01-11-13
01-11-79
LA SEMANA SANGRIENTA
La esperada reunión
de la Organización de los Estados Americanos en La Paz (OEA), pretendió ser
utilizada para aplacar los ánimos y alejar por lo menos momentáneamente, el
peligro del golpe. El 22 de octubre inicia sus deliberaciones la Novena
Asamblea General y en ella la diplomacia boliviana logra una sensacional
victoria con el apoyo pleno que brinda la OEA a la causa marítima de Bolivia,
así como el respaldo y la solidaridad que se otorga al proceso democrático
recientemente conquistado.
Nadie podía pensar
que, precisamente en esos momentos, se pudiera repetir el crimen-institución
del golpe militar de Estado. Nadie podía concebir que, cuando la ciudadanía
festejaba honesta y entusiastamente el acontecimiento, se precipitaría una
nueva y abusiva intervención del militarismo en la escena política. Sin
embargo, fue así, el 1º. de noviembre a las primeras horas de la mañana, quince
tanques Sherman y cuarenta tanquetas obsoletas para una guerra internacional,
destrozando la carísima autopista La Paz-El Alto, convergían hacia el Palacio
Quemado consumando el 189avo golpe militar de Estado de la atormentada vida
republicana boliviana.
El pueblo no salía
de su asombro y un tanto burlonamente observaba el desplazamiento de los
tanques que todavía no habían abierto fuego y trataban de someter a la
población con un alarde de potencia y un despliegue de fuerzas listas al
combate. La maniobra fracasó totalmente y los tanques eran rodeados por niños
curiosos que introducían sus manitas en los resquicios de las máquinas de
hierro. Nadie temía ni a los tanques ni a sus arrogantes conductores.
Pasaban las horas y
se hacía evidente que el militarismo no estaba jugando a la guerra. Se ocupó
militarmente el Palacio de Gobierno y se emplazó una veintena de tanques que
apuntaban sus cañones al recinto parlamentario Por la radioemisora estatal "Illimani" se escuchó, por fin, la
voz de los golpistas.
El nuevo régimen
golpista, rechazado unánimemente por el pueblo y sus organizaciones
representativas, intentaba vanamente aparecer ante la opinión pública como un
régimen de "izquierda nacional" dictando apresuradamente decreto tras
decreto de halago a las organizaciones sindicales, de respeto al parlamento y a
la Universidad Autónoma.
«Alguien ha
definido el golpe del l° de noviembre
como el "monstruo de dos cabezas". En efecto, el golpe (algo original
en su género) fue cívico-militar, con el Dr. Guillermo Bedregal como
turiferario mayor de los hombres de levita. Pero este "dualismo" no
se da solamente en la cabeza, se da también en el
componente ideológico y hasta en el vocabulario que se emplea. Dos líneas
ideológicas contradictorias pretenden explicar el golpe por razones opuestas
totalmente. En las actuaciones del coronel Natusch y de otros militares
golpistas se nota la presencia de ideas banzeristas marcadas por una línea
cerradamente anti-comunista, traumatizada con los fantasmas del
"foquismo", del "extremismo internacional" y de la
"guerrilla urbana". Generalmente no hacen más que repetir los
"slogans" de los tiempos de Bánzer....
La otra
tendencia ideológica es "bedregalista" ya que Bedregal aporta, no
solamente las ideas, sino aun las expresiones mismas.
Un lenguaje
decimonónico, de corte vetusto y rebuscado, que trata de esconder con un
verbalismo de avanzada actitudes y objetivos profundamente reaccionarios.
Fraseología hueca y pseudojurídica, propia de "tinterillos".....» (1)
Pàg. 6.
La anterior cita
extraída de la publicación de la Asamblea de Derechos Humanos, retrata
exactamente el contenido de los discursos de las primeras horas del golpe.
Magistralmente pone al desnudo la demagogia bedregalista que no confundió al
pueblo, pero sí, a muchas organizaciones de la llamada izquierda nacional.
