17-07-19.
N. No. 553.
EL GOLPE MILITAR DE LA COCAÍNA
A 39 años del golpe militar fascista de la cocaína, hacemos una
relación de los funestos momentos del crimen
Jueves 17 de julio de
1980. Ha comenzado la sublevación militar en Trinidad, capital del departamento
del Beni, con la proclama del jefe local de la guarnición Francisco Monroy,
quién desconoce la autoridad del gobierno constitucional interino de Lidia
Gueiler Tejada.
Grupos paramilitares que
se desplazan en ambulancias para engañar y paralogizar a la opinión pública,
atacan violentamente la sede de la Central Obrera Boliviana y el Palacio de
Gobierno donde se lleva a cabo una reunión del gabinete de la Presidenta
Gueiler.
El asalto relámpago a la
COB tiene resultados sangrientos y a falta de una información oficial, se
esparcen toda clase de rumores que tienen como base los testimonios de la gente
común que ha podido observar desde las cercanías el despliegue de los
paramilitares, su ocupación del edificio y finalmente la captura de un número no
determinado de dirigentes políticos y sindicales que celebraban una reunión de
emergencia en el local. Se dice que han sido asesinados Juan Lechín, Marcelo
Quiroga Santa Cruz y otros dirigentes cuando trataban de defenderse o
simplemente eludir el apresamiento.
Otro grupo paramilitar
ataca el Palacio de Gobierno y lo ocupa sin resistencia deteniendo a algunos
ministros. Lidia Gueiler tiene la oportunidad de escapar y asilarse en la
Nunciatura Apostólica.
Los rumores generales
hacen saber que una enorme cantidad de presos están siendo trasladados al gran
Cuartel de Miraflores donde oficiales extranjeros toman a su cargo el
tratamiento de los prisioneros como en una verdadera guerra internacional.
Jefes militares argentinos, sin ocultar su identidad, imparten órdenes que son
ejecutadas inmediatamente por los grupos irregulares que han tomado para sí las
tareas de fuerzas de choque, en tanto que el ejército no hace otra cosa que
respaldar esas acciones.
El ambiente general es de
confusión, desesperación e incertidumbre porque las radioemisoras, en su
totalidad, han sido ocupadas o destruidas. Radio "Fides", por
ejemplo, ha sido asaltada de la manera más brutal. Sus empleados han sido
sacados a golpes de sus instalaciones y llevados con rumbo desconocido. Reina un
completo silencio en la mayor parte de la ciudad de La Paz y nadie se anima a
salir a las calles que son patrulladas por fuerzas militares mientras los
grupos paramilitares siembran el terror invadiendo edificios o simples
viviendas particulares.
Nadie puede saber qué es
lo que ocurre en la tarde de ese fatídico 17 de julio. Una cosa parece
evidente: la toma de la sede de la Central Obrera Boliviana ha descabezado una
posible resistencia popular al golpe. Es imposible coordinar las actividades
tendientes a implementar acciones de protesta. Se hace evidente que la “efectividad”
militar y paramilitar tiene origen extranjero porque ha sido planificada de
antemano teniendo en cuenta las experiencias pasadas, en primer lugar, el
fracaso del golpe de “Todos los Santos”.
Ahora no se permite que las radioemisoras emitan sus propios
comunicados, ahora se ha descabezado de un solo golpe a la COB y se ha cortado
todos sus vínculos con los diferentes sindicatos del país.
El viernes 18 de julio,
se verifica la toma de posesión del mando por parte de los golpistas. Es una
grotesca ceremonia cuartelera, es una sombría confabulación de sargentos.
Rodeado de una oscura soldadesca y unos pocos civiles sin rostro, el soldado
desleal y cobarde de apellido García Meza se hace de la Presidencia de la
República en la más triste transmisión del mando de toda la historia de
Bolivia. El balbuceo castrense es ridículo y triste, tan decepcionante que
Alcides Arguedas y sus páginas más duras, quedan cortos para caracterizar los
lamentables instantes de esta etapa de "nuestra" historia.
Las banderas de "Salvación
Nacional" que levantan los sargentos no alcanzan a movilizar sino a una
pequeña lumpen burguesía que siempre ha estado en las puertas de los cuarteles
esperando cualquier golpe para salir a la luz, pues vive en sombra eterna. El
gabinete del nuevo mandón está encabezado por un tenebroso matón que ya
conocimos en el capítulo del progresismo militar: el Cnl. Luis Arce Gómez. El
resto de los ministros es un anonimato que hiere la conciencia de la Patria.
