miércoles, 22 de julio de 2020

EL CAPITAL FICTICIO EN MARX

EL CAPITAL FICTICIO EN MARX
Luis Alberto Echazú

A partir de la década del 80 del siglo pasado se imprime a escala planetaria la reedición intensificada de la participación del sector financiero en la economía que se ha denominado como financiarización que se acelera hasta provocar las crisis de1997 y la más profunda de 2008.
La desvinculación del crecimiento económico con la evolución de los títulos en las bolsas se hace cada vez mayor.
Es el capital financiero el  mayor beneficiario de este proceso, que además registra en la economía un restablecimiento en la baja de la tasa de ganancia sin el correspondiente aumento en la acumulación, esto se manifiesta de un modo paralelo, en el aumento de la tasa de  desempleo junto al aumento en la tasa de financiarización.
Es el incremento creciente de la riqueza como consumo improductivo de la renta financiera en desmedro de la acumulación y reproducción del capital.
Marx tiene pasajes de impresionante valide a pesar de haberlos escrito en los prolegómenos del nacimiento del capital financiero propiamente dicho. Veamos lo que escribió:
"El estado tiene que pagar a sus  acreedores todos los años una cantidad de intereses por el capital que le prestan. El acreedor, en este caso, no puede reclamar a su deudor la devolución del dinero prestado, sino simplemente vender a otro el crédito, su título o sus títulos de la deuda. El capital mismo ha sido consumido, invertido por el estado. Ha dejado de existir. Lo que el acreedor del estado posee es: 1. Un título de deuda contra el por 100 libras esterlinas, supongamos. 2. El derecho, que este título de deuda le confiere, a participar de una  determinada suma digamos en 5 libras, o sea, En el 5% de los ingresos anuales del Estado, es decir del producto anual de los impuestos públicos; 3. La posibilidad de vender a otros, si lo desea, este título de deuda de 100 libras esterlinas. Si el tipo de interés ves el 5%, garantizado además por el Estado, el poseedor A podrá vender a B el título de la deuda, normalmente por 100 libras esterlinas, pues a B tanto le da prestar 100 libras al 5% anual, como desembolsar 100 libras que le asegure un tributo de 5 libras anuales por parte del Estado. Pero el capital cuyo fruto (interés) se considera el pago del Estado, es  en todos estos casos, UN CAPITAL ILUSORIO, FICTICIO. No solo porque la suma prestada al Estado ya no existe, sino además porque JAMÁS, se destinó a gastarse, a invertirse como capital y solo su inversión como capital habría podido convertirlo en un capital que se conserva a si. mismo".
Y continúa : "Por mucho que las transacciones (se refiere a la venta del título de A a B o C) se multipliquen, el capital de la deuda pública sigue siendo un capital puramente ficticio y desde el momento en que los títulos de la deuda fuesen invencibles, desaparecería la apariencia de este capital. A pesar de ello, este capital ficticio tiene, como veremos su movimiento propio (1).
Marx analiza todo el fenómeno desde su teoría del valor-trabajo, que concibe al capital como el resultado del proceso D-M-pp-M'- D', vale decir la utilización (inversión) de capital dinero D, en la compra de capital mercancía M (materias primas, insumos, servicios, maquinaria  y fuerza de trabajo), que en el proceso productivo pp, que supone la  transformación productiva en capital mercancía nuevo M' y concluye con su venta y la obtención de capital dinero incrementado D', por la plusvalía (valor no retribuido al obrero).
Este proceso denominado valorización del capital desaparece cuando el proceso descrito está ausente. Esto es precisamente lo que ocurre con los títulos de renta fija como los títulos de la deuda pública.
Un fenómeno similar pero con características aún más ficticias sucede con los títulos de la renta variable, vale decir con las acciones en la bolsa de valores.
Estás acciones a diferencia de los títulos de la deuda pública o cualquier otro título de renta fija, pueden venderse y comprarse una y otra vez, pero a precios variables, unas veces mayores (la mayor parte de las veces, originando los procesos especulativos), otras menores (en las caídas o crisis), en ambos casos se trata de capitales ficticios, ilusorios, como dice Marx, porque como se analizó al principio, la mayor parte de estos no se invierten productivamente, sino se consume como gasto de la oligarquía financiera rentista y por ello no son capital. De ahí, que a pesar de lograr el mantenimiento de la tasa de ganancia, no se incremente la acumulación, vale decir el capital productivo.
Marx explica en varios capítulos del libro tercero de El Capital, que la plusvalía es la única fuente de creación de valor y por consiguiente la fuente de la cual se distribuye la ganancia del terrateniente (renta del suelo), de los capitalistas (ganancia empresarial) y renta (ganancia del capital bancario), de manera que la tasa de ganancia se mantiene o incremente ligeramente solo por el aumento de la tasa de plusvalía, por otro lado, un aumento de la renta, solo es posible a expensas de la ganancia empresarial.
Sin embargo no debe confundirse el carácter del capital ficticio y por ende la renta financiera, como carente de valor monetario, porque si lo tienen y en abultadas y crecientes magnitudes e incluso proporciones, que explican el aumento de la riqueza de esta oligarquía financiera.
Es capital ficticio porque no se invierte en la creación de riqueza, o mejor en la inversión capitalista, no recorre el ciclo completo D-M-pp-M'-D' por lo tanto no crea valor alguno, recorre de forma absurda como diría Marx el ciclo abreviado D- D'.
Podemos decir simplificando al máximo, que el capital ficticio no produce riqueza, pero la adquiere y la adquiere e incrementa cada día cada minuto, así su propietario este despierto o durmiendo, ajeno y lejano al esfuerzo productivo.
La renta financiera es una especie de punción creciente a la ganancia, que a su vez proviene exclusivamente de la plusvalía generada en el proceso de producción capitalista.
(1)    Carlos Marx, El Capital, libro tercero, capítulo XXIX pág 481-482, Ediciones Venceremos, La Habana,  1965.

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