La manipulación mediática de la realidad
china
EL GRAN SALTO ADELANTE DE CHINA:
LAS RANAS OCCIDENTALES CROAN SU DESALIENTO
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de
Bustillo
Introducción
Desde sus lúgubres pantanos, los
académicos y editorialistas de revistas financieras estadounidenses, los
“expertos en Asia” de los medios de comunicación de masas y los políticos
conservadores y progresistas occidentales croan al unísono el inminente colapso
medioambiental chino. Sucesivamente, han proclamado que (1) la economía china
está en declive; (2) su deuda es arrolladora y está a punto de estallar su
burbuja inmobiliaria; (3) el país está plagado de corrupción y envenenado por
la contaminación; y (4) los trabajadores chinos están organizando huelgas
paralizadoras y protestas en medio de una creciente represión, como resultado
de la explotación y la pronunciada desigualdad de clases. Las ranas financieras
croan que China representa una amenaza militar inminente para la seguridad de
Estados Unidos y de sus socios asiáticos. Otras ranas saltan de indignación:
¡Los chinos amenazan ahora a todo el universo!
Los “agoreros chinos” que ven la paja en
el ojo ajeno pero no la viga en el propio han distorsionado sistemáticamente la
realidad y fabricado cuentos extravagantes que en realidad reflejan sus propias
sociedades.
A medida que sus falsas afirmaciones son
refutadas, las ranas modifican sus cantos: cuando las predicciones de un
colapso inminente no se materializaron, retrasaron los pronósticos de su bola
de cristal un año o incluso una década. Cuando sus avisos de tendencias
sociales, económicas y estructurales negativas resultaron falsos y las cifras
seguían siendo positivas, sus ágiles dedos recalibraron la amplitud y
profundidad de la crisis, citando “revelaciones” anecdóticas sacadas de una
conversación con algún taxista o escuchadas en cualquier aldea.
Como los fracasos anunciados durante
mucho tiempo no terminan de materializarse, los expertos “remodelan la
información” y se cuestionan la fiabilidad de las estadísticas oficiales
chinas.
Y lo peor de todo es que los académicos y
los “expertos” occidentales sobre Asia intentan un “intercambio de roles”:
Mientras las bases y los navíos de guerra estadounidenses rodean
progresivamente a China, los chinos se convierten en agresores y los belicosos
imperialistas de EE.UU. se presentan a sí mismos como víctimas gimoteantes.
Este artículo pretende desmontar estas
fábulas y esbozar un relato alternativo y más objetivo de la actual realidad
política y socioeconómica de China.
China: ficción y
realidad
Una y otra vez leemos acerca de la
economía de salarios bajos de China y la brutal explotación de su mano de obra
esclavizada por parte de oligarcas multimillonarios y autoridades políticas
corruptas. En realidad, el salario medio del sector manufacturero chino se ha
triplicado en los últimos diez años. Los trabajadores chinos perciben salarios
muy superiores a los de los países latinoamericanos con una eventual excepción.
Los salarios de los operarios de las fábricas chinas se aproximan actualmente a
los de los países de movilidad descendente de la Unión Europea (UE). En ese
mismo periodo, los regímenes neoliberales, presionados por la UE y EE.UU., han
cortado a la mitad los salarios en Grecia y reducido significativamente los
ingresos de los trabajadores en Brasil, México y Portugal. Los salarios de los
trabajadores en China superan actualmente a los de Argentina, Colombia y
Tailandia. Aunque no son altos para los niveles de la UE o EE.UU, en 2015 los
salarios chinos se movían en torno a los 3,60 euros la hora, lo que ha mejorado
el nivel de vida de cientos de millones de trabajadores. Durante el periodo en
que China triplicó el salario de sus trabajadores, los de sus homólogos indios
se estancaron a 0,70 € la hora y los de los sudafricanos bajaron de 4,30 € a
3,60 €/hora.