¡Nadie los conoce!
Nunca antes la reacción
llegó a la sima más escabrosa de la infamia y la vileza. La instalación del
nuevo gobierno es, en resumen, un innoble motín de cabos, de sargentos con
uniformes nuevos de fabricación extranjera como sus actos, pero ya desteñidos
por la vergüenza. La transmisión televisada proviene del Gran Cuartel de
Miraflores donde han sido trasladados los equipos para mayor seguridad. La
técnica es primitiva, una oscuridad aterradora y unas sombras pronunciadas
alargan sus formas otorgando un marco macabro a tan amarga ceremonia.
Después viene la cadena
radial. Si primero se hirió la vista de los ciudadanos con una televisión
desesperante, ahora se trata de malograr los oídos. La mentira más despreciable,
el castellano de cuadra, la voz aguardentosa y destemplada, quieren convencer a
la población de que son sus "salvadores". Ante tamaña ignominia
solamente resta el silencio, un silencio nacional que dura varios días.
Sin embargo, aguzando un
poco el oído, sintonizando un poco los aparatos de radio, la población paceña
tiene la posibilidad de escuchar voces diferentes. Son las radioemisoras
mineras que, haciendo grandes esfuerzos, alcanzan las ciudades con la verdad
límpida de los trabajadores. El valor, la nobleza y el sacrificio del pueblo
contrasta tanto con la deformidad del militarismo que sólo la comparación es ya
un insulto. Las radios de Huanuni, Colquiri, Catavi y otros distritos informan
que los mineros están prestos a defender sus centros contra la ofensiva militar
que ya se ha lanzado para aplastarlos. Se describen dramáticamente hechos que
después serían conocidos con detalle, ahora las transmisiones son de combate,
de desafío, de desprecio y odio profundo al opresor y su vileza. Los comunicados
de los mineros anuncian que la huelga es general y que no volverán al trabajo
mientras García Meza no deje el poder. Se denuncia al fascismo, al militarismo,
a la reacción y al mismo tiempo se dan instrucciones a los mineros y a la
población para defender los accesos a los centros mineros atacados por las
tropas regulares del ejército.
Se rumorean grandes
enfrentamientos en las minas. Se dice que Huanuni resiste y que en Caracoles se
ha masacrado a toda la población civil. Sin embargo, todo es difuso, todo es
oscuro. BOLIVIA ha retrocedido unos cien años y su propia existencia se
encuentra en peligro.
Han sido detenidos e
incomunicados muchos ciudadanos, cuyo número no ha podido ser establecido
todavía. Varios religiosos y sacerdotes, también en número no confirmado, han
sido detenidos y se ignora el paradero de alguno de ellos.
Las emisoras de la
Iglesia, Radio Fides y Radio San Gabriel han sido asaltadas y brutalmente
destruidos los equipos e instalaciones de Fides; directivos y periodistas de
ésta han sido detenidos.
Efectivamente, el 21 de
julio se anuncia la vigencia del Toque de Queda. Ninguna persona puede salir de
sus domicilios a las calles a partir de las 21 horas. Se previene que los
contraventores a esta disposición serán baleados sin previo aviso o en el mejor
de los casos, encarcelados si la suerte les acompaña y son sorprendidos por una
patrulla no muy nerviosa. Desde las ventanas de los edificios altos de la
ciudad se pueden observar las plazas, las avenidas y algunas calles, por ellas
patrullan efectivos militares en formación de combate. Se espera sorprender
inocentes peatones que no tienen reloj o que se han visto obligados a salir
después de las 9 de la noche. Los soldados agazapados esperan a sus víctimas.
Súbitamente corren en determinada dirección y se oyen disparos, un transeúnte
ha sido herido mortalmente por el delito de caminar por las calles de su
ciudad. ¡Qué leyes exóticas las que rigen implacablemente en este régimen
“nacionalista” y de “reconstrucción nacional”!
Todas las noches, en
medio del brutal toque de queda, se escuchan tiroteos sobre todo en las zonas
marginales y los barrios populares de La Paz. No puede establecerse con
seguridad si se trata de enfrentamientos con grupos de resistentes o simples
asesinatos a mansalva de desprevenidos transeúntes.
