70 AÑOS DE LA GRAN REVOLUCIÓN PROLETARIA Y CAMPESINA ENCABEZADA POR EL GRAN TIMONEL
MAO TSE-TUNG
El 1º de octubre de 1949 Mao Tsetung proclamaba al mundo: “El pueblo chino se ha puesto de pie”, al anunciar la República Popular China desde la Plaza Tienanmen, en Pekín. La Revolución había triunfado por primera vez en un país dependiente y semicolonial, que además era el más poblado del planeta.
El proceso revolucionario en el gran país asiático tiene una rica historia, y varias etapas. En 1911 estalló una revolución contra el emperador y el imperialismo que instauró la república, cuyo primer presidente fue Sun Yat-sen, fundador del Kuomintang (un bloque de obreros, campesinos y burguesía nacional). En mayo de 1919 un gran levantamiento estudiantil “señaló una nueva etapa de desarrollo en la revolución democrático-burguesa antiimperialista y antifeudal de China”, diría Mao.
Dos años después, en 1921 se realizaba el Congreso de fundación del Partido Comunista de China en la ciudad de Shanghai. Fue detectado por la policía y tuvo que continuar en una de esas barcas que se usaban entonces en China como vivienda. Eran 21 delegados, representando a 52 o 57 afiliados. Allí Mao planteó “el marxismo salvará a China”. De ahí en más siguieron 28 años en los que el Partido Comunista de China se convirtió en la dirección del proletariado y las amplias masas campesinas, y llevó la revolución a la victoria, en un complejo proceso.
Tres “armas mágicas”
Este proceso, como el propio Mao analizó varias veces, tuvo distintos momentos de cooperación y enfrentamiento con el Kuomintang. Hay un primer período entre 1924 y 1927, cuando Chiang Kai-shek –ya por entonces máximo dirigente del Kuomintang– rompió el frente único y se dio a una feroz represión a los comunistas y al Ejército Rojo que estos dirigían y que luego se llamaría Ejército Popular de Liberación. En 1934, Mao impulsa la Larga Marcha para escapar de las campañas de “cerco y aniquilamiento” de Chiang. Esto se dio en medio de una durísima lucha interna en el Partido Comunista, en el que predominaba una línea de llevar la revolución desde las ciudades al campo, y privilegiar una guerra de movimientos a la guerra de guerrillas que impulsaba el sector liderado por Mao.
Este proceso, como el propio Mao analizó varias veces, tuvo distintos momentos de cooperación y enfrentamiento con el Kuomintang. Hay un primer período entre 1924 y 1927, cuando Chiang Kai-shek –ya por entonces máximo dirigente del Kuomintang– rompió el frente único y se dio a una feroz represión a los comunistas y al Ejército Rojo que estos dirigían y que luego se llamaría Ejército Popular de Liberación. En 1934, Mao impulsa la Larga Marcha para escapar de las campañas de “cerco y aniquilamiento” de Chiang. Esto se dio en medio de una durísima lucha interna en el Partido Comunista, en el que predominaba una línea de llevar la revolución desde las ciudades al campo, y privilegiar una guerra de movimientos a la guerra de guerrillas que impulsaba el sector liderado por Mao.
Por aquellos años, Mao investiga en profundidad la realidad de las clases sociales en China, y concluye que sin los campesinos pobres no habría revolución triunfante. Campesinos que intentaban sobrevivir a las terribles hambrunas comiendo la corteza de los árboles.
“En la Larga Marcha el Ejército Rojo recorrió 12.500 kilómetros, atravesó dieciocho cadenas de montañas, once provincias, derrotó a un millón de hombres, combatió todos los días, sufrió hambre y todo tipo de dificultades. Fue una de las más grandes empresas militares de la historia, al lado de la cual incluso la de Aníbal empalidece. En esa Larga Marcha, en 1935, en la reunión de Tsunyi, triunfó finalmente la línea de Mao de la guerra de guerrillas, de la guerra del campo a la ciudad, de crear las bases rojas de apoyo y se derrotó la vieja dirección oportunista de ‘izquierda’ y de derecha”.
Luego vino el período del Frente Único Antijaponés. Japón había invadido China a partir de 1931, y en 1937 se establece un nuevo acuerdo entre el PCCh y el Kuomintang (KMT), en el que el PCCh tuvo que hacer grandes concesiones. En todo este período, el Partido mantuvo en unidad y lucha con el KMT –incluso con enfrentamientos armados–, su independencia y la del Ejército Rojo, como Octavo Cuerpo de Ejército. Este se transformaría, luego de la derrota del ocupante japonés al fin de la Segunda Guerra mundial, en Ejército Popular de Liberación. Ya por ese entonces, el PCCh dirigía vastas zonas donde vivían más de 100 millones de personas. Así se abrió un nuevo período, donde el Partido Comunista avanzó en la guerra de liberación, combatiendo a las tropas del KMT apoyadas por las potencias imperialistas, particularmente por los yanquis, derrotándolas en todo el territorio.
En el fragor de esta lucha, Mao escribió: “La revolución democrático-burguesa de China tiene dos características fundamentales: 1) el proletariado o bien establece un frente único nacional revolucionario con la burguesía, o lo rompe cuando se ve obligado a ello, y 2) la lucha armada es la forma principal de la revolución… La experiencia de estos dieciocho años nos ha permitido comprender que el frente único, la lucha armada y la construcción del Partido son nuestras tres ‘armas mágicas’, las tres principales armas del Partido Comunista de China para vencer al enemigo en la revolución” (Con motivo de la aparición de “El Comunista”, 4 de octubre de 1939).
La revolución es un drama pasional
La República Popular en 1949, la Revolución de Nueva democracia, como llamaron los comunistas chinos a esta etapa tuvo como objetivo “derrocar la dominación del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático”, como indicó Mao, en camino al socialismo. Lo principal era resolver el hambre del pueblo chino, y dejar atrás “los años de la humillación”, como denominaban a ese período en el que en los grandes centros urbanos, las clases dominantes ponían carteles prohibiendo el acceso “a perros y chinos” en las plazas y locales comerciales y culturales.
La República Popular en 1949, la Revolución de Nueva democracia, como llamaron los comunistas chinos a esta etapa tuvo como objetivo “derrocar la dominación del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático”, como indicó Mao, en camino al socialismo. Lo principal era resolver el hambre del pueblo chino, y dejar atrás “los años de la humillación”, como denominaban a ese período en el que en los grandes centros urbanos, las clases dominantes ponían carteles prohibiendo el acceso “a perros y chinos” en las plazas y locales comerciales y culturales.
Como el mismo Mao le dijo en una entrevista al escritor francés André Malraux: “La Revolución es un drama pasional. No hemos atraído al pueblo apelando a la razón, sino desarrollando la esperanza, la confianza y la fraternidad. Frente al hambre, la voluntad de igualdad adquiere la fuerza de un sentimiento religioso. Después, luchando por el arroz, la tierra, y los derechos concedidos por la reforma agraria, los campesinos adquirieron la convicción de que luchaban por sus vidas y las de sus hijos”.
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