ENTREVISTA
A SAMIR AMIN
"El declive
del sistema es un momento peligroso. El capitalismo no va a esperar su muerte
tranquilamente. Se comportará cada vez más salvajemente para mantener su
posición, para mantener la supremacía imperialista de los centros"
¿Cómo entiende la globalización en tanto proceso
social?
AMIN: La
globalización no es nada nuevo. Es una dimensión antigua e importante del
capitalismo. Ustedes los indios deberían saberlo mejor que nadie. Han sido
conquistados y colonizados por los británicos desde el siglo XVIII hasta el XX.
Eso también fue globalización. No la globalización que querían, pero fueron
integrados al sistema capitalista global.
La colonización
fue una forma de globalización. Pero el pueblo de India luchó contra ella y
reconquistó su independencia bajo un liderazgo que no fue socialista
revolucionario, sino que fue el nacional populista de M. K.Gandhi y Jawaharlal
Nehru. Su independencia en 1947 tuvo dos costos. En primer lugar, una parte
importante de la India, lo que ahora son Pakistán y Bangladesh fueron separados
de ella. Este fue un acto criminal de los colonizadores.
Segundo, la
independencia que se ganó fue hegemonizada por la burguesía india, liderada por
el partido Congreso Nacional de la India con una amplia alianza popular que
incluía partes de la clase trabajadora.
Por lo general,
hoy está de moda decir que la globalización después de la Segunda Guerra
Mundial fue bipolar: Estados Unidos de un lado y la URSS del otro, engarzados
en una Guerra Fría. Esto es básicamente incorrecto. La globalización que
tuvimos después de la Segunda Guerra Mundial, digamos desde 1945 hasta 1980 o
1990 es lo que llamo globalización negociada.
Con
«globalización negociada» quiero decir que los gobiernos y pueblos de Asia, África,
la URSS, los Estados Unidos y sus aliados crearon una estructura negociada
multipolar que gobernaba el orden mundial. Esta estructura se impuso al
imperialismo y lo obligó a ajustarse al bloque de poder que surgió de la
Revolución Rusa de 1917, de la Revolución China de 1949 y de la conferencia de
Bandung de 1955.
El progreso
industrial, iniciado en la época de Bandung no siguió una lógica imperialista,
sino que fue impuesto por las victorias de los pueblos del Sur. Fue en esta
época que países como la India, Indonesia, Ghana y Tanzania lograron su
independencia. Esta globalización negociada produjo cuatro bloques históricos
diferentes, cada uno luchando con el otro:
1. La alianza
imperialista de Estados Unidos y Europa occidental con sus aliados: Japón,
Australia y Canadá.
2. La Unión
Soviética con sus aliados de Europa oriental.
3. La República
Popular de China, que a pesar de pertenecer al así llamado campo socialista
había desarrollado una política independiente desde al menos 1950.
4. Los países
que crearon el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) en 1961, pero que se
reunieron en Bandung en 1955.
En Bandung,
Indonesia, los representantes de los pueblos de Asia, China, India, Indonesia y
algunos otros países se reunieron por primera vez. Habían pasado pocos años
desde que la India reconquistó su independencia, pocos años después de que el
Partido Comunista Chino entrara en Beijing; habían pasado también pocos años
desde que Indonesia recuperara su independencia de los holandeses. Fue un campo
que incluyó no solo países asiáticos sino también la mayoría de los países
recién independizados de África en ese momento. Las colonias portuguesas se
unieron luego y Sudáfrica más tarde aún.
Cuba fue el
único país de América Latina que se unió a este grupo. Los regímenes nacional-populistas
de este cuarto grupo se unieron institucionalmente en el MNOAL (Movimiento de
Países No Alineados) que se reuniría cada año y armonizaría una línea política,
así como en el Grupo de los 77 que sería el bloque del Sur dentro de Naciones Unidas.
Tuvimos un
patrón de globalización que fue una globalización multipolar, que se negoció
entre los cuatro grupos. Desde el punto de vista de los pueblos de África y
Asia, fue una época durante la cual el imperialismo se vio obligado a hacer
concesiones y aceptar los programas nacional-populares de India y otros países
asiáticos y africanos.
En lugar de que
los países del sur se ajustaran a las necesidades y demandas de la
globalización, fueron los países imperialistas los que se vieron obligados a ajustarse
a nuestras demandas. Cada una de estas partes de la globalización multipolar
desarrolló sus propias formas de desarrollo.
– Occidente,
como resultado de las victorias de la clase trabajadora desarrolló un patrón de
los llamados Estados de bienestar.
– El bloque
socialista – la URSS, Europa Oriental, China, Vietnam y Cuba – que desarrolló
diferentes patrones de socialismo.
– El tercer
pilar, esto es la India, liderada por el Partido Congreso Nacional, el Egipto
de Nasser, y otros Estados en África y Medio Oriente que desarrollaron algún
tipo de “socialismo”, por lo menos así lo llamaron.
Los tres pilares
alcanzaron sus límites históricos en los años ochenta y noventa, cuando
colapsaron. Algunos colapsos fueron brutales, como el de la Unión Soviética en
1991. No solo que el país se dividió en 15 repúblicas, sino que la mayoría de
ellas se trasladó hacia la órbita europea, algunas de ellas ingresaron en la
Unión Europea y a la alianza militar de Occidente, la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN).
La derrota del
comunismo en el Este no resultó en una victoria para la socialdemocracia en
Occidente. Incluso la socialdemocracia fue derrotada.
Los
socialdemócratas se volvieron socio-liberales, o, en otras palabras, en un
espacio político que aceptaba la inevitabilidad del capitalismo y una
«democracia de baja intensidad» que eclipsó la política de lucha de clases
(como expongo en El virus liberal, 2004).
Ahora no hay
diferencia entre los partidos gobernantes socialdemócratas o socialistas en
Europa occidental y los partidos de derecha normales, tradicionales. Son todos
socioliberales. Esto significa que tanto los viejos conservadores como los
antiguos socialdemócratas están aliados ahora con el capital monopolista
global.
