martes, 20 de noviembre de 2018

ENTREVISTA A SAMIR AMIN


ENTREVISTA A SAMIR AMIN

"El declive del sistema es un momento peligroso. El capitalismo no va a esperar su muerte tranquilamente. Se comportará cada vez más salvajemente para mantener su posición, para mantener la supremacía imperialista de los centros"
¿Cómo entiende la globalización en tanto proceso social?
AMIN: La globalización no es nada nuevo. Es una dimensión antigua e importante del capitalismo. Ustedes los indios deberían saberlo mejor que nadie. Han sido conquistados y colonizados por los británicos desde el siglo XVIII hasta el XX. Eso también fue globalización. No la globalización que querían, pero fueron integrados al sistema capitalista global.
La colonización fue una forma de globalización. Pero el pueblo de India luchó contra ella y reconquistó su independencia bajo un liderazgo que no fue socialista revolucionario, sino que fue el nacional populista de M. K.Gandhi y Jawaharlal Nehru. Su independencia en 1947 tuvo dos costos. En primer lugar, una parte importante de la India, lo que ahora son Pakistán y Bangladesh fueron separados de ella. Este fue un acto criminal de los colonizadores.
Segundo, la independencia que se ganó fue hegemonizada por la burguesía india, liderada por el partido Congreso Nacional de la India con una amplia alianza popular que incluía partes de la clase trabajadora.
Por lo general, hoy está de moda decir que la globalización después de la Segunda Guerra Mundial fue bipolar: Estados Unidos de un lado y la URSS del otro, engarzados en una Guerra Fría. Esto es básicamente incorrecto. La globalización que tuvimos después de la Segunda Guerra Mundial, digamos desde 1945 hasta 1980 o 1990 es lo que llamo globalización negociada.
Con «globalización negociada» quiero decir que los gobiernos y pueblos de Asia, África, la URSS, los Estados Unidos y sus aliados crearon una estructura negociada multipolar que gobernaba el orden mundial. Esta estructura se impuso al imperialismo y lo obligó a ajustarse al bloque de poder que surgió de la Revolución Rusa de 1917, de la Revolución China de 1949 y de la conferencia de Bandung de 1955.
El progreso industrial, iniciado en la época de Bandung no siguió una lógica imperialista, sino que fue impuesto por las victorias de los pueblos del Sur. Fue en esta época que países como la India, Indonesia, Ghana y Tanzania lograron su independencia. Esta globalización negociada produjo cuatro bloques históricos diferentes, cada uno luchando con el otro:
1. La alianza imperialista de Estados Unidos y Europa occidental con sus aliados: Japón, Australia y Canadá.
2. La Unión Soviética con sus aliados de Europa oriental.
3. La República Popular de China, que a pesar de pertenecer al así llamado campo socialista había desarrollado una política independiente desde al menos 1950.
4. Los países que crearon el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) en 1961, pero que se reunieron en Bandung en 1955.

En Bandung, Indonesia, los representantes de los pueblos de Asia, China, India, Indonesia y algunos otros países se reunieron por primera vez. Habían pasado pocos años desde que la India reconquistó su independencia, pocos años después de que el Partido Comunista Chino entrara en Beijing; habían pasado también pocos años desde que Indonesia recuperara su independencia de los holandeses. Fue un campo que incluyó no solo países asiáticos sino también la mayoría de los países recién independizados de África en ese momento. Las colonias portuguesas se unieron luego y Sudáfrica más tarde aún.
Cuba fue el único país de América Latina que se unió a este grupo. Los regímenes nacional-populistas de este cuarto grupo se unieron institucionalmente en el MNOAL (Movimiento de Países No Alineados) que se reuniría cada año y armonizaría una línea política, así como en el Grupo de los 77 que sería el bloque del Sur dentro de Naciones Unidas.
Tuvimos un patrón de globalización que fue una globalización multipolar, que se negoció entre los cuatro grupos. Desde el punto de vista de los pueblos de África y Asia, fue una época durante la cual el imperialismo se vio obligado a hacer concesiones y aceptar los programas nacional-populares de India y otros países asiáticos y africanos.
En lugar de que los países del sur se ajustaran a las necesidades y demandas de la globalización, fueron los países imperialistas los que se vieron obligados a ajustarse a nuestras demandas. Cada una de estas partes de la globalización multipolar desarrolló sus propias formas de desarrollo.
– Occidente, como resultado de las victorias de la clase trabajadora desarrolló un patrón de los llamados Estados de bienestar.
– El bloque socialista – la URSS, Europa Oriental, China, Vietnam y Cuba – que desarrolló diferentes patrones de socialismo.
– El tercer pilar, esto es la India, liderada por el Partido Congreso Nacional, el Egipto de Nasser, y otros Estados en África y Medio Oriente que desarrollaron algún tipo de “socialismo”, por lo menos así lo llamaron.
Los tres pilares alcanzaron sus límites históricos en los años ochenta y noventa, cuando colapsaron. Algunos colapsos fueron brutales, como el de la Unión Soviética en 1991. No solo que el país se dividió en 15 repúblicas, sino que la mayoría de ellas se trasladó hacia la órbita europea, algunas de ellas ingresaron en la Unión Europea y a la alianza militar de Occidente, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La derrota del comunismo en el Este no resultó en una victoria para la socialdemocracia en Occidente. Incluso la socialdemocracia fue derrotada.
Los socialdemócratas se volvieron socio-liberales, o, en otras palabras, en un espacio político que aceptaba la inevitabilidad del capitalismo y una «democracia de baja intensidad» que eclipsó la política de lucha de clases (como expongo en El virus liberal, 2004).
