30-03-18
Int. No. 424.
ISRAEL Y LA TEORÍA DE
LA NACIÓN (*)
La prensa internacional nos trae en los últimos días, cables y noticias
impresionantes en torno a las sangrientas represiones que practica el aparato
represivo del Estado israelí contra la población civil palestina que reclama la
vigencia de elementales derechos humanos en los territorios arbitrariamente
ocupados por Israel en la llamada Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén
oriental.
Día a día podemos ver en los noticiarios, los movimientos y las acciones
del ejército judío asesinando alevosamente a niños, jóvenes y ancianos
palestinos cuyo único delito es no pertenecer al “Pueblo elegido de Dios”.
El pueblo palestino desde hacen varios años, está realizando la llamada
“Intifada”, o lo que es lo mismo, la insurrección permanente hasta lograr el
reconocimiento de los derechos nacionales palestinos. Todos estos problemas son
de conocimiento público y no es necesario extendernos más en su consideración y
análisis.
Lo que nos interesa ahora, es estudiar las reacciones de los defensores de
los derechos humanos, de la democracia y la libertad cuando ocurren fenómenos
de igual o similar naturaleza en otras latitudes del planeta. No encontramos en
nuestra prensa, menos en la internacional que domina la información a nivel
planetario, el menor comentario, los gobiernos no reaccionan “airados” contra
el genocidio palestino y los “intelectuales” o escribas no redactan cartas ni
mensajes “exigiendo” el respeto a los derechos humanos, censurando y condenando
las atrocidades judías contra la indefensa población civil palestina. Los
gobiernos de Europa occidental han pedido “moderación” a Israel y los Estados
Unidos del gendarme Bush, es decir los “campeones de la democracia”, no abren
la boca para decir una palabra en torno a la infamia.
La explicación es muy sencilla y no necesita ninguna profundidad de
análisis. Israel es el gendarme imperialista en el corazón del Mundo Árabe, uno
de los componentes principales del Tercer Mundo (junto a América Latina, África
tropical y Asia.), ha sido creado por el maquiavelismo político de Winston
Churchill con el pretexto de “compensar” los sufrimientos del pueblo judío
ocasionados por el nazi-fascismo. El criterio parecería correcto, empero, ¿por
qué tendrían que ser los palestinos los que paguen los platos rotos del
fascismo? ¿En realidad qué tienen que ver en Palestina los judíos que por
centurias han vivido y viven en la Europa occidental u oriental, así como en
los Estados Unidos? Pues, nada, absolutamente nada.
El imperialismo norteamericano ha ideado pues una estrategia de agresión
permanente contra el Tercer Mundo, e Israel es uno de los cancerberos, el perro
de presa contra los pueblos árabes y para ello se ha inventado el cuento
“bíblico” del hogar “nacional” judío, procediéndose a la usurpación de
territorios palestinos a través de la guerra de agresión y la aniquilación de
la nación palestina. Desde 1945, se ha creado un poderoso quiste agresivo y
racista en Palestina con grandiosas inyecciones de ayuda extranjera de tipo
económico, científico y tecnológico para hacer inexpugnable una fortaleza
imperialista.
Naturalmente el proyecto que ha sacado de la nada una “nación” cuando ésta
se encontraba totalmente disgregada por el tiempo, tiene todos los atributos de
las naciones de sus propiciadores, es decir la “libertad” y la “democracia”.
Hay que hacer notar que la idea de construir un territorio para las
víctimas del llamado “holocausto”, ha sido también compartida entusiastamente
por José Stalin, que siempre apoyó la idea de un Estado multinacional
palestino-judío en la Palestina histórica. Sin embargo, Stalin jamás pudo
pensar que ese proyecto humano resultaría siendo un verdadero infierno para los
palestinos en manos de sionistas asesinos y genocidas. De este modo, la
democracia occidental, en el tipo judío, constituye un verdadero atentado
contra el sentido común de cualquier ciudadano del mundo. Sin embargo, la
infamia, en su grado más alto, no es denunciada como debiera serlo.
Pero veamos: en el Israel “democrático” existe un sistema representativo.
Claro que sí, allá hay elecciones cada cuatro años y los gobernantes, todos
judíos, son una representación “genuina” de la llamada voluntad popular.
Empero, si la manipulación puede funcionar y funciona en muchas partes, es
demasiado burda. La democracia israelí solamente permite el voto de los judíos
y están prohibidos de él los palestinos, con las contadas excepciones de
aquellos que sirven la política del Estado judío como sirviente.