El tercer pilar,
nuestro pilar, también se quebró de diferentes formas. En algunos casos, hubo
golpes de estado. En otros, como en India, la clase dominante se desplazó hacia
la derecha y aceptó las condiciones y patrones de la llamada globalización
liberal. Esto sucedió desde la época de Indira Gandhi en adelante.
El proceso fue
similar en Egipto. Después de la muerte de Nasser en 1970, su sucesor Anwar
Sadat dijo que no teníamos nada que ver con esa «porquería» llamada socialismo
y que deberíamos volver al capitalismo y aliarnos con los Estados Unidos y
otros.
Los chinos
siguieron su camino de forma diferente luego de la muerte de Mao en 1976 y se
desplazaron hacia un nuevo patrón de globalización, pero con algunas
especificidades por sus propias necesidades. No se trata solo de la
especificidad política del Partido Comunista de China, que mantuvo el dominio
sobre el país, sino también su especificidad socioeconómica que diferencia a
China de la India. La enorme diferencia entre ambos países es que China ha
experimentado una revolución radical que la India todavía no ha tenido.
Por lo tanto,
tenemos una variedad de patrones. El colapso de estos tres sistemas, la llamada
socialdemocracia en Occidente, el sistema soviético y nuestro sistema, es lo
que proporciona todas las condiciones para que el capitalismo imperialista tome
la ofensiva y haga cumplir su nuevo patrón de globalización
¿Cuáles son las
características del actual patrón de globalización?
AMIN: La
creciente ofensiva del capitalismo imperialista NO solo está relacionada con la
derrota de los socialistas o los comunistas o incluso los nacional-populistas.
También está relacionada con los cambios en los países capitalistas
imperialistas de Europa, Estados Unidos y Japón.
El término clave
aquí es capitalismo monopolista global. El capitalismo monopolista, como fuerza
social, no es nada nuevo. Se movió en dos etapas
La primera etapa
del capitalismo monopolista fue desde fines del siglo XIX hasta la Segunda
Guerra Mundial, un largo período de más de un siglo. Este capital monopolista
fue analizado por socialdemócratas como John A. Hobson y Rudolf Hilferding.
Durante este período el capital monopolista tenía carácter nacional. Hubo
imperialismo británico, imperialismo estadounidense, imperialismo alemán,
imperialismo japonés e imperialismo francés.
Como escribió
Lenin en sus estudios sobre el imperialismo en 1916, estas fuerzas
imperialistas no solo conquistaron y subyugaron a la periferia, sino que a la
par estaban luchando entre sí. La lucha entre ellas condujo a dos Guerras
Mundiales.
Todas las
revoluciones socialistas de ese período tuvieron lugar en la periferia del
sistema imperialista global, comenzando en la semi-periferia, con el eslabón
más débil, Rusia y luego en las periferias reales, Cuba y Vietnam. Ninguna
revolución tuvo lugar en Occidente. No hubo una revolución socialista en la
agenda de Estados Unidos, Europa occidental o Japón.
Después de la
Segunda Guerra Mundial, gradualmente primero y repentinamente después, a
mediados de la década de 1970, el capital monopolista en Occidente se movió a
una nueva etapa que he denominado capital monopolista generalizado.
El capital
monopolista fue lo suficientemente exitoso como para someter todas las otras
formas de producción social a la posición de ser sus subcontratistas. Eso
significó que el valor producido por las actividades humanas fue, en gran
medida, absorbido por el capital monopolista en forma de renta imperialista. En
esta nueva globalización, nuestros países son invitados a ser subcontratistas
del imperialismo. Esto es obvio en el caso de la India.
Tomemos el caso
de la ciudad de Bangalore. Se ha desarrollado como la región más promisoria
para la subcontratación del capital monopolista no sólo para Gran Bretaña y los
Estados Unidos sino también para el capital monopolista de Europa y Japón.
Un elemento
importante es aclarar que la maquinaria del Estado no se disuelve en esta era
de globalización. La realidad es que el capital monopolista, incluso en los
países imperialistas, necesita de la maquinaria del Estado.
El Estado ha
sido domesticado para servir exclusivamente a los intereses de los
imperialistas. Lo pueden ver en la forma en que Donald Trump utiliza el
gobierno en Estados Unidos y lo pueden ver en los llamados consensos nacionales
de Gran Bretaña, Francia y Alemania. Por lo tanto, decir que las fuerzas del
mercado reemplazan al Estado es una tontería. El Estado con sus aparatos de
poder militar y policial es esencial para el proceso de globalización.
¿Cuáles son los desafíos que esta globalización
plantea a los países del Sur?
AMIN: El desafío
para nosotros hoy es luchar por una alternativa a la globalización. Tenemos que
salir de este patrón de globalización. En tiempos antiguos era la globalización
colonial para India y otras naciones.
Después de
nuestra victoria, de la victoria del pueblo indio junto con la victoria de los
chinos y otros, negociamos la globalización. Ahora estamos de regreso a la
llamada globalización liberal, que es decidida unilateralmente por los países
del G7 (Grupo de los 7), esto es Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia,
Alemania, Italia y Japón.
El desafío que
tenemos ante nosotros es rechazar este patrón de globalización, no tener
ilusiones con esta globalización. Para los países africanos la globalización
significa el saqueo de sus recursos nacionales como petróleo, gas, minerales y
también tierras cultivables.
Para la India,
al igual que para muchos países de América Latina y del sur de Asia, toma otras
formas. Esto incluye aprovecharse de nuestra mano de obra barata, transfiriendo
valor creado en nuestros países a través de la extracción de renta monopólica
para el sistema imperialista. Este es el desafío que tenemos ante nosotros.
John Bellamy Foster del Monthly Review escribe que
solo nos quedan dos opciones: el socialismo o la exterminación, ya que el
capitalismo ha llegado a un callejón sin salida. Usted ha escrito que el
capitalismo se ha vuelto obsoleto. ¿El fin del capitalismo está en el
horizonte? ¿Qué es lo que hace del capitalismo un sistema social obsoleto?