Ahora no hay diferencia entre los partidos gobernantes socialdemócratas o socialistas en Europa occidental y los partidos de derecha normales, tradicionales. Son todos socioliberales. Esto significa que tanto los viejos conservadores como los antiguos socialdemócratas están aliados ahora con el capital monopolista global.
El tercer pilar, nuestro pilar, también se quebró de diferentes formas. En algunos casos, hubo golpes de estado. En otros, como en India, la clase dominante se desplazó hacia la derecha y aceptó las condiciones y patrones de la llamada globalización liberal. Esto sucedió desde la época de Indira Gandhi en adelante.
El proceso fue similar en Egipto. Después de la muerte de Nasser en 1970, su sucesor Anwar Sadat dijo que no teníamos nada que ver con esa «porquería» llamada socialismo y que deberíamos volver al capitalismo y aliarnos con los Estados Unidos y otros.
Los chinos siguieron su camino de forma diferente luego de la muerte de Mao en 1976 y se desplazaron hacia un nuevo patrón de globalización, pero con algunas especificidades por sus propias necesidades. No se trata solo de la especificidad política del Partido Comunista de China, que mantuvo el dominio sobre el país, sino también su especificidad socioeconómica que diferencia a China de la India. La enorme diferencia entre ambos países es que China ha experimentado una revolución radical que la India todavía no ha tenido.
Por lo tanto, tenemos una variedad de patrones. El colapso de estos tres sistemas, la llamada socialdemocracia en Occidente, el sistema soviético y nuestro sistema, es lo que proporciona todas las condiciones para que el capitalismo imperialista tome la ofensiva y haga cumplir su nuevo patrón de globalización
¿Cuáles son las características del actual patrón de globalización?
AMIN: La creciente ofensiva del capitalismo imperialista NO solo está relacionada con la derrota de los socialistas o los comunistas o incluso los nacional-populistas. También está relacionada con los cambios en los países capitalistas imperialistas de Europa, Estados Unidos y Japón.
El término clave aquí es capitalismo monopolista global. El capitalismo monopolista, como fuerza social, no es nada nuevo. Se movió en dos etapas
La primera etapa del capitalismo monopolista fue desde fines del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, un largo período de más de un siglo. Este capital monopolista fue analizado por socialdemócratas como John A. Hobson y Rudolf Hilferding. Durante este período el capital monopolista tenía carácter nacional. Hubo imperialismo británico, imperialismo estadounidense, imperialismo alemán, imperialismo japonés e imperialismo francés.
Como escribió Lenin en sus estudios sobre el imperialismo en 1916, estas fuerzas imperialistas no solo conquistaron y subyugaron a la periferia, sino que a la par estaban luchando entre sí. La lucha entre ellas condujo a dos Guerras Mundiales.
Todas las revoluciones socialistas de ese período tuvieron lugar en la periferia del sistema imperialista global, comenzando en la semi-periferia, con el eslabón más débil, Rusia y luego en las periferias reales, Cuba y Vietnam. Ninguna revolución tuvo lugar en Occidente. No hubo una revolución socialista en la agenda de Estados Unidos, Europa occidental o Japón.
Después de la Segunda Guerra Mundial, gradualmente primero y repentinamente después, a mediados de la década de 1970, el capital monopolista en Occidente se movió a una nueva etapa que he denominado capital monopolista generalizado.
El capital monopolista fue lo suficientemente exitoso como para someter todas las otras formas de producción social a la posición de ser sus subcontratistas. Eso significó que el valor producido por las actividades humanas fue, en gran medida, absorbido por el capital monopolista en forma de renta imperialista. En esta nueva globalización, nuestros países son invitados a ser subcontratistas del imperialismo. Esto es obvio en el caso de la India.
Tomemos el caso de la ciudad de Bangalore. Se ha desarrollado como la región más promisoria para la subcontratación del capital monopolista no sólo para Gran Bretaña y los Estados Unidos sino también para el capital monopolista de Europa y Japón.
Un elemento importante es aclarar que la maquinaria del Estado no se disuelve en esta era de globalización. La realidad es que el capital monopolista, incluso en los países imperialistas, necesita de la maquinaria del Estado.
El Estado ha sido domesticado para servir exclusivamente a los intereses de los imperialistas. Lo pueden ver en la forma en que Donald Trump utiliza el gobierno en Estados Unidos y lo pueden ver en los llamados consensos nacionales de Gran Bretaña, Francia y Alemania. Por lo tanto, decir que las fuerzas del mercado reemplazan al Estado es una tontería. El Estado con sus aparatos de poder militar y policial es esencial para el proceso de globalización.
¿Cuáles son los desafíos que esta globalización plantea a los países del Sur?
AMIN: El desafío para nosotros hoy es luchar por una alternativa a la globalización. Tenemos que salir de este patrón de globalización. En tiempos antiguos era la globalización colonial para India y otras naciones.
Después de nuestra victoria, de la victoria del pueblo indio junto con la victoria de los chinos y otros, negociamos la globalización. Ahora estamos de regreso a la llamada globalización liberal, que es decidida unilateralmente por los países del G7 (Grupo de los 7), esto es Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón.
El desafío que tenemos ante nosotros es rechazar este patrón de globalización, no tener ilusiones con esta globalización. Para los países africanos la globalización significa el saqueo de sus recursos nacionales como petróleo, gas, minerales y también tierras cultivables.
Para la India, al igual que para muchos países de América Latina y del sur de Asia, toma otras formas. Esto incluye aprovecharse de nuestra mano de obra barata, transfiriendo valor creado en nuestros países a través de la extracción de renta monopólica para el sistema imperialista. Este es el desafío que tenemos ante nosotros.
John Bellamy Foster del Monthly Review escribe que solo nos quedan dos opciones: el socialismo o la exterminación, ya que el capitalismo ha llegado a un callejón sin salida. Usted ha escrito que el capitalismo se ha vuelto obsoleto. ¿El fin del capitalismo está en el horizonte? ¿Qué es lo que hace del capitalismo un sistema social obsoleto?