Se sabe, por los rumores
que corren, que miles de prisioneros se encuentran recluidos en el Estadio
Olímpico. Se trata de los contraventores al toque de queda. Todos los
cuarteles, la Universidad, la sede de la COB y otros edificios públicos son
empleados también como cárceles en vista de la enorme cantidad de detenidos. Se
dice que el castigo consiste en hacerles pasar la noche en las peores
condiciones, someterlos a un interrogatorio, propinarles una fuerte golpiza y
después ponerlos en libertad. Es tan grande el odio indiscriminado al pueblo
que ni siquiera se establece con exactitud la identidad de los detenidos, ni su
filiación política si la tienen, en muchos casos, algunos partidarios acérrimos
de la dictadura han sufrido la violencia represiva del régimen que se
manifiesta completamente ciega.
Miércoles 23. La
resistencia popular parece quebrada y la actividad cotidiana tiende a
normalizarse ante el temor y el desconcierto del pueblo. La falta de dirección
de la Central Obrera Boliviana, se deja sentir muy grandemente y la
desorientación adquiere caracteres de catástrofe. Parece que la única
resistencia efectiva se ha concentrado en las minas. Los bloqueos de caminos no
han podido ser implementados por la falta de coordinación entre los sindicatos
agrarios. El corte de toda comunicación ha rendido sus frutos. El repliegue es
total, la derrota parece ser muy profunda.
Se insiste en los medios
clandestinos que la Junta Militar Argentina ha jugado un papel preponderante en
la consumación del golpe No. 190 en Bolivia. Algunos presos que han sido
puestos en libertad, manifiestan que en los lugares de reclusión están actuando
oficiales argentinos que ni siquiera se preocupan de ocultar su acento en
momentos de impartir órdenes a los soldados bolivianos. La sospecha tiende a
tomar cuerpo cuando se tiene en cuenta que pocas veces el militarismo boliviano
ha sido tan efectivo en el aplastamiento de la resistencia popular. El golpe a
la COB tiene marca extranjera, la utilización cínica de ambulancias también.
Los movimientos coordinados de fuerzas militares y para-militares expresan
sentimientos y criterios de fuerzas que no son nacionales, aunque las cumplan
elementos que nacieron en suelo boliviano. La planificación, por lo menos, está
en manos de gente foránea. Se comprueba, una vez más, hasta donde es hipócrita
y deshonesta la prédica "nacionalista" que defiende a un ejército
que, en los hechos, se pone de lado de extranjeros contra su propio pueblo.
Después tendremos oportunidad de mostrar pruebas de esta injerencia abusiva del
militarismo argentino.
RELACION
DE UN TESTIGO PRESENCIAL DEL ASALTO ARMADO A LA COB
A las 9.10 del día 17 de
julio se recibió la noticia del alzamiento militar en Trinidad.
Al llegar a la sede de la
COB a las 10.30, nos encontramos con los miembros de CONADE, muchos periodistas
y personas observadoras; unas 50 personas en total. Entramos en la oficina de
Lechín puntualmente. Se empezó inmediatamente a discutir el contenido del
documento que habría de redactarse. Antes de comenzar la reunión entraron
varios periodistas y un camarógrafo de la TV para filmar la lectura del
documento por Simón Reyes. Al llegar a
la mitad de la lectura del mismo, a las 11.40 escuchamos tiros de armas
automáticas dirigidos contra el edificio de la COB. No sabíamos que pensar,
creíamos que fue un jeep que había tirado al pasar para asustar a los
asistentes, pero enseguida se largó una ráfaga fuerte que alcanzó a la sala
donde estaban reunidos los miembros de CONADE y también a la antesala donde
esperaba otra gente. Todos se echaron al suelo entre mucho vidrio roto y las
lámparas humeantes del equipo de TV. Pasaron unos segundos más, hasta que más
ráfagas y tiros sueltos convencieron a todos que se estaba produciendo un
asalto a la COB. La gente empezó a arrastrarse por el suelo, algunos tratando
de encontrar un lugar para esconderse, otros buscando la manera de escapar. El
grupo en que estaba Marcelo (y yo) buscaba una salida por el patio de atrás,
llegó a un cuarto que daba este patio, pero se veía que los paramilitares
habían rodeado el edificio, por lo menos había un paramilitar atrás y tal vez
más... Empezó una baleadura al cuarto donde estaba el grupo, la mayor parte del
cual pasó al cuarto del lado que no tenía ventana y era más seguro. En este
grupo había en total unas quince personas más o menos.