AMIN: El
capitalismo está en una crisis estructural. A mediados de la década de 1970,
las tasas de crecimiento de los centros desarrollados capitalistas, Estados
Unidos, Europa y Japón cayeron a la mitad de lo que habían sido en los treinta
años anteriores. Y no se han recuperado desde entonces. Esto significa que la
crisis continúa e incluso se profundiza año tras año.
Y los anuncios
de que estamos saliendo de la crisis debido a que la tasa de crecimiento en
Alemania está subiendo de 1,2% a 1,3% son simplemente risibles.
Esta es una
crisis sistémica, no una crisis en U, sino una crisis en L.
La Crisis en U
es del tipo normal de las crisis capitalistas. Se refieren a racionalidad que
conduce a la recesión en primer lugar, con cambios estructurales menores, para
traer de vuelta el crecimiento. El gráfico de la crisis se ve como una U, una
caída y luego de un período, el crecimiento vuelve a aumentar.
La Crisis en L
significa que el sistema no puede salir de la recesión. No hay línea que vaya
hacia arriba después de la caída. La única salida posible es cambiar el
sistema. Los cambios menores no son suficientes. Hemos llegado al punto en que
el capitalismo ha empezado a declinar.
El declive es un
momento muy peligroso. El capitalismo no va a esperar su muerte tranquilamente.
Se comportará cada vez más salvajemente para mantener su posición, para
mantener la supremacía imperialista de los centros. Esta es la raíz del
problema y de las guerras imperiales.
La guerra
comenzó en 1991, inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética. La
primera salva fue la Guerra de Irak en 1991. El desmembramiento de Yugoslavia
entre 1991 y 2001 trajo esa guerra a Europa.
Ahora, en mi
opinión, el sistema europeo en sí mismo ha comenzado a implosionar. Esto se ve
en los resultados negativos de las políticas de austeridad. Son negativas para
la gente, pero también para el capitalismo porque no provocan crecimiento
imperialista.
Las políticas de
austeridad no traen crecimiento. Las respuestas políticas a estas políticas
públicas, sea el proceso del Brexit, sea el régimen de austeridad en España o
los gobiernos ultra reaccionarios y chauvinistas de Europa del Este, no responden
a una solución real para el sistema. De hecho, la guerra y el caos están
inscritos en la lógica de este sistema en descomposición.
En «El retorno del fascismo en el capitalismo
contemporáneo» usted argumenta que la crisis del capitalismo contemporáneo crea
condiciones fértiles para el retorno del fascismo en el mundo actual. Esto es
evidente por la emergencia de varias fuerzas de derecha en diferentes partes
del mundo. ¿Está apuntando a una repetición del fascismo clásico?
AMIN: El sistema
de la llamada globalización neoliberal no es sostenible. Genera mucha
resistencia en el Sur, así como en China. Esta globalización ha creado enormes
problemas para el pueblo de Estados Unidos, Japón y Europa. Por lo tanto, esta
globalización no es sostenible. Ya que el sistema no es sostenible, el sistema
mira hacia el fascismo como la respuesta a su creciente debilidad.
Es por esto por
lo que el fascismo ha reaparecido en Occidente. Occidente exporta el fascismo a
nuestros países. El terrorismo en nombre del islam. Es una forma de fascismo
local. Y hoy, tenemos en India la reacción derechista hinduista. Esto también
es un tipo de fascismo. India era un país democrático. Aunque India es un país
donde la mayoría de la gente practica el hinduismo, quienes no lo hacen eran
igualmente aceptados. El régimen en India ahora es una forma de semi-fascismo o
fascismo suave.
No es suave para
todas las personas ya puede ser más duro contra algunas de ellas. Tenemos la
misma situación en el mundo islámico, empezando por Pakistán y siguiendo con
Irak, Siria, Egipto, Argelia, Marruecos y otros. Estas formas de fascismo local
también han penetrado en muchos otros países.
¿Cómo explicaría el contexto político contemporáneo
del mundo árabe?
AMIN: Estados
Unidos se sorprendió por las revueltas antigubernamentales en Túnez y Egipto.
No las esperaban. La CIA pensaba que el presidente de Túnez Zine el-Abidine Ben
Ali y el de Egipto, Hosni Mubarak eran fuertes, al igual que sus fuerzas
policiales. Los franceses creían lo mismo respecto a Túnez.
Estos
movimientos gigantescos y caóticos en Túnez y en Egipto carecían de estrategia
y ello permitió que fueran contenidos en las viejas estructuras y decapitados.
Pero luego, inmediatamente después de estas dos explosiones, los gobiernos
occidentales entendieron que movimientos similares podrían ocurrir en otras
partes de los países árabes, por las mismas razones.
Entonces,
decidieron «adelantarse» a las «revoluciones» organizando movimientos «de
colores» controlados por ellos. Seleccionaron como su instrumento a los
movimientos islámicos reaccionarios financiados y controlados por sus aliados,
los países del Golfo.
La estrategia
Occidental fue exitosa en Libia, pero falló en Siria. En Libia, no hubo masivas
protestas «populares» contra el régimen. Quienes iniciaron el movimiento fueron
pequeños grupos armados islámicos que inmediatamente atacaron al ejército y a
la policía y al día siguiente, ¡llamaron a la OTAN, a los franceses y a los
ingleses para que los rescaten! Y … la OTAN respondió y fue a bombardear.
Finalmente, las potencias occidentales habían alcanzado su meta, que era
destruir Libia.
Ahora Libia está
mucho peor de lo que estaba antes. Pero ese era el objetivo. No es una
sorpresa. El objetivo era destruir el país. Lo mismo ha ocurrido en Siria.
