Doc. No. 15.
CONMEMORANDO EL SESQUICENTENARIO DEL “MANIFIESTO”
Un fantasma recorre el mundo…
Hacen
algunos años atrás (1997), se celebró el sesquicentenario de la publicación
del famoso
“Manifiesto del Partido Comunista” de la pluma de Karl Marx y Fredrick
Engels. En conmemoración de tan importante acontecimiento que pone el pilar filosófico y político de la
transformación de la sociedad capitalista, tenemos la satisfacción de exponer
sus fundamentos y nuestros puntos de vista sobre la pertinencia de ese
documento más que centenario para los tiempos actuales del acontecer político
del mundo.
Cuando
en noviembre diciembre de 1847, aparece
el "Manifiesto del Partido Comunista", se puede decir que ha
nacido definitivamente una coherente y poderosa doctrina política muy diferente
a todas las anteriores. El “Manifiesto”, según Stalin, es el "Cantar de
los Cantares" del marxismo y en efecto, resonó como una sentencia de
muerte dictada contra un régimen basado en la explotación inmisericorde del
hombre por el hombre.
Lenin
escribirá lo siguiente en torno al Manifiesto:
«En
esta obra se expone con una precisión y claridad la nueva concepción del mundo,
el materialismo consecuente que se extiende también a los dominios de la vida
social, la dialéctica presentada como la ciencia más vasta y más profunda de la
evolución, la teoría de la lucha de clases y del papel histórico revolucionario
del proletariado, creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista....» (1)
Poniendo
las bases del Materialismo Histórico se dice que la producción económica y la
estructura de esa producción forman la base de la historia política e
intelectual, que la historia universal ha sido y es la historia de la lucha de
clases entre explotadores y explotados. Se demuestra que la revolución es la
forma más aguda y resuelta de la lucha de clases constituyendo el motor del
cambio de una formación económica y social por otra.
El
"Manifiesto" pone al descubierto la esencia del Estado y en especial
del Estado capitalista, como un comité administrativo de los negocios de toda
la clase burguesa. El proletariado, siendo la única clase que no tiene el menor
interés de preservar la propiedad privada, toma sobre sí la misión histórica
de poner fin a todo régimen basado en la explotación del hombre por el hombre.
El
concepto de la “misión histórica”
asignada por Marx al proletariado es una de las ideas que puede ponerse en
cuestionamiento actualmente dado su carácter subjetivo. El proletariado como
sujeto activo del desarrollo histórico puede o no cumplir tal “misión” y dicha
misión también puede ser cumplida por todos los sectores sociales oprimidos que
no aparecen en las predicciones del Manifiesto, por lo mismo ese cumplimiento
dependerá de la conciencia adquirida o perdida por el proletariado en la lucha
de clases.
«El
proletariado se valdrá de su dominación política para despojar a la burguesía
progresivamente de todo capital, para centralizar todos los instrumentos de
producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como
clase dominante y para acrecentar con la mayor rapidez posible la masa de
fuerzas productivas....» (2)
El
Manifiesto es el documento marxista que establece doctrinalmente el concepto de
la lucha de clases que, como sabemos no es original de Marx, pues hubieron
pensadores que ya hablaron del concepto de “clase social” e inclusive de la
“lucha de estas clases entre sí”, como él mismo lo reconoce. (3)
Es éste concepto el que diferencia
diametralmente al marxismo de todas las otras teorías sociales y políticas
porque lejos de comprender por parte de éstas que dicha ley histórica no
depende de la voluntad de los hombres ni de que sea una “creación” de gentes
resentidas por su rezago social y económico, sino de una determinación de las
propias condiciones de la desigualdad en la distribución de la producción
social, al margen de la voluntad de los hombres.
El
famoso "Manifiesto del Partido Comunista", está dividido en varios
capítulos que, sucesivamente van tratando los temas centrales de la naciente
concepción, en este caso, dirigidos a la temática política.
El
primer capítulo se denomina: "Burgueses y Proletarios". En este
capítulo, Marx, expone su teoría sobre la lucha de clases con estas palabras:
«La
historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la
historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y
plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y
oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces
y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación
revolucionaria de la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes....»
(4).
El
capítulo es también, en realidad, un recuento de los aportes hechos por la
burguesía en el desarrollo de las fuerzas productivas y la destrucción de las
viejas relaciones feudales, patriarcales e idílicas que ataban al hombre a sus
"superiores naturales". Así, expresa:
«La
burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas un siglo de existencia,
ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las
generaciones pasadas juntas...» (5).
En
este capítulo aparecen grandes alabanzas a la burguesía como clase moderna que
revoluciona la producción, el conocimiento y todas las formas de la actividad
humana que debían dar fin con el
pre-capitalismo. Aparece claramente aquí la concepción de Marx de la necesidad
histórica del triunfo de la burguesía con carácter mundial para preparar después
el asunción del nuevo agente histórico proletario.
