05 de abril de 2016
Por Alfredo Embid
Actualmente la producción de opio está
deliberadamente concentrada en Afganistán, pero no siempre fue así.
Si preguntas a la gente cual es
el origen histórico de la drogadicción a los opiáceos la mayoría contestarán
que China.
Pero se
equivocan.
El opio sale de la planta – papaver somniferum
album, conocida como adormidera y de la que se extrae la morfina y la heroína.
El opio se conoce en China hace milenios, ya es citado en la 1º farmacopea, en
el año 2000 antes de JC considerada como la más antigua de la humanidad. Aunque
su uso médico está descrito en textos chinos mucho más antiguos que se remontan
al siglo VIII antes de J.C., como reconoció la Comisión Real del opio en uno de
sus informes. La medicina china, lo utilizaba por sus propiedades terapéuticas
(que aún seguimos empleando en forma de productos derivados como la morfina o
la codeína), fundamentalmente como medicina o para aliviar los sufrimientos
ligados a la vejez.
Realmente el comercio de la droga empezó en el
siglo XVI y no lo emprendieron los chinos si no los portugueses y los
holandeses que transportaban el opio desde la India e Indonesia donde se
cultivaba.
De forma que en 1659 el comercio del opio seguía en
importancia al de las especias y en 1750 los holandeses cargaban más de 100
toneladas anuales de opio en Indonesia.
No eran solo los beneficios lo que les interesaba
en el tráfico de opio, era “un medio útil para quebrantar la resistencia
moral de los indonesios que se oponían a su sistema de hacienda, semiservil
pero cada vez más rentable”.
Pero la producción y el tráfico a nivel masivo fue
orquestada por el Imperio Británico a partir de su colonia: India.
En la India contrariamente a lo que comúnmente se
piensa no había hambre antes de la invasión británica.
El principal motivo del hambre en la India fue que
las compañías británicas destruyeron su agricultura de subsistencia y también
su industria, especialmente la textil.
Los
hindúes fueron obligados a abandonar el cultivo de productos básicos,
incluyendo los alimentos, y a sustituirlos por cultivos para exportar a
Inglaterra como el té y también el opio bajo la explotación de las compañías
británicas. Inglaterra implantó el cultivo masivo del opio especialmente en la
región India de Bengala, que hoy es Bangladesh, desde 1757.
La India fue administrada y prácticamente gobernada
por la compañía British East India Company (BEIC – British East India Co.) que
abrió una oficina en Cantón en 1715 y comenzó a inundar el país con el opio bengalí.
Esta ciudad y su puerto era la única plaza comercial internacional que China
permitía a los occidentales. Hasta entonces Gran Bretaña compraba productos a
China como especias, seda y té, que pagaba en plata puesto que los chinos no
tenían interés en sus mercancías europeas y despreciaban sus “modales
bárbaros”. Uno de los motivos de introducir el opio, pero no el único, era
compensar la desequilibrada balanza comercial inglesa.
En 1783 el primer ministro británico Lord
Shelbourne desarrolló hasta tal punto el negocio de la droga que lo convirtió
en una de las principales fuentes de beneficios para la Corona británica, y
naturalmente se establecieron sólidas alianzas con las familias más poderosas:
Matheson, Kesswick, Swire,
Dent, Baring, Rothschild, y sus instituciones Jardine Matheson, Chartered Bank,
Peninsular and Orient steam Navigation Co.,etc. De modo
que el tráfico de opio se convirtió prácticamente en la política oficial de
los bancos y la Corona Británica.
China
intentó resistirse a la introducción del opio en el país por las compañías
inglesas pues sabía que era un caballo de Troya y que el imperio tenía
intenciones de extenderse y dominarla.En este contexto el opio era ya
considerado acertadamente como un arma de guerra, y la opiomanía que generaba,
una forma de debilitar la resistencia a la penetración del imperio británico
que era perfectamente consciente de ello: “no hay el menor motivo para temer
que China se convierta en potencia militar de importancia alguna, ya que el
vicio agota las energías y la vitalidad de la nación”.
En 1799, China reafirmó su prohibición de importar
opio, pero las compañías británicas hicieron caso omiso y siguieron haciéndolo
en mayor cantidad. En 1830 el número de cajas de opio exportadas a China se
cuadruplicó (18.956) y el opio había llegado ya a ser el artículo más
importante del comercio internacional. En 1836 el número de cajas de opio
exportadas a China sobrepasó las 30.000.
