N. No. 347
24-06-67 - 24-06-15
A 48 AÑOS DE
LA
MASACRE DE
“SAN JUAN”
En realidad los
propósitos de Barrientos y de su ministro del Interior el tenebroso Antonio
Arguedas por aqullos tiempos, eran los de escarmentar definitivamente a una
izquierda y un movimiento popular que permanentemente criticaban a su gobierno.
En medio de la confusión que significaba llevar y traer prisioneros, algunos
desaparecían para siempre como el caso del dirigente minero, Isaac Camacho. Varios campesinos murieron en
Alto Madidi cuando pretendían escapar del peligroso campo.
Barrientos
preparaba meticulosamente su permanencia en el poder con carácter indefinido,
para ello necesitaba librarse de la oposición más caracterizada y naturalmente
uno de los medios resultaba ser el confinamiento prolongado a la espera de
otros expedientes más efectivos.
La Masacre de
la noche de San Juan es la culminación de sus planes con respecto al movimiento
minero. Veamos cómo interpreta Fernando Diez de Medina este nuevo crimen del
militarismo:
«La prensa
anunciaba que el Presidente había invitado a los trabajadores mineros a una
mesa redonda para debatir sus problemas y resolverlos convenientemente. Los
mineros rechazaron la invitación presidencial, proclamaron "territorios
libres" a Catavi y Siglo XX y lanzaron proclamas incendiarias abiertamente
subversivas por sus radiodifusoras. Este es el origen de lo que la propaganda
roja ha llamado la +noche de San Juan+, la masacre minera+, +el genocidio+. La
noche del 22 de junio, ante la gravedad de hechos consumados y el inminente
avance de grupos mineros sobre Oruro, las tropas gubernamentales ingresaron a
las minas, siendo recibidas con tiros y cargas de dinamita por los mineros.
Generalizado el combate, hubieron 23 bajas..» (1).
Es cierto que
la prensa, dominada por el Gobierno, explicó con posterioridad las
"buenas" intenciones de los gobernantes que ofrecieron debatir los
problemas con los mineros. Empero, lo que Diez de Medina oculta es la orden
presidencial de ocupar las minas y escarmentar a los obreros. Con
"provocación" o sin ella, los militares están acostumbrados a invadir
los centros mineros y asesinar impunemente a los obreros. No puede hablarse de
combates entre soldados y mineros, simplemente porque los unos tienen armas y
los otros no.
Está
debidamente probado que los mineros festejaban “la noche más fría del año”,
como es tradicional en Bolivia, encendiendo fogatas en las calles y
divirtiéndose un poco. Entonces, sigilosamente, como en guerra internacional,
penetro el ejército de la Seguridad Nacional en las calles de Siglo XX,
Llallagua, Catavi y Huanuni ametrallando a todo habitante que se cruzaba en su
paso. Se dispararon ráfagas de ametralladora en el interior de las viviendas
mineras alcanzando el fuego a niños y mujeres que reposaban.
Los puntos
principales que debían ser atacados eran los locales sindicales y las
radioemisoras de propiedad sindical. En el local de "La Voz del
Minero" de Siglo XX, un grupo de trabajadores intentó una débil defensa
con algunas armas de fuego al mando de Rosendo García, un militante comunista.
En pocos minutos se silencio la resistencia con el asesinato de García y de sus
compañeros destruyéndose después las instalaciones de la radio.
Centenares de
muertos y heridos, centenares de presos y confinados, miles de desocupados por
los despidos que sucedieron a la matanza, fueron los resultados de la infame masacre
de la "Noche de San Juan".
Jorge Sanjinés,
el poeta popular diría después refiriéndose a Barrientos y a su infame crimen
que “nunca
como entonces brillaron tanto los galones del general”. Para otros
escritores cipayos, entre ellos Diez de Medina, los galardones ganados por el
militar esa noche trágica, fueron auténticos, pero para el pueblo boliviano no
eran sino los tradicionales oropeles que el militarismo cosechó desde su
nacimiento con la República.
Barrientos,
además de cometer los delitos mayúsculos de genocidio contra campamentos
civiles de trabajadores, dictó medidas que disminuían los salarios de los
mineros, retiró los subsidios que abarataban un tanto los artículos de primera
necesidad en las minas. En una palabra, pasó como Atila, dejando en la retina
de los bolivianos la imagen de un nuevo bárbaro del Siglo XX y como el primer
producto auténtico de las Fuerzas Armadas de la Seguridad Nacional propiciada
por el imperialismo yanqui.
Después de la
masacre de la "Noche de San Juan" y una vez derrotada la guerrilla
del Che Guevara, Barrientos decidió proclamarse dictador para no abandonar
jamás el poder, sin embargo sus planes se incumplieron y el accidente de su
helicóptero impidió que se cumplieran los planes del aspirante a dictador
perpetuo.
A 48 años de
aquellas heroicas y al mismo tiempo trágicas jornadas, rendimos tributo de
admiración y respeto a ese movimiento popular minero que proclamó solemnemente a los campamentos mineros como territorios
libres de Bolivia,
¡Gloria los caídos en noche de San Juan!
PCmlm.
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