El auge de la lucha socialista en China
CEPRID
El XVIII Congreso del
Partido Comunista Chino ya es historia. Los análisis que se han hecho del mismo
abarcan casi todos los aspectos menos uno: el pueblo chino. Y es que un examen
detallado de las resoluciones de este congreso muestra un abierto temor de la
dirigencia del Partido al auge de la lucha socialista en el país que, a lo
largo de 2012, ha adquirido proporciones desconocidas en los últimos 30 años.
Incluso hay quien habla, con más entusiasmo que realidad, de una nueva
Revolución Cultural en ciernes y su sola mención hace que recorra un escalofrío
por la espina dorsal de la élite china y el capitalismo occidental.
Es un hecho que cada año
que pasa crece el descontento social con las medidas económicas capitalistas
impulsadas por la dirección del PCCh, el rechazo a la introducción de métodos
occidentales de estudio en las universidades, se han multiplicado las huelgas
obreras no sólo contra empresas extranjeras sino nacionales (afectando a
sectores informáticos o sanitarios), han surgido protestas de los periodistas
por el “impacto corrosivo de la comercialización” en el tratamiento de la
información y continúa el descrédito generalizado sobre la gran mayoría de
dirigentes civiles. Estos son sólo algunos indicativos de que lo mejor está por
venir.
Y esto es lo que
preocupa tanto al “stablishment” de los nuevos dirigentes como al de los
académicos. Los primeros se han visto obligados a realizar una serie de gestos
inhabituales en los últimos 30 años. Por ejemplo, publicar su vida familiar
(fotos de la infancia, adolescencia y primeros pasos políticos), perfiles en
internet o recorrer las zonas más pobres del país (las imágenes del recién
elegido secretario general del PCCh en el XVIII Congreso, Xi Jinping, visitando
los pueblos de la provincia de Hebei los días 29 y 30 de diciembre (1) y sus
dificultades para caminar sobre la nieve y el barro son conmovedoras). Gestos
que van acompañados de una machacona insistencia en que se va a combatir la
corrupción (Jinping se mostró “indignado” (2) al comprobar en su visita a los
pueblos de Hebei la malversación de fondos contra la pobreza) y una insólita
exhortación a todos los estamentos del Partido para un comportamiento ejemplar.
Los segundos, han publicado una carta abierta advirtiendo que el país “corre el
riesgo de una violenta revolución” si el gobierno no responde a la presión
pública y no acelera las “estancadas reformas políticas” (3).
Son reacciones
derechistas porque son las políticas derechistas y procapitalistas las que se
están cuestionando con fuerza. Y son los representantes y defensores de este
sector quienes tienen miedo al pueblo chino. En 2011, por primera vez en
mucho tiempo, los chinos celebraron el natalicio de Mao con manifestaciones
masivas y peregrinaciones a su ciudad natal. Millones de chinos de todo tipo,
universitarios, obreros, campesinos celebraron por todo el país reuniones para
conmemorar “el legado del presidente Mao” y el 9 de febrero de 2011 (día de
entrada del Año Nuevo chino) 700.000 personas acudieron a Shaoshan, la ciudad
natal de Mao, para “rendirle respeto y homenaje”. Lo interesante es que fue
una celebración espontánea y en muchas ocasiones desafiando a los poderes
locales. El hecho fue tan sorprendente para el poder que el Diario del Pueblo
tuvo que hacerse eco de este fenómeno (4) no sin cierta sorpresa. Pero el poder
ha aprendido desde entonces y ahora se suma al carro sin dejar de hacer una
crítica expresa al maoísmo. Así, por una parte, se han mejorado las
infraestructuras para facilitar la afluencia de gente a Shaoshan y existe un
grupo de voluntarios municipales que atienden a las personas que acudieron al
homenaje a Mao en su ciudad –su nacimiento fue el 28 de diciembre de 1893-con
platos de fideos y carne (5) mientras que, por otra, se han multiplicado los
artículos y conferencias de académicos e intelectuales sobre la “tragedias” que
supusieron el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural. Hay que mencionar
que estas conmemoraciones pro-Mao tienen lugar durante dos meses, desde la
fecha del nacimiento hasta la celebración del año nuevo chino.
