10-12-19.
N.No. 585.
UN LLAMADO A CONFORMAR EL FRENTE ANTIFASCISTA
Carlos Echazú Cortéz
Rebelión
El debate sobre si hubo o
no golpe de Estado en Bolivia, debe dar paso a otros debates, puesto que las
masacres cometidas por el gobierno no dejan ya duda sobre la esencia de lo que
ha ocurrido. Quien quiera negar que se ha producido un golpe debe simplemente
ignorar a los muertos y sus dolientes (todo el pueblo boliviano) y creer la
patraña del gobierno en torno a que "se mataron entre ellos", lo que
lo descalifica como intérprete de los acontecimientos políticos y sociales y lo
convierte en un simple vocero propagandístico de un gobierno de facto.
El debate debe ahora
centrarse sobre lo que está detrás del golpe. ¿Quiénes son los golpistas y qué
pretenden? No se trata de identificarlos como personas, puesto que están ahí,
todos los vemos. De lo que se trata es de discernir su carácter y sus
propósitos. Al respecto se ha dicho que es un golpe que pretende simplemente
restaurar el neoliberalismo.
Deseo poner en duda esta
interpretación. Considero que lo que está detrás de este golpe no es la simple
restauración del neoliberalismo, un sistema que de hecho está en crisis. ¿Quién
puede dudarlo, luego de apreciar los movimientos sociales en Chile, Colombia y
Ecuador? Los grupos oligárquicos y sus manifestaciones políticas en Bolivia se
dan cuenta de eso. Bolivia ya ha vivido lo que hoy viven los pueblos hermanos
del continente donde el neoliberalismo se mantuvo vigente. Sus movimientos
sociales, si bien han experimentado una derrota política con el golpe, están
lejos de haber sido eliminados. En estos 13 años, se han empoderado, con
experiencia, nivel organizativo, conciencia de sus derechos y, sobre todo, con
la noción de que es posible un gobierno popular y anti imperialista que
erradique la pobreza y promueva la industrialización. Las oligarquías ya no
podrían vendernos el discurso de que "las inversiones extranjeras
estimularán nuestras exportaciones (exportar o morir) que a su vez generarán
crecimiento económico lo que por efecto de rebalse llegará a las masas
populares". Ese modelo ya ha fracasado.
Tampoco en el ámbito
económico internacional esta visión es preponderante. Hoy el centro
imperialista norteamericano comienza a cuestionar un sistema con mercados
abiertos. La guerra comercial con China atestigua este cambio de perspectiva.
Por otro lado, es
necesario considerar que la gran guerra es -a estas alturas- algo inevitable,
por una razón muy simple: De continuar la tendencia del sistema económico
internacional, la China desplazará tarde o temprano a Estados Unidos como la
potencia económica dominante y, entonces considérese que nunca en la historia
de la humanidad ha acontecido un desplazamiento del poder hegemónico mundial,
sin una gran guerra. Por eso, lo más probable es que Estados Unidos desate la
guerra antes que la China lo desplace.
Por todas estas
apreciaciones (formuladas de modo muy básico, porque es necesario que las
amplias masas populares lo comprendan, más allá de los tecnicismos y profundizaciones
que puedan elaborar los intelectuales de la izquierda latinoamericana) es
necesario comprender que el neoliberalismo -por lo menos, así como lo hemos
conocido- no retornará.
En este marco, debemos
comprender que lo que viene es el fascismo, por dos razones fundamentales. La
primera es que las expresiones pseudo democráticas que promueven el
neoliberalismo de las oligarquías han fracasado. Ya no pueden vendernos la
visión de un futuro prometedor. Por otro lado, es necesario preguntarse ¿Cuándo
emerge el fascismo? Lo hace cuando las luchas sociales de los movimientos
populares han avanzado tanto que amenazan con arrebatarles el poder a las
oligarquías nacionales e internacionales. Entonces aparece la expresión
violenta de las oligarquías y esa expresión no es otra que el fascismo.
En Bolivia esas
expresiones han estado latentes desde hace décadas atrás con la unión juvenil
cruceñista, grupos paramilitares racistas que actuaron ya en su tiempo con las
dictaduras militares, y que luego promovieron el separatismo. Sin embargo, ya
no son elementos aislados de la sociedad. En el Golpe de Estado llevado
adelante contra el gobierno de Evo Morales, se han constituido en realidad en
el elemento protagónico, pues se han multiplicado en varias regiones del país, con
la denominada resistencia k'ochala en Cochabamba y otros grupos en Potosí y en
Sucre, donde llevaron a cabo los saqueos e incendios de los Tribunales
Departamentales Electorales así como a casas de dirigentes masistas. Fueron
esos grupos los que, en la etapa final del golpe, se trasladaron a la ciudad de
La Paz para dar la estocada final, cuando se produjo el motín policial.
Pero bien, más allá de
los grupos paramilitares, está el sustento social del fascismo en una clase
media que "se ha liberado" de la presión que sentía de parte de un
gobierno que le exhortaba a descolonizarse y abandonar sus prejuicios racistas.
Hoy vuelve a ser la misma de siempre, con sus prejuicios de superioridad con
los que nació. Además, se ha potenciado numéricamente, puesto que el Proceso de
Cambio ha llevado a más de dos millones de personas a la clase media,
sacándolas de la pobreza. Obviamente, los nuevos clase-medieros, tienen origen
indígena, pero compiten con los blancoides en sus actitudes racistas, pues ese
comportamiento los hace sentir en su nueva identidad. Este ha sido uno de los
factores determinantes en el golpe que atestiguó acerca de una reconfiguración
del poder social. Esta clase media racista ya es mayoritaria en las ciudades.
