Grecia: Una
deuda imposible
El Heraldo (Colombia)
Las negociaciones con Grecia obvian el
hecho de que una reestructuración de la abultada deuda es inevitable. Se
podrían condonar los intereses, por lo menos.
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Tras
meses de arduas negociaciones entre Grecia y sus acreedores –los países socios
en Europa y el Fondo Monetario Internacional–, esta semana estamos viendo el
desenlace final de esta tragedia agónica sobre el rescate del país mediterráneo
donde nació la democracia. El gobierno de Alexis Tsipras finalmente cedió en
algunas de sus supuestas líneas rojas, como prolongar la edad de jubilación
hasta los 67 años o subir los impuestos indirectos.
A
cambio, la Comisión Europea, el FMI y los países que han financiado los dos
paquetes de rescate multimillonarios están dispuestos a bajar un poco las
exigencias de ahorro público. Ahora les basta con que Grecia logre un superávit
presupuestario primario –sin contar el coste de los intereses de la deuda– del
1% anual de su Producto Interior Bruto (antes pedían un excedente del 4%). Sin
embargo, parece que se está evitando una vez más afrontar una reestructuración
profunda de la astronómica deuda griega que llega a equivaler al 170% del PIB,
tal y como piden muchos economistas.
El
ministro heleno de Finanzas, Yanis Varoufakis, comenzó un artículo que publicó
el domingo pasado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el
influyente diario conservador de Alemania, con una anécdota. En una visita
reciente a Berlín para ver a su homólogo Wolfgang Schäuble, un funcionario del
Ministerio de Hacienda alemán le preguntó en tono medio jocoso: “¿Cuándo me
devolverá mi dinero?”. Y ahí radica el problema. El gobierno de la canciller
Angela Merkel no se atreve a explicar a sus compatriotas que será prácticamente
imposible que Berlín recupere los miles de millones de euros que Alemania, al
igual que otros países de la UE, ha destinado al rescate de Grecia.
Merkel
mantiene la ilusión de que sí es posible, siempre y cuando se le apriete
suficientemente a los griegos. Lo hace porque cualquier nueva ayuda a Atenas
necesitará la aprobación del Bundestag, el Parlamento alemán, donde hay muchas
voces escépticas.
Es
obvio que recortar gastos y subir impuestos puede mejorar la situación
financiera de Grecia a corto plazo, pero no sirve para reactivar su economía y
garantizar un crecimiento sostenido. Para eso hacen falta reformas más
profundas y estas necesitan tiempo y cierta estabilidad. Imponer más austeridad
para que Atenas continúe pagando a sus acreedores lleva a un callejón sin
salida. Se debería liberar a los griegos de la losa del pago de los intereses,
aunque sean ya muy bajos, y mantener el nominal de la deuda con la condición de
que parte del superávit presupuestario se dedique a devolverlo poco a poco.
Esto daría al gobierno de Tsipras tiempo para acometer reformas de calado que
realmente ayudarían a la economía y a la gente.
Tensar
la cuerda puede provocar que Grecia se salga del euro, con lo cual el dinero
del contribuyente alemán –y el español, italiano, lituano etc.– estaría
definitivamente perdido. Merkel y Schäuble deberían explicárselo bien a los
ciudadanos como aquel funcionario que increpó a Varoufakis.
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