Pero el pueblo está
dispuesto a sorprender y en cada aniversario surge un nuevo elemento con el que
el poder no cuenta. En esta ocasión, los decenas de miles reunidos en
Shaoshan el 28 de diciembre entonaron una emblemática canción maoísta, “El Este
es rojo” (1965), el símbolo de la Revolución Cultural que muchos han
interpretado como un claro desafío a la contra-propaganda oficial ante la
celebración popular del natalicio de Mao.
Y es que Mao sigue
teniendo un gran predicamento entre una enorme masa de la población china.
Tanto que uno de los “principitos” del PCCh, Bo Xilai, no dudó en utilizar
elementos maoístas –con lo que se enfrentaba al aparato, puesto que
desautorizaba la práctica de Deng Xiaoping- para impulsar su política social y
económica en Chongqing. Eso le costó no sólo su defenestración en marzo del
2012, sino su posterior expulsión del Partido (4 de noviembre) tras un proceso
que terminó, curiosamente, cuatro días antes del XVIII Congreso.
Hay que detenerse en el
proceso a Bo y lo que representaba para entender lo que se ha aprobado en el
XVIII Congreso. Bo Xilai era miembro del Buró Político del PCCh y responsable
del Partido en Chongqing. Su caída en desgracia ha sido muy similar a la de Lin
Biao en 1971 (considerado el heredero de Mao pero que fue distanciándose de
éste cuando el “gran timonel” planteó el acercamiento a EEUU frente a la URSS).
Pero la diferencia entre uno y otro es que mientras que Lin Biao era un militar
preocupado por la geoestrategia, Bo Xilai se había inclinado por la economía y
había puesto en marcha el Modelo Chongqing, un sistema económico que contrastaba
de forma abierta con el Modelo Guangdong impulsado desde el poder de Beijing.
No obstante, tanto Lin como Bo se preocupaban por la ideología y pretendían
“revitalizar las ideas socialistas” desde diferentes perspectivas.
En síntesis, el Modelo
Guangdong supone un mercado más libre, un aumento de la desigualdad social y un
mayor esfuerzo productivo dedicado a la exportación. Es el modelo en que se ha
basado el crecimiento anual chino que ha colocado al país ya como la primera
economía del mundo, como reconoce el propio FMI al vaticinar que así será sin
duda alguna en el 2016. Por el contrario, el Modelo Chongqing recogía medidas
económicas con un mayor control de los poderes públicos y medidas populistas
para un crecimiento rápido y equilibrado.
Lo sorprendente del caso
es que el Modelo Chongqing se aplicaba sólo en una reducida zona de China que,
según el censo de 2010, tenía 32 millones de habitantes (una cifra ridícula en
un país que roza los 1.500 millones). Luego la explicación de la caída en desgracia
de Bo es muy sencilla: evitar que este modelo económico alternativo se
consolidase, que su promotor adquiriese más poder en el Buró Político y
suprimir la posibilidad de un cambio más igualitario en el “camino al
desarrollo” de China.
Chongqing, la ciudad
roja
Chongqing es una ciudad
conocida en todo el país y su legado se estudia en los libros de historia pues
fue la capital china durante la invasión japonesa y cuna de la lucha
antifascista entre 1937-46. También jugó un importante papel en la fundación de
la República Popular China en 1949. La historia de la ciudad fue tenida en
cuenta por Beijing a la hora de otorgarle el rango de municipalidad dependiente
del gobierno central, no del provincial (Sichuan), y más tarde elevarla al
rango de provincia en 1997. El historial de luchas obreras en la ciudad es
espectacular y ha estado en la vanguardia de muchas de ellas, especialmente
contra la privatización de empresas estatales, hasta el año 2000.
Bo Xilai no llegó a la
ciudad hasta 2003, pero supo captar muy bien el espíritu combativo de su
población y encontró un buen caldo de cultivo para su experimento económico
ampliando significativamente el papel local en la economía y tomando en sus
manos empresas que iban a ser privatizadas. Al mismo tiempo, otorgó pensiones
de jubilación, construyó viviendas públicas de alquiler a precios bajos –lo que
favoreció que muchos migrantes rurales encontrasen rápido acomodo en la ciudad,
al contrario de lo que ocurre en el resto del país- y desarrolló la educación,
sobre todo la infantil, y el cuidado de la salud. Es lo que se conoció como
“Los 10 puntos de la vida del pueblo”, sustentados en que el 51% de los gastos
del gobierno local iban destinados a la mejora del bienestar público. La
izquierda china dice que Bo, entre otras cosas, supo “reconducir” la
conflictividad en la ciudad con medidas de este tipo aunque, como luego se
verá, apoyó muchas de estas medidas y el Modelo Chongqing.