Había un creciente movimiento civil popular democrático contra el régimen,
porque el régimen había avanzado hacia la aceptación del neoliberalismo para
permanecer en el poder. Pero Occidente, Estados Unidos en particular, no
esperaron. Al día siguiente, hicieron que los movimientos islamistas, con la
misma puesta en escena, atacaran al ejército y a la policía y pidieron ayuda a
Occidente.
Pero el régimen
fue capaz de defenderse a sí mismo. La disolución del ejército que esperaba
Estados Unidos no sucedió. El así llamado Ejército Sirio Libre es un farol. Era
apenas un pequeño número de personas que fueron inmediatamente absorbidas por
los islamistas. Y ahora las potencias occidentales, incluyendo los Estados
Unidos, tienen que reconocer que han perdido la guerra, lo que no significa que
el pueblo sirio la haya ganado.
Pero significa
que el objetivo de destruir el país a través de guerra civil e intervención
falló. Las potencias imperialistas no han sido capaces de destruir la unidad o
la potencial unidad del país. Esto es lo que querían hacer, con la aprobación
de Israel, por supuesto, para repetir lo que sucedió en Yugoslavia. Pero
fallaron.
En Egipto, los
Estados Unidos, respaldados por los europeos que simplemente los siguen,
eligieron a la Hermandad Musulmana como la alternativa. Inicialmente, el 25 de
enero de 2011, la Hermandad Musulmana se alineó con Mubarak contra el
movimiento. Pero solo una semana después, cambió de bando y se unió a la
revolución. Esa fue una orden de Washington. Del otro lado, la izquierda
radical fue sorprendida por el movimiento popular y no estaba preparada; la
juventud se dividió en muchas organizaciones, lo que provocó falsas ilusiones y
falta de capacidad analítica y estratégica.
Finalmente, el
movimiento resultó en lo que Estados Unidos quería: elecciones. En esas
elecciones, Hamdeem Sabahi, apoyado por la izquierda, obtuvo tantos votos como
el candidato de la Hermandad Musulmana, Mohammed Morsi. Esto es alrededor de 5
millones de votos. ¡Fue la Embajada de los Estados Unidos, no la Comisión
Electoral Egipcia que declaró ganador a Morsi!
El error de la
Hermandad Musulmana fue pensar que habían alcanzado una victoria total y que
podían ejercer el poder solos. Entonces, entraron en conflicto con todo el
mundo, incluido el ejército. Si hubieran sido más inteligentes y hubieran hecho
un acuerdo con el ejército, aún estarían en el poder, compartiéndolo con el
ejército.
Querían todo el
poder sólo para sí y lo usaron de una forma tan fea y estúpida, que apenas unas
pocas semanas después de su victoria, tenían a todo el mundo contra ellos.
Esto llevó a los
eventos del 30 de junio de 2013. ¡30 millones de personas protestando en las
calles de todo el país contra la Hermandad Musulmana! En ese punto, la Embajada
de los Estados Unidos pidió a los líderes del ejército que apoyaran a la
Hermandad Musulmana a pesar del llamado de la gente. El ejército no siguió esas
instrucciones y en vez de ello decidió arrestar a Morsi y disolver el llamado
Parlamento, un cuerpo no electo, formado exclusivamente por personas elegidas
por la Hermandad Musulmana. Pero el nuevo régimen, un régimen del ejército,
simplemente continúa con las mismas políticas neoliberales de Mubarak y Morsi.
China ha logrado un crecimiento económico
significativo. Y, aunque todavía es un Estado dirigido por el Partido
Comunista, su éxito económico generalmente se atribuye al éxito de su enfoque
favorable al mercado desde 1978. ¿Cuál es su opinión sobre el modelo chino de
desarrollo económico?
AMIN: Tenemos
que comenzar por la Revolución China. Tuvimos en China lo que se llama una gran
revolución. Hubo tres grandes revoluciones en la historia moderna: la
Revolución Francesa (1789), la Revolución Rusa (1917) y la Revolución China
(1949). También hubo revoluciones en Cuba y en Vietnam. Pero tomemos las tres
mayores. Una gran revolución va mucho más allá de lo que es inmediatamente
posible.
En Revolución
Francesa el lema de la Revolución Francesa de 1789 fue libertad, igualdad,
fraternidad. La llamada Revolución Americana de 1776 no proyectó este objetivo.
La palabra «democracia» no aparece en la Constitución de Estados Unidos(1789).
Sus autores consideraron a la democracia como un peligro. El sistema fue
inventado para evitar ese peligro. El sistema no cambió las relaciones de
producción. La esclavitud siguió siendo una parte decisiva del sistema. ¡George
Washington era dueño de esclavos!
En cambio, la
Revolución Francesa intentó conectar los valores de libertad e igualdad. En
Estados Unidos, era libertad y competencia, esto es, libertad bajo la condición
de la desigualdad. El papel de la Revolución Haitiana fue importante como parte
de ese proceso de fines del siglo XVIII.
La Revolución
Rusa de 1917 tuvo como lema ¡Proletarios del mundo, uníos! . Lenin dijo, «la
revolución comenzó por el eslabón más débil, pero debe expandirse rápidamente»,
es decir, en un corto tiempo histórico. El esperaba que estallara la revolución
en Alemania. La historia demostró que estaba equivocado. Podría haber sucedido,
pero no fue así. El internacionalismo no estaba en la agenda de la historia
real.
La Revolución
China de 1949 adoptó la consigna ¡Pueblos oprimidos, únanse!, lo que significa
internacionalismo a escala global, incluyendo las naciones campesinas del Sur.
Esto amplió el internacionalismo. Pero tampoco se podía alcanzar
inmediatamente.
La Conferencia
de Bandung en 1955, que también fue un eco de la Revolución China, fue muy
tímida. No logró mucho. Fue diluida por las fuerzas nacionalistas y en gran
medida permaneció en el marco de un proyecto burgués nacional.