Son
estas formulaciones teóricas las que efectivamente, no coincidieron con el
desarrollo histórico, y social. Por lo general, el capitalismo en los
continentes asiático, africano y latinoamericano, lejos de acabar y destruir
definitivamente las formas productivas pre-capitalistas como la servidumbre, el
esclavismo y la comuna autosuficiente, los utilizó en su beneficio para obtener
nuevas y mayores beneficios desarrollando el fenómeno del imperialismo y su
forma más aguda, el colonialismo.
Finalizando
el capítulo, Marx, expresa que la burguesía, además, ha creado y forjado
también su contrario, es decir los hombres que deben darle muerte, los hombres
que empuñarán las armas para derrocarla: los proletarios.
El
capítulo segundo del Manifiesto, titula: "Proletarios y Comunistas".
Explica que los comunistas tienen los mismos intereses que todo el proletariado
y que son el sector más resuelto para la conquista del poder político. Marx,
pone de relieve que las tesis de los comunistas no se basan en ideas o
principios "inventados" por tal o cual reformador, sino que son la
expresión de las condiciones reales de la lucha de clases existente.
Marx
explica que los comunistas no luchan contra toda forma de propiedad, sino
contra una forma precisa: la propiedad privada burguesa; “que se acusa a los
comunistas de querer abolir la familia”, pero la familia, en realidad ya ha
sido abolida al destruir la sociedad burguesa las familias de los trabajadores
con la explotación de las mujeres y los niños; “que los comunistas quieren
establecer la comunidad de las mujeres", cuando para la burguesía la
mujer no es otra cosa que un instrumento de producción; finalmente se acusa a
los comunistas de “querer abolir la patria y la nacionalidad”, pero Marx
dice que los obreros no tienen Patria y no puede arrebatárseles lo que no
tienen y que solamente cuando los obreros se levanten y se constituyan en clase
nacional podrán gozar de una verdadera Patria.
Cuando
Marx afirma que los obreros no tienen Patria, quiere decir que la burguesía se
ha apoderado de la Patria y la utiliza
en su beneficio, los proletarios rescatarán la Patria que, entonces tendrá una
nueva estructura más amplia. El tercer capítulo se refiere a la literatura comunista
y socialista. Comienza criticando el llamado "socialismo
reaccionario", cuya primera forma es el socialismo feudal. Explica que
a las aristocracias inglesa y francesa en su lucha contra la revolución
burguesa, no les queda otro recurso que la lucha literaria. Así es como nació
el socialismo feudal, dice Marx, que es una mezcla de jeremiadas y pasquines,
de ecos del pasado y de amenazas sobre el porvenir. Sus representantes son los
legitimistas franceses y la "Joven Inglaterra", un movimiento
aristocrático que recurría a la demagogia con miras a poner a la clase
trabajadora bajo su influencia y usarla para combatir a los burgueses.
La
segunda forma es el "Socialismo pequeño-burgués" de Sismondi que
analizó con sagacidad las contradicciones de las modernas relaciones de
producción, demostrando los efectos destructivos del maquinismo y de la
división del trabajo, las superproducciones y las crisis y, como solución,
planteaba el restablecimiento de los antiguos medios de producción. Decían:
para sustituir la manufactura, el sistema gremial, para sustituir la
agricultura, el régimen patriarcal. En realidad el "socialismo"
pequeño-burgués, era un lamento para volver al modo de producción mercantil
simple que supone el pre-capitalismo.
La
tercera forma del socialismo reaccionario es el llamado socialismo alemán o
"verdadero". Marx lo caracteriza de la siguiente forma:
«Filósofos,
semi-filósofos e ingenios de salón alemanes se lanzaron ávidamente sobre la
literatura francesa, pero olvidaron que con la importación de dicha literatura
no habían sido importadas a Alemania las condiciones sociales de Francia....» (6)
El
socialismo alemán, entonces, es la vieja filosofía idealista alemana con ecos
del socialismo francés. A esta interpolación de su fraseología filosófica le
dieron los alemanes el apelativo de "Filosofía de la acción", "Ciencia
alemana del socialismo", "Fundamentación filosófica del
socialismo", etc., etc. Su exponente más notorio es Karl Grún.
El
segundo tipo de "socialismo" es el conservador o burgués que tiene a
Proudhon como su representante más conspicuo. Marx refiriéndose a éste tipo de
socialismo, dice:
«Una
parte de la burguesía desea remediar los males sociales con el fin de
consolidar la sociedad burguesa.....»
(7).
Ese
es, en dos palabras, el contenido de este "socialismo" que únicamente
busca paliar los males sociales, ponerle parches a los grandes problemas, con
el nombre del socialismo.
Finalmente,
tenemos el tercer tipo, llamado socialismo utópico o critico-utópico, que
produjo una cantidad impresionante de literatura fantástica e idealista. Los
sistemas creados por Saint-Simon, Fourier, Owen y Cabet, son acá el blanco de
la crítica de Marx como sistemas que no emergen de las necesidades sociales
sino de las cabezas de estos utópicos.