Alberto Natusch Busch es el
nuevo inquilino indeseable del Palacio Quemado y representa al sector más
reaccionario de las Fuerzas Armadas de la Seguridad Nacional. Ex-ministro de Asuntos Campesinos de Bánzer,
está seriamente comprometido en la masacre de Tolata y además, ha sido
repetidamente acusado de organizar conatos subversivos contra el gobierno
constitucional de Guevara. Como de costumbre, Natusch, siguiendo con brillo la
tradición más cara al militarismo, niega categóricamente las sindicaciones.
Días después, para demostrar su inocencia, asesta el 189avo golpe militar de la
historia nacional.
La primera
respuesta al golpe es el Paro General y Nacional decretado por la Central
Obrera Boliviana que paraliza por completo el país íntegro durante 24 horas.
Cumplidas las mismas, el paro se prolonga por otras 24 horas y así
sucesivamente. Los golpistas nerviosamente patrullan las ciudades mostrando
cada vez más agresivamente su armamento mortífero, pero, al mismo tiempo,
balbucean, por intermedio de Bedregal, una monserga populista de baja calidad.
El golpe militar
había cumplido su tercer día y la resistencia nacional crecía como reguero de
pólvora. Las barricadas levantadas acá y allá por el pueblo, obstaculizaban
totalmente el tránsito no obstante su precariedad.
«El sábado 3 el
gobierno de Natusch pierde la paciencia y lanza una serie de decretos
represivos y sus primeras arremetidas contra la Central Obrera Boliviana. Los
aviones de combate realizaban sus primeros vuelos rasantes para amedrentar a la
población, pero grandes grupos de personas siguen impávidos desafiando las
balas...
Ya desde la
mañana del jueves en la Plaza San Francisco y en la Plaza Pérez Velasco la gente insultaba a los soldados con los gritos de "a las
fronteras", "asesinos". Sonaron las primeras descargas de
ametralladoras. La gente se tiraba al suelo cuando sonaban las descargas pero
de nuevo se levantaban para seguir gritando. Los más jóvenes buscaban piedras y
palos para lanzarlos sobre los tanques. Los tanques livianos comenzaban a
desplazarse lentamente tratando de acercarse a los manifestantes y de
intimidarlos pero los jóvenes desafiaban audazmente a las máquinas de guerra.
Las ráfagas de
las ametralladoras se hicieron más frecuentes apareciendo los primeros muertos
y heridos sobre la calle. La indignación de la gente subía de grado y a pecho
descubierto enfrentaban a los tanques Sherman. El repudio, el insulto y las
piedras arreciaban, en la medida en que sonaban más frecuentes las d.escargas.....»
(2) Pàg. 8.
Eran más o menos
las 22 horas del sábado 3 de noviembre. Unos minutos antes, un traquetear de
orugas anunciaba la bajada de los mecanizados desde su base de El Alto ante el
anuncio de la disposición de Natusch de hacer entrega del mando de la Nación al
parlamento. Por lo menos esos eran los rumores. Se decía que algunas unidades
militares habían expresado su oposición a tal determinación y se preveía un
encuentro entre las fracciones contrapuestas. Nada de eso ocurrió confirmándose
aquel dicho popular: "entre hienas no se muerden".
La ciudad abierta y
silenciosa esperaba atentamente el desarrollo de los acontecimientos. De las
zonas altas de la ciudad donde se habían retirado algunos grupos pretendiendo
organizar cierto tipo de resistencia, se escuchaban ruidos sordos y
persistentes desde la zona céntrica de la ciudad. De pronto, al tratar de
indagarse el origen de los ruidos, se pudo advertir que, como en un sueño o en
un cuento, verdaderos hormigueros se habían decidido a construir barricadas
para detener a los tanques. Jóvenes de ambos sexos niños, ancianos, como en una
verdadera comuna popular habían ocupado las principales arterias céntricas y
levantaban diligentemente reparos con todos los elementos de que podían
disponer; piedras, palos cables, adoquines, etc. La avenida Santa Cruz
completamente iluminada, presentaba un aspecto impresionante y conmovedor,
parecía que la gente deseaba contener los blindados con sus manos. Al pasar los
transeúntes eran invitados cordial pero enérgicamente a sumarse a la actividad,
la mayor parte de ellos accedía y tímidamente comenzaba a mover una piedra o
sostener un palo. Las barricadas eran muy débiles para frenar la marcha de
cualquier motorizado, pero qué enorme fortaleza humana estaba presente en el
trabajo, qué inmensa y sublime era la disposición de los bolivianos para parar
la agresión. Las actitudes y los rostros mostraban una determinación que muy
pronto tendrían oportunidad de comprobar los militares golpistas.
