¿POR QUÉ ESTADOS UNIDOS
INVADIÓ A PANAMÁ EN 1989?
La invasión norteamericana a Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de
1989, fue la culminación y desenlace de un proceso de crisis política,
económica y social que se originó varios años antes. La década de 1980
estuvo marcada, en Panamá, por las crecientes luchas obreras y populares que se
enfrentaron a los distintos gobiernos del régimen militar, a sus planes económicos,
a su origen antidemocrático y a sus medidas represivas.
Las movilizaciones populares arreciaron y terminaron por liquidar la
base social de sustentación del régimen militar, que en 1984, mediante un pacto
entre la embajada de Estados Unidos y la cúpula militar, impuso en la
Presidencia de la República al ex vicepresidente del Banco Mundial, Nicolás
Ardito Barletta. La intención de imponer el gobierno de Ardito Barletta
era la de llevar a cabo un plan de “democratización” controlado para aplicar
las medidas económicas fondomonetaristas dictadas por los intereses financieros
del imperialismo norteamericano.
Sin embargo, los trabajadores y las masas populares panameñas
destrozaron con sus luchas este pacto (Reagan - Noriega). Entre 1984 y
1987 se produjeron múltiples huelgas y movilizaciones contra los planes
fondomonetaristas de Ardito Barletta y su sucesor Eric A. Delvalle.
En ese período los trabajadores del sector privado, dirigidos por el
Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), realizaron dos huelgas
generales, la última de diez días de duración. Los trabajadores del sector
público realizaron siete paros nacionales dirigidos por la FENASEP. Los
gremios médicos y magisteriales llevaron a cabo al menos dos paros nacionales
dirigidos por la Coordinadora Civilista Nacional (COCINA), uno de los cuales
infringió la primera derrota al plan fondomonetarista al lograr la derogación
de la Ley 46 en octubre de 1984. Esto sin contar con las huelgas
sectoriales o por empresas e instituciones por motivos específicos, las
protestas barriales y las movilizaciones directamente políticas como las que se
produjeron a raíz del asesinato de Hugo Spadafora.
Este fue el clima de luchas sociales reinante durante el régimen
encabezado por el general Manuel A. Noriega. A estas protestas populares se
sumaron las contradicciones por el poder a lo interno del sector civil militar
del régimen y las maquinaciones de la Alianza Democrática de Oposición. La
combinación de todos estos factores estuvo presente en el momento del estallido
popular que siguió a las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera en
junio de 1987.
Las movilizaciones populares de junio, julio y agosto de ese año marcan
el punto más bajo de credibilidad para el régimen político imperante.
Credibilidad que Noriega y su régimen no volverían a recobrar. El régimen había
hecho crisis y el imperialismo, la burguesía panameña y los militares divergían
sobre quién debía pagar los platos rotos. Era necesario un recambio para
estabilizar la situación y evitar que una verdadera e incontrolable revolución
popular barriera el régimen. La clase dominante panameña, así como cada vez más
el gobierno norteamericano, exigían la salida de Noriega para salvar la
situación. Noriega no estaba de acuerdo.
La Cruzada Civilista organizada por los sectores empresariales pro
imperialistas al calor de esas movilizaciones buscaba, y lo logró, constituirse
en la dirección política del descontento de las masas que era en gran medida
espontáneo, o dirigido por sindicatos y gremios que se quedaban en los reclamos
económicos sin plantearse la organización de una alternativa política de
carácter popular en oposición al régimen militar.
La Cruzada Civilista y después la ADO - Civilista, se constituyeron en
las fichas de recambio que el imperialismo quería para el desgastado régimen de
Noriega. La Cruzada se propuso erigirse en dirección política de las masas
para luego impregnarlas de sus métodos de “lucha” inocuos (rezos, pañuelos,
caravanas y paros empresariales), y finalmente llevarlas a la desmovilización
bajo la convicción de que de afuera vendría la “solución” a los problemas del
pueblo panameño. Que los principales dirigentes sindicales y populares del
país aparecieran respaldando al impopular régimen de Noriega, así como el hecho
de que no surgiera una oposición masiva al régimen desde la izquierda,
ayudó a los propósitos de la Cruzada Civilista y al imperialismo norteamericano.
El régimen de Noriega respondió a las presiones políticas del
imperialismo, a sus sanciones económicas y a sus amenazas militares arreciando
la represión a las libertades democráticas internas, haciendo recaer sobre los
trabajadores el peso de la crisis económica y no tocando ni un centavo a las
transnacionales yanquis y a sus socios panameños que aupaban la intervención
norteamericana. Todo esto llevó a que, por primera vez desde 1903, un sector
importante de las capas medias y altas apoyó abiertamente la intervención
militar norteamericana. De esta manera se resquebrajó la tradición de décadas
de rechazo rotundo de la mayoría de los panameños a la presencia norteamericana
en nuestro país.
Este preámbulo histórico, cuyos elementos centrales deben ser materia de
un análisis más detenido en futuras investigaciones, ha sido necesario para que
se comprenda el clima político reinante en diciembre de 1989 que posibilita la
sangrienta invasión norteamericana y se entienda por qué algunos sectores del
país, lejos de combatir al ejército invasor, lo reciben con los brazos
abiertos.