Este espectacular aumento salarial se
atribuye en gran medida al aumento de la productividad, fruto de mejoras
constantes en la sanidad, educación y formación técnica de los trabajadores,
así como a la presión sostenida y organizada de los obreros y de la lucha de
clases. La exitosa campaña del presidente Xi Jinping destinada a apartar de su
puesto y arrestar a decenas de miles de funcionarios y jefes de fábrica
corruptos y explotadores ha promovido el poder de la fuerza laboral. Los
obreros chinos están cerrando la brecha con el salario mínimo estadounidense.
Al índice de crecimiento actual, la brecha, que se ha estrechado de una décima
a una mitad del salario mínimo de EE.UU. en diez años, desaparecerá en un
futuro próximo.
China ha dejado de ser exclusivamente una
economía de salarios bajos, no especializada, de trabajo intensivo, plantas de
ensamblaje y orientada a la exportación. Hoy día, 20.000 escuelas técnicas
gradúan a millones de trabajadores cualificados. Factorías de alta tecnología
están incorporando la robótica a gran escala para reemplazar a los trabajadores
no cualificados. El sector servicios está en pleno crecimiento para absorber la
demanda del mercado interno. Al tener que hacer frente a un aumento de la
hostilidad política y militar estadounidense, China ha diversificado su mercado
de exportación, volviéndose hacia Rusia, la UE, Asia, América Latina y África.
A pesar de estos impresionantes progresos
objetivos, el coro de “ranas deshonestas”1 sigue lanzando profusas predicciones
año tras año sobre el deterioro y declive de la economía china. Sus análisis no
se ven alterados por el 6,7 % de crecimiento obtenido en PIB en 2016 sino que
¡se aventuran a pronosticar para 2017 un “descenso” del crecimiento hasta el
6,6 % como prueba del inminente colapso! Decididos a no verse disuadidos por la
realidad, ¡el coro de ranas de Wall Street celebra animadamente el anuncio del
incremento del PIB estadounidense del 1 % al 1,5 %!
China ha reconocido sus graves problemas
medioambientales y está a la cabeza de los países a la hora de dedicar recursos
(miles de millones de dólares, el 2 % de su PIB) para reducir los gases de
efecto invernadero. Sus esfuerzos exceden con creces los de EE.UU. y la UE.
China, como el resto de Asia y Estados
Unidos, necesita aumentar enormemente las inversiones destinadas a reconstruir
sus infraestructuras decadentes o inexistentes. El gobierno chino es la única
de las naciones que ajusta o incluso excede sus crecientes necesidades de
transporte, para lo cual destina 800.000 millones de dólares anuales a la
construcción de autopistas, líneas de ferrocarril, puertos, aeropuertos, metros
y puentes.
Mientras Estados Unidos ha rechazado
tratados comerciales y de inversiones multinacionales con once países del
Pacífico, China ha promovido y financiado tratados similares con más de 50
estados de Asia y el Pacífico (salvo Japón y EE.UU.), así como otros estados
africanos y europeos.
El gobierno chino, bajo la dirección de
su presidente Xi Jinping, ha lanzado una eficaz campaña a gran escala contra la
corrupción que ha llevado a la detención o destitución de más de 200.000
empresarios y funcionarios, incluyendo algunos multimillonarios y altos cargos
del politburó del comité central del PCC. Como resultado de esta campaña de
ámbito nacional, la compra de artículos de lujo ha decaído considerablemente.
La práctica de la utilización de fondos públicos para cenas exquisitas de doce
platos y el ritual de entrega y aceptación de regalos está en decadencia.
Mientras esto ocurre, a pesar de que
Trump proponía “drenar la ciénaga” en su campaña política y del exitoso
resultado en el referéndum del Brexit, ni en Estados Unidos ni en Reino Unido
se ha puesto en marcha nada que se parezca remotamente a la campaña
anticorrupción china, a pesar de los informes diarios sobre estafas y fraude
que implican a los cien principales bancos del mundo anglo-estadounidense. La
campaña anticorrupción china ha podido servir para reducir desigualdades y se ha
ganado indudablemente el respaldo de los campesinos y trabajadores chinos.