AMIN: El capitalismo está en una crisis estructural. A mediados de la década de 1970, las tasas de crecimiento de los centros desarrollados capitalistas, Estados Unidos, Europa y Japón cayeron a la mitad de lo que habían sido en los treinta años anteriores. Y no se han recuperado desde entonces. Esto significa que la crisis continúa e incluso se profundiza año tras año.
Y los anuncios de que estamos saliendo de la crisis debido a que la tasa de crecimiento en Alemania está subiendo de 1,2% a 1,3% son simplemente risibles.
Esta es una crisis sistémica, no una crisis en U, sino una crisis en L.
La Crisis en U es del tipo normal de las crisis capitalistas. Se refieren a racionalidad que conduce a la recesión en primer lugar, con cambios estructurales menores, para traer de vuelta el crecimiento. El gráfico de la crisis se ve como una U, una caída y luego de un período, el crecimiento vuelve a aumentar.
La Crisis en L significa que el sistema no puede salir de la recesión. No hay línea que vaya hacia arriba después de la caída. La única salida posible es cambiar el sistema. Los cambios menores no son suficientes. Hemos llegado al punto en que el capitalismo ha empezado a declinar.
El declive es un momento muy peligroso. El capitalismo no va a esperar su muerte tranquilamente. Se comportará cada vez más salvajemente para mantener su posición, para mantener la supremacía imperialista de los centros. Esta es la raíz del problema y de las guerras imperiales.
La guerra comenzó en 1991, inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética. La primera salva fue la Guerra de Irak en 1991. El desmembramiento de Yugoslavia entre 1991 y 2001 trajo esa guerra a Europa.
Ahora, en mi opinión, el sistema europeo en sí mismo ha comenzado a implosionar. Esto se ve en los resultados negativos de las políticas de austeridad. Son negativas para la gente, pero también para el capitalismo porque no provocan crecimiento imperialista.
Las políticas de austeridad no traen crecimiento. Las respuestas políticas a estas políticas públicas, sea el proceso del Brexit, sea el régimen de austeridad en España o los gobiernos ultra reaccionarios y chauvinistas de Europa del Este, no responden a una solución real para el sistema. De hecho, la guerra y el caos están inscritos en la lógica de este sistema en descomposición.
En «El retorno del fascismo en el capitalismo contemporáneo» usted argumenta que la crisis del capitalismo contemporáneo crea condiciones fértiles para el retorno del fascismo en el mundo actual. Esto es evidente por la emergencia de varias fuerzas de derecha en diferentes partes del mundo. ¿Está apuntando a una repetición del fascismo clásico?
AMIN: El sistema de la llamada globalización neoliberal no es sostenible. Genera mucha resistencia en el Sur, así como en China. Esta globalización ha creado enormes problemas para el pueblo de Estados Unidos, Japón y Europa. Por lo tanto, esta globalización no es sostenible. Ya que el sistema no es sostenible, el sistema mira hacia el fascismo como la respuesta a su creciente debilidad.
Es por esto por lo que el fascismo ha reaparecido en Occidente. Occidente exporta el fascismo a nuestros países. El terrorismo en nombre del islam. Es una forma de fascismo local. Y hoy, tenemos en India la reacción derechista hinduista. Esto también es un tipo de fascismo. India era un país democrático. Aunque India es un país donde la mayoría de la gente practica el hinduismo, quienes no lo hacen eran igualmente aceptados. El régimen en India ahora es una forma de semi-fascismo o fascismo suave.
No es suave para todas las personas ya puede ser más duro contra algunas de ellas. Tenemos la misma situación en el mundo islámico, empezando por Pakistán y siguiendo con Irak, Siria, Egipto, Argelia, Marruecos y otros. Estas formas de fascismo local también han penetrado en muchos otros países.
¿Cómo explicaría el contexto político contemporáneo del mundo árabe?
AMIN: Estados Unidos se sorprendió por las revueltas antigubernamentales en Túnez y Egipto. No las esperaban. La CIA pensaba que el presidente de Túnez Zine el-Abidine Ben Ali y el de Egipto, Hosni Mubarak eran fuertes, al igual que sus fuerzas policiales. Los franceses creían lo mismo respecto a Túnez.
Estos movimientos gigantescos y caóticos en Túnez y en Egipto carecían de estrategia y ello permitió que fueran contenidos en las viejas estructuras y decapitados. Pero luego, inmediatamente después de estas dos explosiones, los gobiernos occidentales entendieron que movimientos similares podrían ocurrir en otras partes de los países árabes, por las mismas razones.
Entonces, decidieron «adelantarse» a las «revoluciones» organizando movimientos «de colores» controlados por ellos. Seleccionaron como su instrumento a los movimientos islámicos reaccionarios financiados y controlados por sus aliados, los países del Golfo.
La estrategia Occidental fue exitosa en Libia, pero falló en Siria. En Libia, no hubo masivas protestas «populares» contra el régimen. Quienes iniciaron el movimiento fueron pequeños grupos armados islámicos que inmediatamente atacaron al ejército y a la policía y al día siguiente, ¡llamaron a la OTAN, a los franceses y a los ingleses para que los rescaten! Y … la OTAN respondió y fue a bombardear. Finalmente, las potencias occidentales habían alcanzado su meta, que era destruir Libia.
Ahora Libia está mucho peor de lo que estaba antes. Pero ese era el objetivo. No es una sorpresa. El objetivo era destruir el país. Lo mismo ha ocurrido en Siria. Había un creciente movimiento civil popular democrático contra el régimen, porque el régimen había avanzado hacia la aceptación del neoliberalismo para permanecer en el poder. Pero Occidente, Estados Unidos en particular, no esperaron. Al día siguiente, hicieron que los movimientos islamistas, con la misma puesta en escena, atacaran al ejército y a la policía y pidieron ayuda a Occidente.