Precisamente
porque las grandes revoluciones se adelantaron a su tiempo, fueron seguidas por
Termidores y restauraciones. Termidor no es una restauración, es un paso atrás
para mantener vivo el objetivo a largo plazo, es decir, alcanzar el objetivo,
pero con concesiones. ¿Cuándo fue el termidor de la Unión Soviética? Tal vez en
1924 con la Nueva Política Económica. Los chinos dicen que sucedió cuando
Nikita Krushchev asumió el poder en 1953. Otras personas piensan que ocurrió
después, cuando Leonid Brezhnev se convirtió en el líder en 1964. Sin embargo,
la restauración del capitalismo no llegó sino con Mikhail Gorbachev y Boris
Yeltsin en la década de 1980. En ese punto, el objetivo del socialismo fue
abandonado. Un termidor es un paso atrás, una restauración es un abandono.
En China,
teníamos un termidor desde el comienzo, desde 1950. Cuando le preguntaron a Mao
Zedong: ¿China es socialista?, él respondió «No, China es una República
Popular» y construir el socialismo es un camino largo, él usó la expresión
china: que tomaría «mil años» construir el socialismo.
Entonces,
termidor estuvo allí desde el principio. Hubo dos intentos de ir más allá de
ese termidor. El primero fue el Gran Salto Adelante de 1958 a 1962. Luego,
tuvimos un segundo termidor con Deng Xiao-ping de 1978 a 1989. Incluso hoy,
todavía no hay una restauración.
Esto no se da
simplemente porque el Partido Comunista tiene el monopolio del poder político.
Esto se debe a que se han mantenido algunos aspectos básicos de lo que se logró
con el proceso revolucionario. Y esto es muy fundamental. Me refiero aquí
específicamente a la propiedad estatal de la tierra y su uso por las familias
en el marco de la reactivación de la agricultura campesina, asociada con la
construcción de un sistema industrial moderno. China sigue la estrategia de
«dos piernas» de globalización: Fase 1 – rechazo del imperialismo geopolítico,
Fase 2 – aceptación relativa del neoliberalismo económico.
El proyecto
chino no rechaza la idea de su participación en la globalización, que es un
proceso social dominado por las potencias capitalistas e imperialistas. Esta es
la segunda pierna. Pero el proyecto chino ni siquiera aquí adopta todos los
parámetros de la globalización. China ha entrado en la globalización del
comercio y en la globalización de las inversiones, pero con control estatal, efectivo
al menos hasta cierto punto.
Además, China no
opera dentro de la globalización, como aquellos países que aceptan las
condiciones impuestas por el libre comercio, la libre inversión y la
globalización financiera. China no ha entrado en la globalización financiera.
Ha mantenido su sistema financiero independiente, operado por el Estado, no
solo formalmente sino en esencia. Hay un tipo de capitalismo de Estado operando
en China. La globalización entra en conflicto con la estrategia china de las
«dos piernas». La globalización imperialista y el proyecto chino no son
estrategias complementarias. Están en conflicto.
Mi apreciación
es que China no es socialista pero tampoco es capitalista. Contiene tendencias
conflictivas. ¿Avanza hacia el socialismo o hacia el capitalismo? La mayoría de
las reformas introducidas, particularmente después de Deng Xiaoping, han sido
de derecha, creando espacio para el modo de producción capitalista y para el
surgimiento de una clase burguesa. Pero, hasta ahora, la otra dinámica, aquella
identificada como la «estrategia de dos piernas» se ha mantenido y ello está en
conflicto con la lógica del capitalismo. Así es como sitúo a China hoy.
Uno de los fenómenos más importantes y alarmantes de
la globalización neoliberal ha sido el creciente aumento de la desigualdad.
Economistas como Thomas Piketty y otros han documentado empíricamente su
magnitud. Piketty dice que un impuesto universal al patrimonio o impuestos
progresivos son los mecanismos para controlar esta desigualdad. ¿Cree que esta
solución es posible en el capitalismo?
AMIN: Esos datos
de Piketty son correctos, o al menos los mejores que se puede encontrar. La
desigualdad ha crecido muy rápido en los últimos 50 años. Sin embargo, los
análisis realizados por aquellos que han dado esos datos siguen siendo débiles,
por decir lo menos.
El hecho que la
desigualdad crezca en todas partes necesita ser explicado. ¿Existe una única
razón para ello? ¿El patrón de crecimiento de la desigualdad es similar en
todos los países? Y si hay patrones de desigualdad diferentes, ¿por qué es así?
Los informes de
desigualdad no hacen una diferenciación entre los casos de desigualdad
creciente que están acompañados por un crecimiento de los ingresos de toda la
población y los casos de desigualdad creciente que están acompañados por la
pauperización de la mayoría de la población. Comparar China e India es muy
significativo.
En China, el
aumento de los ingresos ha sido una realidad para casi toda la población,
incluso si el crecimiento ha sido mucho mayor para algunos de lo que lo ha sido
para la mayoría de la población.
Así, en China,
la desigualdad ha sido acompañada por una reducción de la pobreza. Este no es
el caso en India o Brasil ni en casi todos los países del Sur. En estos países,
el crecimiento, y en algunos casos un crecimiento significativamente alto, ha
beneficiado apenas a una minoría de la población (el 1% en algunos casos como
Guinea Ecuatorial o el 20% en casos como la India).
Este crecimiento
no ha beneficiado a la mayoría de la población, que de hecho ha sido
pauperizada. Algunos indicadores son insuficientes por sí solos para mostrar
las diferencias entre estos dos escenarios. El coeficiente de Gini es un
indicador que no es exhaustivo. China e India podrían tener el mismo coeficiente
de Gini y, sin embargo, el significado social de fenómenos aparentemente
iguales -la creciente desigualdad- es muy diferente.
Las
recomendaciones de políticas de aquellos que escriben sobre desigualdad son
limitadas y tímidas, quizá incluso ingenuas. La tributación progresiva es
siempre bienvenida; pero tiene efectos limitados mientras no esté respaldada
por cambios más amplios en la política económica.
