12-11-14
Int. No. 233.
EL MURO DE BERLÍN, SU CAÍDA Y LAS INTERPRETACIONES REACCIONARIAS
En estos días se conmemoran 25 años de la
caída y destrucción del famoso Muro de Berlín, levantado en 1961, por órdenes
del tristemente célebre dirigente soviético de origen ucraniano Nikita S.
Kruschov.
Todos los análisis que se están realizando
actualmente, comenzando por el escritor
Ignacio Ramonet y también por Walter
Martinez y su programa Dossier
así como los reportajes raramente distorsionados de TeleSur, se los plantea como un gran acontecimiento histórico de
trascendencia mundial.
Nadie puede negar que el hecho tenga
trascendencia mundial, empero una trascendencia que muestra la conclusión de un
experimento que, teniendo las más grandes proyecciones de liberación de la
humanidad, se vio truncado y traicionado por la figura tétrica y al mismo
tiempo ridícula del dirigente soviético.
Como se debe comprender, no se trata, ni
mucho menos de “defender” la existencia del Muro. Muy por el contrario, la
construcción de esa obra que muestra la debilidad de un mundo que ya había sido
traicionado y no podía sino implementar la restauración de las viejas
relaciones capitalistas en condiciones de país dependiente, no pudo soportar la
competencia en la que se encontraba el mundo entre lo nuevo que hoy revive y la
viejo que no deja de luchar por una existencia cuya vigencia ya ha caducado.
Para comprender la existencia y la posterior
desaparición del Muro, se debe comenzar por el principio. Ese principio se
encuentra, efectivamente como lo señala Ramonet, en la célebre conferencia de
Yalta, en la Crimea socialista entre los llamados Tres Grandes Roosevelt, Churchill y Stalin. La
Conferencia decidió, como no podía ser de otra manera, la división de Europa,
pues la Unión Soviética al mando del valeroso Mariscal Stalin, no podía
permitir que los países de Europa Oriental liberados de la bestia fascista
quedaran nuevamente a cargo de las oligarquías locales que habían precisamente colaborado
con Hitler y planteó la necesidad de construir gobiernos amigos de la Unión
Soviética.
Y los pueblos liberados de Europa Oriental no
podían menos que agradecer profundamente el sacrificio de sus libertadores, los
ejércitos rojos de Stalin que fueron recibidos en Polonia, Checoslovaquia, Hungría,
Rumania, Bulgaria y Yugoslavia como lo que realmente eran, los heroicos
libertadores del nazismo alemán. Esos ejércitos que regaban su sangre por
millones en tierras extranjeras para derrotar a las hordas fascistas, eran pues
recibidas en medio del más delirante entusiasmo, en medio de manifestaciones
espontáneas de simpatía y agradecimiento.
Después de la Liberación y lamentablemente,
fueron desapareciendo, los gobiernos socialistas y sus destacados líderes
mundiales a la cabeza de Stalin, poco después muere Klement Gotwald, presidente
de Checoslovaquia, después muere Dimitrov, el gran líder de la Internacional
Comunista, en la lista de grandes estalinistas, constructores del socialismo
más democrático de todos, como lo señala Hewlett Johnson, el Dean de
Canterbury, desaparecen Ana Pauker de Rumania, Boleslao Beirut de Polonia, etc, etc.
Leamos un poco lo que decía del mundo
socialista del este europeo el demócrata británico:
“Innumerables
dificultades enfrentaron los líderes de las nuevas democracias. Pero el nuevo
sistema creó inmediatamente tales condiciones de trabajo, principalmente para
la masa trabajadora (a la que pudo ofrecer descanso y solaz después del
trabajo, para fortificar su salud) que alentó a los obreros a realizar nuevas
obras y les demostró el carácter del socialismo.
Solamente la clase
trabajadora debía obtener estas ventajas; su justicia era obvia, sus beneficios
universales.
