14-10-13
Debates.
REVOLUCION Y DEMOCRACIA
(II)
En el plano teórico tanto “revolución” cuanto “democracia”
son dos categorías de la ciencia política que deben ser conceptualizadas antes
de utilizarlas apresurada y descuidadamente como lo hacen muy alegremente los
“analistas”, “asesores” y “consultores” neoliberales de todas las latitudes que
se llenan la boca sobre todo con la palabra “DEMOCRACIA” y su militancia en las
filas supuestamente “democráticas”.
Desde el punto de vista histórico-materialista, la revolución es un fenómeno social que se
produce una y otra vez en todas las formaciones sociales que, divididas en
clases sociales antagónicas, llega a determinadas etapas en las cuales es
imposible seguir conciliando esos intereses contradictorios.
La Gran
Revolución Francesa de julio de 1789,
y la revolución industrial inglesa, constituyen juntas el inicio de la época
democrático-liberal que inicia la constitución de las burguesías industriales y
comerciales como conductoras de los procesos sociales. La revolución francesa que
tuvo a sus pensadores máximos como Voltaire,
Montesquieu y Rouseau, y operadores políticos heroicos como Maximiliano Robespierre, Marat, Dantón y Babeuf; sacó de la noche
absolutista y monárquica a la Europa medieval poniéndola en los tiempos
modernos. Sin esa revolución de carácter universal y que originó una cadena de
revoluciones en los otros países europeos, no se hubiera logrado derrocar a las
monarquías medievales que extendían sus dominios en los otros continentes a
través del colonialismo.
La Gran
Revolución Socialista de Octubre de 1917 en la Rusia zarista con sus grandes conductores como Lenin y Stalin, constituye el inicio de
una larga etapa de transición de superación del capitalismo y su etapa terminal
del imperialismo. Esa revolución sacó de las tinieblas oscuras de la esclavitud
y la servidumbre a cientos de pueblos de la Europa oriental y el Asia central,
constituyendo una esperanza para todos los pueblos del planeta para conseguir
un mundo mejor.
La Gran
Revolución China de octubre 1949, con sus conductor inmortal Mao Tse-tung, destruyó las viejas y caducas dinastías retrógradas de
los señores de la guerra, latifundistas y terratenientes que oprimían a
millones de campesinos chinos que morían de hambre por la servidumbre más
abyecta.
La
Revolución Cubana de enero de 1959, conducida por
los líderes latinoamericanos Fidel Castro y Ernesto Che Guevara,
sacó de la semicolonialidad a Cuba
respecto al imperialismo yanqui.
La Revolución Mexicana
de Emiliano Zapata y Pancho Villa, sacó de la servidumbre infamante a millones de campesinos
aztecas y mayas de ese Estado latinoamericano.
La gran
Revolución Vietnamita acabó con el brutal colonialismo francés y luego
norteamericano y jefaturizada por el eminente patriota comunista Ho Chi Ming, hizo de una colonia un
orgulloso estado socialista
La
Revolución Nicaragüense hizo de Nicaragua una patria libre por las luchas
revolucionarias del inolvidable César
Augusto Sandino, y sus seguidores Fonseca Amador y Daniel Ortega, contra el neo-colonialismo norteamericano cuando
Nicaragua era un prostíbulo yanqui.
En el caso boliviano, la Gran Revolución
del 9 de abril de 1952, constituye
el inicio de una etapa muy importante en la liberación de los campesinos
bolivianos que luchaban por la tierra y por los derechos ciudadanos, así como
por mejores condiciones de vida destruyendo el latifundismo, el pongueaje y la
oligarquía minera. Sin esa gran insurrección popular armada que lamentablemente
sería vilmente traicionada por el MNR, no hubiéramos salido del más atrasado de
los pre-capitalismos que hoy trabajosamente tratamos de superar.
En Bolivia, también sin la Gran Insurección
desarmada de octubre de 2003, que tenía
carácter revolucionario, seguiríamos en manos del “gonismo” neoliberal infame,
del mirismo narcotraficante corrupto, del adenismo fascista miserable, y de
todas esas hierbas venenosas que hicieron tanto y tantísimo daño a nuestro
país.
En ningún país, en ninguna época, un proceso verdaderamente
democrático se ha iniciado con una elección en el capitalismo que es el “campeón”
de las elecciones, todas fraudulentas como “símbolo” de una democracia falsa. Únicamente
a través del levantamiento revolucionario de los pueblos se ha conseguido que
la voz de los “condenados de la tierra”
(Fanon) se haga sentir y se imponga
políticamente.
La democracia no puede ser concebida como una meta consolidada,
como un objetivo logrado cuando se ha conseguido que un pueblo acuda a una
elección parlamentaria o presidencialista. La
democracia es un proceso ininterrumpido, largo, lento, paulatino, con vueltas y
revueltas, con avances y retrocesos, con victorias y derrotas, por ello mismo
en lugar de hablar alegremente de democracias establecidas allí donde ya no
imperan los regímenes militaristas, golpistas y fascistas, debemos hablar de procesos de democratización, los mismos
que lograrán un objetivo más o menos consolidado solamente cuando sea derrocado
el capitalismo que, por esencia, es el sistema social que hace imposible la
verdadera democracia.
La democracia no es pues, ni mucho menos el
electoralismo fraudulento, la democracia
verdadera, la democracia
auténtica se logra a través de la revolución,
la misma que efectivamente puede tener muchos y diversos caminos todos
conducentes al derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo.
Los escribas de la derecha y del fascismo pretenden
contraponer, teóricamente, el concepto de la democracia con el concepto de la
revolución. Es esa una verdadera falacia, pues entre estos dos conceptos hay un
parentesco muy próximo, pues sin
revolución no hay democracia y sin democracia no hay revolución. Estos
intelectuales institucionalizados contraponen igualmente la revolución como
hecho histórico con una elección parlamentaria también como hecho histórico. En
realidad, en cierto sentido tienen razón, pues su “democracia” se encuentra en absoluta contradicción con la revolución.
“Su” democracia, ciertamente tiene como oponente a la revolución porque es precisamente la revolución la que derrotará la “democracia” burguesa fraudulenta,
corrupta, neoliberal y decadente.
La Revolución,
en consecuencia, es el hecho democrático más caracterizado e importante de las
luchas sociales en estos momentos históricos.
La Revolución por lo mismo, es el hecho más profundamente democrático de la vida de los pueblos, y es el único camino que puede llevarnos
definitivamente a la Democracia
verdadera, es decir a la Nueva Democracia.
PC mlm
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