Eso no quiere decir que
Bo Xilai primase este componente frente a otro. Era muy cuidadoso y sabía a qué
se enfrentaba. Mientras mejoraba el bienestar de la población en base a esos
parámetros, ofrecía facilidades para la instalación de empresas, como la
Foxconn, que deslocalizó una aparte de su producción desde Shenzen. Pero
mientras que en Shenzen las protestas obreras fueron frecuentes, en Chongqing
se evitaron entre otras cosas gracias al programa de viviendas sociales de
alquiler, como se recogía elogiosamente en la agencia Xinhua (6) cuando Bo no
había caído en desgracia. Cuando en julio de 2010 los viejos revolucionarios,
personalidades que participaron en la Larga Marcha y fundadores del PPCh,
elaboraron una carta pública en apoyo a las luchas obreras (7) –justo lo
contrario que han hecho ahora unos cuantos académicos- se mencionaba sólo el
trato que los obreros de la Foxconn recibían en Shenzen, no en Chongqing.
Esta política impulsada
por Bo Xilai es lo que se llamó “promover la prosperidad común” y que ahora,
tras el XVIII Congreso, se asume oficialmente con un discurso diferente al de
Bo pero reconociendo que no iba errado: “China debe ser una sociedad
moderadamente próspera”. Pero los matices son importantes y entre “prosperidad
común” y “sociedad moderadamente próspera” hay una diferencia que pone en
cuestión las esencias del sistema.
La izquierda china
entiende que para lograr lo primero se tiene que implementar una serie de
medidas por parte del gobierno que vayan destinadas a restablecer los vínculos
orgánicos del PCCh con las bases. Traducido, lucha masiva contra la corrupción
y no sólo contra la privada, sino también y sobre todo contra la estatal y la
aplicación de la “justicia revolucionaria”. Pero no adelantemos
acontecimientos.
Bo se había convertido
en un problema serio para el Partido. Por eso, cuando fue defenestrado en marzo
de 2012, Wen Jiabao –primer ministro- criticó abiertamente el Modelo Chongqing
y acusó a Bo Xilai de “revivir la Revolución Cultural”. Curiosamente, mientras
que en el interior de China apenas de volvió a hablar de Bo hasta agosto
–cuando se inició el juicio contra su mujer y sus prácticas corruptas- toda una
maquinaria internacional (Wall Street Journal, New York Times, Financial Times
y hasta la secta Falung Gong; todos ellos tienen páginas web en chino y
publican suplementos semanales sobre China) hizo leña del árbol caído
publicando una saga de corrupción alrededor del ex dirigente de Chongqing. Lo
que había que extirpar era un modelo económico que podría comprometer en un
futuro no muy lejano el capitalismo realmente existente y que adquiría la fuerza
del ejemplo en China y un no oculto temor entre la clase dirigente, corrupta y
procapitalista. Y no digamos en Occidente.
La izquierda china: el
Colectivo Utopía
Aquí hay que hablar de
la izquierda china, agrupada alrededor del Colectivo Utopía (su página web,
www.wyzxsx.com, es bloqueada intermitentemente por el poder y en el momento de
escribir este artículo era inaccesible). Utopía había manifestado públicamente
su apoyo al Modelo Chongqing aunque sus propuestas van mucho más allá como la
socialización de la riqueza, la propiedad pública de los medios de producción y
el fortalecimiento de la moral socialista. Pero tanto Utopía como Bo Xilai
coincidían en impulsar una ampliación del sector público y el bienestar social,
así como una recuperación de los valores culturales y morales de la etapa
maoísta. Es lo que en Chongqing se denominó “promover la cultura roja” y que
consistía en recuperar las expresiones artísticas maoístas –entonar “El Este es
rojo” en el aniversario de Mao es una manifestación de cómo ha calado este
sentimiento entre la población- y “fortalecer la moral socialista”, para lo que
era imprescindible contar con los medios de comunicación. Aquí volvía a haber
una coincidencia estratégica entre Utopía y Bo Xilai, puesto que las propuestas
de ambos consistían en apuntalar una televisión y radio populares, sin
publicidad, y “con orientación didáctica”.