La tributación
progresiva junto con la continuidad de las llamadas políticas liberales que
permiten al capital monopolista operar libremente sólo darán resultados
marginales. Más aún, las demandas de impuestos progresivos serán consideradas
«imposibles» por las clases dominantes y por ello rechazadas por la clase
gobernante, que está al servicio del capital monopolista.
Lo mismo podría
decirse de la fijación de un salario mínimo. Esto es bienvenido, por supuesto,
pero tendrá efectos limitados en tanto se continúe con una política económica
liberal. Los salarios, una vez elevados, se verán afectados por la inflación,
lo cual reducirá sus beneficios. Este es el argumento de los liberales, que
rechazan la mera idea de establecer salarios mínimos.
Un acceso más
equitativo a la educación y a la salud debe ser el objetivo de cualquier
desafío legítimo al sistema capitalista. Pero tal elección implica un
crecimiento del gasto público y ¡el liberalismo considera tal crecimiento
inaceptable! Avanzar hacia ofrecer «mejores empleos» es, entonces, simplemente
una frase vacía si no está respaldada por políticas sistemáticas de
industrialización y por la modernización de la agricultura familiar.
China está
intentando hacer esto parcialmente, India no. Los liberales insisten en la
necesidad de reducir la deuda pública. Pero, las razones para el crecimiento de
la deuda pública deben ser explicadas.
¿Qué políticas
producen esta alta deuda pública? Este crecimiento es simplemente el resultado
inevitable de las políticas liberales. La deuda pública es incluso deseable
para el capital monopolista, porque ofrece al capital en exceso oportunidades
de inversión financiera. Piketty y otros que han estado escribiendo sobre la
desigualdad son todos economistas liberales.
Estos
economistas creen en la virtud de un mercado libre abierto que es regulado lo
menos posible y creen que no hay alternativa a un patrón de globalización que
permita la libre circulación de capitales de un país a otro. Esto, para ellos,
es la precondición para el desarrollo global. Creen que los países pobres,
eventualmente, se igualarán a los países más desarrollados como resultado de
este tipo de globalización.
Estos académicos
son en el mejor de los casos «reformistas», como Joseph Stiglitz, el ex
Economista Jefe del Banco Mundial. Los cinco siglos de historia del continuo y
creciente desarrollo desigual del capitalismo deberían al menos llevarlos a
cuestionar esta hipótesis. O por lo menos llevarnos a nosotros a hacerlo.
¿Cuáles son las sugerencias que tiene que ofrecer para
controlar este alarmante crecimiento de la desigualdad?
AMIN: El
liberalismo condena cualquier intento de formular políticas realistas para un
desarrollo auténtico. Por desarrollo auténtico me refiero a un desarrollo que
beneficie a todas las personas. Cualquier política alternativa en un marco
liberal, sigue siendo superficial, por decir lo menos. Cualquier sociedad que
pretende «surgir» no puede dejar de lado algunos asuntos básicos:
- Entrar en un
largo proceso de construcción de un sistema industrial moderno e integrado,
centrado en la demanda popular interna.
- Modernizar la
agricultura familiar campesina y asegurar la soberanía alimentaria.
- Planificar la
asociación de la industria y la agricultura a través de políticas
consistentemente no liberales.
Estos tres
puntos implican moverse gradualmente en el camino hacia el socialismo.Dichas
políticas implican dos directrices: Regular el mercado y controlar la
globalización, es decir, luchar por otro patrón de globalización que reduzca lo
más posible el efecto negativo de la hegemonía global del imperialismo.
Solo políticas
así pueden crear las condiciones para erradicar la pobreza y eventualmente
reducir las desigualdades. China está parcialmente en este camino; otros países
del Sur, no. En ausencia de una crítica radical del liberalismo, hablar de
pobreza y desigualdad es un pensamiento iluso, retórico e ingenuo.
Para salir de la crisis de la globalización neoliberal
usted sugiere una desconexión como cimiento para una política económica
alternativa. ¿Cómo nos desconectamos del vórtice de la globalización? Si nos
atrevemos a desconectarnos, los capitales saldrán de nuestras economías. ¿Cómo
podríamos enfrentar esta amenaza? ¿Cuáles serían sus sugerencias prácticas para
un país que se atreva a desconectarse del neoliberalismo?
AMIN: La
desconexión es una consigna. Lo uso como tal. Los problemas reales para
desconectarse son siempre relativos. No te puedes desconectar totalmente. Pero
países gigantescos como China, India y algunos otros pueden desconectarse en
amplio grado, pueden desconectar 50% de su economía o incluso 70% de ella. La
URSS y China bajo Mao desconectaron entre el 80 y el 90% de sus actividades
económicas.
Pero no
totalmente. Todavía tenían que comerciar con los países occidentales y con
otros. Desconectarse no significa olvidarse del resto del mundo y mudarse a la
Luna. Nadie puede hacer eso. No sería racional hacerlo. Desconectarse solo
significa obligar al imperialismo a aceptar todas tus condiciones o una parte
de ellas. Cuando el Banco Mundial habla de ajuste estructural, siempre tiene
una visión unilateral de ajuste estructural. Determina la política.
Desconectarse significa impulsar tus propias políticas.
¿Cómo nos desconectamos del vórtice de la
globalización? Porque si nos atrevemos a desconectarnos, los capitales saldrán
de nuestras economías. ¿Cómo podríamos enfrentar esta amenaza? ¿Cuáles son sus
sugerencias prácticas para un país que se atreva a desconectarse del
neoliberalismo?
AMIN: En el caso
de India, por ejemplo, siempre se ajusta a las demandas de los Estados Unidos.
Pero India puede elegir el camino de no sujetarse al imperialismo. Esto es lo
que Nehru intentó en su período. No es lo que el actual gobierno de Modi está
tratando de hacer. Entonces, tienes que volver hacia atrás para desconectarte.
Y lo puedes hacer. Tienes espacio para ello.