Desde muy lejos,
cerca de las 24 horas, se podía escuchar nítidamente la continuación de los
trabajos en toda la zona central de la ciudad. Más tarde, al amanecer del
domingo 4, el avance de los tanques con sus cañones y ametralladoras enfilados
contra las barricadas y sus defensores desarmados, se abría paso a sangre y
fuego. Decenas de muertos y heridos serían recogidos en la mañana del domingo
como saldo de la singular batalla ganada por el ejército de la "Seguridad
Nacional".
Era el comienzo de
la guerra de las barricadas...
La siguiente es la
versión del informe de Derechos Humanos que venimos comentando en tomo a los
acontecimientos de la noche del 3 y la mañana del 4.
«Al anochecer
del sábado llegan nuevos refuerzos bélicos. Alrededor de la COB, se congregan
grupos de obreros y de estudiantes tratando de levantar barricadas para
defenderla. Las descargas suenan cada vez más frecuentes y cercanas. En la
avenida 16 de julio, en las inmediaciones de la COB, mueren varios jóvenes
empuñando en sus frías manos piedras y palos. Aparecen ambulancias y camiones
del ejército recogiendo a los heridos y a los muertos para llevarlos en
dirección desconocida. Muchos de los cadáveres
(más de 100) no aparecerán jamás. Se habla de fosas comunes desconocidas, se
habla de aviones militares que los trasladaron hasta la selva para que allí
sean devorados por las fieras. En realidad no lo sabemos. Habrá que esperar que
algún testigo presencial, movido por los remordimientos de conciencia, confiese
la verdad.» (3) Pág. 8.
Armados con piedras
y palos los combatientes populares ocupan todas las arterias de la ciudad. Las
barricadas se construyen con todos los medios disponibles y es firme la
resolución de provocar la caída de Natusch que desde el l° de noviembre no ha
abandonado ni por un instante el Palacio Quemado convirtiéndolo en una
verdadera pocilga como acantonamiento de tropa.
Las órdenes
impartidas por los golpistas civiles y militares es terminante: hay que limpiar
la ciudad de "extremistas" y "francotiradores". En realidad
no existen francotiradores, la población insurreccionada responde con sus manos
desnudas la agresión del fascismo militar y sus "armas" principales
son el insulto, la pedrada y el puño cerrado en alto.
Lentamente los
tanques y tanquetas enfilan su marcha hacia las zonas populares donde la
resistencia se ha tornado incluso más obstinada. Ante la arremetida de los
blindados ceden las frágiles barricadas, pero inmediatamente se construyen
nuevas aunque el costo en vidas es elevado.
En la zona de El
Alto se resiste sin vacilación. Un tanque que sube por la autopista apunta su
cañón contra un grupo de barricadistas y dispara a sangre fría. Decenas de
cuerpos sin vida de muchachos quedan tendidos en la tierra árida de la
planicie. El blindado huye rechazado solamente por los insultos y las piedras
que lanzan los pobladores.
Aviones de la
Fuerza Aérea boliviana y algunos helicópteros artillados siembran la confusión
y la muerte con sus vuelos rasantes sobre la multitud que lejos de
atemorizarse, redobla su decisión de lucha. Un helicóptero fletado por el ejército
de la compañía americana "Grover" que construye un camino en el norte
de La Paz, se convierte en el peor asesino de las jornadas sangrientas y era
comandado por los capitanes Jofre y Palenque, ensañándose con la población de
los barrios marginales de la ciudad. Cualquier grupo de personas, así sean
éstas simples curiosas resultaba blanco perfecto para la unidad aérea
mercenaria. Con un odio indescriptible observaba el pueblo de La Paz las
circunvoluciones del helicóptero maldito.
Los tanques tienen
ante sí literalmente todo un pueblo y además completamente desarmado, pero que
no cede ni un milímetro y responde incluso con gestos e insultos las salvas
criminales que lanzan las máquinas de fuego.