Y,
afortunadamente, las medidas estaban destinadas a asegurar el bienestar del
pueblo, el descanso después de la tensión de los años de la guerra y la defensa
de la salud, con el fin de emprender las nuevas tareas.
Mi confianza en el
socialismo no me ha defraudado. Lo que la “cristiana” Inglaterra no ha hecho,
las democracias comunistas y socialistas lo han realizado ya. Y la primera
tarea de las Nuevas Democracias como en Rusia, fue convertir las condiciones de
trabajo en dignas del ser humano. En el más breve tiempo posible, se aseguró
vacaciones amplias pagas y con todas las
facilidades…” (*)
Es ésta la visión positiva que tenía el
sacerdote inglés del Mundo Socialista en 1955 a diez años del fin de la gran
guerra. Después vendría la decadencia.
Estos acontecimientos gloriosos no aparecen
en absoluto de los análisis e interpretaciones de los comentadores del gran
acontecimiento del Muro. Tampoco se refieren al cambio profundo que sufre el
mundo socialista de Europa Oriental y la Unión Soviética con el ascenso del
tenebroso traidor de Lesa Humanidad, el tristemente célebre Nikita Kruschov que
desde 1956 y sobre todo después del 22 Congreso del PCUS, anuncia la construcción
nada menos que DEL COMUNISMO HASTA 1980.
La fanfarronada estaba en realidad, muy lejos
de cumplirse, pues el comunismo, como etapa superior del socialismo es incluso
actualmente, un objetivo de largo alcance, lo que hacía Kruschov era comenzar ladina
y cínicamente, el largo camino de la restauración capitalista en Rusia y todos
lo países de Europa Oriental con sus aliados íntimos Mikoyan, Brejnev, Gomulka,
Kadar, Tito, etc.
La situación había cambiado radicalmente
después del famoso Congreso número 22 y la construcción socialista se veía
paralizada, en medio de la dominación de una camarilla reaccionaria de
oportunistas que se encaramaron en los gobiernos y los Partidos Comunistas para
destruirlos desde dentro.
El Muro, entonces, es obra propia del infeliz
Nikita Kruschov. Sin embargo no fue una obra personal, porque como sabemos si
bien las personalidades tienen mucha importancia en los acontecimientos
históricos, pero fundamentalmente son los problemas y las luchas sociales, económicas
y sobre todo políticas los que determinan el curso de la historia. En el caso
del Muro, fue la instalación y el fortalecimiento de las clases derrocadas que
vuelvan al ataque a través de la fácil estrategia del entrismo que consiste en
penetrar los niveles directivos de los Partidos y Gobiernos para destruirlos
desde su interior.
El Mundo Socialista y la Unión Soviético,
cambiaron profundamente de contenido y como lo previmos los marxistas
leninistas y maoístas, nuestros pronósticos de la década de los años 60 cuando
combatíamos dramáticamente contra el revisionismo soviético que seguían
servilmente los partidos jruschovistas, se cumplieron rigurosamente y ahora
después de un siglo perdido, tenemos el deber de reencauzar en el Siglo XXI,
observando y teniendo en cuenta los errores y sobre todo evitando que en los
actuales y próximos levantamientos de los pueblos por el socialismo, se
produzca el peligro siempre latente de la infiltración reaccionaria, del trotskismo
traidor, del revisionismo anti-estalinista y de la falsa democracia burguesa
que encandila a muchos.
Se habla correctamente de otros muros.
Efectivamente todos los muros son malos y el socialismo, el socialismo
verdadero no ha levantado nunca muro alguno y por ello, nosotros explicamos el
origen del famoso Muro de Berlín como obra de los restauradores del capitalismo
en el Mundo Socialista que crearon Lenin, Stalin y Mao.
Nota.
(*) Johnson, Hewlett. “El Este de Europa en el
Mundo Socialista”. Editorial “Nueva Senda”. Buenos Aires. 1955. Pags. 21 y 22.
PCmlm.
No hay comentarios:
Publicar un comentario