Pero el régimen fue capaz de defenderse a sí mismo. La disolución del ejército que esperaba Estados Unidos no sucedió. El así llamado Ejército Sirio Libre es un farol. Era apenas un pequeño número de personas que fueron inmediatamente absorbidas por los islamistas. Y ahora las potencias occidentales, incluyendo los Estados Unidos, tienen que reconocer que han perdido la guerra, lo que no significa que el pueblo sirio la haya ganado.
Pero significa que el objetivo de destruir el país a través de guerra civil e intervención falló. Las potencias imperialistas no han sido capaces de destruir la unidad o la potencial unidad del país. Esto es lo que querían hacer, con la aprobación de Israel, por supuesto, para repetir lo que sucedió en Yugoslavia. Pero fallaron.
En Egipto, los Estados Unidos, respaldados por los europeos que simplemente los siguen, eligieron a la Hermandad Musulmana como la alternativa. Inicialmente, el 25 de enero de 2011, la Hermandad Musulmana se alineó con Mubarak contra el movimiento. Pero solo una semana después, cambió de bando y se unió a la revolución. Esa fue una orden de Washington. Del otro lado, la izquierda radical fue sorprendida por el movimiento popular y no estaba preparada; la juventud se dividió en muchas organizaciones, lo que provocó falsas ilusiones y falta de capacidad analítica y estratégica.
Finalmente, el movimiento resultó en lo que Estados Unidos quería: elecciones. En esas elecciones, Hamdeem Sabahi, apoyado por la izquierda, obtuvo tantos votos como el candidato de la Hermandad Musulmana, Mohammed Morsi. Esto es alrededor de 5 millones de votos. ¡Fue la Embajada de los Estados Unidos, no la Comisión Electoral Egipcia que declaró ganador a Morsi!

El error de la Hermandad Musulmana fue pensar que habían alcanzado una victoria total y que podían ejercer el poder solos. Entonces, entraron en conflicto con todo el mundo, incluido el ejército. Si hubieran sido más inteligentes y hubieran hecho un acuerdo con el ejército, aún estarían en el poder, compartiéndolo con el ejército.
Querían todo el poder sólo para sí y lo usaron de una forma tan fea y estúpida, que apenas unas pocas semanas después de su victoria, tenían a todo el mundo contra ellos.
Esto llevó a los eventos del 30 de junio de 2013. ¡30 millones de personas protestando en las calles de todo el país contra la Hermandad Musulmana! En ese punto, la Embajada de los Estados Unidos pidió a los líderes del ejército que apoyaran a la Hermandad Musulmana a pesar del llamado de la gente. El ejército no siguió esas instrucciones y en vez de ello decidió arrestar a Morsi y disolver el llamado Parlamento, un cuerpo no electo, formado exclusivamente por personas elegidas por la Hermandad Musulmana. Pero el nuevo régimen, un régimen del ejército, simplemente continúa con las mismas políticas neoliberales de Mubarak y Morsi.
China ha logrado un crecimiento económico significativo. Y, aunque todavía es un Estado dirigido por el Partido Comunista, su éxito económico generalmente se atribuye al éxito de su enfoque favorable al mercado desde 1978. ¿Cuál es su opinión sobre el modelo chino de desarrollo económico?
AMIN: Tenemos que comenzar por la Revolución China. Tuvimos en China lo que se llama una gran revolución. Hubo tres grandes revoluciones en la historia moderna: la Revolución Francesa (1789), la Revolución Rusa (1917) y la Revolución China (1949). También hubo revoluciones en Cuba y en Vietnam. Pero tomemos las tres mayores. Una gran revolución va mucho más allá de lo que es inmediatamente posible.
En Revolución Francesa el lema de la Revolución Francesa de 1789 fue libertad, igualdad, fraternidad. La llamada Revolución Americana de 1776 no proyectó este objetivo. La palabra «democracia» no aparece en la Constitución de Estados Unidos(1789). Sus autores consideraron a la democracia como un peligro. El sistema fue inventado para evitar ese peligro. El sistema no cambió las relaciones de producción. La esclavitud siguió siendo una parte decisiva del sistema. ¡George Washington era dueño de esclavos!
En cambio, la Revolución Francesa intentó conectar los valores de libertad e igualdad. En Estados Unidos, era libertad y competencia, esto es, libertad bajo la condición de la desigualdad. El papel de la Revolución Haitiana fue importante como parte de ese proceso de fines del siglo XVIII.
La Revolución Rusa de 1917 tuvo como lema ¡Proletarios del mundo, uníos! . Lenin dijo, «la revolución comenzó por el eslabón más débil, pero debe expandirse rápidamente», es decir, en un corto tiempo histórico. El esperaba que estallara la revolución en Alemania. La historia demostró que estaba equivocado. Podría haber sucedido, pero no fue así. El internacionalismo no estaba en la agenda de la historia real.
La Revolución China de 1949 adoptó la consigna ¡Pueblos oprimidos, únanse!, lo que significa internacionalismo a escala global, incluyendo las naciones campesinas del Sur. Esto amplió el internacionalismo. Pero tampoco se podía alcanzar inmediatamente.
La Conferencia de Bandung en 1955, que también fue un eco de la Revolución China, fue muy tímida. No logró mucho. Fue diluida por las fuerzas nacionalistas y en gran medida permaneció en el marco de un proyecto burgués nacional.