Y, de nuevo, el aparato
dirigente junto a blogueros seguidos en Occidente –como algunos casos sonados
en Cuba o en Yemen, por mencionar los más llamativos- y los medios occidentales
capitalistas volvieron a arremeter contra este “proyecto de renovación
socialista” al que equiparaban, lisa y llanamente, con la Revolución Cultural.
No obstante, guste o no, en China hay memoria y gran parte de la población
continúa considerando que el país era, bajo Mao, uno de los más igualitarios
del mundo y ahora es justo lo contrario.
El poder lo sabe, y teme
la reacción social. De ahí que, tras el XVIII Congreso del PCCh, “el socialismo
con características chinas” comience a abarcar aspectos como la lucha contra la
pobreza, la reducción de las desigualdades o el desarrollo sostenible que no
habían sido tenidos en consideración en estos 30 años del camino económico
ideado por Deng Xiaoping.
Se ha iniciado una tímida
rectificación por miedo, no por necesidad y en ella han influido tanto las
turbulencias económicas que vive el mundo desde el inicio de la crisis
capitalista, en 2008, como las respuestas populares que se están produciendo en
todas partes. La actitud del aparato del PCCh frente a las protestas no es muy
diferente de las que ofrecen los gobiernos derechistas en Madrid, Atenas o El
Cairo: la represión. Como un aviso a navegantes, el 21 de diciembre la policía
disolvió con dureza una manifestación de obreros de una fábrica de zapatos en
Guangan (Sichuan), la ciudad natal de Deng Xiaoping, que reclamaban el pago de
dos meses de sus salarios. El 25 de diciembre la situación volvía a repetirse
en Wuhan (capital de la empobrecida Hubei) cuando los obreros protestaban por
el impago de salarios y cierre de la fábrica de papel en que trabajaban. Pero
los obreros no sólo se manifestaban, sino que habían ocupado el ayuntamiento.
Cuatro días más tarde, como se ha dicho antes, el nuevo secretario general del
PCCh visitaba varios pueblos de Hubei. Y el mismo día 25 de diciembre en
Tongling (Anhui) cientos de médicos y enfermeras de un hospital perteneciente a
una importante empresa de propiedad estatal, Tongling Nonferrous Metals,
bloquearon todos los accesos a la ciudad demandando el pago de sus salarios.
Se podrían relatar miles
de estas manifestaciones y protestas. En muchas de ellas la gente porta los
retratos de Mao como bandera, sin otros eslóganes. Hay una suma y sigue de las
luchas obreras y, al mismo tiempo, se constata un cierre de filas entre el
capital transnacional, el aparato del PCCh, los medios de comunicación y un
cierto sector de los intelectuales y académicos (como los del manifiesto citado
más arriba) que harán todo lo posible por reconducirlas y/o reprimirlas. El
viaje del nuevo secretario general del Partido a Hubei va en esa dirección y,
una ironía del destino, es algo que había impulsado Bo Xilai: en Chongqing los
funcionarios del Comité Local tenían que realizar dos visitas a la semana a las
zonas rurales para observar la situación y recibir las quejas y sugerencias de
la población. En esas visitas tenían que vivir en las casas de los aldeanos, no
alojarse en hoteles. Justo lo que ha hecho ahora Xi Jinping, que ha compartido
comidas con los aldeanos en sus casas.
Es pronto para saber si
en esta ocasión el PCCh va aplicar las resoluciones del XVIII Congreso o los
gestos que ahora está haciendo van a ser algo más que gestos, un cambio de
rumbo. Desde 1996 se viene hablando de la construcción de una “civilización
socialista espiritual” que no es más que una denominación cínica de un
corrosivo enriquecimiento de la élite política y económica y en el anterior
congreso, en 2006, se aprobó una resolución que abogaba por “el sistema
socialista como un valor fundamental”. Nada de ello se ha llevado a la práctica
hasta ahora, a excepción de un fugaz momento, en 2011, con motivo de la
conmemoración del 90 aniversario de la constitución del PCCh. Terminados los
fastos, terminadas las intenciones. El PCCh, los líderes civiles, para ser
exactos, se encuentran en la tesitura de mantener la promesa de defender la
constitución socialista aún vigente –pero apenas aplicada- o caer
definitivamente en el capitalismo neoliberal que han venido desarrollando estos
últimos 30 años. Enfrente tienen a una base histórica obrero-campesina a la que
ahora se suman universitarios y jóvenes que apuestan por un giro a la izquierda
y un futuro socialista. Incluso el Colectivo Utopía y sus propuestas de
“renovación socialista” han llegado a decir que el Modelo Chongqing era la
única esperanza de evitar una “revolución violenta” en China aunque hay quien,
como Sima Nan, uno de sus más conocidos integrantes, opina que fue un error
estratégico el identificarse demasiado con los postulados de Bo Xilai.