En 1838, las autoridades chinas impusieron
legalmente la pena de muerte a todos los comerciantes y traficantes de opio
chinos, pero no a los británicos.
Lin Tse-Hsu comisionado del emperador para el opio,
escribió a la reina Victoria de Inglaterra preguntándole si “permitiría la
importación a su propio país de una sustancia tan venenosa y le pidió prohibir
a sus súbditos traerla a China”. Por supuesto la carta no surtió el más mínimo
efecto. En 1839, las autoridades chinas se negaron a seguir permitiendo las
importaciones ilegales de opio a las compañías inglesas. El emperador envió a
Cantón a Lin Tse Hsü, para acabar con la penetración desastrosa del opio. El
emisario imperial exigió la entrega de todo el opio almacenado y puso sitio al
enclave europeo. A las seis semanas de asedio, los mercaderes capitularon. Se
quemaron todos los depósitos de opio y los traficantes británicos fueron
expulsados de China.
Esto
sirvió de excusa al gobierno británico que inmediatamente le declaró la guerra
a China y envió desde la India su fuerza naval.
El origen de la guerra, como de hecho lo es
para la gran mayoría de las guerras, fue económico, se trataba de proteger
su lucrativo negocio del opio y seguir debilitando a la población china
convirtiéndola en adicta para de someterla más fácilmente.
Lord Palmerston
En 1841 Lord Palmerston, primer ministro
británico, en un memorando al gobernador de la India había afirmado: “…debemos
intentar sin pausa encontrar en otras partes del mundo nuevas aperturas para
nuestra industria (del opio)…
Si nuestra expedición china tiene éxito, Abisinia,
Arabia, los países hindúes y los nuevos mercados de China permitirán en un
futuro no lejano la ampliación de nuestro comercio exterior”. Pero los planes
británicos iban más lejos y apuntaban también a América, como veremos.
La flota de guerra británica se
apoderó de Shanghai y remontó el Yangtsé hasta Nanking. China perdió la guerra,
se vio forzada a firmar el Tratado de Nanking (1842) y abrió las puertas a los
comerciantes de opio declarado “artículo de comercio legítimo”. China pagó 21
millones de libras en plata y tuvo que aceptar que el puerto de Hong Kong fuese
gobernado por los británicos, declarándolo “puerto libre”.
Libre desde luego para
convertirse en el centro mundial del tráfico de drogas para beneficio del
imperio comercial británico. Además otros cinco puertos, incluyendo el de
Shanghai, se abrieron al libre comercio lo que aumentó la explotación económica
del país. Lord Palmerston confirmó la importancia de haber ganado la
guerra para la narco-economía.
“No hay
duda que este acontecimiento, que conformará un hito en el progreso de la
civilización de las razas humanas, concede las ventajas más importantes para
los intereses comerciales de Inglaterra”.
Una flota invasora franco británica fue derrotada
en Taku en 1859. En Europa se orquestó una campaña de propaganda demonizadora
de China, siempre conveniente antes de empezar una guerra, y Lord Palmerston
declaró que “había que darles una lección a esas pérfidas hordas” que habían
tenido la osadía de defender su país. Gran Bretaña junto con Francia invadió
Pekín el año siguiente y dieron muestras de su refinada civilización saqueando
la ciudad, quemando sus templos y santuarios. En esta Segunda Guerra del Opio
de 1860 China también fue derrotada. El emperador se vio obligado mediante el
tratado de Tientsin a aceptar incluso el estacionamiento de tropas extranjeras
en su capital, además de ceder totalmente Hong Kong y Macao a los británicos y
de abrir otros 10 puertos.La pequeña isla de Hong Kong ya había sido utilizada
desde hacía años como embarcadero para el tráfico de opio. El puerto “libre” de
Hong Kong, en realidad fue creado para ser el eje del libre tráfico de drogas
de Gran Bretaña y así se mantuvo durante más de un siglo.
En 1860 los británicos fundaron
el Shanghai Honk Kong Bank of Commerce (HSBC) para gestionar los suculentos
beneficios de su tráfico mundial de opio.
Las compañías británicas consiguieron controlar la
mayor parte del comercio del opio en el país y lo duplicaron nuevamente hacia
1880, mientras extendían la droga por todo el mundo abriendo nuevos mercados en
nombre del liberalismo económico.