Precisamente porque las grandes revoluciones se adelantaron a su tiempo, fueron seguidas por Termidores y restauraciones. Termidor no es una restauración, es un paso atrás para mantener vivo el objetivo a largo plazo, es decir, alcanzar el objetivo, pero con concesiones. ¿Cuándo fue el termidor de la Unión Soviética? Tal vez en 1924 con la Nueva Política Económica. Los chinos dicen que sucedió cuando Nikita Krushchev asumió el poder en 1953. Otras personas piensan que ocurrió después, cuando Leonid Brezhnev se convirtió en el líder en 1964. Sin embargo, la restauración del capitalismo no llegó sino con Mikhail Gorbachev y Boris Yeltsin en la década de 1980. En ese punto, el objetivo del socialismo fue abandonado. Un termidor es un paso atrás, una restauración es un abandono.
En China, teníamos un termidor desde el comienzo, desde 1950. Cuando le preguntaron a Mao Zedong: ¿China es socialista?, él respondió «No, China es una República Popular» y construir el socialismo es un camino largo, él usó la expresión china: que tomaría «mil años» construir el socialismo.
Entonces, termidor estuvo allí desde el principio. Hubo dos intentos de ir más allá de ese termidor. El primero fue el Gran Salto Adelante de 1958 a 1962. Luego, tuvimos un segundo termidor con Deng Xiao-ping de 1978 a 1989. Incluso hoy, todavía no hay una restauración.
Esto no se da simplemente porque el Partido Comunista tiene el monopolio del poder político. Esto se debe a que se han mantenido algunos aspectos básicos de lo que se logró con el proceso revolucionario. Y esto es muy fundamental. Me refiero aquí específicamente a la propiedad estatal de la tierra y su uso por las familias en el marco de la reactivación de la agricultura campesina, asociada con la construcción de un sistema industrial moderno. China sigue la estrategia de «dos piernas» de globalización: Fase 1 – rechazo del imperialismo geopolítico, Fase 2 – aceptación relativa del neoliberalismo económico.
El proyecto chino no rechaza la idea de su participación en la globalización, que es un proceso social dominado por las potencias capitalistas e imperialistas. Esta es la segunda pierna. Pero el proyecto chino ni siquiera aquí adopta todos los parámetros de la globalización. China ha entrado en la globalización del comercio y en la globalización de las inversiones, pero con control estatal, efectivo al menos hasta cierto punto.
Además, China no opera dentro de la globalización, como aquellos países que aceptan las condiciones impuestas por el libre comercio, la libre inversión y la globalización financiera. China no ha entrado en la globalización financiera. Ha mantenido su sistema financiero independiente, operado por el Estado, no solo formalmente sino en esencia. Hay un tipo de capitalismo de Estado operando en China. La globalización entra en conflicto con la estrategia china de las «dos piernas». La globalización imperialista y el proyecto chino no son estrategias complementarias. Están en conflicto.
Mi apreciación es que China no es socialista pero tampoco es capitalista. Contiene tendencias conflictivas. ¿Avanza hacia el socialismo o hacia el capitalismo? La mayoría de las reformas introducidas, particularmente después de Deng Xiaoping, han sido de derecha, creando espacio para el modo de producción capitalista y para el surgimiento de una clase burguesa. Pero, hasta ahora, la otra dinámica, aquella identificada como la «estrategia de dos piernas» se ha mantenido y ello está en conflicto con la lógica del capitalismo. Así es como sitúo a China hoy.
Uno de los fenómenos más importantes y alarmantes de la globalización neoliberal ha sido el creciente aumento de la desigualdad. Economistas como Thomas Piketty y otros han documentado empíricamente su magnitud. Piketty dice que un impuesto universal al patrimonio o impuestos progresivos son los mecanismos para controlar esta desigualdad. ¿Cree que esta solución es posible en el capitalismo?
AMIN: Esos datos de Piketty son correctos, o al menos los mejores que se puede encontrar. La desigualdad ha crecido muy rápido en los últimos 50 años. Sin embargo, los análisis realizados por aquellos que han dado esos datos siguen siendo débiles, por decir lo menos.
El hecho que la desigualdad crezca en todas partes necesita ser explicado. ¿Existe una única razón para ello? ¿El patrón de crecimiento de la desigualdad es similar en todos los países? Y si hay patrones de desigualdad diferentes, ¿por qué es así?
Los informes de desigualdad no hacen una diferenciación entre los casos de desigualdad creciente que están acompañados por un crecimiento de los ingresos de toda la población y los casos de desigualdad creciente que están acompañados por la pauperización de la mayoría de la población. Comparar China e India es muy significativo.
En China, el aumento de los ingresos ha sido una realidad para casi toda la población, incluso si el crecimiento ha sido mucho mayor para algunos de lo que lo ha sido para la mayoría de la población.
Así, en China, la desigualdad ha sido acompañada por una reducción de la pobreza. Este no es el caso en India o Brasil ni en casi todos los países del Sur. En estos países, el crecimiento, y en algunos casos un crecimiento significativamente alto, ha beneficiado apenas a una minoría de la población (el 1% en algunos casos como Guinea Ecuatorial o el 20% en casos como la India).
Este crecimiento no ha beneficiado a la mayoría de la población, que de hecho ha sido pauperizada. Algunos indicadores son insuficientes por sí solos para mostrar las diferencias entre estos dos escenarios. El coeficiente de Gini es un indicador que no es exhaustivo. China e India podrían tener el mismo coeficiente de Gini y, sin embargo, el significado social de fenómenos aparentemente iguales -la creciente desigualdad- es muy diferente.
Las recomendaciones de políticas de aquellos que escriben sobre desigualdad son limitadas y tímidas, quizá incluso ingenuas. La tributación progresiva es siempre bienvenida; pero tiene efectos limitados mientras no esté respaldada por cambios más amplios en la política económica.