Unas 10 o 12 personas
estaban sentadas en el cuartito sin ventanas y unas 4 o 5 en el cuarto grande.
Los de adentro consultaron entre sí rápidamente y se concluyó que había que
rendirse antes que los tiros los alcancen. Germán Crespo empezó a gritar: +Nos
rendimos, estamos sin armas, nos damos, somos de la Iglesia+. A lo que la
respuesta fue otra ráfaga con unos tiros sueltos más. Germán volvió a repetir
lo mismo. Un paramilitar gritó. +Bien. Entendido. Salgan de allí+. Nadie se movió, todos pensaban que los iban a
ametrallar al salir. Germán gritó otra vez: “Somos de la Iglesia, estamos sin
armas”. El paramilitar: “Por eso, salgan de allí con las manos en la
nuca” Nadie se movió, forzando a los paramilitares a entrar en el cuarto con
mucha desconfianza y cautela, como esperando una trampa. Entraron unos 6 o 7
uno por uno, cada uno saltando rápidamente por la puerta, siguiendo por adentro
con la espalda contra la pared hasta que todos estaban adentro, era la primera
vez que podíamos verlos, todos estaban con el rostro descubierto, vestidos de
civil de distintas maneras, eran bolivianos de aspecto, morenos y hablaban sin
acento. Todos portaban el mismo tipo de arma automática (rifle de cañón mediano
con clip). Nos empezaron a sacar del cuarto, a algunos a empujones para
apurarnos, diciendo “rápido, más rápido”. No me acuerdo quién salió primero, ni
del orden de salida, buscando la manera de escapar me fui atrasando. Pero no
hubo caso, y tuve que salir el tercero o cuarto. Nos llevaron hasta la escalera
y empezamos a descender. Había unos 3 o 4 paramilitares en el pasillo entre el
cuarto y las escaleras. Yo me demoraba
en bajar, otros bajaban rápido. Nos dijeron que bajáramos en fila india, por
eso me sorprendió cuando me pasó Marcelo, caminando casi corriendo. Él había
pasado delante de los 6 paramilitares del cuarto y los 3 del pasillo sin que
ellos lo reconocieran. Los paramilitares estaban disparando continuamente no se
sabía si estaban matando a otros en el edificio o si lo hacían para apurarnos.
A la altura del primer paso, había dos paramilitares más uno de ellos, un
petizo, reconoció a Marcelo cuando éste le estaba pasando, lo jaló por el saco
gritando: “Aquí está Quiroga”. Marcelo trató de desprenderse, diciendo: “Estoy
sin armas, quiero bajar con los otros2. El paramilitar dijo: “Cabrón, cojudo te
vas a quedar con nosotros”. Pero Marcelo, con las manos siempre en la nuca,
hizo un esfuerzo y desprendió del paramilitar y empezó a bajar la escalera
entre el primer piso y la vuelta de la escalera a la calle. El petizo se puso
furioso (yo había dejado de bajar, y estaba mirando todo, inmóvil) y gritó: “Si
no te paras disparo”. Marcelo inmediatamente se paró, dio la vuelta para dar
cara y no la espalda a los paramilitares, todavía con las manos en la nuca. En
ese instante, uno de los paramilitares disparó a Quiroga de una distancia de
unos 3 a 4 metros, y Marcelo cayó fuertemente de espaldas, evidentemente
alcanzado por la bala. Cayó herido, del lado izquierdo, quedándose en el quinto
peldaño. Otra vez los paramilitares nos apuraron a bajar, y al pasar a Marcelo
miré para ver si podía detectar el lugar de su herida, que, debido a su manera
de caer, me pareció que tenía que ser en el pecho izquierdo, pero tuve que
pasar casi corriendo, no lo noté.
Al salir a la calle, vi
que los paramilitares habían cortado el paso de peatones en la vereda y que
desde la COB hasta la Plaza del Estudiante despejaron la calle, una distancia
de 40 a 50 metros. Nos hicieron dar la vuelta a la derecha y empezamos a
caminar por la vereda hacia abajo donde estaban estacionadas unas 3 ambulancias
blancas a unos 40 metros de la COB. Pasamos a unos 2 o 3 paramilitares que
estaban alineados en la vereda. Uno de ellos se acercó a la primera ambulancia,
abrió la puerta y grito +adentro+. Germán Crespo era el primero de la fila y
estaba a unos 5 metros de la ambulancia cuando los paramilitares se pusieron
nerviosos porque muchos peatones de la vereda del frente empezaron a cruzar la
calle y acercarse a nosotros para ver mejor lo que pasaba. Alguien gritó +somos
de CONADE+ y los paramilitares empezaron a disparar al aire para dispersarlos
descuidando la fila por un momento. En ese mismo instante algunos presos
estaban pasando el edificio Avenida, que tenía su entrada cerrada por una
cortina de hierro, pero una puerta pequeña que no estaba cerrada del todo;
aprovechando la distracción momentánea de los paramilitares, 4 de nosotros
logramos meternos por la puerta pudiendo escapar..."
