastamiento de la resistencia popular. El golpe a la COB tiene marca extranjera, la utilización cínica de ambulancias también. Los movimientos coordinados de fuerzas militares y para-militares expresan sentimientos y criterios de fuerzas que no son nacionales aunque las cumplan elementos que nacieron en suelo boliviano. La planificación, por lo menos, está en manos de gente foránea. Se comprueba, una vez más, hasta donde es hipócrita y deshonesta la prédica "nacionalista" que defiende a un ejército que, en los hechos, se pone de lado de extranjeros contra su propio pueblo. Después tendremos oportunidad de mostrar pruebas de esta injerencia abusiva del militarismo argentino.
" LA MASACRE DE CARACOLES.  Fragmentos de la carta de los mineros de Caracoles, 9 de agosto de 1980.
Señor Monseñor Jorge Manrique La Paz. Reverendo Monseñor:
Le hacemos llegar nuestros saludos en estos momentos de dolor y llanto. Hacemos conocer a su persona lo sucedido en este centro minero para que por su intermedio vengan a constatar los hechos de barbarie en esta, la +Cruz Roja Internacional+ o alguna otra organización internacional de Derechos Humanos.
El regimiento MAX TOLEDO de Viacha, una fracción del regimiento TARAPACA y el regimiento CAMACHO de Oruro, atacaron CARACOLES con cañones, morteros, tanques y avionetas de guerra, nuestros maridos se defendieron con piedras, palos y algunas cargas de dinamita. Hasta el lunes en la tarde la mayor parte de los mineros fueron exterminados y los sobrevivientes huyeron a los cerros y otros a las casas de +Villa Cármen+. Las fuerzas del ejército los persiguieron ultimando a los hombres en sus casas, a otros apresaron y los torturaron y a muchos les atravesaron con bayonetas. También a los heridos los degollaron.
A un minero en plena plaza le metieron dinamita en la boca y le hicieron volar en pedazos.
Saquearon las viviendas y cargaron a los +caimanes+ como ser televisores, máquinas, radiotocadiscos, termos, camas, mercaderías de las tiendas, la agencia de Manaco y Zamora, la pulpería etc. etc.
A los niños les azotaron con cables y les hicieron comer pólvora. A los jovencitos les hicieron echar sobre vidrio quebrado obligándonos a nosotros a pasar sobre ellos, luego los soldados marcharon encima de ellos. Los del ejército parecían fieras salvajes porque estaban drogados y no vacilaron en violamos y también a las jovencitas y hasta niñas.
Sacrificaron ovejas, gallinas, cerdos, etc., cargándoles a los caimanes.
El 5 de agosto al amanecer han cargado a los muertos, heridos en tres caimanes rumbo a La Paz. Hasta el día viernes siguieron traendo (sic) a los presos amarrados con alambres. A las mujeres nos prohibieron recoger los muertos para darles cristiana sepultura, diciéndonos:
+no hay orden+ Recién el viernes nos dieron orden para buscar a los muertos, pero solo encontramos sacones, pantalones, chompas, jarros, calzados, etc. empapados en sangre, los muertos habían desaparecido. Algunos fueron hechados (sic) en una fosa detrás del cementerio a los cuales no nos dejaron identificar.
Hay por lo menos 900 desaparecidos no se sabe si están vivos o muertes. Adjuntamos algunos nombres de desaparecidos, heridos, muertos y presos.
Muertos: Olimpia de Sánchez, Francisco Coque, Rufino Apaza, Julio Guezo, Quintín Colque, Ignacio Miranda, Pedro Choque, Rufino Chambi. Tres señoras que murieron con hemorragia a causa de las violaciones.
Heridos:  Martín Urquiole, Alberto Inca, Andrés Villca (12 años) Jorge Choque.
Desaparecidos:           Alejandro Miranda, David Salazar, Agustín Chile (menor de edad), Antonio Inca, Monje Quispe, Pacífico Vargas, Alberto Gonzales, Juan Mamani, Octavio Argolla, Genaro Zonco, José Gutiérrez, Juan Charcas, Felix Flores, Florencio Mamani.
Presos (Fueron vistos en el Estado Mayor).
José Nina, Ponciano Nina, Daniel Marca, Valentín Lobo, Antonio Pérez, Dionicio Laura, Desiderio Mamani, Pedro Mérida, Genaro Chipana, Luis Zegarra, Benancio Pérez. (Despachados en avión rumbo a Puerto Rico, Pando) Ladislao Vargas, Pedro Inca, Primo Limachi, Mario Luna.
Firman : Madres y Esposas desesperadas de Caracoles.." (7).
Es este un breve recuento del golpe Militar No. 200 de la triste Historia de Bolivia

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