La tributación progresiva junto con la continuidad de las llamadas políticas liberales que permiten al capital monopolista operar libremente sólo darán resultados marginales. Más aún, las demandas de impuestos progresivos serán consideradas «imposibles» por las clases dominantes y por ello rechazadas por la clase gobernante, que está al servicio del capital monopolista.
Lo mismo podría decirse de la fijación de un salario mínimo. Esto es bienvenido, por supuesto, pero tendrá efectos limitados en tanto se continúe con una política económica liberal. Los salarios, una vez elevados, se verán afectados por la inflación, lo cual reducirá sus beneficios. Este es el argumento de los liberales, que rechazan la mera idea de establecer salarios mínimos.
Un acceso más equitativo a la educación y a la salud debe ser el objetivo de cualquier desafío legítimo al sistema capitalista. Pero tal elección implica un crecimiento del gasto público y ¡el liberalismo considera tal crecimiento inaceptable! Avanzar hacia ofrecer «mejores empleos» es, entonces, simplemente una frase vacía si no está respaldada por políticas sistemáticas de industrialización y por la modernización de la agricultura familiar.
China está intentando hacer esto parcialmente, India no. Los liberales insisten en la necesidad de reducir la deuda pública. Pero, las razones para el crecimiento de la deuda pública deben ser explicadas.
¿Qué políticas producen esta alta deuda pública? Este crecimiento es simplemente el resultado inevitable de las políticas liberales. La deuda pública es incluso deseable para el capital monopolista, porque ofrece al capital en exceso oportunidades de inversión financiera. Piketty y otros que han estado escribiendo sobre la desigualdad son todos economistas liberales.
Estos economistas creen en la virtud de un mercado libre abierto que es regulado lo menos posible y creen que no hay alternativa a un patrón de globalización que permita la libre circulación de capitales de un país a otro. Esto, para ellos, es la precondición para el desarrollo global. Creen que los países pobres, eventualmente, se igualarán a los países más desarrollados como resultado de este tipo de globalización.
Estos académicos son en el mejor de los casos «reformistas», como Joseph Stiglitz, el ex Economista Jefe del Banco Mundial. Los cinco siglos de historia del continuo y creciente desarrollo desigual del capitalismo deberían al menos llevarlos a cuestionar esta hipótesis. O por lo menos llevarnos a nosotros a hacerlo.
¿Cuáles son las sugerencias que tiene que ofrecer para controlar este alarmante crecimiento de la desigualdad?
AMIN: El liberalismo condena cualquier intento de formular políticas realistas para un desarrollo auténtico. Por desarrollo auténtico me refiero a un desarrollo que beneficie a todas las personas. Cualquier política alternativa en un marco liberal, sigue siendo superficial, por decir lo menos. Cualquier sociedad que pretende «surgir» no puede dejar de lado algunos asuntos básicos:
- Entrar en un largo proceso de construcción de un sistema industrial moderno e integrado, centrado en la demanda popular interna.
- Modernizar la agricultura familiar campesina y asegurar la soberanía alimentaria.
- Planificar la asociación de la industria y la agricultura a través de políticas consistentemente no liberales.
Estos tres puntos implican moverse gradualmente en el camino hacia el socialismo.Dichas políticas implican dos directrices: Regular el mercado y controlar la globalización, es decir, luchar por otro patrón de globalización que reduzca lo más posible el efecto negativo de la hegemonía global del imperialismo.
Solo políticas así pueden crear las condiciones para erradicar la pobreza y eventualmente reducir las desigualdades. China está parcialmente en este camino; otros países del Sur, no. En ausencia de una crítica radical del liberalismo, hablar de pobreza y desigualdad es un pensamiento iluso, retórico e ingenuo.
Para salir de la crisis de la globalización neoliberal usted sugiere una desconexión como cimiento para una política económica alternativa. ¿Cómo nos desconectamos del vórtice de la globalización? Si nos atrevemos a desconectarnos, los capitales saldrán de nuestras economías. ¿Cómo podríamos enfrentar esta amenaza? ¿Cuáles serían sus sugerencias prácticas para un país que se atreva a desconectarse del neoliberalismo?
AMIN: La desconexión es una consigna. Lo uso como tal. Los problemas reales para desconectarse son siempre relativos. No te puedes desconectar totalmente. Pero países gigantescos como China, India y algunos otros pueden desconectarse en amplio grado, pueden desconectar 50% de su economía o incluso 70% de ella. La URSS y China bajo Mao desconectaron entre el 80 y el 90% de sus actividades económicas.
Pero no totalmente. Todavía tenían que comerciar con los países occidentales y con otros. Desconectarse no significa olvidarse del resto del mundo y mudarse a la Luna. Nadie puede hacer eso. No sería racional hacerlo. Desconectarse solo significa obligar al imperialismo a aceptar todas tus condiciones o una parte de ellas. Cuando el Banco Mundial habla de ajuste estructural, siempre tiene una visión unilateral de ajuste estructural. Determina la política. Desconectarse significa impulsar tus propias políticas.
¿Cómo nos desconectamos del vórtice de la globalización? Porque si nos atrevemos a desconectarnos, los capitales saldrán de nuestras economías. ¿Cómo podríamos enfrentar esta amenaza? ¿Cuáles son sus sugerencias prácticas para un país que se atreva a desconectarse del neoliberalismo?
AMIN: En el caso de India, por ejemplo, siempre se ajusta a las demandas de los Estados Unidos. Pero India puede elegir el camino de no sujetarse al imperialismo. Esto es lo que Nehru intentó en su período. No es lo que el actual gobierno de Modi está tratando de hacer. Entonces, tienes que volver hacia atrás para desconectarte. Y lo puedes hacer. Tienes espacio para ello.