Por supuesto, es
cierto que algunos países pequeños en África o en América Central o algunas
áreas de Asia tendrían más dificultad para desconectarse que otras. Pero si
recreamos la atmósfera del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), si
recreamos la solidaridad política entre los países de Asia, África y América
Latina, entonces no somos una minoría.
Nosotros
representamos el 85% de la humanidad. Y representaremos más del 85% en unas
pocas décadas. Entonces, no somos tan débiles.
Podemos
desconectarnos y desconectarnos exitosamente en diversos grados de acuerdo con
un bloque político alternativo, que reemplazaría a los bloques imperialistas
del centro que controlan actualmente nuestros países.
¿Cuál es la vía alternativa a la modernidad
capitalista? ¿Las sociedades podrían modernizarse sin pasar por la etapa de
desarrollo capitalista? ¿La desconexión implica un retorno al pasado?
AMIN: Cuando
Manmohan Singh agradeció a los británicos por la introducción del ferrocarril,
se refirió a una parte muy pequeña de la realidad. Los británicos construyeron
el ferrocarril con trabajadores indios, pero simultáneamente destruyeron la
industria india que era más avanzada que la británica. Los británicos, al mismo
tiempo que desmantelaron la industria india, transfirieron poder económico a
aquellos que tenían poder político.
Los Zamindars no
tenían tierra antes de los británicos, sólo recogían tributos y obligaciones
del campesinado para varios estados señoriales. Con el gobierno británico, esta
clase se convirtió en los nuevos terratenientes. Así es como se formula clase
de grandes terratenientes en Bengala, al este y Punjab, al noroeste, así como
en el oeste y en el norte de la India. Los británicos diseñaron una apropiación
de tierras. Manmhoan Singh debería haber recordado que los británicos no solo
introdujeron los ferrocarriles, sino principalmente, la brutalidad, la
destrucción y la opresión en diferentes formas.
¿De qué tipo de
modernidad estamos hablando? La modernidad capitalista o la modernidad
socialista. No podemos hablar de modernidad en general. No podemos decir que la
integración global trae la modernidad. Trae quizá la telefonía celular a India,
pero también trae la pauperización de 80% de los indios. No es una cosa menor.
Entonces, tenemos que calificar de qué tipo de modernidad estamos hablando.
¿Qué queremos?
Por supuesto, queremos modernidad. Debemos entender que la desconexión no es un
camino para regresar a la India antigua, a una India precolonial o colonial.
Desconexión es traer nuevos patrones de modernidad a la India, así como a todas
partes.
¿Cuáles son las perspectivas y los desafíos para la
izquierda en el escenario político contemporáneo?
AMIN: En mi
libro, ¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?,
sostengo que no podemos salir de esta crisis sin empezar a salir del sistema
capitalista. Es un desafío gigantesco. La solución no se encontrará en unos
pocos años en ningún lugar, ni el norte ni en el sur. Tomará décadas. Pero el
futuro comienza hoy. No podemos esperar hasta que el sistema nos haya llevado a
una guerra gigantesca y a una catástrofe ecológica para reaccionar. Tenemos que
reaccionar ahora.
Esto requiere
que la izquierda sea audaz. Por la izquierda, me refiero a la izquierda
radical, que es mucho más amplia que, pero incluye a los actuales herederos de
la Tercera Internacional, es decir los partidos comunistas.
Hoy en día, hay
movimientos de resistencia en todo el mundo. En algunos casos, son movimientos
de resistencia muy fuertes. Las y los trabajadores están en luchas
perfectamente legítimas, pero están a la defensiva. Esto es, están tratando de
defender cualquier cosa que hayan ganado en el pasado, que gradualmente ha sido
erosionada por el llamado neoliberalismo.
Eso es legítimo,
pero no es suficiente. Es una estrategia defensiva que permite que el sistema
de poder del capital monopolista mantenga la iniciativa. Tenemos que pasar de
la actitud defensiva a una estrategia afirmativa, es decir, a una estrategia de
ofensiva e invertir las relaciones de poder. Hacer que el enemigo -los sistemas
de poder-, nos respondan en lugar de responderles a ellos. Quitarles la
iniciativa. No soy arrogante. No tengo un plan en mi bolsillo sobre lo que un
comunista en Austria debería hacer, ni sobre lo que deberían hacer los
comunistas en China o los de Egipto, mi país.
Pero tenemos que
discutirlo franca y abiertamente. Tenemos que sugerir estrategias, debatirlas,
probarlas y corregirlas. Esto es vida y lucha. No podemos parar. Quiero decir
que ¡lo primero que todos necesitamos es audacia!
Ahora, puede
comenzar el cambio si los movimientos populares se mueven de la resistencia
hacia una alternativa agresiva. Eso podría suceder en algunos países. Ha
comenzado a suceder, pero sólo en algunos países de Europa, como Grecia, España
y Portugal.
En Grecia, hemos
visto que el sistema europeo derrotó ese primer intento. El pueblo europeo,
incluso aquellos que simpatizan con el movimiento griego, han sido incapaces de
movilizar una opinión lo suficientemente fuerte como para cambiar la actitud de
Europa.
Esta es una lección.
Debemos comenzar movimientos audaces, y creo que luego empezarán en diferentes
países. He discutido esto con, por ejemplo, personas de La Francia Insumisa, un
movimiento liderado por Jean-Luc Mélenchon. No he propuesto planes específicos,
sino que señale estrategias en general, comenzando con la re-nacionalización de
grandes monopolios y específicamente las instituciones financieras y bancarias.
Le dije que la
renacionalización es solo el primer paso. Es la condición previa para,
eventualmente, ser capaces de avanzar a la socialización de la gestión del
sistema económico. Si nos detenemos sólo en la nacionalización, entonces se
tiene capitalismo de Estado, que no es muy diferente del capitalismo privado.
Eso sería engañar a la gente. Pero si se concibe como primer paso, abre el
camino.
El capitalismo
ha alcanzado un nivel de concentración de poder político y económico que no se
puede comparar con el que tenía hace 50 años. Un puñado, unas pocas decenas de
enormemente grandes empresas y menos de 20 instituciones bancarias deciden la
dirección de todo.