Este preámbulo también sirve para comprender el comportamiento
inconsecuente de la cúpula militar norieguista. La dirección de las FDP no
alertó a la población. Por el contrario, escondió desde días antes armas de
alto calibre, únicas capaces de enfrentar exitosamente a la aviación y a los
tanques enemigos (como los llamados “RPG”). Se negó a entregar armas a muchos
miembros de los Batallones de la Dignidad y civiles que se acercaron a los
cuarteles. Finalmente, salvo honrosas excepciones, acabó entregándose sin
disparar un solo tiro.
Pero esta dramática situación política y militar, que presagiaba la
victoria de la invasión norteamericana, engrandece la figura de aquellos
cientos y miles de hombres y mujeres panameños que esa madrugada y los
días subsiguientes empuñaron un arma para defender la patria
agredida. Estas circunstancias otorgan el carácter de héroes nacionales a
aquellos soldados y suboficiales de las Fuerzas de Defensa, a aquellos
combatientes de los Batallones de la Dignidad y a aquellos civiles que murieron
defendiendo nuestro inalienable derecho a ser un país soberano e independiente.
El año de 1989 estuvo completamente marcado por la agudización de la
crisis política interna y por el aumento descarado de las maniobras militares
norteamericanas en áreas no designadas para ese efecto por los tratados
Torrijos-Carter.
Estos acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa: La anulación
de las elecciones del 7 de mayo; el envío de dos mil nuevos soldados
norteamericanos a las bases acantonadas en Panamá; el fallido intento de
mediación de la OEA; la instalación del gobierno provisional del presidente
Francisco Rodríguez; el no reconocimiento diplomático de Estados Unidos; el
intento golpista del 3 de octubre, con su saldo de muertos; el Senado
otorgó plenos poderes a George Bush para actuar en Panamá; nuevas sanciones
contra el gobierno y empresas privadas panameñas anunciadas el 19 de octubre
por Washington; la aprobación de las llamadas “leyes de guerra”; el aumento de
las maniobras militares norteamericanas en áreas civiles panameñas y los
primeros enfrentamientos “verbales” de los Batallones de la Dignidad con los
marines; el anuncio de mayores sanciones a partir de 1990 con el no
reconocimiento del nuevo administrador del Canal propuesto por Panamá y la
prohibición de arribo de buques de bandera panameña a puertos norteamericanos.
Los cinco días anteriores a la invasión los hechos se suceden con mayor
velocidad aún: El día 15 de diciembre la Asamblea Nacional de Representantes de
Corregimientos designan al general Manuel A. Noriega como jefe de Gobierno para
"conducir al país mientras persista el estado de guerra que sufre la
República de Panamá, como consecuencia de la constante y despiadada agresión
desarrollada por Estados Unidos de Norteamérica”. Otra resolución “declara
a la República de Panamá en estado de guerra, mientras dure la agresión
desatada contra el pueblo panameño por el gobierno de Estados Unidos de
América... (Los acuerdos de la Asamblea de Representantes no tenían fuerza de
ley. Más bien reflejaban el sentir de un sector cercano al gobierno de
turno).
Al día siguiente, sábado 16, a las 9 de la noche, un vehículo conducido
por soldados norteamericanos vestidos de civil rompe las barreras de los
retenes ubicados frente al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá
y abren fuego. Los soldados panameños apostados en el lugar, devuelven el fuego
hiriendo de muerte al teniente Robert Paz Fisher. El domingo 18, a las
11:30 a.m., un infante de marina dispara contra el cabo César Tejada en el área
de Curundú frente a las oficinas del MIVI, hiriéndolo en el brazo izquierdo.
El día 19 transcurrió bajo una calma aparente. La población se dedicó a
sus actividades normales, comentando los incidentes ocurridos y sin saber lo
que les esperaba. Pese a que a algunos funcionarios, especialmente de las
Fuerzas de Defensa, como en Sanidad Militar, se les había recomendado acumular
comida y no hacer los gastos suntuarios acostumbrados para Navidad, lo cierto
es que la mayoría de los panameños dudaba que una invasión se fuera a
producir. Al caer la noche los noticieros televisivos estadounidenses, que
se reciben por cable en Panamá, reportaban un inusual movimiento de aviones
hacia Panamá.
Las agencias de prensa empezaron a pedir confirmación a sus reporteros
en Panamá. Aproximadamente a las 9:00 p.m. el poblado de Veracruz empieza
a notar el arribo constante y masivo de aviones a la base de Howard. Ya a
esa hora se encontraban apostados a lo largo de la Avenida de los Mártires
soldados panameños, conocidos como los “Macho de Monte”. Poco antes de la
medianoche era atacada la estación de las Fuerzas de Defensa de Balboa (frente
al YMCA) y las patrullas de la policía canalera eran neutralizadas, luego
fueron atacadas las oficinas del DENI y de la Dirección de Tránsito. A las
12:45 a.m. empezaba el bombardeo aéreo al Cuartel Central y en el barrio de El
Chorrillo.
(Extracto del libro La verdad sobre la invasión)
http://www.alainet.org/es/active/79497
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