Por supuesto, es cierto que algunos países pequeños en África o en América Central o algunas áreas de Asia tendrían más dificultad para desconectarse que otras. Pero si recreamos la atmósfera del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), si recreamos la solidaridad política entre los países de Asia, África y América Latina, entonces no somos una minoría.
Nosotros representamos el 85% de la humanidad. Y representaremos más del 85% en unas pocas décadas. Entonces, no somos tan débiles.
Podemos desconectarnos y desconectarnos exitosamente en diversos grados de acuerdo con un bloque político alternativo, que reemplazaría a los bloques imperialistas del centro que controlan actualmente nuestros países.
¿Cuál es la vía alternativa a la modernidad capitalista? ¿Las sociedades podrían modernizarse sin pasar por la etapa de desarrollo capitalista? ¿La desconexión implica un retorno al pasado?
AMIN: Cuando Manmohan Singh agradeció a los británicos por la introducción del ferrocarril, se refirió a una parte muy pequeña de la realidad. Los británicos construyeron el ferrocarril con trabajadores indios, pero simultáneamente destruyeron la industria india que era más avanzada que la británica. Los británicos, al mismo tiempo que desmantelaron la industria india, transfirieron poder económico a aquellos que tenían poder político.
Los Zamindars no tenían tierra antes de los británicos, sólo recogían tributos y obligaciones del campesinado para varios estados señoriales. Con el gobierno británico, esta clase se convirtió en los nuevos terratenientes. Así es como se formula clase de grandes terratenientes en Bengala, al este y Punjab, al noroeste, así como en el oeste y en el norte de la India. Los británicos diseñaron una apropiación de tierras. Manmhoan Singh debería haber recordado que los británicos no solo introdujeron los ferrocarriles, sino principalmente, la brutalidad, la destrucción y la opresión en diferentes formas.
¿De qué tipo de modernidad estamos hablando? La modernidad capitalista o la modernidad socialista. No podemos hablar de modernidad en general. No podemos decir que la integración global trae la modernidad. Trae quizá la telefonía celular a India, pero también trae la pauperización de 80% de los indios. No es una cosa menor. Entonces, tenemos que calificar de qué tipo de modernidad estamos hablando.
¿Qué queremos? Por supuesto, queremos modernidad. Debemos entender que la desconexión no es un camino para regresar a la India antigua, a una India precolonial o colonial. Desconexión es traer nuevos patrones de modernidad a la India, así como a todas partes.
¿Cuáles son las perspectivas y los desafíos para la izquierda en el escenario político contemporáneo?
AMIN: En mi libro, ¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?, sostengo que no podemos salir de esta crisis sin empezar a salir del sistema capitalista. Es un desafío gigantesco. La solución no se encontrará en unos pocos años en ningún lugar, ni el norte ni en el sur. Tomará décadas. Pero el futuro comienza hoy. No podemos esperar hasta que el sistema nos haya llevado a una guerra gigantesca y a una catástrofe ecológica para reaccionar. Tenemos que reaccionar ahora.
Esto requiere que la izquierda sea audaz. Por la izquierda, me refiero a la izquierda radical, que es mucho más amplia que, pero incluye a los actuales herederos de la Tercera Internacional, es decir los partidos comunistas.
Hoy en día, hay movimientos de resistencia en todo el mundo. En algunos casos, son movimientos de resistencia muy fuertes. Las y los trabajadores están en luchas perfectamente legítimas, pero están a la defensiva. Esto es, están tratando de defender cualquier cosa que hayan ganado en el pasado, que gradualmente ha sido erosionada por el llamado neoliberalismo.
Eso es legítimo, pero no es suficiente. Es una estrategia defensiva que permite que el sistema de poder del capital monopolista mantenga la iniciativa. Tenemos que pasar de la actitud defensiva a una estrategia afirmativa, es decir, a una estrategia de ofensiva e invertir las relaciones de poder. Hacer que el enemigo -los sistemas de poder-, nos respondan en lugar de responderles a ellos. Quitarles la iniciativa. No soy arrogante. No tengo un plan en mi bolsillo sobre lo que un comunista en Austria debería hacer, ni sobre lo que deberían hacer los comunistas en China o los de Egipto, mi país.
Pero tenemos que discutirlo franca y abiertamente. Tenemos que sugerir estrategias, debatirlas, probarlas y corregirlas. Esto es vida y lucha. No podemos parar. Quiero decir que ¡lo primero que todos necesitamos es audacia!
Ahora, puede comenzar el cambio si los movimientos populares se mueven de la resistencia hacia una alternativa agresiva. Eso podría suceder en algunos países. Ha comenzado a suceder, pero sólo en algunos países de Europa, como Grecia, España y Portugal.
En Grecia, hemos visto que el sistema europeo derrotó ese primer intento. El pueblo europeo, incluso aquellos que simpatizan con el movimiento griego, han sido incapaces de movilizar una opinión lo suficientemente fuerte como para cambiar la actitud de Europa.
Esta es una lección. Debemos comenzar movimientos audaces, y creo que luego empezarán en diferentes países. He discutido esto con, por ejemplo, personas de La Francia Insumisa, un movimiento liderado por Jean-Luc Mélenchon. No he propuesto planes específicos, sino que señale estrategias en general, comenzando con la re-nacionalización de grandes monopolios y específicamente las instituciones financieras y bancarias.
Le dije que la renacionalización es solo el primer paso. Es la condición previa para, eventualmente, ser capaces de avanzar a la socialización de la gestión del sistema económico. Si nos detenemos sólo en la nacionalización, entonces se tiene capitalismo de Estado, que no es muy diferente del capitalismo privado. Eso sería engañar a la gente. Pero si se concibe como primer paso, abre el camino.