Otro testimonio
complementa al anterior sobre los mismos sucesos:
A Juan Lechín le
pidieron, cortésmente, separarse del grupo. Comenzamos a salir en fila para
bajar las escaleras hacia la calle. Yo comenzaba a bajar las gradas y el c.
Marcelo estaba ya en el descanso donde fue reconocido por un paramilitar que lo
increpó soezmente. Entre Marcelo y yo había aproximadamente unas siete
personas; en ese momento, los que iban delante mío se apresuraron de modo que
quedé inmediatamente detrás del él, que, sin pronunciar palabra, continuó
bajando. Otro paramilitar que estaba en el descenso del piso de la Federación
de Mineros sujetó al compañero Marcelo con la mano izquierda por el hombro
tratando de detenerlo y separarlo de la fila, diciéndole con insultos: “Usted
se viene a un lado”. En ese momento yo me encontraba a medio metro de distancia
de Marcelo. El hizo un movimiento para desprenderse del paramilitar, siempre
con las manos en la nuca, y continuó bajando; entonces el paramilitar,
manejando la metralleta con una sola mano y mirando hacia un lado, disparó un
primer tiro al pecho de Marcelo. El disparo penetró debajo de la tetilla
izquierda. Yo pude ver la entrada del proyectil y la mancha de sangre que
humedeció la camisa. Marcelo Quiroga
Santa Cruz comenzó a caer, cuando se inclinaba, el mismo paramilitar volvió a
disparar una ráfaga que le cruzó el pecho. Esos mismos tiros alcanzaron al c.
Carlos Flores, en la cabeza, pues se encontraba unos peldaños más abajo.
Marcelo se deslizó por las escaleras con los brazos extendidos hacia adelante y
quedó cubriendo el cuerpo de Carlos Flores. Yo quedé paralizado mirando
fijamente al paramilitar; por eso su rostro no se me borrará nunca de la
memoria....
Las ambulancias tomaron
una calle que pasa por el Mercado Camacho hacia el Estado Mayor del Ejército;
en el trayecto uno de los paramilitares le dijo al chofer no se fije en nada,
ni en los semáforos ni en la seguridad, que atropelle y siga adelante avanzando
rápidamente….
En el Estado Mayor del
Ejército, Luís Arce Gómez nos esperaba a la entrada. Comenzaron a golpearnos
violentamente durante una hora aproximadamente; al c. Simón Reyes lo dejaron
muy mal herido. Nos llevaron a las caballerizas; siempre con las manos en la
nuca, permanecimos en esa posición entre 15 y 17 horas, siendo objeto de
brutales golpes e insultos por paramilitares bolivianos y argentinos. Nos
despojaron de los zapatos y alguna ropa, de relojes, anillos, dinero y
documentación personal. Estuvimos todo ese tiempo echados de cara sobre el
estiércol mientras los torturadores caminaban sobre nuestras espaldas..."
Un tercer testimonio del
asalto a la COB, añade lo siguiente en torno al asesinato del trabajador
minero:
A Gualberto (Gualberto
Vega) lo mataron en otro sitio de la misma COB, como se ve en la fotografía que
llegó a publicar Ultima Hora en la tarde de ese mismo día.
Los asaltantes como se
puede apreciar, actuaron con los rostros descubiertos, por ello presumimos que
se trataba de reclutas u oficiales bolivianos y argentinos, difícilmente
reconocibles por la gente de la COB y CONADE. No cabe duda alguna que
recibieron órdenes directas del Cnl. Luis Arce Gómez, el tenebroso matón y
delincuente común, criado por el militarismo desde los tiempos de Ovando para
cumplir los peores mandados de las clases dominantes para someter al pueblo. La
operación fue cuidadosamente planificada teniéndose en cuenta que los
dirigentes políticos y sindicales acostumbraban reunirse tan pronto como se conocían
noticias respecto a un golpe militar. La costumbre no fue abandonada y como
llamados por un pito acudieron todos a la sede de la COB a
"deliberar" y sacar comunicados tardíos, en tanto que los
conspiradores, bien asesorados e inteligentemente aconsejados, descargaron un
golpe mortal capturando la COB y sus dirigentes.