El capitalismo está en
fase terminal, pero el proceso se aceleraría si en China hubiese un giro a la
izquierda. De ahí el pánico que en Occidente se siente ante iniciativas tan
moderadas como las del Modelo Chongqing o ante la cada vez mayor oleada de
protestas socio-políticas del pueblo chino contra el modelo impuesto desde
Beijing. Una reorientación de este modelo se intuye en las resoluciones del
XVIII Congreso, pues no en vano se habla de una reorientación de la economía
para dejar de estar centrada únicamente en la exportación y comenzar a tener en
cuenta el consumo interno, así como esa mención a una “sociedad moderadamente
próspera”. Una curiosidad más que aparece en las resoluciones: resulta que
ahora en poder chino se da cuenta que hay que “regular” el papel de los medios
de comunicación porque lo que hay “no se ajusta al nuevo entorno” y “no puede
separarse de la realidad política del país” (8). O sea, lo mismo que había
planteado Bo Xilai, lo que reclama el Colectivo Utopía y lo que critican lo
periodistas por el “impacto corrosivo de la comercialización” en el tratamiento
de la información.
Si se cumple todo lo
acordado en este XVIII Congreso y no es sólo otra muestra más de retórica
estaremos asistiendo a un giro gigantesco en lo conocido hasta ahora, así sea
moderado puesto que ya no se legislará únicamente para la clase media urbana
–y, sobre todo, la ubicada en las ciudades costeras- sino para todo el pueblo.
Y eso, en China, es abarcar una enorme masa de campesinos y obreros muy descontentos
con el modelo actual puesto que no les ha tenido en cuenta.
Tras este XVIII Congreso
del PCCh el país está en una encrucijada: o se convierte en el refugio seguro
del capitalismo global o le entierra definitivamente. En el interior del
Partido hay varias corrientes que, sin ser expresamente maoístas, sí se oponen
a las medidas neoliberales. Algunos de ellos han participado en los actos
conmemorativos del natalicio de Mao organizados por el Colectivo Utopía en
Beijing -con la asistencia de ex funcionarios del gobierno, generales del
ejército y reconocidos maoístas (9)-aunque no está claro lo que supone este
paso y si ello es el inicio de una corriente de izquierda dentro del Partido o
el anuncio de una mayor resistencia a los neoliberales que siguen desmontando
el sistema de bienestar público. Las bases –campesinos, obreros, trabajadores
migrantes y pobres- ya han reaccionado y han comenzado a pasar a la ofensiva.
Un dato: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce que gracias a
la lucha obrera los salarios en China se han triplicado en la última década y
que para este 2013 subirán otro 9% (10).
Notas:
(1) Diario del Pueblo,
31 de diciembre de 2012.
(2) Ibid.
(3) Reuters, 31 de
diciembre de 2012.
(4) Alberto Cruz,
“China: ejército, geopolítica y retorno a Mao” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1205&lang=es
(5) Diario del Pueblo,
28 de diciembre de 2012.
(6) Xinhua, 27 de julio
de 2011.
(7) Li Chengrui, Xiantian
Gong, Han Xiya, Rixin Liu y Zhao Guangwu: “China: Los viejos revolucionarios se
posicionan sobre la actual proliferación de huelgas de trabajadores”http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article892
(8) Diario del Pueblo, 5
de enero de 2012.
(9) Global Times, 28 de
diciembre de 2012.
(10) OIT, Rapport
mundial sur les salaires 2012/13: Salaires et croissance équitable, 7 de
diciembre de 2012.
Alberto Cruz es
periodista, politólogo y escritor. Su último libro es “La violencia política en
la India. Más allá del mito de Gandhi”, editado por La Caída con la
colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer
a libros.lacaida@gmail.com o bien
a ceprid@nodo50.org albercruz@eresmas.com
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