El capitalismo ha alcanzado un nivel de concentración de poder político y económico que no se puede comparar con el que tenía hace 50 años. Un puñado, unas pocas decenas de enormemente grandes empresas y menos de 20 instituciones bancarias deciden la dirección de todo.
François Morin, un importante experto financiero, ha dicho que menos de 20 grupos financieros controlan el 90% de las operaciones del sistema financiero y monetario global integrado.
Si añadimos unos 15 grandes bancos, vamos del 90% al 98%. Se trata de apenas un puñado de bancos. Eso es centralización, concentración de poder. La propiedad permanece diseminada, pero eso es de menor importancia. El punto es cómo se controla la propiedad. Esta centralización del control de la propiedad ha llevado al control de la vida política.
Estamos ahora lejos de la democracia burguesa del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. Vivimos ahora en un mundo con un sistema de partido único. Los socialdemócratas y los conservadores son ahora social-liberales.
Puede haber dos partidos que compiten en las elecciones, pero en realidad son el mismo partido. Esto significa que vivimos en un sistema de partido único. En Estados Unidos, demócratas y republicanos han sido siempre un solo partido. No era así en Europa y, por lo tanto, en el pasado, el capitalismo pudo ser parcialmente reformado. Las reformas socialdemócratas de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial fueron grandes reformas.
En mi opinión fueron reformas progresistas, incluso si estaban asociadas con el mantenimiento de una actitud imperialista frente a los países del Sur. Ahora eso se ha vuelto imposible. El sistema de partido único ha llegado, pero ha estado perdiendo legitimidad. Eso también abre un camino para el fascismo, para el neofascismo, que está creciendo en todas partes. Esta es una de las razones por las cuales tenemos que desmantelar el sistema.
La protesta contra el capitalismo no puede ser una protesta de movimientos contra las consecuencias de los ataques neoliberales frontales contra los intereses del pueblo. Deben alcanzar el nivel de hacer que las personas sean políticamente conscientes.
Esta conciencia debe conducir a la creación de una amplia alianza social para reemplazar a las alianzas de las burguesías compradoras que gobiernan nuestros países y a las alianzas pro-imperialistas que gobiernan los países occidentales.
¿Estas fuerzas aisladas en diferentes países del mundo pueden suponer un desafío al capital monopolista generalizado, que es de carácter verdaderamente internacional? ¿Qué pasa con la necesidad de alguna forma de cooperación internacional o la reactivación del espíritu del internacionalismo entre las masas que luchan?
AMIN: Necesitamos reavivar el internacionalismo como parte fundamental de la ideología del futuro, pero también debemos organizarlo, es decir, intentar interconectar las luchas de varios países. Ahora, este internacionalismo no puede ser una reproducción de la Tercera Internacional (la Internacional Comunista). Porque la Tercera Internacional vino después de la victoria de la Revolución de Octubre y con el apoyo de un nuevo Estado fuerte, la Unión Soviética. Ahora no estamos en esa posición. Por lo tanto, debemos imaginar otro modelo para nuevos vínculos internacionales.
Actualmente, estamos en una situación diferente. Tenemos fuerzas potencialmente radicales, pro-socialistas, anticapitalistas, antiimperialistas que son diferentes en diferentes países. Tenemos que unirlas. Tenemos que entender que lo que compartimos en común es más importante que las diferencias entre nosotros. Tenemos que discutir las diferencias y discutirlas libremente, sin arrogancia, sin proclamar «yo tengo la razón y tú estás equivocado». Lo que tenemos en común es más importante y debería ser la base para reconstruir el internacionalismo. Lo digo tanto para el Norte como para el Sur. Cada uno tiene sus condiciones específicas, y las condiciones son diferentes de un país a otro. La visión general es similar, pero las condiciones son diferentes. En cualquier momento, esta es mi visión sobre cómo comenzar el proceso.
Existen estas ambigüedades y no podemos evitarlas. Debemos tener alianzas amplias con personas que nunca pensaron que el socialismo debería ser la respuesta a la crisis del capitalismo. Todavía piensan que el capitalismo puede ser reformado. ¿Y qué importa? Si podemos trabajar juntos contra el capitalismo como es hoy, sería un primer paso.
Pero tenemos que pensar de antemano sobre cómo crear una nueva dinámica internacional. No tengo un plan para hacerlo. No se trata de establecer una secretaría o cuerpos de liderazgo organizacional. Primero, los compañeros deben estar convencidos de la idea, lo que no siempre ocurre. Segundo, los europeos han abandonado la solidaridad antiimperialista y el internacionalismo a favor de aceptar las llamadas intervenciones humanitarias y de ayuda, ¡incluyendo bombardear a la gente! Eso no es internacionalismo.
Creo que las políticas públicas nacionales, utilizo estas palabras porque no hay otras, son todavía el resultado de luchas dentro de las fronteras de los países. Sea que esos países sean realmente estados-nación o un Estado multinacional, luchan dentro de fronteras definidas. Tenemos que cambiar el balance de fuerzas dentro de los países, lo cual nos permitirá cambiar el balance de fuerzas a nivel internacional.
Tenemos que reconstruir una nueva dinámica internacional, una internacional de las y los trabajadores y otras personas. Eso implica un gran número de campesinos y segmentos de la sociedad que van mucho más allá del proletariado. En India, puedes ver que si no hay una alianza entre el proletariado urbano y los pobres urbanos -que tienen poca conciencia proletaria- y la gran mayoría de la sociedad rural india o campesinado, no puedes construir resistencia. Estas son fuerzas sociales diferentes y pueden estar representadas por diversas voces políticas. Pero tenemos que saber lo que compartimos en común. Los intereses que compartimos en común son más importantes que nuestras diferencias. Necesitamos una amplia alianza política que pueda movilizar a personas que pertenecen a diversas clases pero que son todas víctimas del imperialismo de hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario