viernes, 15 de noviembre de 2013

REVOLUCION Y DEMOCRACIA


 14-10-13
Debates.

REVOLUCION Y DEMOCRACIA
(II)

En el plano teórico tanto “revolución” cuanto “democracia” son dos categorías de la ciencia política que deben ser conceptualizadas antes de utilizarlas apresurada y descuidadamente como lo hacen muy alegremente los “analistas”, “asesores” y “consultores” neoliberales de todas las latitudes que se llenan la boca sobre todo con la palabra “DEMOCRACIA” y su militancia en las filas supuestamente “democráticas”.

Desde el punto de vista histórico-materialista, la revolución es un fenómeno social que se produce una y otra vez en todas las formaciones sociales que, divididas en clases sociales antagónicas, llega a determinadas etapas en las cuales es imposible seguir conciliando esos intereses contradictorios.

La Gran Revolución Francesa de julio de 1789, y la revolución industrial inglesa, constituyen juntas el inicio de la época democrático-liberal que inicia la constitución de las burguesías industriales y comerciales como conductoras de los procesos sociales. La revolución francesa que tuvo a sus pensadores máximos como Voltaire, Montesquieu y Rouseau, y operadores políticos heroicos como Maximiliano Robespierre, Marat,  Dantón y Babeuf; sacó de la noche absolutista y monárquica a la Europa medieval poniéndola en los tiempos modernos. Sin esa revolución de carácter universal y que originó una cadena de revoluciones en los otros países europeos, no se hubiera logrado derrocar a las monarquías medievales que extendían sus dominios en los otros continentes a través del colonialismo.

La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 en la Rusia zarista con sus grandes conductores como Lenin y Stalin, constituye el inicio de una larga etapa de transición de superación del capitalismo y su etapa terminal del imperialismo. Esa revolución sacó de las tinieblas oscuras de la esclavitud y la servidumbre a cientos de pueblos de la Europa oriental y el Asia central, constituyendo una esperanza para todos los pueblos del planeta para conseguir un mundo mejor.

La Gran Revolución China de octubre 1949, con sus conductor inmortal Mao Tse-tung, destruyó las viejas y caducas dinastías retrógradas de los señores de la guerra, latifundistas y terratenientes que oprimían a millones de campesinos chinos que morían de hambre por la servidumbre más abyecta.

La Revolución Cubana de enero de 1959,  conducida por los  líderes latinoamericanos Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, sacó de la semicolonialidad a Cuba  respecto al imperialismo yanqui.

La Revolución Mexicana de Emiliano Zapata y Pancho Villa, sacó de la servidumbre infamante a millones de campesinos aztecas y mayas de ese Estado latinoamericano.

La gran Revolución Vietnamita acabó con el brutal colonialismo francés y luego norteamericano y jefaturizada por el eminente patriota comunista Ho Chi Ming, hizo de una colonia un orgulloso estado socialista

La Revolución Nicaragüense hizo de Nicaragua una patria libre por las luchas revolucionarias del inolvidable César Augusto Sandino, y sus seguidores  Fonseca Amador y Daniel Ortega, contra el neo-colonialismo norteamericano cuando Nicaragua era un prostíbulo yanqui.

En el caso boliviano, la Gran Revolución del 9 de abril de 1952, constituye el inicio de una etapa muy importante en la liberación de los campesinos bolivianos que luchaban por la tierra y por los derechos ciudadanos, así como por mejores condiciones de vida destruyendo el latifundismo, el pongueaje y la oligarquía minera. Sin esa gran insurrección popular armada que lamentablemente sería vilmente traicionada por el MNR, no hubiéramos salido del más atrasado de los pre-capitalismos que hoy trabajosamente tratamos de superar.

En Bolivia, también sin la Gran Insurección desarmada de octubre de 2003,  que tenía carácter revolucionario, seguiríamos en manos del “gonismo” neoliberal infame, del mirismo narcotraficante corrupto, del adenismo fascista miserable, y de todas esas hierbas venenosas que hicieron tanto y tantísimo daño a nuestro país.

En ningún país, en ninguna época, un proceso verdaderamente democrático se ha iniciado con una elección en el capitalismo que es el “campeón” de las elecciones, todas fraudulentas como “símbolo” de una democracia falsa. Únicamente a través del levantamiento revolucionario de los pueblos se ha conseguido que la voz de los “condenados de la tierra” (Fanon)  se haga sentir y se imponga políticamente.

La democracia no puede ser concebida como una meta consolidada, como un objetivo logrado cuando se ha conseguido que un pueblo acuda a una elección parlamentaria o presidencialista. La democracia es un proceso ininterrumpido, largo, lento, paulatino, con vueltas y revueltas, con avances y retrocesos, con victorias y derrotas, por ello mismo en lugar de hablar alegremente de democracias establecidas allí donde ya no imperan los regímenes militaristas, golpistas y fascistas, debemos hablar de procesos de democratización, los mismos que lograrán un objetivo más o menos consolidado solamente cuando sea derrocado el capitalismo que, por esencia, es el sistema social que hace imposible la verdadera democracia.

La democracia no es pues, ni mucho menos el electoralismo fraudulento, la democracia verdadera, la democracia auténtica se logra a través de la revolución, la misma que efectivamente puede tener muchos y diversos caminos todos conducentes al derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo.

Los escribas de la derecha y del fascismo pretenden contraponer, teóricamente, el concepto de la democracia con el concepto de la revolución. Es esa una verdadera falacia, pues entre estos dos conceptos hay un parentesco muy próximo, pues  sin revolución no hay democracia y sin democracia no hay revolución. Estos intelectuales institucionalizados contraponen igualmente la revolución como hecho histórico con una elección parlamentaria también como hecho histórico. En realidad, en cierto sentido tienen razón, pues su “democracia” se encuentra en absoluta contradicción  con la revolución. “Su” democracia, ciertamente tiene como oponente a la revolución porque es precisamente la revolución la que derrotará la “democracia” burguesa fraudulenta, corrupta, neoliberal y decadente.

La Revolución, en consecuencia, es el hecho democrático más caracterizado e importante de las luchas sociales en estos momentos históricos.

La Revolución por lo mismo, es el  hecho más profundamente democrático de la vida de los pueblos, y  es el único camino que puede llevarnos definitivamente a la Democracia verdadera, es decir a la Nueva Democracia.


PC mlm




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