«La lucha contra las unidades blindadas del ejército se intensifica y
desde el centro de la ciudad los enfrentamientos se desplazan hasta los barrios
marginales. No se puede hablar propiamente de combates, ni de lucha fratricida.
El pueblo no tiene armas y quiere expresar su repudio al golpe con lo único que
tiene: piedras, palos, gritos, ...... Las tropas disparan sobre todo contra los
que levantan barricadas. Varios jóvenes mueren sobre las rústicas paredes de
adoquines que acaban de levantar contra la omnipotencia de los tanques...» (4), Pág.13.
La estrategia
popular de levantar barricadas fue totalmente espontánea. Surgió como una
necesidad imperiosa de las masas de expresar activamente su disposición de
lucha, su repudio, su profundo odio a los opresores. Por ello mismo, los
verdaderos revolucionarios consideraron su deber seguir y acatar las
determinaciones de las masas y se dedicaron inmediatamente a la construcción de
parapetos de piedras.
Empero la
resistencia continúa no obstante los enormes sacrificios que debe soportar la
población con la falta de alimentos y otros elementos necesarios para el diario
vivir...
«Un sentimiento
de angustia se va apoderando de la población. La confusión, el desconcierto y
la inquietud se generalizan. A ello se añade la carencia de víveres. Los
mercados están cerrados y la población tiene que arrostrar graves peligros si
intenta salir de la casa. Muchas personas mueren por tratar de surtirse de
algún alimento. (Extractos de los comentarios de Radio Chuquisaca, Raúl
Gonzáles)....» (5) Pág. 13.
En realidad las
barricadas a partir del domingo en la mañana, han paralizado por completo la
ciudad. La huelga general se prolonga el lunes, por otras 48 horas y se diluyen
las esperanzas del gobierno golpista de ganar la batalla por hambre y por
cansancio.
La Paz en noviembre
de 1979, es un verdadero polvorín social y la conciencia sobre la necesidad de
cambios profundos, ha alcanzado verdaderamente niveles francamente
revolucionarios. El cinturón rojo de poblaciones marginales es un verdadero
anillo de hierro que rodea la ciudad que aparece como un símbolo del pasado de
ignominia vivido por el pueblo....
El lunes 5, el
martes 6 y el miércoles 7, son días de una verdadera guerra social. Los
inéditos enfrentamientos han deteriorado por completo los planes de los
golpistas que ahora no saben cómo salir del aprieto. Natusch desesperado y con
voz aguardentosa anuncia su capitulación: entregará el poder al Congreso
Nacional proponiendo, al mismo tiempo, la constitución de un triunvirato con su
participación en el mismo. Levanta la "ley marcial" y el" toque
de queda", dictados el primer día del golpe.
«El miércoles 7
amaina el tiroteo. La COB, en un movimiento táctico muy oportuno, suspende
temporalmente el paro. Era urgente dar un descanso, permitir que los obreros se
reunieran en sus fábricas, dar oportunidad para que se abrieran los mercados y
la gente pudiera abastecerse. Psicológicamente la tregua era necesaria para
poder determinar nuevas formas de lucha. Algunos sindicatos, sobre todo los
mineros, no lo comprendieron así y pensaron que era claudicación. Los
dirigentes tuvieron que esforzarse para hacerles comprender que la lucha
continuaba y que lo único que habla que cambiar era la forma de desarrollarla….» (6) Pág.13.
Finalmente, el día
16 de noviembre, después de desesperados esfuerzos por salvar por lo menos la
imagen, el golpista de noviembre renuncia dejando en manos del Congreso la
elección del Presidente de la República. Han terminado las dos semanas de
noviembre y la ciudad de La Paz así como la Nación toda parecen despertar de
una horrible pesadilla.
Se comienza a
restañar las heridas. El saldo de la
aventura vandálica es trágico. Cálculos muy moderados señalan unos 500 muertos
y miles de heridos. El informe de la Asamblea de Derechos Humanos ha
contabilizado 216 muertos identificados, de los cuales solamente 76 han
recibido legal sepultura, el resto ha
desaparecido misteriosamente.