François Morin,
un importante experto financiero, ha dicho que menos de 20 grupos financieros
controlan el 90% de las operaciones del sistema financiero y monetario global
integrado.
Si añadimos unos
15 grandes bancos, vamos del 90% al 98%. Se trata de apenas un puñado de
bancos. Eso es centralización, concentración de poder. La propiedad permanece
diseminada, pero eso es de menor importancia. El punto es cómo se controla la
propiedad. Esta centralización del control de la propiedad ha llevado al
control de la vida política.
Estamos ahora
lejos de la democracia burguesa del siglo XIX y de la primera mitad del siglo
XX. Vivimos ahora en un mundo con un sistema de partido único. Los
socialdemócratas y los conservadores son ahora social-liberales.
Puede haber dos
partidos que compiten en las elecciones, pero en realidad son el mismo partido.
Esto significa que vivimos en un sistema de partido único. En Estados Unidos,
demócratas y republicanos han sido siempre un solo partido. No era así en
Europa y, por lo tanto, en el pasado, el capitalismo pudo ser parcialmente
reformado. Las reformas socialdemócratas de bienestar después de la Segunda
Guerra Mundial fueron grandes reformas.
En mi opinión
fueron reformas progresistas, incluso si estaban asociadas con el mantenimiento
de una actitud imperialista frente a los países del Sur. Ahora eso se ha vuelto
imposible. El sistema de partido único ha llegado, pero ha estado perdiendo
legitimidad. Eso también abre un camino para el fascismo, para el neofascismo,
que está creciendo en todas partes. Esta es una de las razones por las cuales
tenemos que desmantelar el sistema.
La protesta
contra el capitalismo no puede ser una protesta de movimientos contra las
consecuencias de los ataques neoliberales frontales contra los intereses del
pueblo. Deben alcanzar el nivel de hacer que las personas sean políticamente
conscientes.
Esta conciencia
debe conducir a la creación de una amplia alianza social para reemplazar a las
alianzas de las burguesías compradoras que gobiernan nuestros países y a las
alianzas pro-imperialistas que gobiernan los países occidentales.
¿Estas fuerzas aisladas en diferentes países del mundo
pueden suponer un desafío al capital monopolista generalizado, que es de carácter
verdaderamente internacional? ¿Qué pasa con la necesidad de alguna forma de
cooperación internacional o la reactivación del espíritu del internacionalismo
entre las masas que luchan?
AMIN:
Necesitamos reavivar el internacionalismo como parte fundamental de la
ideología del futuro, pero también debemos organizarlo, es decir, intentar
interconectar las luchas de varios países. Ahora, este internacionalismo no
puede ser una reproducción de la Tercera Internacional (la Internacional
Comunista). Porque la Tercera Internacional vino después de la victoria de la
Revolución de Octubre y con el apoyo de un nuevo Estado fuerte, la Unión
Soviética. Ahora no estamos en esa posición. Por lo tanto, debemos imaginar
otro modelo para nuevos vínculos internacionales.
Actualmente,
estamos en una situación diferente. Tenemos fuerzas potencialmente radicales,
pro-socialistas, anticapitalistas, antiimperialistas que son diferentes en
diferentes países. Tenemos que unirlas. Tenemos que entender que lo que
compartimos en común es más importante que las diferencias entre nosotros.
Tenemos que discutir las diferencias y discutirlas libremente, sin arrogancia,
sin proclamar «yo tengo la razón y tú estás equivocado». Lo que tenemos en
común es más importante y debería ser la base para reconstruir el
internacionalismo. Lo digo tanto para el Norte como para el Sur. Cada uno tiene
sus condiciones específicas, y las condiciones son diferentes de un país a
otro. La visión general es similar, pero las condiciones son diferentes. En cualquier
momento, esta es mi visión sobre cómo comenzar el proceso.
Existen estas
ambigüedades y no podemos evitarlas. Debemos tener alianzas amplias con
personas que nunca pensaron que el socialismo debería ser la respuesta a la
crisis del capitalismo. Todavía piensan que el capitalismo puede ser reformado.
¿Y qué importa? Si podemos trabajar juntos contra el capitalismo como es hoy,
sería un primer paso.
Pero tenemos que
pensar de antemano sobre cómo crear una nueva dinámica internacional. No tengo
un plan para hacerlo. No se trata de establecer una secretaría o cuerpos de
liderazgo organizacional. Primero, los compañeros deben estar convencidos de la
idea, lo que no siempre ocurre. Segundo, los europeos han abandonado la
solidaridad antiimperialista y el internacionalismo a favor de aceptar las
llamadas intervenciones humanitarias y de ayuda, ¡incluyendo bombardear a la
gente! Eso no es internacionalismo.
Creo que las
políticas públicas nacionales, utilizo estas palabras porque no hay otras, son
todavía el resultado de luchas dentro de las fronteras de los países. Sea que
esos países sean realmente estados-nación o un Estado multinacional, luchan
dentro de fronteras definidas. Tenemos que cambiar el balance de fuerzas dentro
de los países, lo cual nos permitirá cambiar el balance de fuerzas a nivel
internacional.
Tenemos que
reconstruir una nueva dinámica internacional, una internacional de las y los
trabajadores y otras personas. Eso implica un gran número de campesinos y
segmentos de la sociedad que van mucho más allá del proletariado. En India,
puedes ver que si no hay una alianza entre el proletariado urbano y los pobres
urbanos -que tienen poca conciencia proletaria- y la gran mayoría de la
sociedad rural india o campesinado, no puedes construir resistencia. Estas son
fuerzas sociales diferentes y pueden estar representadas por diversas voces
políticas. Pero tenemos que saber lo que compartimos en común. Los intereses
que compartimos en común son más importantes que nuestras diferencias.
Necesitamos una amplia alianza política que pueda movilizar a personas que
pertenecen a diversas clases pero que son todas víctimas del imperialismo de
hoy.
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