Sobre
el final del explosivo Manifiesto, se da una definición muy clara del concepto
de poder político que:
«...Hablando
propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de
otra....» (8)
La
desmitificación del Estado, propia de la Teoría Política Marxista, se inicia con
la constatación de que es un producto histórico de la lucha de clases y que,
como apareció por las contradicciones de clase, también desaparecerá como
producto de la desaparición de éstas en el curso de la historia.
Las
relaciones jurídicas de propiedad son también atacadas por el Manifiesto como
simples categorías históricas que obedecen a la estructura de aquella base que
se encuentra en las relaciones de producción.
No
existe, en el Manifiesto Comunista, como se puede demostrar fácilmente, ninguna
referencia concreta todavía el concepto de la famosa “dictadura del
proletariado” que tanto escozor causa entre los “demócratas” que contraponen
agresivamente el concepto con el de la democracia burguesa", siendo las
expresiones "dominación política del proletariado" o
"constitución del proletariado en la clase dominante", muestras del
desarrollo en Marx de sus teorías políticas en ese sentido.
Desde
entonces, se ha entablado un gran debate que continúa sin pausa por el cual
según el sentido “común” y las teorías políticas funcionalistas, contraponen
drásticamente los conceptos de dictadura y democracia, cuando para Marx y el
marxismo, la única verdadera democracia es el comunismo y su preparación es el
sistema socialista que constituye la transición entre el capitalismo y el
comunismo. Por esta razón en el
capitalismo no puede existir, de ninguna manera, una verdadera democracia.
Y,
¿Por qué Marx sostiene que la dictadura del proletariado es democrática?
Comenzando decimos que Lenin también nos señala la “dictadura democrática del
proletariado”. Marx, entonces sostiene que siendo la dictadura del proletariado
y sus aliados la mayoría absoluta de la población de una formación social,
representa el interés de esas mayorías y por ello es democrática, en cambio, la
democracia burguesa siempre presenta los intereses minoritarios de las clases
poseedoras y por ello esa “democracia” es anti-democrática.
Ahí
radica el desprecio de los marxistas de las elecciones fraudulentas que alienta
la burguesía para simular democracia cuando en realidad se trata de brutales
dictaduras burguesas inclusive fascistas que se presentan “legitimadas” por
consultas manipuladas a los pueblos que siguen en gran parte engañado por la
falsedad de las “democracias”.
El
último párrafo del Manifiesto es ya clásico porque constituye un rotundo mentís
al relativismo oportunista de todos cuantos se llaman marxistas y pretenden
olvidarse que:
«Los
comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman
abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la
violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar
ante la revolución comunista… (9)
El
Manifiesto constituye el documento político más claro y preciso en cuanto al
carácter violento de la revolución proletaria. Sin embargo, será preciso
explicar que la necesidad de la violencia en la revolución no depende de los
deseos ni menos los caprichos de quienes pretenden llevarla a cabo, sino de la
estructura misma de la sociedad dividida en clases que han transformado el
Estado y sus órganos especializados en dóciles instrumentos de la defensa de
sus intereses mezquinos y anti-populares.
Conociendo
el contenido de tan famoso documento podemos preguntarnos en pleno siglo XXI si
las ideas revolucionarias de Marx y Engels tienen pertinencia en los tiempos
actuales.
Cuando
caía el “Muro de Berlín”, se predecía la muerte del marxismo y la defunción del
“Manifiesto” como una reliquia del pasado y como consecuencia del dominio
ideológico del “pensamiento único”, el “fin de la historia” y el triunfo
definitivo del capitalismo. Sin embargo, como la historia no tiene fin, vuelve
Marx y vuelve también el Manifiesto con más vigor que nunca cuando se anuncia
ya sin tapujos el derrumbe del capitalismo según los lineamientos del célebre
Manifiesto.
Hoy
en la segunda década del siglo XXI, podemos constatar que esas ideas están
señalando sin duda alguna que la emancipación de la humanidad del modo de
producción más nefasto de la historia humana, está cercana por la acción
revolucionaria de los pueblos del mundo vaticinada por Marx.
Los
proletarios no tienen nada que perder en ella (la
revolución) más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un
mundo que ganar.
¡Proletarios de todos los países, uníos!...» (10)
Notas.
1. Kechekian y Fedkin. "Historia
de las ideas políticas." Editorial Cartago. Academia de Ciencias de la
URSS. 1958. Pág. 497.
2. Marx y
Engels. "El
Manifiesto del Partido Comunista". Obras. Tomo
I. Editorial Progreso. Pág.
129
3.
Marx, Karl. “Carta a Weydemeyer”. 5 de marzo de 1952.
4.
Edición china del Manifiesto. Ediciones en lenguas extrajeras. 1973. Págs. 32 y
33.
5.
Idem. Pág. 39.
6.
Idem. Pág. 66.
7.
Idem. Pág. 69.
8.
Idem. Pág. 61.
9.
Idem. Pág. 77.
10.
Idem. Pág. 77.
La
Paz-Bolivia, 25 de noviembre de 2013.
Jorge
Echazú Alvarado.
Primer
Secretario del Comité Central
Partido
Comunista (MLM)-Bolivia.
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