viernes, 26 de junio de 2015

A 48 AÑOS DE LA MASACRE DE “SAN JUAN”

N. No. 347

24-06-67 - 24-06-15
A 48 AÑOS DE LA
MASACRE DE “SAN JUAN” 
En realidad los propósitos de Barrientos y de su ministro del Interior el tenebroso Antonio Arguedas por aqullos tiempos, eran los de escarmentar definitivamente a una izquierda y un movimiento popular que permanentemente criticaban a su gobierno. En medio de la confusión que significaba llevar y traer prisioneros, algunos desaparecían para siempre como el caso del dirigente minero,  Isaac Camacho. Varios campesinos murieron en Alto Madidi cuando pretendían escapar del peligroso campo.
Barrientos preparaba meticulosamente su permanencia en el poder con carácter indefinido, para ello necesitaba librarse de la oposición más caracterizada y naturalmente uno de los medios resultaba ser el confinamiento prolongado a la espera de otros expedientes más efectivos.
La Masacre de la noche de San Juan es la culminación de sus planes con respecto al movimiento minero. Veamos cómo interpreta Fernando Diez de Medina este nuevo crimen del militarismo:
«La prensa anunciaba que el Presidente había invitado a los trabajadores mineros a una mesa redonda para debatir sus problemas y resolverlos convenientemente. Los mineros rechazaron la invitación presidencial, proclamaron "territorios libres" a Catavi y Siglo XX y lanzaron proclamas incendiarias abiertamente subversivas por sus radiodifusoras. Este es el origen de lo que la propaganda roja ha llamado la +noche de San Juan+, la masacre minera+, +el genocidio+. La noche del 22 de junio, ante la gravedad de hechos consumados y el inminente avance de grupos mineros sobre Oruro, las tropas gubernamentales ingresaron a las minas, siendo recibidas con tiros y cargas de dinamita por los mineros. Generalizado el combate, hubieron 23 bajas..» (1).
Es cierto que la prensa, dominada por el Gobierno, explicó con posterioridad las "buenas" intenciones de los gobernantes que ofrecieron debatir los problemas con los mineros. Empero, lo que Diez de Medina oculta es la orden presidencial de ocupar las minas y escarmentar a los obreros. Con "provocación" o sin ella, los militares están acostumbrados a invadir los centros mineros y asesinar impunemente a los obreros. No puede hablarse de combates entre soldados y mineros, simplemente porque los unos tienen armas y los otros no.
Está debidamente probado que los mineros festejaban “la noche más fría del año”, como es tradicional en Bolivia, encendiendo fogatas en las calles y divirtiéndose un poco. Entonces, sigilosamente, como en guerra internacional, penetro el ejército de la Seguridad Nacional en las calles de Siglo XX, Llallagua, Catavi y Huanuni ametrallando a todo habitante que se cruzaba en su paso. Se dispararon ráfagas de ametralladora en el interior de las viviendas mineras alcanzando el fuego a niños y mujeres que reposaban.
Los puntos principales que debían ser atacados eran los locales sindicales y las radioemisoras de propiedad sindical. En el local de "La Voz del Minero" de Siglo XX, un grupo de trabajadores intentó una débil defensa con algunas armas de fuego al mando de Rosendo García, un militante comunista. En pocos minutos se silencio la resistencia con el asesinato de García y de sus compañeros destruyéndose después las instalaciones de la radio.
Centenares de muertos y heridos, centenares de presos y confinados, miles de desocupados por los despidos que sucedieron a la matanza, fueron los resultados de la infame masacre de  la "Noche de San Juan".
Jorge Sanjinés, el poeta popular diría después refiriéndose a Barrientos y a su infame crimen que “nunca como entonces brillaron tanto los galones del general”. Para otros escritores cipayos, entre ellos Diez de Medina, los galardones ganados por el militar esa noche trágica, fueron auténticos, pero para el pueblo boliviano no eran sino los tradicionales oropeles que el militarismo cosechó desde su nacimiento con la República.
Barrientos, además de cometer los delitos mayúsculos de genocidio contra campamentos civiles de trabajadores, dictó medidas que disminuían los salarios de los mineros, retiró los subsidios que abarataban un tanto los artículos de primera necesidad en las minas. En una palabra, pasó como Atila, dejando en la retina de los bolivianos la imagen de un nuevo bárbaro del Siglo XX y como el primer producto auténtico de las Fuerzas Armadas de la Seguridad Nacional propiciada por el imperialismo yanqui.
Después de la masacre de la "Noche de San Juan" y una vez derrotada la guerrilla del Che Guevara, Barrientos decidió proclamarse dictador para no abandonar jamás el poder, sin embargo sus planes se incumplieron y el accidente de su helicóptero impidió que se cumplieran los planes del aspirante a dictador perpetuo.
A 48 años de aquellas heroicas y al mismo tiempo trágicas jornadas, rendimos tributo de admiración y respeto a ese movimiento popular minero que proclamó solemnemente  a los campamentos mineros como territorios libres de Bolivia,

¡Gloria  los caídos en noche de San Juan!


PCmlm.

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