Los periodistas y académicos que suelen
repetir como loros los argumentos de los generales estadounidenses y de la OTAN
advierten de que el programa militar chino es una amenaza directa a la
seguridad de EE.UU., Asia y el resto del mundo. La amnesia histórica emponzoña
a estas ranas cantarinas. Olvidan que, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos invadió y destruyó Corea e Indochina (Vietnam, Laos y Camboya), matando
a más de 9 millones de habitantes, tanto civiles como defensores. Estados
Unidos invadió, colonizó y neocolonizó Filipinas en los inicios del siglo XX,
matando a un millón de habitantes. En la actualidad, continúa expandiendo su
red de bases militares para rodear China. Recientemente trasladó potentes
misiles nucleares THADD, capaces de atacar ciudades chinas e incluso rusas, a
la frontera con Corea del Norte. Estados Unidos es el mayor exportador de armas
del mundo, y su producción de armas supera la producción y venta conjunta de
los cinco siguientes mayores mercaderes de muerte.
Por el contrario, China no ha atacado,
invadido u ocupado unilateralmente ningún país en cientos de años. No ha
colocado misiles nucleares en la costa o las fronteras de EE.UU.; de hecho no
cuenta con una sola base militar en el extranjero. Sus propias bases militares,
en el mar meridional de China, tienen la función de proteger sus principales
rutas marítimas de los piratas y de la armada estadounidense, cuyas
provocaciones aumentan progresivamente. El presupuesto militar chino, que tiene
previsto un incremento del 7 % en 2017, sigue siendo inferior a una cuarta
parte del estadounidense.
Por su parte, Estados Unidos promueve
alianzas militares agresivas, apunta sus radares y misiles guiados por satélite
hacia China, Irán y Rusia y amenaza con arrasar Corea del Norte. El programa
militar chino siempre ha sido, y continúa siendo, defensivo. Su aumento se basa
en la necesidad de responder a las provocaciones de EE.UU. El avance imperial
chino está basado en su estrategia de mercado global mientras que Washington
continúa implementando una estrategia imperial militarista, diseñada para
imponer la dominación global por la fuerza.
Conclusión
Las ranas de la intelligentsia llevan
tiempo croando con fuerza. Se pavonean y posan como si fueran los mejores
atrapamoscas del mundo, pero no producen nada creíble en términos de análisis
objetivos.
China tiene numerosos problemas sociales,
económicos y estructurales, pero se enfrenta a ellos sistemáticamente. Los
chinos están comprometidos con la mejora de su sociedad, su economía y su
sistema político en sus propios términos. Intentan resolver problemas
tremendamente complicados al tiempo que se niegan a sacrificar la soberanía
nacional y el bienestar de su pueblo.
La política oficial estadounidense para
enfrentarse a China como competidor capitalista mundial se basa en rodearla con
bases militares y amenazar con perturbar su economía. Como parte de esta
estrategia, los medios de comunicación y los supuestos “expertos” occidentales
magnifican los problemas de China y minimizan los suyos propios.
A diferencia de China, Estados Unidos se
complace con obtener un crecimiento anual inferior al 2 %. Los salarios llevan
decenios estancados; el salario real y el nivel de vida se reducen. Los costes
de la educación y la sanidad se disparan al tiempo que la calidad de esos
servicios vitales cae espectacularmente. Aumentan los costes, el desempleo y el
índice de suicidios y de mortalidad de la clase trabajadora. Es absolutamente
crucial que Occidente reconozca los impresionantes avances de China si desea
aprender, copiar y fomentar un modelo similar de crecimiento y equidad. Es
esencial que China y Estados Unidos cooperen para promover la paz y la justicia
en Asia.
Desgraciadamente, el anterior presidente,
Obama, y el actual presidente, Donald Trump, han escogido la vía de la
confrontación y la agresión militar. Los dos mandatos de Obama muestran un
historial de guerras fallidas, crisis financieras, aumento de la población penal
y descenso del nivel de vida nacional. Pero todo el ruido que crean esas ranas,
croando al unísono, no cambiará el mundo real.
Nota
de “Maoístas Bolivianos”.
La
reproducción de este interesante artículo de James Petras, publicado por
Rebelión.org., no significa que apoyemos al Gobierno chino traidor de la
herencia del gran Timonel Mao Tse-tung; lo hacemos como simple información
importante.
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