Nosotros, repetimos,
creemos que éste es un problema de principio. O se aprende o se deja el cuero.
La lucha contra el militarismo, como mandatario de los intereses de las clases
dominantes, no es un enfrentamiento cualquiera entre fracciones políticas, es
una batalla a muerte entre dos bandos que, lamentablemente, no es comprendida
por los dirigentes de la llamada izquierda. El pueblo, por su parte, entiende
perfectamente el contenido mismo de la contienda y procura por todos los medios
acceder al dominio de la técnica y la ciencia de la guerra y cada nueva derrota
ante el militarismo no hace sino fortalecer su convencimiento.
Sabemos que después del
asalto a la COB o simultáneamente, otro grupo paramilitar atacaba el Palacio
Quemado. He aquí una versión detallada:
"LOS
PARAMILITARES LLEGAN AL PALACIO QUEMADO
El día jueves 17 de julio
las radios propalaron, alrededor de las 9 am., que el ejército se había
levantado en la ciudad de Trinidad. Era el detonante del golpe planificado por
los servicios de inteligencia argentinos que sugirieron que el movimiento se
iniciara en el interior a fin de que, en La Paz, se reuniera como en anteriores
oportunidades, el Comité de Defensa de la Democracia y la Central Obrera. De
esta manera se podía asesinar o detener a varios de los principales dirigentes
políticos y sindicales, como en efecto ocurrió.
A las diez y treinta, se
hallaban los ministros reunidos en sesión de gabinete en el Palacio Quemado, con
la notoria ausencia del “Almirante” Walter Núñez, Ministro de Defensa, y de
Antonio Arnés, militar en retiro, Ministro del Interior. Ambos, naturalmente,
ya se habían “dado la vuelta” en los meses previos con lo que la inermidad del
régimen era absoluta.
De pronto, en el hall
principal, apareció un grupo de +paramilitares+ armados de modernas metralletas
israelitas adquiridas recientemente por el ejército. Al mando, iba Fernando Monroy,
conocido en todo el país como “Mosca” Monroy, pandillero, jefe de un autodenominado
“Escuadrón de la Muerte” que ha actuado en varias oportunidades en asesinatos o
tráfico de drogas. La hazaña no era difícil, pues el coronel Rodolfo Cueto,
Jefe de la Casa Militar de la Presidenta Gueiler, les franqueó el paso por una
puerta lateral que da a la calle Ayacucho. Los soldados de la guardia tenían la
orden de no interferir la acción de los civiles armados. Uno de los ministros
que se había asomado al oír voces y gritos volvió a la sala de sesiones:
¡¡Han llegado los paras!!,
anunció demudado.
La Presidenta se hallaba
ya en su despacho tratando de hablar con el general Reyes Villa, Comandante en
Jefe del Ejército (ignorando que éste también era parte de la conspiración y
aparecería pocas horas después como Ministro de Defensa del nuevo régimen). La
confusión era mayúscula. Los paramilitares subieron el segundo piso, pero en
lugar de continuar a la sala de edecanes y a la sala de sesiones del gabinete,
se dirigieron derechamente en las oficinas de la Casa Militar, donde
convinieron el modus operandi con el coronel Cueto.
En ese momento,
abandonaron la sala de sesiones, un grupo de 10 ministros mientras unos pocos
quedaban dentro con la Presidenta sin saber, unos ni otros, qué camino
tomar......
La indefensión del
gobierno es total y hasta los encargados de la custodia personal de la
Presidenta, no reciben sino órdenes de los golpistas.
La Presidenta Gueiler, el
Canciller Gastón Aráoz y los ministros Romero, Carrasco y Ponce abandonaron la
sala de sesiones dirigiéndose por un corredor al tercer piso. Conducía el grupo
el Ministro Secretario Romero. Salieron eventualmente a una terraza que sirve
de lavandería. Al cabo de una hora, acordaron buscar alguna salida, cruzando
los techos, hasta llegar a la Catedral contigua o retornando a la parte baja
del edificio.
Se había consumado el 190
avo. Golpe militar de la Historia de Bolivia.
PCmlm.
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