martes, 2 de junio de 2020

¡¡CUIDADO CON LA DEVALUACIÓN!!

¡¡CUIDADO CON LA DEVALUACIÓN!!
Luis Alberto Echazú Alvarado
El Banco Central de Bolivia ha hecho conocer que no habrá una modificación del tipo de cambio, contradiciendo una publicación periodística que no hizo sino publicar los acuerdos y compromisos del gobierno con el Fondo Monetario Internacional, en ocasión de la aprobación del crédito de 327 millones de dólares, contradicción que pretendió ser explicada con escaso éxito y por el contrario trayendo a recuerdo similares declaraciones de personeros gubernamentales de dictaduras y gobiernos neoliberales, que a renglón seguido y aprovechando feriados o fines de semana la aprobaban y ponían en ejecución.
No es pues para nada extraño que un préstamo del Fondo Monetario Internacional tenga los condicionamientos que conocemos, vale decir reducción del déficit fiscal, sostenibilidad de la deuda externa y equilibrio en la balanza de pagos. El objetivo, entre otros es lógicamente asegurar recursos para el repago de los préstamos.
Los instrumentos para alcanzar dichas metas son también archiconocidos, los sufrimos durante décadas y con mayor rigor durante los veinte años de neoliberalismo. Reducción del gasto público, especialmente en salud, educación, cultura, servicios básicos, a través de su creciente privatización, junto al de las empresas públicas, la entrega de los recursos naturales y como corolario la devaluación monetaria con la muletilla de hacer más competitivas nuestras exportaciones.
Finalmente conocemos también por experiencia propia sus consecuencias económicas y sociales, despidos masivos, precarización del empleo y libre contratación, concentración de la riqueza y su correlato, el crecimiento de la pobreza y  la pobreza extrema, recesión económica, retorno del analfabetismo, abandono escolar, crecimiento de la población sin acceso a la seguridad social de corto y largo plazo.
Todo esto lo vivimos después de 1985 y aún antes, durante el gobierno de la UDP con la desdolarización.
Pero, cuidado, en la situación actual, la reedición de estas políticas ocasionaría una hecatombe social sin precedentes junto a reacciones sociales de insospechadas magnitudes.
Efectivamente, hoy en día y a pesar de seis meses de desgobierno fascista y después de 14 años de políticas sociales, la redistribución de la riqueza y el crecimiento económico sostenido, tenemos al menos tres millones de familias que tienen entre dos y tres cuentas bancarias, así tengan éstas modestos montos, todas en moneda boliviana, producto de la bolivianización de la economía. Una devaluación del peso boliviano frente al dólar representaría una disminución del valor de cada una de estas humildes cuentas, proporcional a la tasa de devaluación. El impacto llegaría a la mayoría de la población, constituyéndose en una verdadera expropiación.
Pero esta no sería la única afectación a la economía popular, ya que le sigue el inmediato incremento de precios, es decir la temida inflación que ya habíamos olvidado durante casi década y media. Inflación acompañada de estancamiento o aún peor de recesión o lo que llaman los economistas como estanflación o inflación con recesión económica. Inflación con desocupación y empleo precario, como resultado hambre y miseria.
Pero aquí no terminan estos devastadores efectos de una devaluación o como ahora pretenden confundir al pueblo hablando de una modificación del tipo de cambio.
La devaluación monetaria licúa o mejor gasifica los depósitos que tienen los trabajadores para su jubilación en las administradoras de los fondos de pensiones, que están en pesos bolivianos. Ya sufrimos esto durante el gobierno de la UDP en la tristemente recordada “desdolarización” que esfumó los fondos complementarios y los del sistema de reparto de los trabajadores. El resultado fue la disminución de las rentas de vejez.
Pues bien, si las rentas de vejez del antiguo sistema de reparto todavía vigente para cerca de 100.000 jubilados, son muy bajas, se transforman en razonables o al menos no tan bajas si las comparamos con las actuales rentas de vejez del malhadado sistema de capitalización individual que administran empresas privadas extranjeras y obra criminal del nefasto primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Las rentas de este sistema inhumano e insolidario son en promedio un 30 a 35% menores que las del sistema de reparto. Una devaluación monetaria disminuiría aún más estas miserables rentas. Sería una segunda expropiación masiva de recursos de los más pobres.
Por todo lo dicho, nuestra advertencia no es ningún descubrimiento ni elucubración académica, es por el contrario una lacerante y cercana posibilidad. Por todo lo dicho es preciso concluir que el gobierno que se atreva a imponerla, o no sabe a lo que se enfrenta, o sabiéndolo se prepara para una sangrienta y generalizada represión al pueblo.
Desde luego que esta medida tiene claros beneficiarios. Estos sectores – exportadores agroindustriales, mineros y grandes deudores del fisco – ya plantearon en reiteradas ocasiones al gobierno de Evo Morales, corregir el rezago cambiario, otro eufemismo para no mencionar la palabra devaluación, recibiendo un airado rechazo, por ser parte de la visión neoliberal de privilegiar el sector externo, en detrimento del mercado interno.
No vaya a ser que este gobierno transitorio, a pesar de su transitoriedad, ilegalidad e ilegitimidad, y ratificando su apego a los intereses de las clases dominantes y adineradas proceda a su aplicación en este brevísimo tiempo que le queda.
Pero cuidado, la devaluación monetaria puede ser no solo el réquiem de su gobierno fascista y transitorio sino el de todo el espectro político de la derecha neoliberal.

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