Por eso es que el conflicto, en determinados momentos, se mostró como un
conflicto campo-ciudad. El hecho es que han descubierto un nuevo factor de
poder que no lo habían experimentado antes. Pueden movilizarse más rápido que
las clases sociales populares puesto que están concentradas en las ciudades.
Por su parte, las clases populares, fundamentalmente indígenas y campesinas,
están dispersas en el campo y su movilización toma más tiempo, ya que la clase
obrera en Bolivia, siempre pequeña, es fundamentalmente minera, por lo que no
se halla en las ciudades, sino en distritos mineros rurales. Lo importante de
todo esto es que las tendencias fascistas que han existido siempre, hoy se
bañan en el sustento social que les provee la clase media.
Otro componente del
fascismo ha sido el caudillo, su líder. La derecha boliviana ha sufrido hasta
el momento de la ausencia de un líder que los aglutinara. Hoy tiene ese líder
en Camacho, un elemento surgido de la unión juvenil cruceñista que adoptó un
rol protagónico en el golpe. La policía se le subordinó en los momentos finales
de la toma del poder, una vez que levantaron su motín para plegarse a los
golpistas. Logró la subordinación además de todos los actores de la derecha con
la amenaza gansteril, hecha pública en su cabildo en Santa Cruz, en la que advirtió
que los traidores al movimiento serían anotados en una lista, tal cual lo hacía
Pablo Escobar. Por eso es que, cuando se configuró el gobierno de Añez,
aparecieron como ministros en carteras claves, verdaderos desconocidos en la
escena política boliviana, pero vinculados a Camacho, ya sea como abogados de
éste o simplemente allegados. Por estas razones, el verdadero gobernante,
detrás de Añez, es Camacho.
La configuración del
nuevo esquema político muestra también la esencia fascista de los nuevos detentadores
del poder. No pueden salir a la palestra como lo que en realidad son, porque el
escenario político internacional todavía no está maduro para tragarse un
régimen abiertamente fascista, por eso pretenden alinearse a las formalidades
democráticas. Pero ya han advertido que revisarán el patrón electoral, que
implica la exclusión de comunidades indígenas, porque saben que allá tiene el
MAS su principal caudal electoral. Esta revisión del padrón electoral implicará
en los hechos una restricción severa del voto universal. Así también, llevan
adelante una persecución sañuda contra toda la dirigencia del MAS para que no
quede en esta tienda política líderes con el renombre necesario para enfrentar
las elecciones con una posibilidad de éxito. Por otro lado, otros partidos de
derecha experimentan también la presión para agruparse alrededor de Camacho,
con el argumento de traición a la "unidad del pueblo".
El manejo de la
información, se lleva adelante con la premisa de Goebbels, según la cual, la
mentira repetida mil veces, se convierte en verdad. Por eso es que la acusación
de fraude en las elecciones del 20 de octubre, orquestada por todos sus medios
de comunicación, se posicionó en la opinión pública simplemente porque fue
repetida hasta el cansancio, sin que se mostrara una sola prueba del
"monumental fraude" que decían se había producido. En esta misma
orientación se combaten las fuentes alternativas de información. Por eso es
que, una vez en el gobierno, su ministra de comunicación advirtió que los
medios de comunicación que se dediquen a la sedición, serían "sometidos a
la ley", al más puro estilo de las dictaduras militares de los setentas.
En este marco, Telesur ha sido ya eliminada de la grilla las empresas que
brindan el servicio de Televisión por cable. De este modo, avanza el
totalitarismo mediático.
La represión política,
característica básica del fascismo, no ha sido simplemente una "necesidad
del momento" en la etapa del golpe de Estado. Por el contrario, tiende a
institucionalizarse. A eso se debe la creación del Centro Especial
Antiterrorista (CEAT), una Unidad de la Policía destinada específicamente a la
persecución y represión política.
Por otro lado, el
gobierno de Añez ha dado el control de algunas empresas públicas a hombres de
la empresa privada, ligados también a Camacho. El caso más evidente al
respecto, es el de Boliviana de Aviación, ahora controlada por gente de
Amazonas. De este modo, la empresa privada que compite con la empresa pública
en el rubro del transporte aéreo, dirige y controla a su competidora estatal
dibujándose lo que en el tiempo de la Alemania nazi fue la simbiosis de la
empresa privada con el aparato estatal.
Todas estas
características son expresiones del fascismo que asoma detrás de la pretendida
"recuperación de la democracia", que está siendo subestimada por los
que piensan que el Golpe de Estado pretende simplemente reinstaurar el
neoliberalismo. Obviamente se trata de tendencias, pero se debe recordar que
esas tendencias fueron subestimadas en la década del 30 del siglo pasado,
cuando el fascismo emergía paulatinamente.
La respuesta de las
fuerzas progresistas, populares y anti imperialistas de Bolivia y el continente
debería consistir en la conformación de un gran Frente Nacional Antifascista que asuma, inicialmente la tarea de
denunciar el resurgimiento del fascismo, así como de combatir sus expresiones
en todos los ámbitos.
PCmlm.
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