09-08-13
N. No.
253.
LOS INTELECTUALES DE
MERCADO
Únicamente
aquellos intelectuales que no tienen la mínima vergüenza de lanzar verdaderas
aberraciones políticas, son capaces de emitir un juicio como el que tenemos la
obligación de criticar con toda la fuerza de la razón, la decencia y la
honestidad.
“A
estas alturas, seguir recurriendo a Lenin, al libro El imperialismo, la última fase del capitalismo, es un
anacronismo. (sic). No le hace bien a la escuela austriaca, que son los
elaboradores de las tesis sobre la transformación imperialista del capitalismo,
no le hace bien al marxismo, que se supone es dinámico y se actualiza, no le
hace bien a la lucha contemporánea contra el capitalismo, el imperialismo, el
imperio y el colonialismo. Hay intelectuales, que se proclaman marxistas, que
se han desgarrado las vestiduras atacando el libro de Negri y Hardt Imperio, recurriendo al manual de
Lenin. Creen que esa es la mejor forma de demostrar que son “revolucionarios”,
pues son fieles a las “fuentes”. Esto no es más que fidelidad a los santos
escritos….”
En nombre de una pretendida heterodoxia, se lanza
semejante despropósito fruto de la más aberrante ignorancia y decrepitud intelectual.
El sólo hecho de comparar las opiniones de Lenin con las
de Toni Negri y su compadre Hardt, es ya un despropósito.
Como en los tiempos más negros del dominio del
pensamiento único, el “demógrafo” de chatura intelectual y moral, ataca uno de
los libros más importantes del Siglo XX, cuando en base a estudios de otros
intelectuales orgánicos, se puso los cimientos teóricos más sólidos en torno a
la teoría del imperialismo.
Ninguno de los rasgos señalados por Lenin han sido
víctimas del paso de los tiempos y eso precisamente señala la potencia y
profundidad de dichos análisis de la etapa última del capitalismo, por más que
esa “última” tenga un largo proceso.
El proceso continuo de la monopolización que va desde los
Trust, los Cartels, los Consorcios y los Sindicatos, hasta las Corporaciones
Gigantes de Barán y Swezzy, las transnacionales y finalmente la Globalización, ha
sido una característica permanente del verdadero imperialismo viejo y nuevo; la
fusión del capital industrial con el bancario que dio y sigue dando como
resultado el capital financiero solamente puede ser negada por chatos mentales;
la exportación de capitales para su insertación en las formaciones sociales
periféricas para aprovechar la mano de obra barata y el regreso de esos
capitales a las metrópolis quintuplicados, sigue siendo tercamente una de las
fuentes de la riqueza actual del centro capital-imperialista. El reparto del
mundo entre los monopolios, ahora convertidos en transnacionales sigue tan
radical e incluso más agresivo; finalmente el reparto del mundo ya no se
produce entre las capitales nacionales centrales, sino que es realizado
directamente por el mayor de los imperialismos: el norteamericano.
El hecho de que Lenin, no hubiera tomado en consideración
el problema de los endeudamientos obligatorios de la periferia para aumentar la ganancia a través de los intereses
asurarios, se debe a que el fenómeno era insignificante en la época de Lenin.
Lo mismo ocurre con el fenómeno del intercambio desigual que se presenta
apabullante desde mediados del Siglo XX, cuando lamentablemente Lenin había
desaparecido.
La afirmación temeraria de que el libro de Lenin “no le hace bien a la escuela austriaca”,
es algo que no le interesa en absoluto al marxismo-leninismo, porque dicha
escuela ha dejado de existir hace mucho tiempo, y “no le hace bien a la lucha contra el imperialismo”, son pues
afirmaciones que lejos de molestar, causan risa por lo ridículas.
Empero donde la falacia y la desvergüenza toca límites
irresponsables es la defensa de los criterios desechados y obsoletos del “imperialismo virtual”, “desterritorializado”, “sin centro alguno,
en todas partes y en ninguna”, criterios estos que buscan ocultar y así
justificar las acciones genocidas del imperialismo de carne y hueso que agrede
diariamente a los pueblos del mundo. En este aspecto queda clara la dependencia
de esa intelectualidad de los intereses directos del imperialismo; y finalmente la defensa a ultranza del
mamarracho teórico de las “multitudes” toninegristas.
El resentimiento político es la principal fuente del
transfugio doctrinal y teórico, pues no toma en cuenta ni siquiera su propio
pasado y se desboca virulentamente atacando a los que piensa son los causantes
de sus frustraciones. En el presente caso, cuando ya no se tiene argumentos
para justificar el transfugio, se ataca como el palo de ciego a las fuentes de
una teoría que jamás se comprendió ni asimiló.
Lenin, pues, no tiene la culpa de que algunas chaturas mentales
hubieran sido eliminadas de sus antiguas
tiendas, todas ellas producto de las imposturas más miserables, como la de
aparentar un indigenismo artificial, postizo y falsario.
La teoría marxista-leninista del Imperialismo, teniendo
como base el libro conocido, ha sido complementado con las magníficas
contribuciones de Samir Amin y Arghiri Emmanuel, tiene hoy día una vigencia cada día más
certera. Es cierto que los rasgos leninistas del imperialismo, por el
contrario, en lugar de “pasar de moda”,
se han agudizado al extremo que el Imperialismo Norteamericano, para completar
a Lenin, debe ser señalado como el enemigo número uno, principal y fundamental
del género humano y no serán algunas chaturas intelectuales como lo son
nuestros actuales intelectuales de mercado, los que pretendan vanamente
considerarlo como “anacrónico”.
Los anacronismos auténticos son precisamente esas estupideces
de Toni Negri y sus seguidores nacionales, entre ellos los de la “comuna” de
tierra adentro, las que fueron rebatidas por el importante libro de Atilio
Borón (1).
(1). Boron, Atilio A. “Imperio &
Imperialismo”. (Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri). CLACSO.
2004.
PCmlm
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