«Para que el
coronel se diera el gusto de gobernar 15 días el país como si fuera su
hacienda, hubo que pagar el terrible precio de más de 500 víctimas. Además, ha
ensuciado de sangre el nombre de la institución armada (que no estaba muy
limpia. n.n.), ha hecho que el país regrese a los tiempos de los
"caudillos bárbaros", que se
hunda Bolivia en una crisis económica de características desesperantes, que la
democracia sea pisoteada..... Estos quince días han sido demasiado caros para
la Patria. Dios quiera que este coronel
sea el último asaltante del poder....» (7)Pág.
14.
Está fuera de duda
que el ejército, durante las dos semanas teñidas de sangre, se dedicó
meticulosamente a ocultar muertos en la forma más macabra. Vuelos misteriosos
de aviones militares sobre el Lago Titicaca y sobre la zona yungueña. Trabajos
rígidamente secretos en el cementerio general a cargo de soldados y oficiales,
presumiblemente en fosas comunes o crematorios comunes, etc. Inútil tarea la
emprendida por el militarismo para ocultar uno más de sus horribles crímenes.
La gente desaparecida esos días fue asesinada por los golpistas y eso lo sabe
perfectamente el pueblo.
«El
dictador-psicópata se ha ido para siempre. Su aventura terminó pero el pueblo
masacrado sigue muerto: las viudas son viudas, y los huérfanos serán huérfanos
para siempre...» (8) Pág. 14.
El golpe de "Todos
los Santos" tuvo episodios de toda índole. Por una parte, heroicos,
sacrificados y ejemplares, siempre a cargo del pueblo, de las masas populares.
Por ejemplo: los personeros de las
diversas delegaciones latinoamericanas asistentes a la Novena Asamblea General
de la OEA, como sabemos, habían quedado atrapados en la ciudad de La Paz como
consecuencia de la huelga general que se desató a raíz del golpe asestado por
el militarismo cuando no habían terminado sus deliberaciones. En uno de los
momentos en que cesó temporalmente la lucha y cuando se reiniciaron los vuelos
internacionales casi con el único objeto de evacuar a las delegaciones, los
diplomáticos extranjeros tuvieron la oportunidad de divisar y después relatar
un cuadro patético por su "fortaleza" y su debilidad. Un hombre,
presuntamente un trabajador fabril, forcejeaba duramente con dos mujeres del
pueblo que trataban de impedirle que ataque a un blindado con la única arma a
disposición: su puño cerrado en alto.
Desde la
escalerilla que da acceso al avión, los representantes latinoamericanos
comprendieron sin esfuerzos que el pueblo boliviano, con valor semejante, no
estará jamás derrotado.
Por otra parte, a
cargo de los golpistas militares se constata con toda su crudeza un hecho
infame e inmoral, un robo a mano armada a los depósitos de reservas monetarias
del Banco Central. En efecto, el día 6 de noviembre, según el relato de la
Asamblea de Derechos Humanos:
«Un jeep del
ejército se acercó a las puertas del Banco Central y de sus bóvedas se
retiraron ilegalmente 69.208.650 pesos bolivianos (unos 3 millones y medio de
dólares, aproximadamente)
Estos fondos se
extrajeron de nuestras exhaustas reservas internacionales cuando todos los
Bancos (también el Banco Central) estaban cerrados por encontrarse todo su
personal en huelga general. Los Bancos recién iniciaron sus actividades el día
8 de noviembre. Estos fondos en efectivo fueron llevados directamente una parte
a la Presidencia de la República, otra al Ministerio del Interior y un tercer
lote al ministerio de Defensa. La oficialidad implicada en el golpe recibió una
prima promedio de $b. 50 mil (2 500 dólares) en recompensa por el genocidio
realizado. (El informe toma la información de Ultima Hora, 24 de nov.79…» "(9) Pág. 93.
Tenemos pues
derecho pleno a afirmar que los bolivianos son un pueblo heroico y valiente
como el que más, mientras sus clases dominantes son las más despreciables
dentro de las peores.
Notas.
Todas las notas
corresponden a la publicación: “La Masacre de Todos los Santos”. Asamblea
Permanente de los Derechos Humanos. La Paz-Bolivia Enero de 1980. Citas del 1 al 9.
PCmlm
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