Seguiremos pues viendo en las cámaras de televisión a los ejércitos del
“pueblo elegido de Dios”, asesinando a niños, mujeres y ancianos con la
bendición de los poderes mundiales, de las transnacionales de la información,
de los gobiernos “democráticos” del mundo. Los pueblos del Tercer Mundo,
hermanos de las víctimas palestinas, seguirán mascullando, momentáneamente, su
impotencia frente a la manipulación, a la tergiversación, a la mala fe y al
engaño que ahora ahogan a nuestros pueblos prisioneros de una ideología criminal
que no puede durar mucho tiempo.
Israel, ese engendro del imperialismo, NO ES UNA NACIÓN.
La teoría de la nación más robusta y coherente, quiérase o no, sostiene que
son varios los elementos constitutivos de la misma, entre ellos tenemos la
formación histórica, lo que presupone una estabilidad, un comienzo y un fin;
una comunidad de territorio, de lengua y de psicología que se resume en una
comunidad de cultura y finalmente una estructura económica común que permite su
supervivencia determinada en el tiempo y siempre tendiendo a la
autodeterminación. (**)
Israel o lo que es lo mismo, la artificial nación judía, es un fenómeno del
pasado, ya que a través del tiempo se disolvió desapareciendo de modo natural
con el correr de los siglos, lo mismo ocurrió con una serie de naciones que se
fueron asimilando a nuevas formaciones históricas nacionales, es el caso de los
fenicios, de los etruscos, etc., sin embargo, sin embargo, si al correr de los
siglos y los tiempos se deterioran los otros elementos constitutivos de la
nación (territorio, lengua, comunidad económica, etc.), esta desaparece
necesariamente. Dando paso a otras formaciones nacionales de conformidad al
devenir histórico. En realidad, las “teorías” bauerianas constituyen apenas
simples esfuerzos “teóricos” en favor de la “nación” judía y están construidas
para reforzar ese objetivo exclusivamente y no tienen la seriedad para
constituirse en una verdadera teoría de la nación.
Durante milenios los judíos sufrieron la llamada “diáspora” o dispersión
que los regó literalmente por todos los continentes, especialmente Europa. Obsesionados
por su “elegibilidad” divina, trataron siempre de conservar una identidad
religiosa y por ello mismo crearon en torno suyo un ambiente de recelo en todas
las formaciones sociales y nacionales que los habían acogido, pero al margen de
todo esto, se llegaron a disolver en esas formaciones nacionales y ese proceso
hubiera continuado de un modo natural de no intervenir la mano diabólica del
imperialismo que aprovechó esas especialísimas circunstancias para los fines
agresivos de incrustar una cuña reaccionaria en el cuerpo del mundo árabe.
Los grandes pensadores de origen judío propiciaron una reunificación de la
vieja y extinta nación judía, justamente por su inviabilidad y porque estaban
conscientes de los fenómenos de la asimilación histórica. Es el caso destacado
de un Albert Einstein que claramente señalaba:
“Si no logramos encontrar el camino de la
honesta cooperación y acuerdos con los árabes, es que no hemos aprendido nada
de nuestra vieja odisea de dos mil años, y mereceremos el destino que nos
acosará” (***); de un Karl Marx, de un Georg Lukacs, de
un Sigmund Freud y de tantos hombres de avanzada que seguramente hoy estarían
en las primeras filas de la condena y el repudio de los crímenes de sus
“connacionales” en Palestina.
No señores judíos, la
nación palestina, la heroica nación árabe que hoy soporta un extraño hitlerismo
judío, sabrá sacudirse de este nuevo yugo
imperialista borrando del mapa a este engendro de la agresión, el racismo y la
infamia, dejando al verdadero pueblo judío vivir junto a su hermano árabe en un
Estado multinacional de nueva democracia.
Notas.
(*) “CRÍTICA”. Semanario
independiente de información política especializada. 2da. Semana de junio de
1990. Pág. 18.
(**) Roger Garaudy. En su
artículo: “Israel, sionismo y anti semitismo. Los mitos fundacionales de la
política israelí”, cita este párrafo de nuestro trabajo sobre “Israel y la
Teoría de la Nación”.
(***) Internet. Einstein.
Wikipedia.
Este artículo fue escrito en mayo
25 de 1990.
Corregido y aumentado en
30-03-18.
PCmlm.
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