Pero el
opio no era su única mercancía criminal, otra fuente de ingresos de los
británicos era el tráfico humano. Desde 1840 las compañías inglesas que
traficaban con esclavos negros africanos introdujeron en la costa oeste de
Estados Unidos cientos de miles de chinos pobres que en realidad eran
trabajadores esclavos adictos al opio, los coolíes. Los británicos lo
llamaron “tráfico de puercos”.
Los banqueros
ingleses establecieron relaciones con los banqueros norteamericanos y se
siguieron importando cantidades crecientes de esclavos chinos; sólo en el año
1846 se calcula que entraron 117.000 coolíes con 230.000 libras de goma de opio
y 53.000 libras de opio preparado para ser fumado.
Aunque en 1862 el presidente Lincoln prohibió el
tráfico de coolíes, este continuó hasta el siglo XX. Un buen ejemplo de que los
intereses de los banqueros ya predominaban sobre las decisiones de los
políticos y lo mismo sucedía en Inglaterra.
Por ejemplo, Beeching menciona en su libro que con
el dinero del opio y el apoyo de la monarquía británica, Lord Shelbourne
“compró en 1873 el Parlamento Inglés íntegro”12. En 1875, en Estados Unidos las
estadísticas oficiales calculaban que había ya 120.000 norteamericanos adictos
al opio, además de los miles de coolíes chinos .
Hacia 1885, los banqueros británicos habían
conseguido que el opio llegase a ser una de las mercancías más valiosas que
circulaban por el comercio internacional.
Sin embargo los chinos a pesar de haber perdido las
dos guerras del opio, no se sometieron y hubo continuas revueltas contra la
ocupación colonial, a la que se fueron sumando otros países.
Guerrero
boxer 1900
La más importante duró desde noviembre de 1899
hasta el 7 de septiembre de 1901. Fue una revolución de campesinos chinos
contra las concesiones a los extranjeros. Se la conoce como
«Levantamiento Yìhétuán Qǐyì, “los puños rectos y armoniosos” o en Occidente
como el levantamiento de los boxers (boxeadores) por su entrenamiento en las
artes marciales.
Representación
de la coalición.
Impresión japonesa de 1900.
Impresión japonesa de 1900.
Inglaterra, en esta última guerra contra los
nacionalistas chinos, recibió ayuda de una coalición formada en orden de
importancia por japoneses, rusos, británicos, franceses, estadounidenses,
alemanes, italianos, austro-húngaros, y portugueses de modo que
finalmente los boxers fueron aplastados.
En un año entre 50.000 y 100.000 rebeldes fueron
muertos durante la represión de la insurrección.
Occidente impuso a China «reparaciones» muy
elevadas por las guerras que él mismo había causado y desangró su maltrecha
economía. La base económica y financiera del desarrollo del país fue
aniquilada.
En 1900
el 56 % de Asia era ya una posesión colonial, que se sumaba al 90 % de África.
El saqueo perpetrado en Asia
siguió al cometido en África y América latina empobreciendo a sus habitantes y
dejando millones de drogadictos.
No
olvides que el “mundo occidental desarrollado” lo está gracias al robo
sistemático de recursos en todos los continentes que permitió su
industrialización. En 1905 se produjo la primera reacción internacional contra
la expansión de la drogadicción fomentada por Inglaterra; se firmó en La Haya
una tímida convención para intentar controlar la introducción de opio en
Occidente. Pero los británicos la boicotearon con éxito y siguieron con su lucrativo
negocio creando un floreciente mercado no declarado, y con otras artimañas,
como por ejemplo pedir en 1911 como garantía de sus préstamos bancarios a
Persia sus ganancias del opio. En 1923 se presentó a la Comisión del Opio de la
Liga de las Naciones (la organización que luego se convertiría en a ONU) una
propuesta para reducir un tímido 10% de la producción y del consumo del opio.
La tradicional oposición de Inglaterra hizo que se rechazara y que los
delegados estadounidenses y chinos abandonaran la sesión. Solo se acordó crear
un Consejo central de narcóticos que se limitaría a reunir información y que
fue calificado como “la junta de contrabandistas”. En 1927 los británicos
seguían obteniendo oficialmente al menos el 20% de sus ingresos coloniales del
Lejano Oriente del tráfico del opio. Pero esta cifra probablemente era falsa.El
opio inglés siguió abriéndose paso en Occidente produciendo millones de adictos
y un desastre social que persiste hasta nuestros días en su forma más tóxica:
la heroína.
No es pues aventurado afirmar que la gloria del
imperio británico y la prosperidad de sus élites se basa en gran parte en el
narcotráfico del que tienen el honor de ser sus primeros beneficiarios.
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